Sebastian Faber (La Marea))
Tres mil carteles; docenas de cartas de Max Aub y Juan Goytisolo; 170 periódicos de la Guerra Civil; el archivo central de la CNT-FAI—43 cajas rescatadas a duras penas de las garras de Franco—; el archivo de la legendaria editorial antifranquista Ruedo Ibérico; los papeles del líder anarquista Juan Manuel Molina… Todo está perfectamente catalogado, al alcance de cualquiera con ganas de investigar la historia del activismo obrero español, en un edificio amplio y luminoso. Un pequeño detalle: este caudal no se encuentra en Madrid ni en Barcelona, sino en el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IIHS, socialhistory.org), uno de los archivos más extensos del mundo en lo que se refiere al movimiento obrero. Hay papeles de Emma Goldman, Marx, Engels y Bakunin. También una colección de documentos sobre la rebelión estudiantil china, incluidas dos balas disparadas durante la protesta en la Plaza de Tiananmen en 1989. Y guarda un verdadero tesoro de materiales sobre la Guerra Civil española y el exilio republicano, sobre todo relacionados con el movimiento libertario. En estos momentos, el Instituto colabora en la creación y gestión de un diccionario de los casi 800 holandeses que lucharon en España durante la contienda bélica, inspirado en la base de datos digital de la Brigada Lincoln norteamericana.
Tres mil carteles; docenas de cartas de Max Aub y Juan Goytisolo; 170 periódicos de la Guerra Civil; el archivo central de la CNT-FAI—43 cajas rescatadas a duras penas de las garras de Franco—; el archivo de la legendaria editorial antifranquista Ruedo Ibérico; los papeles del líder anarquista Juan Manuel Molina… Todo está perfectamente catalogado, al alcance de cualquiera con ganas de investigar la historia del activismo obrero español, en un edificio amplio y luminoso. Un pequeño detalle: este caudal no se encuentra en Madrid ni en Barcelona, sino en el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam (IIHS, socialhistory.org), uno de los archivos más extensos del mundo en lo que se refiere al movimiento obrero. Hay papeles de Emma Goldman, Marx, Engels y Bakunin. También una colección de documentos sobre la rebelión estudiantil china, incluidas dos balas disparadas durante la protesta en la Plaza de Tiananmen en 1989. Y guarda un verdadero tesoro de materiales sobre la Guerra Civil española y el exilio republicano, sobre todo relacionados con el movimiento libertario. En estos momentos, el Instituto colabora en la creación y gestión de un diccionario de los casi 800 holandeses que lucharon en España durante la contienda bélica, inspirado en la base de datos digital de la Brigada Lincoln norteamericana.
“A estas alturas hemos abandonado la adquisición activa de archivos españoles, pero todavía nos llegan materiales cada tanto tiempo”, explica Kees Rodenburg, quien empezó a trabajar en el IIHS en 1978 y que, ya jubilado, sigue allí de voluntario. Rodenburg fue responsable del área española después de que, en 1994, se jubilara el bibliotecario anarquista Rudolf de Jong.
La historia del ingente archivo de la CNT-FAI es de película. Lo sacaron de España, de milagro, en enero de 1939, hacia París; y desde allí fue a parar a Inglaterra, donde el Instituto había creado una sucursal el año anterior porque ya se avecinaba la Segunda Guerra Mundial. “Fue una prevención inteligentísima, porque así se pudo salvaguardar mucho material de los nazis, que no tardaron en ocupar Holanda”, prosigue Rodenburg. Después de la liberación, las cajas de los anarquistas volvieron a Ámsterdam pero no se abrieron hasta décadas después. Para entonces el movimiento se había fracturado, y tanto la CGT como la CNT se consideraban propietarios del archivo. “No hubo problemas con la FAI, pero hubo una batalla legal interminable sobre la parte que correspondía a la CNT. En 1979, cuatro cenetistas incluso llegaron a ocupar el instituto. Al final, los tribunales asignaron el archivo a la CNT, con la que firmamos un comodato en 1994. El material sigue siendo propiedad de la Confederación pero lo guardamos aquí. Hay una copia microfilmada en España”, relata.
El archivo libertario español es hoy una de las colecciones más consultadas. “El Instituto es un lugar maravilloso”, opina Chris Ealham, hispanista británico y experto en anarquismo catalán. “La riqueza de la colección es enorme. No sólo porque contiene la documentación oficial del movimiento anarcosindicalista sino porque muchos militantes han acabado por legarle sus archivos personales. Para investigadores como yo es una parada obligada”.
El Instituto cumplió 80 años el pasado diciembre. Fue fundado en 1935, pero sus orígenes se remontan a 1914, cuando Nicolaas Posthumus (1880-1960), erudito y coleccionista empedernido, creó el Archivo de Historia Económica de los Países Bajos para preservar los documentos relativos a la historia de la economía y las relaciones laborales. Una generosa financiación inicial a través de De Centrale, una aseguradora vinculada al movimiento socialdemócrata, hizo posible adquirir colecciones claves como las de Max Nettlau, Marx, Engels y Bakunin, en los años treinta. Casi todos estos documentos están digitalizados y disponibles online.
18 kilómetros de historia
Desde 1989, el Instituto ocupa un edificio monumental en el antiguo puerto oriental de Ámsterdam. Más de mil investigadores consultan cada año las colecciones, y otros 300.000 lo hacen a través de Internet. Además de los casi 18 kilómetros de archivo, el Instituto es un importante centro de investigación. “Nos financia el Estado holandés a través de la Academia Real de las Ciencias”, explica Jack Hofman, encargado de preservar las colecciones. La Academia paga el alquiler y las nóminas. Sin embargo, las colecciones son propiedad de la Fundación del Instituto —o, si son préstamos de uso, gestionadas por ella—. “La Fundación es independiente del Estado. En su consejo siempre hay representantes sindicales”, cuenta. Esta estructura autónoma fue otra prevención de Posthumus, que entendía que no siempre se puede contar con el Estado para defender la lucha obrera, ni mucho menos salvaguardar su memoria.
En España, han sido sobre todo los archivos estatales los que han suscitado debate. Cuando llegó al poder en 2011, el PP blindó archivos que antes estaban abiertos para la investigación. En junio de 2013, esta situación motivó una protesta masiva, respaldada por casi 300 investigadores de 17 países. No obstante, en febrero de 2014, el PP rechazó la desclasificación de documentación militar sobre la Guerra Civil en los archivos del Ministerio de Defensa, además de poner impedimentos para la consulta de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores. La votación fue criticada por historiadores como Ángel Viñas y Carlos Sanz, además de por la ONU. “Cualquier investigador que trabaja en archivos”, escribía Sanz en un artículo, “sabe bien cómo, en otros muchos países democráticos, las facilidades y garantías en el acceso a la documentación histórica son la norma y no —como en España ocurre tantas veces— la excepción”. Para Viñas, los argumentos aducidos por Defensa “son absurdos”. “Alega que las Fuerzas Armadas tienen otras cosas que hacer, y que puede haber documentos que causen problemas con otros países: léase el Tercer Reich, la Francia de Vichy, la Italia de Mussolini, los británicos o los norteamericanos”, ironiza.
[Tomado de http://www.lamarea.com/2016/02/19/un-tesoro-libertario-en-el-pais-de-los-tulipanes.]
Desde 1989, el Instituto ocupa un edificio monumental en el antiguo puerto oriental de Ámsterdam. Más de mil investigadores consultan cada año las colecciones, y otros 300.000 lo hacen a través de Internet. Además de los casi 18 kilómetros de archivo, el Instituto es un importante centro de investigación. “Nos financia el Estado holandés a través de la Academia Real de las Ciencias”, explica Jack Hofman, encargado de preservar las colecciones. La Academia paga el alquiler y las nóminas. Sin embargo, las colecciones son propiedad de la Fundación del Instituto —o, si son préstamos de uso, gestionadas por ella—. “La Fundación es independiente del Estado. En su consejo siempre hay representantes sindicales”, cuenta. Esta estructura autónoma fue otra prevención de Posthumus, que entendía que no siempre se puede contar con el Estado para defender la lucha obrera, ni mucho menos salvaguardar su memoria.
En España, han sido sobre todo los archivos estatales los que han suscitado debate. Cuando llegó al poder en 2011, el PP blindó archivos que antes estaban abiertos para la investigación. En junio de 2013, esta situación motivó una protesta masiva, respaldada por casi 300 investigadores de 17 países. No obstante, en febrero de 2014, el PP rechazó la desclasificación de documentación militar sobre la Guerra Civil en los archivos del Ministerio de Defensa, además de poner impedimentos para la consulta de los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores. La votación fue criticada por historiadores como Ángel Viñas y Carlos Sanz, además de por la ONU. “Cualquier investigador que trabaja en archivos”, escribía Sanz en un artículo, “sabe bien cómo, en otros muchos países democráticos, las facilidades y garantías en el acceso a la documentación histórica son la norma y no —como en España ocurre tantas veces— la excepción”. Para Viñas, los argumentos aducidos por Defensa “son absurdos”. “Alega que las Fuerzas Armadas tienen otras cosas que hacer, y que puede haber documentos que causen problemas con otros países: léase el Tercer Reich, la Francia de Vichy, la Italia de Mussolini, los británicos o los norteamericanos”, ironiza.
[Tomado de http://www.lamarea.com/2016/02/19/un-tesoro-libertario-en-el-pais-de-los-tulipanes.]
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