Rubén A. Hernández
En el contexto de la profunda crisis de la economía venezolana, el aumento del costo de la gasolina era bien esperado por diversos sectores; se consideró, en primer lugar, que su antiguo precio estaba muy por debajo de los costos de producción, y que por tal motivo se estimulaba el contrabando y otros ilícitos (igual seguirá el contrabando a Colombia). Ciertamente se trata de una medida racional en el ámbito económico, e incluso se quedó corta en cuanto a la cantidad a pagar por los usuarios, sin embargo no es muy conveniente que se diga desde el punto de vista social, específicamente por las consecuencias para la ya deteriorada calidad de vida de la mayoría de los venezolanos.
En el contexto de la profunda crisis de la economía venezolana, el aumento del costo de la gasolina era bien esperado por diversos sectores; se consideró, en primer lugar, que su antiguo precio estaba muy por debajo de los costos de producción, y que por tal motivo se estimulaba el contrabando y otros ilícitos (igual seguirá el contrabando a Colombia). Ciertamente se trata de una medida racional en el ámbito económico, e incluso se quedó corta en cuanto a la cantidad a pagar por los usuarios, sin embargo no es muy conveniente que se diga desde el punto de vista social, específicamente por las consecuencias para la ya deteriorada calidad de vida de la mayoría de los venezolanos.
Si bien el aumento del costo de la gasolina por sí solo no debiera tener un gran impacto en los precios de alimentos, pasajes, medicinas y otros rubros, hay que tener en cuenta que se ejecuta en el marco de un altísimo costo de la vida y de la escasez de algunos productos, fenómenos que seguramente empeorarán en los próximos días y semanas, considerando más allá de la incidencia real del alza del combustible, la apetencia permanente del gran empresariado, en especial durante coyunturas como la actual. Para colmo, el Gobierno “revolucionario” de Maduro, apoyado por la dizque oposición y la burguesía comercial, industrial y financiera, devaluó nuevamente el bolívar (cada vez menos fuerte), anunció una mayor liberación de precios, y espera endeudarse aún más con la esperanza de salir de la actual crisis; en otras palabras una especie de paquetazo al estilo del aplicado en el segundo Gobierno de Carlos Andrés Pérez, personaje tan criticado por Maduro y otros “socialistas” en altos cargos desde 1999.
De manera que el aumento del costo de la gasolina inevitablemente afectará el bolsillo de millones de venezolanos, contribuyendo al repunte de la pobreza y de la miseria. Algunos responderán a este señalamiento que las Misiones están para paliar la situación, pero es indudable que, aunque los ingresos generados por el aumento del precio de la gasolina sean destinados en buena medida a ellas, ya no contarán con los recursos necesarios para satisfacer debidamente a la población más necesitada. Y es que el panorama general del país, entrampado en el perverso capitalismo, es bien oscuro: el rentismo petrolero continúa siendo un obstáculo para la productividad agropecuaria e industrial óptima; no se estimula al pequeño y mediano empresario; han caído notablemente las reservas internacionales y el PIB debido a la baja continua en el precio del petróleo; la corrupción está a la orden del día; el Gobierno “revolucionario” establece alianzas perjudiciales con el capital transnacional; hay malos manejos en empresas públicas como PDVSA y SIDOR; la fuga masiva de capitales no se detiene; y pare de contar
Realmente la situación para la mayoría de los venezolanos no es nada halagadora, y será tan fuerte el impacto del alza de la gasolina y de otras medidas en la calidad de vida, que de nada servirá el reciente aumento salarial, que al igual que los anteriores, alcanzará sólo para medio vivir. Como siempre, los pobres pagan los platos rotos por crisis generadas por los capitalistas en Venezuela y el mundo entero, quienes continúan enriqueciéndose sin importarles siquiera el futuro mismo de la humanidad. Una desgracia que debería provocar la enérgica reacción popular contra las autoridades “revolucionarias”, los dirigentes “opositores” y el empresariado, incluso contra aquellos pequeños comerciantes que perjudiquen a sus propios vecinos con el acaparamiento y/o la especulación.
En un párrafo anterior se mencionó que el aumento del precio de la gasolina y las medidas tomadas por Maduro, en conjunción con la “oposición” y los capitalistas, son muy parecidas a las ejecutadas por el tristemente célebre Carlos Andrés Pérez en 1989, y hay que advertir que también pudieran ser parecidas las protestas populares debido a una carestía cada vez mayor. Sería una nueva insurrección venezolana contra el capital y sus aliados políticos, esta vez en el marco de un tal “socialismo del siglo XXI”, que no ha pasado de la retórica populista. En verdad es desesperante la situación para millones en Venezuela, y quien escribe este artículo puede dar fe del sufrimiento diario a causa del alto costo de la vida y la escasez de algunos productos. Por lo tanto no se descarta una reedición de “El Caracazo”, o algo así: “(…en algún momento se puede incendiar la pradera, y de llegar a suceder, pagarán las consecuencias la gran burguesía, los pequeños especuladores (incluidos los llamados bachaqueros), el Gobierno y la “oposición” de derecha. Cuidado porque ya hay unas cuantas chispas encendidas