Luca Ermili
Culpables de ser anarquistas y trabajadores, Sacco y
Vanzetti fueron ejecutados por electrocución en la silla eléctrica el 23 de
agosto de 1927.
En un contexto mundial conmocionado por el triunfo de la
Revolución Rusa y el fin de la Primera Guerra Mundial, donde la burguesía
asustada por el “terror rojo” fomentaba la xenofobia y el odio general por los
extranjeros, comunistas, anarquistas y socialistas. Nicola y Bartolomeo eran
acusados de cometer un presunto robo a mano armada y el asesinato de dos
personas en 1920 en South Braintree, Massachusetts. Luego de 7 extensos años de
juicio, con escasas pruebas y falsos testimonios, fueron encontrados culpables.
Su encarcelamiento y ejecución generaron comités pro
Sacco y Vanzetti y protestas masivas de trabajadores en Nueva York, Londres,
Buenos Aires, Ámsterdam, Tokio y huelgas en distintas ciudades del mundo.
Semanas previas a la ejecución, el 9 de agosto de 1927 en
Chicago, la huelga general es seguida por 16.000 obreros. En Nueva York, por
150 mil personas según la policía. En Montevideo, Uruguay la huelga de 24 horas
fue multitudinaria, al igual que en Asunción, Paraguay. En Argentina también,
miles de trabajadores fueron reprimidos por manifestarse, pidiendo la justicia
que las instituciones burguesas se negaban a otorgar.
La clase obrera unida y sin fronteras para defender a los
suyos, protestando para que no se ejecute a los que luchan. Eso, que querían
erradicar de la faz de la tierra, que era un martirio para los capitalistas,
una “peste revolucionaria”, fue producto de la ejecución del pescador Vanzetti
y del zapatero Sacco.
La sangre obrera es sangre y es bandera. Aquella
ejecución injusta e infame no generó más que protestas y huelgas por todo el
mundo. Sus nombres, aún causadores de polémica en Estados Unidos, resuenan cada
vez que una injusticia es cometida sobre la clase obrera, como en el caso de
los petroleros de las Heras por ejemplo.
Nicola Sacco y Bartolomeo Vanzetti, presentes en el
consciente colectivo, ardiendo en el tiempo.
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