La Oveja Negra (Argentina)
El anuncio de una enfermedad contagiosa siembra el pánico y la desorientación entre la población. El escenario perfecto para que el Estado haga su entrada triunfal para salvarnos de nosotros mismos, de nuestra supuesta ignorancia. Tras él, el batallón de vacunas y antibióticos de la monstruosa industria farmacológica, las medidas de seguridad, el control y la catarata informativa nos deja paralizados ante su complejidad o confusión.
En la década pasada hicieron su aparición la cepa de la Influenza H1N1, la “gripe aviar” y el SARS, durante los 90 del siglo pasado el rebrote del cólera y, desde décadas atrás, los persistentes HIV, dengue y Hepatitis B y C. Esta vez es el turno del Zika.
El anuncio de una enfermedad contagiosa siembra el pánico y la desorientación entre la población. El escenario perfecto para que el Estado haga su entrada triunfal para salvarnos de nosotros mismos, de nuestra supuesta ignorancia. Tras él, el batallón de vacunas y antibióticos de la monstruosa industria farmacológica, las medidas de seguridad, el control y la catarata informativa nos deja paralizados ante su complejidad o confusión.
En la década pasada hicieron su aparición la cepa de la Influenza H1N1, la “gripe aviar” y el SARS, durante los 90 del siglo pasado el rebrote del cólera y, desde décadas atrás, los persistentes HIV, dengue y Hepatitis B y C. Esta vez es el turno del Zika.
De origen africano, nos dicen, este virus se transmitiría entre seres humanos en gran medida mediante las picaduras del mosquito Aedes aegypti, aunque afirman que también se produciría su contagio de manera reproductiva y sexual. Una vez en el organismo, y tras entre 3 y 12 días de incubación, generaría una enfermedad llamada Fiebre del Zika, con numerosos síntomas —bastantes similares a los del dengue— pero que, en personas sanas y con una buena dieta, no provocaría casos fatales. Sin embargo, su posible correlación con el síndrome de Guillain–Barre —enfermedad autoinmune que produce microcefalia— es lo que presupone el grado de paranoia y disciplinamiento que están intentando inocularnos tanto medios de comunicación como organismos estatales latinoamericanos.
En Rosario el Estado aparece presencialmente en los barrios, fumigando y haciendo el ridículo vaciando recipientes con agua en las casas (dicen que para prevenir la reproducción del mosquito) a metros de las zanjas. Lo importante es que salga por la tele y que papá Estado lleve la tranquilidad a los hogares.
En todas partes, por la razón o por la fuerza, “recomiendan” a los ciudadanos un uso eficiente y racional del agua y estándares de limpieza más estrictos. En Brasil, la recomendación ya la dio el ejército rompiendo puertas y entrando en las casas de los proletarios, como hicieron apenas un tiempo atrás.
Como en cada uno de estos furores virósicos, el Zika también ha originado enormes controversias. Muchos científicos han advertido que no existe tal relación con la microcefalia y que se está utilizando el virus como tapadera de desastres provocados por el uso de determinados pesticidas. Otras teorías involucran malformaciones ocasionadas por la vacuna TdaP o recombinaciones causadas por mosquitos genéticamente modificados para que resistan al dengue. Estas voces disidentes son regularmente catalogadas como conspiranoicas, es decir, crédulas a todo tipo de conspiraciones de forma paranoica. En general, con contadas excepciones de personalidades de renombre académico, aquellos que se arriesgan a contradecir las versiones oficiales sobre estas pandemias son suspendidos, despedidos y lanzados al ostracismo. Sin embargo, su destino no garantiza la verdad de sus afirmaciones.
La Fiebre del Zika tiene efectos beneficiosos para la industria farmacológica y el creciente control estatal, por ello no nos sorprendería si esto no fuera una mera casualidad. ¿Pero qué sentido tiene suponer conspiraciones planeadas con minuciosidad por las tres familias más ricas del planeta? ¿Qué sentido tiene suponer que la peste capitalista depende solamente de un puñado de millonarios cuando en realidad se trata de una relación social mundial y los responsables no son una centena que vive en una fortaleza sino miles de capitalistas que habitan las mismas ciudades que nosotros? Sea previsto o imprevisto lo indudable es que los burgueses procurarán lucrar lo más posible como hacen siempre…
Con los mismos fines lucrativos, a través de la ciencia y la tecnología, han desplegado un nivel de control formidable, aunque no absoluto, sobre los fenómenos humanos. Los virus se han convertido entonces, en un objetivo central de hordas de investigadores independientes, burócratas de la ciencia estatal, compañías farmacéuticas y de su cada vez más numeroso ejército de académicos asalariados.
El desafío de poder ejercer un control sobre los virus —en tanto que formas de existencia bisagra entre la vida y la no–vida— forma parte de la arrolladora carrera de la competencia capitalista en pos de la mercantilización de más y más esferas y de la gestión de todo proceso evolutivo, sea biológico, climático o geológico. Que se pueda conocer más a un virus, cercarlo geográficamente, mapear su ARN, combatir sus vectores y, en el mejor de los casos, erradicarlo y almacenarlo en laboratorios (como fue el caso de la viruela), no es entonces ninguna victoria para la humanidad toda. Es, en todo caso, una demostración palpable de que ya existe un control tan intenso sobre nuestra especie que ahora incluso van a por nuestros patógenos.
La desposesión sin fin que experimentamos los explotados de este mundo reviste, en materia de ciencias biológicas, un panorama desolador. Sin saber a quién creer, si a científicos oficiales o disidentes, y casi sin herramientas para tener una posición autónoma frente a estos fenómenos, parecería no quedarnos más opción que someternos a las campañas estatales. Así nos vacunamos religiosamente o usamos en nuestros trabajos y nuestras casas químicos que ni sospechamos qué son. Nos hemos acostumbrado peligrosamente a decir que si.
En nuestros cuerpos sólo el 10% de nuestras células contienen nuestra información genética o, para decirlo de otra forma, son humanas. Bacterias, parásitos y virus son tan constituyentes de nuestra existencia, que el solo hecho de pensar en un nosotros y un ellos, en un individuo y un ambiente, es una prueba fehaciente de cuán calado hasta el tuétano tenemos al cartesianismo, racionalismo, empirismo, positivismo y todas las demás sectas científicas con sus propias religiones. Estas son las verdaderas enfermedades, esto es lo que debemos extirpar para siempre.
[Tomado de http://boletinlaovejanegra.blogspot.com/2016/03/zika-ciencia-y-paranoia.html.]
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