Ricardo Azuaje (Santa Elena de Uairén)
Supongo que debe haber más de un estudio sobre las pésimas relaciones entre el ecologismo y el conservacionismo y la izquierda estatal, es decir, los socialismos reales, es decir, los capitalismos de estado encubiertos con un discurso redentor. Pienso en la Unión Soviética y China, pero también en Corea del Norte o Cuba. Aparentemente la prioridad en todos estos países era alcanzar el desarrollo industrial y tecnológico sin tomar en cuenta el costo ambiental, que era —y sigue siendo— una preocupación de los países pertenecientes al capitalismo avanzado, con democracias burguesas y una diversidad de opiniones y tendencias envidiables (al menos las cuatro últimas décadas del siglo pasado). Una preocupación pequeñoburguesa que prosperó especialmente en jóvenes universitarios y que eventualmente se impondría en la agenda política mundial; que en los países comunistas era visto con escepticismo, como una distracción del objetivo principal: la victoria final sobre el capitalismo y la instauración del paraíso socialista en la tierra, sin importar qué tan degradada estuviese.
Supongo que debe haber más de un estudio sobre las pésimas relaciones entre el ecologismo y el conservacionismo y la izquierda estatal, es decir, los socialismos reales, es decir, los capitalismos de estado encubiertos con un discurso redentor. Pienso en la Unión Soviética y China, pero también en Corea del Norte o Cuba. Aparentemente la prioridad en todos estos países era alcanzar el desarrollo industrial y tecnológico sin tomar en cuenta el costo ambiental, que era —y sigue siendo— una preocupación de los países pertenecientes al capitalismo avanzado, con democracias burguesas y una diversidad de opiniones y tendencias envidiables (al menos las cuatro últimas décadas del siglo pasado). Una preocupación pequeñoburguesa que prosperó especialmente en jóvenes universitarios y que eventualmente se impondría en la agenda política mundial; que en los países comunistas era visto con escepticismo, como una distracción del objetivo principal: la victoria final sobre el capitalismo y la instauración del paraíso socialista en la tierra, sin importar qué tan degradada estuviese.
En ese sentido la ideología socialista y la católica también se asemejan bastante. Sólo en tiempos recientes el Vaticano y el Partido Comunista Chino entendieron que los problemas denunciados desde hace décadas y desde diferentes polos y tendencias por ambientalistas de todo el mundo son realmente graves y amenazan la supervivencia de toda la especie humana, y de gran parte de la vida del planeta. Pero, en el caso de la izquierda, estos aires un poco viciados —por tardíos— no están llegando a todos los partidos y gobiernos que se autodenominan socialistas, como es el caso del gobierno venezolano.
Lo comenté más de una vez en las redes durante los primeros años de Chávez en el poder: en el aspecto ambiental su gobierno era una continuación del de Caldera, pero con más poder. En los primeros años impuso el paso del tendido eléctrico por el Parque Nacional Canaima y el decreto para la intervención minera y forestal de Imataca, se hizo la vista gorda con invasiones a varios parques nacionales, como el Henri Pittier, Guatopo y Sierra Nevada, y hasta propuso elevar la cota y quitar terreno al Parque Nacional El Ávila.
Ese Chávez es perfectamente compatible con un concejal del PSUV que tenemos por estos lares y que avaló más de una invasión, de las diez que tuvimos los últimos diez años, afirmando que los que nos oponíamos queríamos más a los árboles que a las personas. Este tipo no entendía que sin vegetación eventualmente Santa Elena iba a ser más caliente, más hostil y a carecer de agua, como está pasando actualmente.
Pero es cierto también que la política ambiental de Chávez sufrió un cambio a mediados de la década pasada, cuando decretó la eliminación de la minería en la cuenca alta del río Caroní y una reconversión minera —convertir a mineros en agricultores o dueños de posadas— que nunca funcionó, tal vez porque gente de su propio partido no quería que funcionase.
Recuerden: el 70% de la electricidad que se produce en el país sale del Caroní, que nace aquí, en la Gran Sabana; así que era una medida razonable y relativamente fácil de imponer (se trataba de priorizar las necesidades de casi 40 millones de personas contra las de 6.000 mineros, quizás menos).
Desde entonces, se supone que toda la minería que se hace aquí es ilegal, lo que no impidió que la misma siguiera creciendo, incrementando el contrabando, la corrupción civil y militar, el lavado de dinero y la degradación social y política del municipio. Pero seguía siendo ilegal, hasta el decreto de Maduro y el supuesto “bloque especial” de Ikabaru.
Este Decreto de Certificación del Arco Minero es quizás lo peor que le ha pasado al estado Bolívar desde la reelección del gobernador Rangel Gómez, y es curioso que, a su manera, Maduro en su discurso haya terminado recurriendo a los argumentos de nuestro concejal, cito a Ultimas Noticias: “Para nosotros lo grande es el ser humano (…) hay que generar riquezas para el desarrollo del ser humano”. Y el agua y los bosques que se jodan, aunque eso implique quedarnos sin luz, renunciar de una vez y para siempre a la cultura pemón (violando de paso las leyes indígenas y las de demarcación), al agua limpia, y a un país basado en otra cosa que no sean la minería, el robo, y el cinismo ideológico.
El futuro del suministro de agua en el país está aquí, en el sur, y estamos a punto de destrozarlo para mantener vivo un proyecto político que está muerto desde hace tres años, vendiendo Bolívar a empresas canadienses, congoleñas, chinas, iraníes, rusas y un largo etcétera que ya arrastra la mancha de sangre de una masacre.
Ike Paru. El Ikabaru fue uno de los ríos por el que los caribes accedieron a la Gran Sabana cuando se retiraron del Orinoco a mediados del siglo XVIII, derrotados por los españoles después de casi tres siglos de lucha. El ascenso, según un cronista capuchino, fue también una matanza. Los futuros pemón iban eliminando makuchi y a cualquier otra etnia que se le atravesase en su camino a la Gran Sabana, de ahí el nombre del río, “agua hedionda”, por la cantidad de cadáveres descompuestos en sus aguas. Sería una ironía que el mismo sirva ahora como medio para su destrucción definitiva.
La próxima vez que sufran un apagón, o abran el chorro y no salga nada, o lo que salga huela a podrido, piensen en todo esto y en el Arco Minero.
[Tomado de http://contrapunto.com/noticia/eco-socialismo-arco-minero-y-otros-cuentos-66507.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nos interesa el debate, la confrontación de ideas y el disenso. Pero si tu comentario es sólo para descalificaciones sin argumentos, o mentiras falaces, no será publicado. Hay muchos sitios del gobierno venezolano donde gustosa y rápidamente publican ese tipo de comunicaciones.