Miguel Antonié Romero Hernández.
La palabra 'Estado' en
términos estrictamente políticos y jurídicos —se le debe a Maquiavelo, cuando
la introdujo en su obra "El Príncipe" al decir: "Los Estados y
soberanías que han tenido y tienen autoridad sobre los hombres, fueron y son, o
repúblicas o principados. Los principados son, o hereditarios con larga
dinastía de príncipes, o nuevos; o completamente nuevos, cual lo fue Milán para
Francisco Sforza o miembros reunidos al Estado hereditario del príncipe que los
adquiere, como el reino de Nápoles respecto a la revolución de España. Los
Estados así adquiridos, o los gobernaba antes un príncipe, o gozaban de
libertad, y se adquieren, o con ajenas armas, o con las propias, por caso
afortunado o por valor y genio"— entonces tenemos que inherentemente a tal
origen y a la consiguiente apropiación de la palabra, que lo necesario es
estudiarlo bien, saber de qué estamos hablando cuando la citamos o evocamos...
Estudiar al Estado, no tan sólo podría reducirse a
criticarlo, enjuiciarlo, reprocharlo o reprobarlo, el estudio le precede a
todas éstas, y, sin él, nos encontramos frente a una somera contingencia,
análoga, a una lucha sin dirección, o, a una vista sin horizonte, por tanto
estudiarlo tampoco podría entenderse, como corroerlo o escatimarlo, lo ideal es
plantearlo, presentar su tesis y refutarla de acuerdo a los argumentos
adecuados, supongamos pues, que el siguiente ejercicio ejemplifica una máxima
práctica de estudio.
«Ser gobernado es ser vigilado, inspeccionado,
espiado, dirigido, legislado, reglamentado, encasillado, adoctrinado,
sermoneado, fiscalizado, estimado, apreciado, censurado, mandado por seres que
no tienen ni título, ni ciencia, ni virtud. Ser gobernado significa, en cada
operación, en cada transacción, ser anotado, registrado, censado, tarifado,
timbrado, tallado, cotizado, patentado, licenciado, autorizado, apostillado,
amonestado, contenido, reformado, enmendado, corregido. Es, bajo pretexto de
utilidad pública y en nombre del interés general, ser expuesto a contribución,
ejercido, desollado, explotado, monopolizado, depredado, mistificado, robado;
luego, a la menor resistencia, a la primera palabra de queja, reprimido,
multado, vilipendiado, vejado, acosado, maltratado, aporreado, desarmado,
agarrotado, encarcelado, fusilado, ametrallado, juzgado, condenado, deportado,
sacrificado, vendido, traicionado y, para colmo, burlado, ridiculizado,
ultrajado, deshonrado. ¡He aquí el gobierno, he aquí su moralidad, he aquí su
justicia!»
Esto lo aseveró Pierre Joseph Proudhon, en ‘Idea general de la revolución en el siglo XIX’ si bien un ensayo claro y concreto, un perfecto concomitante, para con obras anteriores de gran envergadura cómo ‘Sistema de contradicciones económicas’ o ‘Filosofía de la Miseria’.
A todas estas el estudio fue quien precedió la cuestión del y por el ‘Estado’ escribir obras que repasaban las 800 páginas, no debió ser ningún juego de azar, lo mismo continúa y seguiremos viendo en obras cómo; ‘Dios y el Estado’ o ‘La Anarquía’.
Nuevamente el desafío que apila esta
crítica, es saber y comprender, cómo sobreponernos a esta inhibición tan soez y
sombría, que le tenemos a ese estudio, necesario, para refutar la tesis, que
nos plantea el estado, bastante bien ya lo hicieron siglo y medio atrás,
Bakunin y, compañía, pero… ¿Y Ahora? Los tiempos han cambiado, ya desapareció
el imperio ruso, URSS y compañía y ni
vida les alcanzó a los grandes ideólogos anarquistas para ver en qué clase de
lastre terminó transformándose ese estado de aquél entonces, ni vestigios de la
plutocracia, hoy vivida en la mayoría de los rincones del planeta, o del
populismo burgués (preceptos progresistas y socialismo bolivariano del siglo
XXI específicamente) que azotan esta América del globo, en comparación de los
tipos de estado que habían en aquél siglo XIX o a apenas a inicios del siglo
XX, qué iban a imaginar ellos que esa tal ‘Condición Postmoderna Lyotardiana’
se iba a adentrar como culmen en la cultura globalizadora por excelencia.
Sólo queda procurar con libro en mano y disciplina autodidacta álgida, que mejores tiempos vendrán, producto de nuevos y mejores estudios a la totalidad de lo real, a nuestra condición presa de un estado lúgubre y funesto, a partir de ese NO- párvulo enemigo; ‘El Estado’.