Libros de Anarres (Buenos Aires)
Coincidiendo con los 120 años del nacimiento de Buenaventura Durruti y los 80 años de la Revolución Española, ya estamos distribuyendo el título nº 58 de la colección Utopía libertaria Durruti en el laberinto de Miquel Amorós. Se trata de una nueva edición de la original de 2006, revisada y ampliada por el autor entre 2009 y enero de 2016. En breve estará disponible el correspondiente pdf de descarga libre en nuestra renovada página web.
«Nosotros luchamos no por el pueblo sino con el pueblo, es decir, por la revolución dentro de la revolución. Nosotros tenemos conciencia de que en esta lucha estamos solos, y de que no podemos contar nada más que con nosotros mismos. Para nosotros no significa nada la existencia de una Unión Soviética en una parte del mundo, porque sabíamos de antemano cuál era su actitud respecto a nuestra revolución. Para la Unión Soviética lo único que cuenta es su tranquilidad. Para gozar de esa tranquilidad, Stalin sacrificó a los trabajadores alemanes a la barbarie fascista. Antes fueron los obreros chinos los que resultaron víctimas de ese abandono. Hemos aprendido la lección y deseamos llevar nuestra revolución adelante, porque la queremos para hoy y no para después de la próxima guerra europea. Con nuestra actitud estamos dando más quebraderos de cabeza a Hitler y Mussolini que el Ejército Rojo, porque temen que sus pueblos, inspirándose en nosotros, se contagien y terminen con el fascismo en Alemania y en Italia. Pero ese temor también lo comparte Stalin, porque el triunfo de nuestra revolución tiene que repercutir forzosamente en el pueblo ruso.»
Buenaventura Durruti
Durruti en el laberinto
Autor: Miquel Amorós
Colección Utopía libertaria
"La historia de nuestra guerra civil está llena de cuestiones cuya resolución objetiva es una necesidad para aquellos que luchan contra la destrucción del conocimiento histórico emprendido desde el poder, porque la liquidación de la memoria histórica asociada al proletariado significaría la eliminación de toda perspectiva revolucionaria. La figura de Durruti, en tanto que personificación de la revolución proletaria anarquista de 1936 concentró muchas de esas cuestiones, verdaderas heridas del movimiento libertario, que en su propio beneficio conviene mantener abiertas y hurgar en ellas. Si duelen, es signo de que sus ideas perviven. Esas ideas no tienen precio.
Quienes trataron de venderlas, se vendieron sólo a sí mismos. El anarquismo o es radical o no es nada. Ahí está la verdadera ortodoxia. Sin embargo, en los tiempos del espectáculo y la cultura de masas, el pasado vendría a ser una mercancía moderna, consumible como cualquier otra; un objeto cultural de entretenimiento asequible en cuadernos coleccionables, DVD o series televisivas. La banda de historiadores de la universidad ya no tiene por función la falsificación o la ocultación del pasado, como hacían los estalinistas, sino su conversión en espectáculo. El primer paso de esa preparación para el consumo ha sido la museificación; el segundo, la banalización.
La historia para los guardianes del templo es un relato fabuloso, sin contradicciones, destinado a la propaganda; en cambio, para la pandilla universitaria sería un enorme panteón de cadáveres a los que se podría despedazar y analizar cómo se haría con las momias de Egipto. La distancia que nos separa de ellos sería tan fabulosa que nada habría que temer. El punto de vista forense certificaría el lejano momento de la defunción y desplegaría un abanico de hipótesis a escoger. Ese aspecto «plural» es el marchamo de la mercancía; en el espectáculo importa poco la moraleja. El pasado se convierte en un recipiente de datos con el que construir una trama cualquiera. Podemos pasar entonces de la historia a la novela de detectives. Se trabaja para el olvido, pero de otra manera: si los historiadores estalinistas se servían antaño del presente para reescribir el pasado, los actuales expertos y folletineros se sirven del pasado para mistificar el presente. La historia-espectáculo legitima la dominación como si ésta no tuviera que ver con aquél; embalsamando cadáveres, el poder quiere mostrarse como el heredero legal de los vencidos y no como el vencedor de la víspera. Como buen usurpador, quiere que no se sepa que es un recién llegado, que su pasado es reciente, que prácticamente no tiene historia. Que está ahí porque nadie se decide a echarlo. Un buen ejemplo ha sido el «socialismo libertario» que hace unos años sacó de la chistera el presidente de turno. La mercantilización espectacular de la Guerra Civil se correspondería con una pérdida total del sentido histórico en las masas, vacías, embrutecidas y atemorizadas. No obstante dicha pérdida no es completa y, por lo tanto, tiene remedio. Todavía la historia no es de quien la manipula. Durruti morirá sólo si triunfa su mitificación, de modo que su lugar real quede sin cubrir. El sentido verdadero de su vida y de su muerte ha quedado perfectamente plasmado en las líneas que le dedicó el escritor y anarquista Rodolfo González Pacheco, que lo conoció en Argentina y permaneció en España durante la guerra civil revolucionaria."
Miquel Amorós
[Tomado de http://www.librosdeanarres.com.ar/#!/-novedades.]
Coincidiendo con los 120 años del nacimiento de Buenaventura Durruti y los 80 años de la Revolución Española, ya estamos distribuyendo el título nº 58 de la colección Utopía libertaria Durruti en el laberinto de Miquel Amorós. Se trata de una nueva edición de la original de 2006, revisada y ampliada por el autor entre 2009 y enero de 2016. En breve estará disponible el correspondiente pdf de descarga libre en nuestra renovada página web.
«Nosotros luchamos no por el pueblo sino con el pueblo, es decir, por la revolución dentro de la revolución. Nosotros tenemos conciencia de que en esta lucha estamos solos, y de que no podemos contar nada más que con nosotros mismos. Para nosotros no significa nada la existencia de una Unión Soviética en una parte del mundo, porque sabíamos de antemano cuál era su actitud respecto a nuestra revolución. Para la Unión Soviética lo único que cuenta es su tranquilidad. Para gozar de esa tranquilidad, Stalin sacrificó a los trabajadores alemanes a la barbarie fascista. Antes fueron los obreros chinos los que resultaron víctimas de ese abandono. Hemos aprendido la lección y deseamos llevar nuestra revolución adelante, porque la queremos para hoy y no para después de la próxima guerra europea. Con nuestra actitud estamos dando más quebraderos de cabeza a Hitler y Mussolini que el Ejército Rojo, porque temen que sus pueblos, inspirándose en nosotros, se contagien y terminen con el fascismo en Alemania y en Italia. Pero ese temor también lo comparte Stalin, porque el triunfo de nuestra revolución tiene que repercutir forzosamente en el pueblo ruso.»
Buenaventura Durruti
Durruti en el laberinto
Autor: Miquel Amorós
Colección Utopía libertaria
"La historia de nuestra guerra civil está llena de cuestiones cuya resolución objetiva es una necesidad para aquellos que luchan contra la destrucción del conocimiento histórico emprendido desde el poder, porque la liquidación de la memoria histórica asociada al proletariado significaría la eliminación de toda perspectiva revolucionaria. La figura de Durruti, en tanto que personificación de la revolución proletaria anarquista de 1936 concentró muchas de esas cuestiones, verdaderas heridas del movimiento libertario, que en su propio beneficio conviene mantener abiertas y hurgar en ellas. Si duelen, es signo de que sus ideas perviven. Esas ideas no tienen precio.
Quienes trataron de venderlas, se vendieron sólo a sí mismos. El anarquismo o es radical o no es nada. Ahí está la verdadera ortodoxia. Sin embargo, en los tiempos del espectáculo y la cultura de masas, el pasado vendría a ser una mercancía moderna, consumible como cualquier otra; un objeto cultural de entretenimiento asequible en cuadernos coleccionables, DVD o series televisivas. La banda de historiadores de la universidad ya no tiene por función la falsificación o la ocultación del pasado, como hacían los estalinistas, sino su conversión en espectáculo. El primer paso de esa preparación para el consumo ha sido la museificación; el segundo, la banalización.
La historia para los guardianes del templo es un relato fabuloso, sin contradicciones, destinado a la propaganda; en cambio, para la pandilla universitaria sería un enorme panteón de cadáveres a los que se podría despedazar y analizar cómo se haría con las momias de Egipto. La distancia que nos separa de ellos sería tan fabulosa que nada habría que temer. El punto de vista forense certificaría el lejano momento de la defunción y desplegaría un abanico de hipótesis a escoger. Ese aspecto «plural» es el marchamo de la mercancía; en el espectáculo importa poco la moraleja. El pasado se convierte en un recipiente de datos con el que construir una trama cualquiera. Podemos pasar entonces de la historia a la novela de detectives. Se trabaja para el olvido, pero de otra manera: si los historiadores estalinistas se servían antaño del presente para reescribir el pasado, los actuales expertos y folletineros se sirven del pasado para mistificar el presente. La historia-espectáculo legitima la dominación como si ésta no tuviera que ver con aquél; embalsamando cadáveres, el poder quiere mostrarse como el heredero legal de los vencidos y no como el vencedor de la víspera. Como buen usurpador, quiere que no se sepa que es un recién llegado, que su pasado es reciente, que prácticamente no tiene historia. Que está ahí porque nadie se decide a echarlo. Un buen ejemplo ha sido el «socialismo libertario» que hace unos años sacó de la chistera el presidente de turno. La mercantilización espectacular de la Guerra Civil se correspondería con una pérdida total del sentido histórico en las masas, vacías, embrutecidas y atemorizadas. No obstante dicha pérdida no es completa y, por lo tanto, tiene remedio. Todavía la historia no es de quien la manipula. Durruti morirá sólo si triunfa su mitificación, de modo que su lugar real quede sin cubrir. El sentido verdadero de su vida y de su muerte ha quedado perfectamente plasmado en las líneas que le dedicó el escritor y anarquista Rodolfo González Pacheco, que lo conoció en Argentina y permaneció en España durante la guerra civil revolucionaria."
Miquel Amorós
[Tomado de http://www.librosdeanarres.com.ar/#!/-novedades.]
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