Capi Vidal
El estreno de una interesante película sobre los experimentos de Stanley Milgram acerca de la obediencia a la autoridad, "Experimentar", invita a reflexionar sobre los mecanismos que empujan a la mayoría de las personas al conformismo social; desde un punto de vista antiautoritario, estamos obligados a tratar de aportar nuestra propia influencia: nuevas ideas y modos de pensar, que conduzcan a una ética libertaria.
El conformismo social puede definirse como la tendencia de los miembros de un grupo a adaptarse a las reglas y a los objetivos del propio grupo. Se trata de una igualación de la conducta individual producida bajo la presión del grupo y con tensión entre las convicciones inmediatas y las informaciones que los miembros del grupo facilitan. Hay que insistir en el conflicto que va implícito en el conformismo. Los experimentos de Solomon Asch, llevados a cabo en 1951, demostraron significativamente el poder de la conformidad en los grupos; muchos de los sujetos que participaron en los experimentos acabaron plegándose al juicio incorrecto de la mayoría sin que existiera ningún tipo de sanción ni de recompensa en un caso u en otro. La explicación a esta adecuación a la opinión mayoritaria puede estar en la presión del juicio unánime, que hace pensar que el propio esté equivocado, o el deseo de seguir a la masa para evitar entrar en desacuerdo y resultar antipático.
El estreno de una interesante película sobre los experimentos de Stanley Milgram acerca de la obediencia a la autoridad, "Experimentar", invita a reflexionar sobre los mecanismos que empujan a la mayoría de las personas al conformismo social; desde un punto de vista antiautoritario, estamos obligados a tratar de aportar nuestra propia influencia: nuevas ideas y modos de pensar, que conduzcan a una ética libertaria.
El conformismo social puede definirse como la tendencia de los miembros de un grupo a adaptarse a las reglas y a los objetivos del propio grupo. Se trata de una igualación de la conducta individual producida bajo la presión del grupo y con tensión entre las convicciones inmediatas y las informaciones que los miembros del grupo facilitan. Hay que insistir en el conflicto que va implícito en el conformismo. Los experimentos de Solomon Asch, llevados a cabo en 1951, demostraron significativamente el poder de la conformidad en los grupos; muchos de los sujetos que participaron en los experimentos acabaron plegándose al juicio incorrecto de la mayoría sin que existiera ningún tipo de sanción ni de recompensa en un caso u en otro. La explicación a esta adecuación a la opinión mayoritaria puede estar en la presión del juicio unánime, que hace pensar que el propio esté equivocado, o el deseo de seguir a la masa para evitar entrar en desacuerdo y resultar antipático.
Aquellos experimentos dejaron en evidencia un claro conflicto en dos objetivos: dar la respuesta correcta o bien responder a la expectativas de los otros. Por otra parte, al dar los sujetos sus respuestas en privado y no estar ya presente la presión de la mayoría se infravaloraba la opinión ajena (es decir, se opinaba que eran los demás los que sucumbían ante esa presión social) y no se aplicaba ese juicio crítico a la propia opinión. Hay que destacar también los posteriores experimentos de Stanley Milgram sobre obediencia a la autoridad, los cuales pueden considerarse una continuidad de los de Asch en cuanto al conformismo, pero a lo que añade también la teoría de la cosificación, según la cual la obediencia, proceso de influencia producido por la presión social de la autoridad, consiste en el hecho de que una persona se observa a sí misma como un instrumento que realiza los deseos de otra persona y no se considera, por lo tanto, responsable de sus actos (el caso de los soldados en un ejército es el ejemplo más evidente). La investigación sobre la obediencia de Milgran supuso un impacto, no solo en la sicología social, en todas las ciencias sociales.
Como ya hemos afirmado en otras ocasiones, no hay que considerar al ser humano enteramente maleable, pero sí hay que comprender los procesos que actúan como presión para que la gente obedezca y se conforme, aun en sociedades con evidentes problemas sociales. Lo que sí parece claro que es que ninguna persona nace obediente ni conformista, son actitudes que se aprenden en sociedad. El problema surge desde temprana edad, cuando lo habitual es que se inculque en los chavales una aceptación de una sociedad muy concreta, se enseñe a acatar unos valores, normas y costumbres, y además el hecho de que obedecer es una forma positiva de conducta. Es un problema encadenado, ya que los mismos progenitores consideran que no mostrarse sumiso y obediente al entorno supone crear problemas de adaptación al grupo y al orden social. Además, el psicólogo Alvin Rosenfeld consideró un problema sicológico añadido en los chavales, ya que ese afán de adecuación social, fundado en el adiestramiento de habilidades técnicas para un mundo basado en la competencia, no les permite un tiempo que deberían emplear en juegos que tengan que ver con el desarrollo de la creatividad personal. No obstante, aunque la familia sea la que canaliza en mayor medida los mecanismos de adecuación o conformidad social, es un problema inherente a toda la vida organizada.
Vamos a dar una nueva definición al concepto de conformidad social, sintetizando diferentes visiones: se trata de un cambio de conducta que se manifiesta, no solo como inherente a la persona, sino sobre todo como rasgo dentro del grupo; es una forma de valorar la influencia social, ya que se trata de un ajuste adaptativo del individuo ante la presión social (percibida o real) y resulta clave para la perpetuación de una sociedad injusta y desigualitaria. Parece que, en el pasado, el conformismo dentro de la sicología social se denominaba influencia social y se examinaba de una manera automatizada, tal y como dice Tomás Ibáñez: "la adecuación del individuo al grupo al que pertenece, ejerciendo, por tanto, una función de control social (tanto en el sentido de vigilancia como en el sentido de dirección y de intervención reguladora)". Desde este punto de vista, el comportamiento del individuo o del grupo tiene por función asegurar su inserción en el sistema o en el ambiente social, por lo que se busca la normalización y se rechaza toda "desviación" considerada como disfuncional y no adaptativa.
No obstante, el problema del conformismo social es complejo y tiene diversas visiones, por lo que resulta un reto para la psicología social estudiar todas las formas. Moscovici (1985) considera que hay tres formas de reacción frente a la influencia social: el conformismo o aceptación de una norma dominante; la normalización, que es la "presión ejercida recíprocamente, que se traduce en una norma de juicio aceptable para todos", y la internalización, que es la influencia que pueden tener individuos o minorías para crear nuevas ideas, modos de pensar y de comportamiento, o bien de modificar todo lo establecido al respecto. Como solución al problema del conformismo social, se requiere una nueva pedagogía liberadora basada en la aceptación de diferentes modos de conocer, en comportamientos que alteren las relaciones de poder tradicionales y establecidas y en un papel activo del ser humano en cuanto a sus representaciones. Para ello, parece fundamental ser crítico con todo mecanismo que incite al conformismo y aceptar que su naturaleza es social, ya que la conducta del ser humano responde a esos procesos condicionados, pero es susceptible de ser replanteada conforme a una transformación de la conciencia.
[Tomado de http://reflexionesdesdeanarres.blogspot.com/2016/09/el-conformismo-social-o-la-adaptacion.html.]
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