Piotr Kropotkin (1842-1921)
¿De qué orden se trata? ¿es de la armona con que soñamos los anarquistas? ¿de la armonía que se establecerá libremente en las relaciones humanas cuando la humanidad deje de estar dividida en dos clases, una de las cuales es sacrificada en provecho de la otra? ¿de la armonía que surgirá espontáneamente de la solidaridad de intereses, cando cada uno trabaje para el bienestar de todos y todos para el bienestar de cada uno? ¡claro que no! Los que tachan ala anarquía de ser la negación del orden, no hablan de esta armonía de porvenir; hablan del orden tal como se le concibe en nuestra sociedad actual. Veamos, pues, lo que es ese “orden” que la anarquía quiere destruir.
¿De qué orden se trata? ¿es de la armona con que soñamos los anarquistas? ¿de la armonía que se establecerá libremente en las relaciones humanas cuando la humanidad deje de estar dividida en dos clases, una de las cuales es sacrificada en provecho de la otra? ¿de la armonía que surgirá espontáneamente de la solidaridad de intereses, cando cada uno trabaje para el bienestar de todos y todos para el bienestar de cada uno? ¡claro que no! Los que tachan ala anarquía de ser la negación del orden, no hablan de esta armonía de porvenir; hablan del orden tal como se le concibe en nuestra sociedad actual. Veamos, pues, lo que es ese “orden” que la anarquía quiere destruir.
El orden de ahora, lo que se entiende por “orden”, es que las nueve décimas partes de la humanidad trabajen para procurar el lujo, los goces, y la satisfacción de las pasiones más excretables a un puñado de haraganes. El orden de la privación, para esas nueve décimas partes, de todo lo que es condición necesaria para una vida higiénica, para un desenvolvimiento racional de las cualidades intelectuales. Reducir a nueve décimas partes de la humanidad a vivir al día, como bestias de carga, sin poder atreverse a pensar jamás en los goces suministrados al hombre por el estudio de las ciencias, por la creación artística: ¡he ahí "el orden"!
El orden es la miseria, el hambre convertida en estado normal de la sociedad. Es el campesino irlandés muriendo de hambre; es el pueblo de Italia reducido a tener que abandonar su campiña lujuriante para vagar a través de Europa en busca de un tunel que alguien quiera perforar, en donde correrá el peligro de morir aplastado, tras haber subsistido unos meses más; es la tierra arrebatada al campesino para dedicarla a la cría de ganado o de caza, que servirá de alimento a los ricos; es la tierra dejada sin cultivar antes de restituirla al que pide otra oportunidad de cultivarla.
El orden es la mujer que se vende para sustentar a sus hijos; es el niño reducido a estar encerrado en una fábrica o morir de inanición; es el fantasma del obrero rebelde ante las puertas del rico, el fantasma del pueblo sublevado ante las puertas de los gobernantes.
El orden es una minoría ínfima elevada a los sitiales gubernamentales, que se impone, por esta razón, la mayoría, y que adiestra a sus hijos para ejercer más tarde las mismas funciones, a fin de mantener los mismos privilegios por la astucia, la corrupción, la fuerza y la matanza.
El orden es la guerra continua de hombre a hombre, de oficio a oficio, de clases a clase, de nación a nación; es el cañón que no cesa de retumbar; es la devastación de las campiñas, el sacrificio de generaciones enteras sobe los campos de batalla, la destrucción en un año de las riquezas acumuladas durante siglos de rudo trabajo.
El orden es la servidumbre, el encadenamiento del pensamiento, el envilecimiento de la raza humana, sometida por el hierro y por el látigo, es la muerte repentina por el grisú, la muerte lenta por el hundimiento, que hace perecer todos los años, enterrados y destrozados, a millares de mineros, víctimas de la avaricia de los patronos; es la persecución, bayoneta en ristre, de los que se atreven a quejarse. ¡He ahí el orden!
Y el desorden, lo que suelen llamar desorden, es el levantamiento del pueblo contra ese orden innoble, rompiendo sus cadenas, destruyendo sus trabas y yendo hacia un porvenir mejor; es lo más glorioso que la humanidad tiene en su historia; es la rebelión del pensamiento en la víspera de las revoluciones; es el derrocamiento de las hipótesis sancionadas por la inmovilidad de los siglos precedentes; es la aparición de todo un raudal de idas nuevas, de invenciones audaces; es la solución a los problemas de la ciencia.
El desorden es la abolición de la esclavitud antigua; es la insurrección de los municipios, la abolición de la servidumbre feudal, las tentativas de abolición de la servidumbre económica. El desorden es la insurrección de los campesinos sublevado contra los curas y los señores, quemando los castillos para dejar sitio a las cabañas, saliendo de sus guaridas para ocupar un sitio al sol.
El desorden, lo que llaman el desorden, son las épocas durante las cuales generaciones enteras soportan una lucha incesante y se sacrifican para preparar a la humanidad una existencia mejor, librándola de las servidumbres del pasado. Son las épocas durante las cuales el genio popular cobra su libre desarrollo y da, en pocos años, pasos gigantescos, sin los cuales el hombre permanecería en el estado de esclavo antiguo, de ser rastrero, de animal envilecido en la miseria. El desorden es el nacimiento de las más bellas pasiones y de las mayores abnegaciones; es la epopeya del supremo amor a la humanidad.
[Publicado originalmente en el periodico Acracia # 57, Valdivia, agosto 2016. Numero completo accesible en https://periodicoacracia.files.wordpress.com/2016/09/acracia57-online.pdf.]
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