Humberto Decarli
Venezuela
está signada por el militarismo. Es un estigma derivado de una praxis
tradicional que se remonta al proceso de secesión de la metrópolis española
cuando concluida y declarada formalmente la independencia los militares,
aliados con la oligarquía valenciana y caraqueña, se adueñaron literalmente del
país por los servicios prestados. La historiografía tradicional, en especial
las Escuelas romántica y marxista, se encargaron de maquillar todo ese conjunto
de pasos para presentar como imagen natural la existencia de un ejército
propietario del país.
Los
románticos pensando en que aquella lucha fue una epopeya con rasgos de heroísmo
y los izquierdosos con su manida tesis de la unión cívico militar la cual
pretenden alegar para justificar la cerrada mentalidad castrense y la
identifican con las batallas iniciáticas del Estado venezolano. El mismo Simón
Bolívar en la Carta de Jamaica calificó a Venezuela como un cuartel dado la
naturaleza del contenido belicista de la sociedad colonial, base del nuevo
Estado. Nacía un país fáctico, sin instituciones sólidas y con caudillos por
doquier.
Desde la Cosiata
hasta el Benemérito
Con
la separación de Venezuela de la República de Colombia se crea un nuevo Estado
independiente, altamente castrense
Durante el siglo diecinueve el devenir del país se expresó con guerras
intestinas, montoneras y confrontaciones en el contexto de un empobrecimiento
generalizado. La guerra federal fue una muestra del desorden y culminó la
centuria con la llegada de los andinos a Caracas.
Cipriano
Castro toma a la capital con sus chàcharos. Luego de unas nacionalizaciones hay
una reacción de las transnacionales y se forma un ejército financiado por
ellas, encabezado por el banquero Matos quien es derrotado en La Victoria por
el andino con un ejército numéricamente inferior. Finalmente liquidan al último
caudillo, Nicolás Rolando, en Ciudad
Bolívar para estabilizar al poder. Defenestrado Castro por su compadre Juan
Vicente Gómez, este funda al Estado contemporáneo con un ejército creado
mediante la contratación del coronel chileno de mentalidad prusiana, Samuel Mc
Gil, para su estructuración, la creación de una hacienda nacional y un poder
centralizado. Apenas si aventuras como las invasiones de Gustavo Machado por la
Vela de Coro y Román Delgado Chalbaud por Cumaná con el buque Falke fueron
esfuerzos fracasados de enfrentamiento con las nuevas fuerzas armadas
organizadas y modernas.
El postgomecismo
El
período posterior al caudillo de La Mulera estuvo impregnado de la dirección de
los administradores de la violencia del Estado. Medina Angarita y López
Contreras se vieron obligados a hacer concesiones de apertura por la inexistencia
de Gómez, quien detentaba todos los hilos de la dominación. Pérez Jiménez
continuó la saga de uniformados y tuvo una cruel dictadura derribada por la
división de los militares en medio de una crisis económica. La tradición
pretoriana se mantuvo durante estos gobiernos de facto, salvo la experiencia
efímera de Rómulo Gallegos, lo cual delata aún más la naturaleza autoritaria del poder en
nuestra historia.
La democracia
representativa
El
proyecto populista forjado luego de la huida de Pérez Jiménez partió de la
colaboración de cinco factores de poder. Uno de ellos, quizá el principal, fue
la fuerza armada y el gobierno de Rómulo Betancourt tuvo que tratarla con mucha
habilidad porque simbolizaban en América Latina el sustento de los intereses de
Washington en la región en medio de la pugna Este-Oeste. Incluso, el líder de
Guatire fue objeto de un atentado de sectores gorilas del cuerpo armado.
Sinn
embargo, el caudillo adeco debió contener a los milicos nacionales a través del
combate a unas guerrillas de izquierda con una derrota anunciada por un
vanguardismo absurdo y el trasplante mecánico de la Sierra Maestra. Allí se
amalgamó con ellos para coexistir y lograr la tranquilidad que nunca pudo
lograr Haya de la Torre en Perú a quien los militares no permitieron nunca
alcanzar la Casa de Gobierno en Lima.
Era
tanta la atención prestada a los armados que en una entrevista a Virginia
Betancourt en el libro recientemente publicado de Hugo Prieto Enemigos somos
todos, la hija del ex presidente admitía que su padre se reunía una vez a la
semana con ellos ante lo cual ella le preguntó por qué no lo hacía con
educadores y su respuesta fue que si no lo efectuaba lo tumbaban. Eran
uniformados anticomunistas formados en la Escuela de las Américas donde
aprendieron a perseguir, torturar, desaparecer y asesinar y pervivían
tranquilamente durante el tiempo del puntofijismo. Y después de la derrota de
la guerrilla la Comisión de Defensa del Senado se convirtió en la criba para
los ascensos y apelaron para ello al clientelismo y la corrupción.
La
conducta militar no fue como lo sostienen quienes añoran al bipartidismo y sus
apéndices. No hubo mucha institucionalidad pero gracias a la persecución a los
insurrectos de izquierda y la bonanza petrolera, permitió una estabilidad sin
sustentación en el tiempo. De no haber existido las guerras del Yom Kippur y la
de Irán e Irak, propulsoras del aumento desmedido del barril petrolero,
seguramente hubiésemos sido una dictadura como las del cono sur pero el
excedente financiero otorgó la posibilidad de paz social temporalmente.
El chavismo
Con
el triunfo electoral de Chávez luego de su fracasada asonada, surgió en el país
una opción sustancialmente militar, simbiosis del peronismo con el castrismo.
Esta administración se caracteriza por una escalada autocrática expresada en
muchos órdenes de la vida nacional. La participación castrense copa los cuadros
superiores del Estado; administran y disponen de las divisas, los alimentos, el
comercio internacional, el petróleo, las finanzas públicas y hasta los programas
asistencialistas llamados misiones; dirigen la política económica oficial;
manejan la política represiva; y en fin, están a la cabeza del poder
directamente.
Después
del fallecimiento de Hugo Chávez se acentuó el proceso de militarización de la
sociedad en forma acelerada y el presidente Maduro nombró recientemente al
general Padrino López como figura estelar del gabinete convirtiéndolo en un
vice gobernante, quizá para darle al sector castrense un buen posicionamiento
en caso de negociación. La falta del finado líder con su carisma así como la
finalización de la bonanza económica determinaron esta iniciativa para acudir a
la disciplina como vector de poder. Fue la misma operación de Salvador Allende
cuando incorporó a Pinochet y compañía al gabinete tras el fracaso de acuerdo
con la democracia cristiana cuyo epílogo todos lo conocemos.
El militarismo en
los partidos polìticos
La
relevancia de los militares la encontramos en las actitudes de las
organizaciones políticas frente a ellos. Es una conducta de colaboración,
entrismo y sobre todo, de búsqueda de vinculación por la consciencia de ser los
ejes del poder. Thais Peñalver, en su obra La Conspiración de los doce
golpes, reseña esta postura de alianza entre dos factores de dominación
donde uno, el político, aspira a elaborar una simbiosis con el otro, el
castrense. En general, cada movimiento tenía un departamento para captar o
penetrar el universo armado.
Así,
es increíble que Rómulo Betancourt, Prieto Figueroa y Gonzalo Barrios se
convirtieran en golpistas aliándose con los militares descendientes del
gomecismo y con una catadura fascistoide como lo asevera haber oído Domingo
Alberto Rangel de Valmore Rodríguez en un documental sobre la vida del
dirigente guatireño. Una sociedad que solo duró tres años y terminó
precisamente inmediato a la elección de Rómulo Gallegos mediante el voto
universal, directo y secreto.Betancourt, a quienes sus apologistas llaman el
padre de la democracia, participó en la asonada que derribó a Medina Angarita y
estuvo en la Junta de gobierno con Carlos Delgado Chalbaud. Empero, aprovechó
el trienio para sembrar en el país al partido Acción Democrática. Fue una
oportunidad de audacia que demostraba su total pragmatismo.
La
izquierda marxista no se ha quedado atrás en esta clase de iniciativa. El
Partido Comunista de Venezuela tuvo su aparato militar al igual que el M.I.R.
Las expresiones putchistas se vieron satisfechas con el alzamiento de Mamo, el
carupanazo y el porteñazo. Además, incorporaron a la comandancia de las F.A.L.N.
a Moncada Vidal, Manuel Ponte Rodríguez, Molina Villegas y Víctor Hugo Morales.
Adicionalmente tuvieron buenas relaciones con Castro León, quien dos veces fue
sometido al inicio de los años sesenta en sus alzamientos de la Planicie en
Caracas y en San Cristóbal. Asimismo, el sector escindido del P.C.V., Ruptura,
encabezado por Douglas Bravo, sostuvo desde sus inicios la necesidad de
relacionarse con los militares y ha mantenido la tesis de la unión cívico
militar religiosa. Esa mentalidad terrible hizo que la izquierda tradicional
apoyara incondicionalmente a Hugo Chávez a sabiendas de quien era este oficial
pero la posibilidad de obtener aunque fuera cuotas de poder los incitó a su
seguimiento. Fue el ejemplo puesto por Gabriel Puertas respecto a Elìas Jaua y
Daniel Hernàndez, quienes abandonaron a Bandera Roja por estar relacionada con
los golpistas y devinieron en dirigentes chavistas.
Conclusiones
Nuestra
nación ha estado desde siempre bajo la égida de los administradores de la
violencia del Estado. El coronel José Machillanda nos ha catalogado como un
país cuasipretoriano en su texto Poder Político Poder Militar y si bien es
cierto que no han accedido a la cima del dominio por la vía golpista lo han
alcanzado por la electoral. Múltiples han sido los fracasos de las diferentes
conspiraciones desde el 23 de enero de 1958 como las mencionadas de Castro
León, las dos del año 1962, el Barcelonazo, la de los tanques cuando Lusinchi,
las dos del año 1989 y la de abril de 2002. Todas tuvieron la impronta de la
frustración que delata su incapacidad para actuar bajo las sombras. No
obstante, al llegar a la jefatura del Estado con Hugo Chávez el militarismo
alcanzó la mayor de sus eficacias no porque hubieren pervertido el modelo
gubernamental sino por su fragilidad. Todas las aberraciones cometidas por el
líder barinés fueron posibles porque el sistema lo permitió sin tener una resistencia
estatal ni social.
Ha
sido un hecho notorio y público la dominación del país por parte de los agentes
castrenses. A pesar de que actualmente los modelos fácticos no constituyen la
regla, persisten experiencias donde la fuerza armada es el alfa y la omega del
poder. En este orden de ideas, todavía en el planeta existen gestiones
militares en países africanos como Guinea Ecuatorial con el dictador Teodoro
Obiang, en Asia. Corea del Norte con Kim Jong Un, Nursurtan Basarbayev en
Kazajstán así como en varios países ex soviéticos de la Ruta de la Seda, el
clásico Myammar con su eterna dictadura ahora haciendo algunas concesiones,
Cuba en América Latina y en el caso europeo Alexander Lukashenko en Bielorrusia
y Vladimir Putin en Moscú.
Venezuela
es un paradigma atípico porque se cumplen algunas formalidades democráticas
como las elecciones periódicas, muy cuestionadas, con ciertos ritos formales.
Hay cierta similitud con el gobernante ruso, el kasajo y el bielorruso. Pero
sobre lo que no hay ninguna discusión es acerca de la naturaleza absolutamente
autoritaria de su desempeño, expresado por su ejercicio atrabiliario. Lo
anterior se traduce en la violación cotidiana de derechos humanos, los presos
políticos, cárceles infernales, torturas, atropellos y desaparecidos; políticas
económicas sin consulta popular alguna generadores de inflación, recesión,
escasez y desabastecimiento; resistencia a la voluntad revocatoria de la gente
y a cualquier elección por las ingentes probabilidades de derrota; la ocupación
de los oficiales de los componentes armados en la cúspide del Estado; la
militarización de la justicia; la criminalización de la protesta enjuiciando
penalmente a quienes se atrevan a manifestar en las vías públicas; una
descomunal corrupción por la ausencia de contrapesos; una carencia de
institucionalidad por la conformación de un solo órgano de gobierno alrededor
del ejecutivo; la hegemonía comunicaciones a través de adquisiciones de medios
por testaferros y empresarios socios y la extorsión como instrumento para la
autocensura; y en fin, toda una pléyade de efluvios aptos para endilgarle la
palabra dictadura o al menos régimen autoritario.
Estamos
conscientes de que el chavismo no es un accidente histórico en Venezuela como
no lo fue Pinochet en Chile ni Mao Ze Dong en China. Es la secuencia lógica de
una línea de fuerza prevista desde del abandono de la Gran Colombia y sobre
todo, desde la etapa del régimen constructor del Estado venezolano
contemporàneo, el gomecista. Demás está aseverar que la conducta de este
segmento sostenedor del poder es diáfana. Es rigurosamente vertical, unos
mandan la mayoría obedece, no hay deliberancia porque no hay diálogo sino
imposición, son machistas y homofóbicos y en fin, configuran un arquetipo bien
palmario de seres humanos. Definitivamente no están en sintonía con los
principios democráticos y de tolerancia.
Debemos
estar claros de la posibilidad de impunidad producto de negociaciones, entre el
gobierno y la MUD, destinadas a su logro pero queda en la consciencia social
del país la desnudez de la práctica militarista quienes en última instancia son
responsable, porque gobiernan directamente, del actual caos de empobrecimiento
y degradación nacional. Solo la madurez de la sociedad será la campanada capaz
de dar un giro de 180 grados a la trayectoria abusiva del poder en Venezuela.
No es una tarea fácil debido a toda una historia y tradición reinantes donde la
fuerza es el motor y no la horizontalidad. El impulso democrático pasa por
supeditar a los uniformados, si es que se justifica su existencia, a la
organización social. Es la única manera de dar un golpe de timón a un país
arruinado en lo económico, cultural, social y moral.
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