Un bioquímico y militante anarquista
El libro me ha parecido muy interesante por los motivos que comentaré a continuación y que plantearé para el debate. Sin embargo, tengo que decir que personalmente considero que el interés del libro es desde una perspectiva más histórica que política. La versión sobre la que está traducida el libro es de 1913 y el original es de 1903. Es decir, estamos hablando de un libro que tiene 100 o 110 años. Desde entonces, la sociedad, la política y, por supuesto, el anarquismo, han cambiado enormemente. Y aunque, por supuesto, exponga claramente las bases del anarquismo, lo hace desde una perspectiva también claramente decimonónica.
Una base científica para el anarquismo
El objetivo de Kropotkin en el libro es bastante claro: establecer una base científica del anarquismo o, ya que él usa ese término, de la anarquía.
El libro me ha parecido muy interesante por los motivos que comentaré a continuación y que plantearé para el debate. Sin embargo, tengo que decir que personalmente considero que el interés del libro es desde una perspectiva más histórica que política. La versión sobre la que está traducida el libro es de 1913 y el original es de 1903. Es decir, estamos hablando de un libro que tiene 100 o 110 años. Desde entonces, la sociedad, la política y, por supuesto, el anarquismo, han cambiado enormemente. Y aunque, por supuesto, exponga claramente las bases del anarquismo, lo hace desde una perspectiva también claramente decimonónica.
Una base científica para el anarquismo
El objetivo de Kropotkin en el libro es bastante claro: establecer una base científica del anarquismo o, ya que él usa ese término, de la anarquía.
Durante buena parte del libro insiste en que la anarquía debe utilizar el método “inductivo-deductivo” (el método científico). De hecho, llega a plantear la anarquía como un programa de investigación, con un objetivo definido: “¿Cuáles son las formas sociales que garantizan mejor en tales y cuales sociedades y en la humanidad en general la mayor suma de felicidad, y por tanto, vitalidad?” “¿Qué formas de sociedad son las más aptas para conseguir que esa suma de felicidad se acreciente y desenvuelva, no sólo en cantidad, sino también en calidad, es decir, para que esa felicidad se haga más completa y variada?”
Sobre ese programa de investigación plantea indirectamente una aplicación práctica, una técnica, de dichos conocimientos cuando dice que “El deseo de ayudar a la evolución en ese sentido es lo que determina la actividad social, científica y artística de los anarquistas”.
Es decir, desde este punto de vista el anarquismo implicaría una investigación basada en el método científico y una práctica (deberíamos decir una “técnica”) política derivada de dicha investigación.
Por otro lado, Kropotkin defiende que existe una tendencia en las sociedades humanas hacia una mayor comunalidad de la producción y, también, hacia una mayor libertad individual, aunque estas tendencias no sean continuas (existen “regresiones”). Por supuesto, Kropotkin también asume que hay otras fuerzas/personas que trabajan en contra.
Creo que esta idea es una extensión clara de su trabajo en el campo de la teoría evolutiva, aunque, hasta donde yo he leído en el libro, se abstenga de decirlo claramente. Kropotkin es famoso por haber escrito El Apoyo Mutuo. Un factor en la evolución en la que intentó demostrar que la cooperación intraespecífica es un factor evolutivo tan importante, si no más, que la competición entre individuos.
Igualmente es imposible desligar esta idea del contexto social y político del siglo XIX, el positivismo, el cientificismo y la búsqueda de tendencias, que también compartieron muchos marxistas y que tan criticados fueron (por determinismo, por ejemplo) por muchos anarquistas.
Creo que, por tanto, la clave de lo que algunos llaman el “anarquismo científico” de Kropotkin es intentar esclarecer, usando el método científico, esa tendencia cooperativa innata de las sociedades humanas con el objetivo de favorecer y acelerar su desarrollo.
¿Y qué queda de esto ahora? ¿Tiene sentido el proyecto de Kropotkin en el siglo XXI?
En primer lugar, al plantearme esta pregunta me he dado cuenta que quizás no soy el más adecuado para responderla, […] sería mucho mejor respondida si implicase a filósofos y sociólogos de la ciencia, así como un conjunto multidisciplinar de investigadores. Dicho esto, aquí va mi aportación.
Tendencias
En lo que respecta a las tendencias, soy bastante escéptico a que exista una tendencia social o biológica a nada, más allá, posiblemente, de las leyes de la termodinámica. Por ejemplo, la evolución es en general un proceso sin tendencias inmanentes ni direccionalidad a largo plazo. Las fuerzas evolutivas como la deriva génica no la tienen porque implican la imposición aleatoria en la población de determinados alelos. Y la selección natural, que sí tiene una cierta direccionalidad, es siempre “corta-de-miras” actuando en función de condiciones ambientales con las que los propios sujetos biológicos interactúan muchas veces. La existencia de tendencias biológicas (a la complejidad, a la cooperación, a la competición) es algo muy discutible y suele ser resultado de sesgos. Igualmente intuyo que debe pasar en las sociedades humanas. Aunque, por supuesto, existirán tendencias que tengan lugar durante mucho tiempo, probablemente se deban a condiciones históricas concretas y transitorias, como el capitalismo, más que a tendencias innatas inmanentes al hecho de la socialidad, independientemente de cómo se configure esta concretamente (las relaciones sociales de producción y reproducción de la vida).
Más aún, salvo que tuviésemos una verdadera certeza de una tendencia, algo que considero bastante improbable, probablemente deberíamos actuar operativamente como si dicha tendencia no existiese. Aquí siempre saco una frase de Walter Benjamin. “Nada ha dañado tanto a la clase obrera alemana como pensar que nadaba a favor de la corriente (de la historia)”.
El método científico
Vayamos a otro paso. ¿Es posible utilizar el método científico, o inductivo-deductivo como lo llama Kropotkin en el libro, para la acción política? Mi respuesta es sí, PERO. Me explico.
En mi opinión el método científico es una derivación refinada y puesta a punto de uno de los diferentes modos innatos de interaccionar y conocer la realidad que tenemos los seres humanos. ¿Por qué hay que refinar y poner a punto? Pues, por ejemplo, porque existe una cosa llamada “apofenia” que es la tendencia innata que tenemos los humanos a observar patrones donde sólo existe ruido aleatorio. Contra cosas como esta es por lo que se desarrolla el método científico.
Es bastante claro que este refinamiento y puesta a punto se debe en gran parte al desarrollo capitalista que, además, ha convertido al método científico en la racionalidad hegemónica, y la “mejor”, frente a otros modos de conocimiento. Tengo la intuición de que en este proceso de hegemonización ligado al capitalismo es probable que el método científico adoptase una forma concreta determinada y no otra. Personalmente, creo que la cuestión de si otra forma de sociedad daría lugar a otro método científico es tan interesante como compleja y que escapa a este debate.
Desde este punto de vista, quiero pensar que cuando hacemos política, cuando analizamos la realidad para intervenir en ella intentamos aplicar algo parecido en mayor o menor medida (aunque también usamos otros modos de conocimiento).
Ahora bien, creo que el método científico, a pesar de ser un método muy potente para conocer la realidad o, al menos, ciertos aspectos de ella, también está lleno de trampas, tiene muchas limitaciones y mal aplicado puede dar lugar a errores importantes. Y aquí sí que tiro de mi (breve) experiencia como científico. A diferencia de lo que algunos autodenominados “escépticos” afirman, la ciencia, incluso sin tener en cuenta todos sus condicionamientos sociales, es decir considerando una supuesta e inexistente ciencia “pura”, es una actividad complicada. Dicho de otro modo: es muy difícil demostrar las cosas (algo que la estructura social actual en la que tiene lugar la ciencia, por cierto, complica aún más). Por ejemplo, uno de los hot topics actuales en ciencia es lo que llaman la “crisis de reproducibilidad”, es decir, que muchos de los resultados que se obtienen y publican no se replican. Son falsos positivos. Y eso no es porque sean fraudes, sino que tenemos un problema (en parte debido a la estructura social de la ciencia, pero no sólo) con las herramientas estadísticas que utilizamos para conocer según qué tipos de datos.
Mi opinión es que aplicar el método científico en/para un programa de transformación social en sentido emancipatorio, probablemente sea interesante o necesario, pero no va a ser para nada trivial tal y como parece deducirse del texto de Kropotkin. Tampoco podemos culparle, porque muchos de estos problemas eran desconocidos en su época.
En primer lugar, y podemos entrar en ello más tarde, está el tema de los expertos y las capacidades humanas innatas (moduladas siempre por el ambiente) (me refiero a quién es mejor en matemáticas, intuición, empatía, etc.) y cómo gestionas eso en un proyecto, como el anarquismo, que se reclama horizontal, que muchas veces asume implícitamente un modelo muy naïf de tabula rasa.
En segundo lugar está el hecho de que el resultado del método científico no siempre es el que tú quieras. Pongo un ejemplo curioso pero no muy complicado: la toma de decisiones y la organización asamblearia versus que mande uno. Yo, que me considero anarquista, creo que la toma de decisiones de forma asamblearia y horizontal es, en promedio, lo mejor. Pero estoy seguro de que existen situaciones en las que seguramente siempre sea deficitaria, por ejemplo, en general suele ser un proceso más lento a que uno sólo tome una decisión. En un conjunto de problemas en que sea mejor tomar una mala decisión rápida que una decisión buena mejor, la asamblea no sería lo mejor. Ahora bien ¿qué criterios elegimos cómo mejor o peor? Y es más, ¿es posible determinar de antemano si el problema al que nos enfrentamos es de los que favorece la forma asamblearia u otra? ¿Cómo podemos estudiar esto? etc. Existen muchos casos en los que hacer experimentos aleatorizados (en ciencia, el tipo de estudio que da una evidencia de mayor calidad) es simplemente imposible. Cuando hablamos de aplicar el método científico a un problema hablamos de esto. De definir una cuestión, de cómo vamos a medir esa cuestión, de diseñar un estudio, de recoger datos, de tener en cuenta variables confusoras, etc.
Vayamos a otro paso. ¿Es posible utilizar el método científico, o inductivo-deductivo como lo llama Kropotkin en el libro, para la acción política? Mi respuesta es sí, PERO. Me explico.
En mi opinión el método científico es una derivación refinada y puesta a punto de uno de los diferentes modos innatos de interaccionar y conocer la realidad que tenemos los seres humanos. ¿Por qué hay que refinar y poner a punto? Pues, por ejemplo, porque existe una cosa llamada “apofenia” que es la tendencia innata que tenemos los humanos a observar patrones donde sólo existe ruido aleatorio. Contra cosas como esta es por lo que se desarrolla el método científico.
Es bastante claro que este refinamiento y puesta a punto se debe en gran parte al desarrollo capitalista que, además, ha convertido al método científico en la racionalidad hegemónica, y la “mejor”, frente a otros modos de conocimiento. Tengo la intuición de que en este proceso de hegemonización ligado al capitalismo es probable que el método científico adoptase una forma concreta determinada y no otra. Personalmente, creo que la cuestión de si otra forma de sociedad daría lugar a otro método científico es tan interesante como compleja y que escapa a este debate.
Desde este punto de vista, quiero pensar que cuando hacemos política, cuando analizamos la realidad para intervenir en ella intentamos aplicar algo parecido en mayor o menor medida (aunque también usamos otros modos de conocimiento).
Ahora bien, creo que el método científico, a pesar de ser un método muy potente para conocer la realidad o, al menos, ciertos aspectos de ella, también está lleno de trampas, tiene muchas limitaciones y mal aplicado puede dar lugar a errores importantes. Y aquí sí que tiro de mi (breve) experiencia como científico. A diferencia de lo que algunos autodenominados “escépticos” afirman, la ciencia, incluso sin tener en cuenta todos sus condicionamientos sociales, es decir considerando una supuesta e inexistente ciencia “pura”, es una actividad complicada. Dicho de otro modo: es muy difícil demostrar las cosas (algo que la estructura social actual en la que tiene lugar la ciencia, por cierto, complica aún más). Por ejemplo, uno de los hot topics actuales en ciencia es lo que llaman la “crisis de reproducibilidad”, es decir, que muchos de los resultados que se obtienen y publican no se replican. Son falsos positivos. Y eso no es porque sean fraudes, sino que tenemos un problema (en parte debido a la estructura social de la ciencia, pero no sólo) con las herramientas estadísticas que utilizamos para conocer según qué tipos de datos.
Mi opinión es que aplicar el método científico en/para un programa de transformación social en sentido emancipatorio, probablemente sea interesante o necesario, pero no va a ser para nada trivial tal y como parece deducirse del texto de Kropotkin. Tampoco podemos culparle, porque muchos de estos problemas eran desconocidos en su época.
En primer lugar, y podemos entrar en ello más tarde, está el tema de los expertos y las capacidades humanas innatas (moduladas siempre por el ambiente) (me refiero a quién es mejor en matemáticas, intuición, empatía, etc.) y cómo gestionas eso en un proyecto, como el anarquismo, que se reclama horizontal, que muchas veces asume implícitamente un modelo muy naïf de tabula rasa.
En segundo lugar está el hecho de que el resultado del método científico no siempre es el que tú quieras. Pongo un ejemplo curioso pero no muy complicado: la toma de decisiones y la organización asamblearia versus que mande uno. Yo, que me considero anarquista, creo que la toma de decisiones de forma asamblearia y horizontal es, en promedio, lo mejor. Pero estoy seguro de que existen situaciones en las que seguramente siempre sea deficitaria, por ejemplo, en general suele ser un proceso más lento a que uno sólo tome una decisión. En un conjunto de problemas en que sea mejor tomar una mala decisión rápida que una decisión buena mejor, la asamblea no sería lo mejor. Ahora bien ¿qué criterios elegimos cómo mejor o peor? Y es más, ¿es posible determinar de antemano si el problema al que nos enfrentamos es de los que favorece la forma asamblearia u otra? ¿Cómo podemos estudiar esto? etc. Existen muchos casos en los que hacer experimentos aleatorizados (en ciencia, el tipo de estudio que da una evidencia de mayor calidad) es simplemente imposible. Cuando hablamos de aplicar el método científico a un problema hablamos de esto. De definir una cuestión, de cómo vamos a medir esa cuestión, de diseñar un estudio, de recoger datos, de tener en cuenta variables confusoras, etc.
Naturalezas
Esto me lleva a otro problema, y es que aunque haya dicho que no crea que existan tendencias innatas en biología o a las sociedades humanas, esto no quiere decir que no exista una determinada “naturaleza humana” (aunque desde luego muy maleable) o, mejor dicho, un conjunto de “naturalezas humanas”. Los seres humanos somos animales, seres biológicos resultado de un proceso de evolución biológica de millones de años y, como tales, estamos sometidos a condicionantes biológicos, genéticos, etc. Por supuesto, siempre en interacción, generalmente no trivial con la sociedad y el medio ambiente.
Teniendo esto en cuenta puedo poner un ejemplo más jodido de relación entre ciencia y anarquismo: ¿Se debe estudiar la variación poblacional, sexual, etc. de aptitudes como la altura? Los hombres son más altos que la mujeres. Es un hecho estadístico. ¿Y si hablo de una determinada aptitud mental como la inteligencia o la velocidad mental? Por supuesto, la importancia de esas aptitudes viene determinada por un contexto social. A mí me gusta mucho una frase de Silvia Federici que dice: “Tal como yo lo veo, las diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía. La jerarquía hace que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminación, de devaluación y de subordinación”.
No hay problema en mirar diferencias de altura porque nadie piensa que los altos deben gobernar a los bajos, o viceversa, pero cuando miramos inteligencia (o determinadas características asociadas a ella), la cosa cambia por que socialmente sí que hay un “sentido común” que dice quién debe gobernar (recordad eso de “el gobierno de los mejor preparados”). Pero científicamente, a parte de los problemas metodológicos de cómo medir la altura (relativamente trivial) frente a cómo medir la inteligencia, o diagnosticar esquizofrenia y depresión, para nada triviales y mucho más socialmente mediados, digamos que la estadística es la misma.
Esto me lleva a otro problema, y es que aunque haya dicho que no crea que existan tendencias innatas en biología o a las sociedades humanas, esto no quiere decir que no exista una determinada “naturaleza humana” (aunque desde luego muy maleable) o, mejor dicho, un conjunto de “naturalezas humanas”. Los seres humanos somos animales, seres biológicos resultado de un proceso de evolución biológica de millones de años y, como tales, estamos sometidos a condicionantes biológicos, genéticos, etc. Por supuesto, siempre en interacción, generalmente no trivial con la sociedad y el medio ambiente.
Teniendo esto en cuenta puedo poner un ejemplo más jodido de relación entre ciencia y anarquismo: ¿Se debe estudiar la variación poblacional, sexual, etc. de aptitudes como la altura? Los hombres son más altos que la mujeres. Es un hecho estadístico. ¿Y si hablo de una determinada aptitud mental como la inteligencia o la velocidad mental? Por supuesto, la importancia de esas aptitudes viene determinada por un contexto social. A mí me gusta mucho una frase de Silvia Federici que dice: “Tal como yo lo veo, las diferencias no son el problema, el problema es la jerarquía. La jerarquía hace que las diferencias se vuelvan una fuente de discriminación, de devaluación y de subordinación”.
No hay problema en mirar diferencias de altura porque nadie piensa que los altos deben gobernar a los bajos, o viceversa, pero cuando miramos inteligencia (o determinadas características asociadas a ella), la cosa cambia por que socialmente sí que hay un “sentido común” que dice quién debe gobernar (recordad eso de “el gobierno de los mejor preparados”). Pero científicamente, a parte de los problemas metodológicos de cómo medir la altura (relativamente trivial) frente a cómo medir la inteligencia, o diagnosticar esquizofrenia y depresión, para nada triviales y mucho más socialmente mediados, digamos que la estadística es la misma.
Interpretaciones
A todo esto hay que sumarle, además, que los hechos científicos no tienen lugar en el limbo, sino que su interpretación es social. Un ejemplo clásico es la base biológica (genética u hormonal) de la homosexualidad. Supongamos que existe un conjunto de variantes biológicas que aumentan la probabilidad de ser homosexual. Supongamos que podemos determinar su existencia e incluso cuáles son. ¿Qué implicaciones tiene esto? Mucha gente está en contra de investigarlo porque teme que esto pueda llevar a que se considere una enfermedad o incluso a prácticas eugenésicas. Pero otra gente está a favor porque considera que esa existencia lo naturaliza (como cuando se dice “homosexualidad hay en todas especies, homofobia sólo en una” algo que, por cierto, no sé si es cierto, ni me importa) y de alguna forma lo justifica, lo hace “natural”. Pero aquí no hablamos de ciencia, de estadística o de biología, hablamos de qué consideramos una enfermedad o qué valor intrínseco le damos a “lo natural”. Hasta donde yo sé, al menos en Estados Unidos, la comunidad gay ha pasado de estar más a favor de la primera posición a ser más preponderante la segunda.
A todo esto hay que sumarle, además, que los hechos científicos no tienen lugar en el limbo, sino que su interpretación es social. Un ejemplo clásico es la base biológica (genética u hormonal) de la homosexualidad. Supongamos que existe un conjunto de variantes biológicas que aumentan la probabilidad de ser homosexual. Supongamos que podemos determinar su existencia e incluso cuáles son. ¿Qué implicaciones tiene esto? Mucha gente está en contra de investigarlo porque teme que esto pueda llevar a que se considere una enfermedad o incluso a prácticas eugenésicas. Pero otra gente está a favor porque considera que esa existencia lo naturaliza (como cuando se dice “homosexualidad hay en todas especies, homofobia sólo en una” algo que, por cierto, no sé si es cierto, ni me importa) y de alguna forma lo justifica, lo hace “natural”. Pero aquí no hablamos de ciencia, de estadística o de biología, hablamos de qué consideramos una enfermedad o qué valor intrínseco le damos a “lo natural”. Hasta donde yo sé, al menos en Estados Unidos, la comunidad gay ha pasado de estar más a favor de la primera posición a ser más preponderante la segunda.
Una idea
Mi opinión es que prácticamente todas las cualidades humanas individuales y colectivas, lo bueno y lo malo, tienen condicionantes sociales y biológicos que interaccionan de forma no trivial. Eso incluye comportamientos o aptitudes que, como anarquistas, consideramos “buenos” o “deseables” en una sociedad emancipada: la cooperación, la empatía, compartir, la amabilidad, rebelarse contra las injusticias… pero también incluye a todos los que consideramos “malos” o “indeseables”: la violencia, el machismo, ser un cabrón, no compartir, la indolencia, etc.
Tiendo a pensar que lo que denominamos anarquía o comunismo es una proyección utópica en la que determinadas tendencias y comportamientos sociales actuales, que se presentan de forma “impura”, parcial, incompleta o sólo en determinados contextos, son hegemónicos en la gran mayoría de los ámbitos de la vida. Esto es, por ejemplo, el significado de la divisa “fraternidad” como lema revolucionario. Que todos los seres humanos se comporten como hermanos, es decir, que ciertos comportamientos que actualmente son mayoritarios en una determinada situación de parentesco (y que no son continuos, sino parciales. Todos conocemos casos de hermanos que no se pueden ni ver o cómo se pican los hermanos entre sí cuando son pequeños) se extienda a toda la humanidad.
Para mí, de ninguna manera, y esto lo subrayo mucho, esto implica una tendencia natural hacia la anarquía, ya que lo mismo podría aplicarse al fascismo, el capitalismo e incluso a la situación de dominación más infernal que podría imaginar situaciones en las que determinados comportamientos humanos son hegemónicos.
Existen disciplinas científicas como la teoría de juegos, la teoría de juegos evolutiva, la economía conductual, la psicología, etc. que estudian los determinantes sociales (y/o biológicos) de determinados comportamientos, y que por tanto podrían sernos de nuestro interés, tanto los métodos y modelos como algunos de los conocimientos que obtienen. Por ejemplo, el caso de los bienes comunes, en el que se sabe que los grupos pequeños o la escasez del bien tiende a favorecer la cooperación.
¿Debe el anarquismo aprovecharse de dichos conocimientos, o incluso desarrollar algunos nuevos, y usarlos en su beneficio? Pues podría ser, PERO. Es decir, sí, siempre y cuando nos los apropiemos y nos lo planteemos de una forma crítica y rigurosa, y teniendo en cuenta todos los problemas y limitaciones que tiene el método científico en sí como en su interacción con el medio social: sea este el capitalismo o el movimiento libertario. Si lo que buscamos es darle un sello de científico a lo que en realidad son ideas preconcebidas o juicios éticos sobre cómo debe ser el mundo lo que estaremos haciendo es marketing cientificista barato como el que hacen las marcas de cosméticos.
[Tomado de http://www.todoporhacer.org/la-ciencia-moderna-y-la-anarquia.]
Mi opinión es que prácticamente todas las cualidades humanas individuales y colectivas, lo bueno y lo malo, tienen condicionantes sociales y biológicos que interaccionan de forma no trivial. Eso incluye comportamientos o aptitudes que, como anarquistas, consideramos “buenos” o “deseables” en una sociedad emancipada: la cooperación, la empatía, compartir, la amabilidad, rebelarse contra las injusticias… pero también incluye a todos los que consideramos “malos” o “indeseables”: la violencia, el machismo, ser un cabrón, no compartir, la indolencia, etc.
Tiendo a pensar que lo que denominamos anarquía o comunismo es una proyección utópica en la que determinadas tendencias y comportamientos sociales actuales, que se presentan de forma “impura”, parcial, incompleta o sólo en determinados contextos, son hegemónicos en la gran mayoría de los ámbitos de la vida. Esto es, por ejemplo, el significado de la divisa “fraternidad” como lema revolucionario. Que todos los seres humanos se comporten como hermanos, es decir, que ciertos comportamientos que actualmente son mayoritarios en una determinada situación de parentesco (y que no son continuos, sino parciales. Todos conocemos casos de hermanos que no se pueden ni ver o cómo se pican los hermanos entre sí cuando son pequeños) se extienda a toda la humanidad.
Para mí, de ninguna manera, y esto lo subrayo mucho, esto implica una tendencia natural hacia la anarquía, ya que lo mismo podría aplicarse al fascismo, el capitalismo e incluso a la situación de dominación más infernal que podría imaginar situaciones en las que determinados comportamientos humanos son hegemónicos.
Existen disciplinas científicas como la teoría de juegos, la teoría de juegos evolutiva, la economía conductual, la psicología, etc. que estudian los determinantes sociales (y/o biológicos) de determinados comportamientos, y que por tanto podrían sernos de nuestro interés, tanto los métodos y modelos como algunos de los conocimientos que obtienen. Por ejemplo, el caso de los bienes comunes, en el que se sabe que los grupos pequeños o la escasez del bien tiende a favorecer la cooperación.
¿Debe el anarquismo aprovecharse de dichos conocimientos, o incluso desarrollar algunos nuevos, y usarlos en su beneficio? Pues podría ser, PERO. Es decir, sí, siempre y cuando nos los apropiemos y nos lo planteemos de una forma crítica y rigurosa, y teniendo en cuenta todos los problemas y limitaciones que tiene el método científico en sí como en su interacción con el medio social: sea este el capitalismo o el movimiento libertario. Si lo que buscamos es darle un sello de científico a lo que en realidad son ideas preconcebidas o juicios éticos sobre cómo debe ser el mundo lo que estaremos haciendo es marketing cientificista barato como el que hacen las marcas de cosméticos.
[Tomado de http://www.todoporhacer.org/la-ciencia-moderna-y-la-anarquia.]
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