J. L. Carretero
El movimiento libertario actual es débil, en cierto sentido y, muy potente, en otros. Débil desde la auto-referencialidad, desde la dinámica de las propuestas organizativas y desde las construcciones ideológicas cerradas. Débil como definidamente anarquista. Fuerte y potente desde la diseminación, desde el anclaje en las prácticas y en el sentido común de las clases subalternas. Fuerte como melodía recurrente de todas las subversiones y todos los experimentos, se definan como se definan.
El movimiento libertario actual es débil, en cierto sentido y, muy potente, en otros. Débil desde la auto-referencialidad, desde la dinámica de las propuestas organizativas y desde las construcciones ideológicas cerradas. Débil como definidamente anarquista. Fuerte y potente desde la diseminación, desde el anclaje en las prácticas y en el sentido común de las clases subalternas. Fuerte como melodía recurrente de todas las subversiones y todos los experimentos, se definan como se definan.
Así que, probablemente, hoy sea más fácil encontrar lo libertario como un espíritu difuso y poco definido que anima las prácticas y los discursos de miles de experiencias de autogestión y auto-organización alrededor del Globo, que como ideología expresa, ligada a una bandera y a unas referencias históricas concretas. Pese a ello, también es posible encontrar lo anarquista, como tal, en la génesis de dinámicas autogestionarias que marcan la actualidad de nuestro país, o que se desarrollan en el seno de los movimientos sociales de nuestras ciudades, y en estrecha relación con ellos. Mencionemos algunas:
La Comunidad “La Esperanza”, en Santa María de Guía, al norte de la isla de Gran Canaria
Se trata de la mayor okupación de pisos del Estado Español, y ha sido animada y organizada por la Federación Anarquista de Gran Canaria (FAGC), con un objetivo primordial: solucionar la falta de vivienda de gentes en situaciones económicas muy delicadas, en el marco contextual de los desahucios y la crisis brutal que ha hecho que en las islas Canarias haya habido más de un 35 % de paro y más de 4.000 ejecuciones hipotecarias al año.
Son cuatro bloques de viviendas ocupados en 2013, en los que viven cerca de 80 familias, totalizando más de 300 personas de las que cerca de 150 son menores de edad. El edificio es actualmente propiedad de la SAREB. Entre las familias que habitan la comunidad hay una gran diversidad de perfiles: familias, migrantes, niños, parados de larga duración, precarios, etc. En la Comunidad, de hecho, sólo pueden residir familias con menores a cargo, que no dispongan de ninguna propiedad y reciban menos de 426 euros mensuales. Junto a ellos, una parte de los bloques, formada por viviendas individuales, está también destinada a personas solas con trayectorias vitales cercanas a la exclusión social.
“De todos los excluidos sociales, en La Esperanza viven los más excluidos”, afirma Ruymán Pérez, miembro de la Federación Anarquista de Gran Canaria, y uno de los animadores principales de la experiencia, que ha terminado por sufrir un fuerte acoso policial por ello, que ha llegado a una detención en extrañas circunstancias, tras la que Ruymán denunció torturas, y una acusación de atentado a la autoridad por la que podrían pedirle hasta cinco años de prisión. “La mayoría de las personas provienen de situaciones de pobreza crónica, de desahucios, de la indigencia, los malos tratos domésticos, la inmigración sin papeles, la malnutrición, la enfermedades crónicas y la recogida de chatarra”, afirma Ruyman, según pone de manifiesto Guille Larios en el periódico La Directa.
Este complicado grupo humano se rige por una asamblea común, que se celebra una vez al mes, y asambleas extraordinarias para solucionar los problemas urgentes. También funcionan diferentes comisiones rotatorias, que se reparten la gestión de las tareas comunitarias, como el mantenimiento de los bloques, el trabajo en el huerto (del que se alimentan más del 30 % de los vecinos), el asesoramiento legal o la gestión del agua y de la economía de la Comunidad.
La ocupación y organización inicial de la Comunidad implicó un gran trabajo de base de los anarquistas gran canarios, que siguen íntimamente vinculados a las necesidades de los moradores de La Esperanza. Se hicieron reuniones con los vecinos del barrio, okupaciones puntuales de pisos vacíos, y se desarrolló todo un marco de prácticas y discursos vinculados a las necesidades reales de la actividad, más que a las grandes narraciones ideológicas. Cosas como la exigencia de que los ocupantes se abran su propia vivienda, intentando evitar acabar funcionando como una especie de agencia externa de ocupación, se fueron aprendiendo con la práctica cotidiana.
La Comunidad se encuentra ahora mismo amenazada de desalojo por el alcalde de Guía, Pedro Rodríguez, y reclama la solidaridad de los movimientos populares para tratar de impedirlo. La lucha por la vivienda en las islas Canarias, por tanto, tiene entre sus hitos la historia de La Esperanza, “lo último que se pierde”, el mayor experimento de ocupación colectiva y autogestionaria del Estado Español.
La Canica: una moneda anarquista para Madrid
A principios del año 2015 nacía en Madrid, la Canica, una moneda alternativa al euro y una comunidad de intercambio vinculada con la Red de Colectivos Autogestionados (RCA), una coordinadora de emprendimientos e iniciativas de autogestión vinculada a sectores específicamente anarquistas de Madrid. “Llevada por esta identificación clara con los principios libertarios, la canica tiene como fin último su propia desaparición”, una vez se alcance una sociedad en la que primen “la propiedad colectiva de los medios de producción y de los productos del trabajo, con independencia del nombre que se le quiera dar al modelo económico en cuestión (comunismo, economía social, autogestión generalizada, etc.)”. Pan, libros, hortalizas, reparaciones de fontanería...son algunos de los productos y servicios que se intercambian en esta comunidad, con estas monedas que se quieren alternativas a las de curso legal.
La comunidad está formada por socios que toman decisiones mediante la asamblea, y el sistema de decisión en la misma es el consenso. Se utilizan como moneda las canicas, que se plantean como moneda alternativa y no complementaria al euro. Por ello “las canicas no se pueden esconder porque todas las cuentas de la Comunidad son públicas. Tú puedes consultar el saldo de las demás y las demás pueden consultar tu saldo. Las canicas tampoco pueden salir de las cuentas de nuestra comunidad a cuentas bancarias privadas, porque no pueden cambiarse por euros ni hay canicas en billetes anónimos. Incluso la acumulación innecesaria de canicas es imposible porque los saldos superiores e inferiores a 300 canicas deben acordarse en asamblea”.
Con las canicas se pretende demostrar que un modelo de moneda descentralizado y controlado por sus propios usuarios en asamblea es posible, y que el dinero no tiene por qué ser construido como lo hace el Capital, para favorecer la acumulación privada, el interés usurario y el mercado especulativo.
Participando en las alternativas populares
Pero, aparte de las iniciativas específicamente anarquistas, hay por todo el país todo un magma de experiencias populares con una fuerte impronta libertaria, observable en sus principios inspiradores y en la trayectoria vital y organizativa de muchos de sus principales animadores. Los libertarios, pese a lo que cree mucha gente, no sólo se juntan con la gente que piensa como ellos. También colaboran y cooperan, en muchos casos, con los proyectos comunes puestos en marcha por asambleas del 15-M, por movimientos barriales o por organizaciones sindicales o municipalistas. Veamos, también, algunos ejemplos de este tipo de iniciativas:
* Tramallol: espacios para la utopía en Sevilla
Según sus propias palabras “Tramallol es una remezcla de personas, saberes y proyectos situado en Sevilla. Un modelo de emprendizaje colectivo basado en la cooperación horizontal, el intercambio y la búsqueda de formas de gestión económica y cultural que afectan a otras esferas de lo social.”. “La idea, definida por ellos mismos, es la de dar cabida a los trabajos de cada cual, fomentar el apoyo mutuo y la colectivización de los recursos.”
Se trata de un local ubicado en el Pasaje Mallol, nº 22 de la ciudad hispalense, que funciona como un centro de coworking donde se dan cita múltiples experiencias de trasformación de lo social. Nace en septiembre de 2010 cuando un grupo de gente empieza a compartir la necesidad de crear un espacio desde donde salir al paso de la precariedad de forma colectiva. Lo componen trabajadores y profesionales de la cultura de un espectro múltiple. Profesionales de disciplinas como la arquitectura, el diseño gráfico y la comunicación, la programación y la creación web, el flamenco experimental, la creación audiovisual y escenográfica, las estéticas y el arte, la traducción, la cocina y panadería, la encuadernación artesanal y la producción de procesos en red. La idea, definida por ellos mismos, es la de dar cabida a los trabajos de cada cual, fomentar el apoyo mutuo y la colectivización de los recursos.
Tramallol, según sus propios socios, también lo forman “todos los colectivos que usan el espacio para reunirse, las entidades culturales que realizan seminarios y encuentros, los grupos que se abastecen de verduras ecológicas de productores locales, las plataformas musicales que graban audiovisuales de promoción, lxs cineastas y documentalistas que presentan sus trabajos, las redes de decrecimiento y de monedas locales que organizan espacios y tiempos de debate o las organizaciones sociales y sindicatos de base que promueven modos de diálogo y de transformación política.”.
Se trata de una enorme nave autogestionada en el centro de Sevilla, en cuya gestión colaboran o participan iniciativas tan variadas como “Con los pies en la tierra” (un proyecto que apuesta por la difusión, fomento y producción de la agricultura ecológica, así como por su comercialización a través de canales cortos en la ciudad); ZEMOS98 (un equipo de trabajo que investiga, programa y produce contenidos relacionados con educación, comunicación y creación audiovisual, como el documental “La educación expandida”, sobre la puesta en marcha de un Banco Común de Conocimientos en el marco de un instituto público de un barrio deprimido de Sevilla); el grupo Arquitecturas colectivas; la Librería La Fuga; o la Red de Moneda Social El Puma, una moneda alternativa puesta en marcha en el barrio sevillano de El Pumarejo.
“Estoy en Tramallol aprendiendo a tejer sin enredarme, a ocupar mi lugar entre diversos iguales, cultivando el arte de acordar sin olvidarme. Participo regulando esto de poner mi parte y coger mi parte, alimentando así un proyecto que nos nutre.” Como afirma Pablo Montaño, uno de los participantes en este amplio espacio colectivo, donde, por ejemplo, se ha presentado este año la Feria del Libro Anarquista de Sevilla, con un debate sobre el libro “La apuesta directa” con la participación de quien esto escribe y un compañero del grupo antidesarrollista madrileño Cul de Sac: “Estoy en Tramallol aprendiendo a tejer sin enredarme, a ocupar mi lugar entre diversos iguales, cultivando el arte de acordar sin olvidarme. Participo regulando esto de poner mi parte y coger mi parte, alimentando así un proyecto que nos nutre. Experimentando lo común y lo propio. Aportando desde esta Experiencia Cooperativa a este Barrio y al Gran Barrio.”
* Iniciativas sociales en Málaga: vivir dignamente desde la autogestión
También en la ciudad de Málaga, una red extensa y creativa de experiencias populares y autogestionadas ha abierto espacios de innovación social, de construcción y apoyo mutuo para los sectores excluidos y para las clases subalternas.
Hablamos de iniciativas concretas como los huertos populares ocupados en la barriada deprimida de Palma-Palmilla, o “La Casa de la Buena Vida”, un espacio en el mismo vecindario dedicado a conformar una comunidad terapéutica para la reinserción de toxicómanos, que se ha convertido, también, en un refugio para personas en situación de exclusión social, así como centros sociales como La Casa Invisible. Y hablamos también, por supuesto, de Er Banco Güeno
Er Banco Güeno es un comedor social autogestionado situado, también, en la barriada de Palma-Palmilla. Este centro surge de la colaboración entre vecinos del barrio con miembros del 15M de Málaga y con otros colectivos que trabajan en la zona, como Zambra, para dar una alimentación digna a un gran porcentaje de la población del vecindario. El espacio funciona en un local okupado de una sucursal bancaria abandonada, que se abrió por primera vez a los vecinos el 12 de diciembre de 2012.
En este comedor social funciona una Oficina de Derechos Sociales donde de manera voluntaria se gestionan y resuelven algunos de los problemas de los vecinos y se ofrece asesoramiento jurídico y psicológico a aquellas personas que lo requieran.
El objetivo del Comedor-Centro Social autogestionado “Er banco Güeno” es, según la definición de sus mismo fundadores, el de ayudar en la medida de lo posible a toda persona, sin mirar raza, sexo o color.
Además, en la ciudad, el movimiento anti-desahucios ha ocupado numerosos bloques de viviendas: las Corralas (Buena Ventura, La Suerte, Esperanza, etc.), autogestionadas y defendidas por su propios vecinos (muchas veces mujeres en situación de exclusión social) frente a la especulación urbanística rampante y sus efectos sobre lo local, que los movimientos sociales malacitanos han tratado de denunciar con la campaña “Vivir dignamente en Málaga”, difundida desde programas radiales libres como “Voces Alternativas”, de Onda Color.
[Fragmento de un texto mas extenso, cuyo original está en http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/36645.]
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