César Burelli
Las reflexiones que hago aquí son el producto de tres fuentes de inspiración, por un lado fueron motivadas por el descalabro sufrido por el Polo Patriótico en las recientes elecciones del 6 de diciembre de este año, la otra vertiente han sido las fecundas conversaciones sostenidas con amigos situados en el llamado anarquismo libertario como Humberto Decarli, Luis Potella, José Alvares Piña y Richard López y la otra inspiración me ha sido insuflada por la lectura de ese gran teórico postmodernista francés Michel Sarres.
De la derrota de la izquierda y de los diálogos amenos con los compañeros mencionados, me surgió la certeza que los términos políticos de izquierda y derecha son el producto del racionalismo exacerbado de la Ilustración, que promovió La Revolución francesa de 1789 en el periodo inicial de la Asamblea Constituyente, donde toponímicamente los girondinos conservadores y monárquicos se sentaban a la derecha del hemiciclo, los radicales antimonárquicos a la izquierda, el pantano u oportunistas que plegaban sus velas en dirección a las tendencias políticas dominantes, se ubicaban debajo y al centro; y los representantes de las comunas llamados los sans culottes o montañeses, por ocupar la parte alta de atrás del edificio.
Las reflexiones que hago aquí son el producto de tres fuentes de inspiración, por un lado fueron motivadas por el descalabro sufrido por el Polo Patriótico en las recientes elecciones del 6 de diciembre de este año, la otra vertiente han sido las fecundas conversaciones sostenidas con amigos situados en el llamado anarquismo libertario como Humberto Decarli, Luis Potella, José Alvares Piña y Richard López y la otra inspiración me ha sido insuflada por la lectura de ese gran teórico postmodernista francés Michel Sarres.
De la derrota de la izquierda y de los diálogos amenos con los compañeros mencionados, me surgió la certeza que los términos políticos de izquierda y derecha son el producto del racionalismo exacerbado de la Ilustración, que promovió La Revolución francesa de 1789 en el periodo inicial de la Asamblea Constituyente, donde toponímicamente los girondinos conservadores y monárquicos se sentaban a la derecha del hemiciclo, los radicales antimonárquicos a la izquierda, el pantano u oportunistas que plegaban sus velas en dirección a las tendencias políticas dominantes, se ubicaban debajo y al centro; y los representantes de las comunas llamados los sans culottes o montañeses, por ocupar la parte alta de atrás del edificio.
El modernismo racionalista nacido de la Ilustración o Enciclopedismo, catalogó taxonómicamente estas “tendencias” como lo hace un anatomista con los músculos, o un zoólogo con las especies. Esta rigidez “científica” marcó por siglos un dogma político que aun hoy en el siglo XXI se hace patente pero que tiende a engañarnos como categorías de análisis, en el sentido que detrás de esas tendencias se ocultan las verdaderas relaciones de poder que develaron los anarquistas del SXIX y posteriormente los postmodernos marxistas de la escuela de Frankfurt y Michael Foucault en su obra Microfísica del Poder, quienes nos esclarecen que no existen diferencias en los que detentan el Poder, sin importar la ideología o iconografía que asuman; en otras palabras y para ejemplificar no hay diferencias entre un poder despótico fascista o de derecha, que asume las banderas de un Estado Corporativo al servicio del espíritu de un pueblo y su destino histórico y el de un déspota de izquierda que ejerce el poder en nombre de una dictadura del proletariado en transición a un comunismo sin Estado, o también el de una democracia de mercado donde la izquierda y la derecha se alternan” democráticamente” el usufructo del poder.
Cualquiera que sea la modalidad o disfraz político que asuma el capitalismo, es representativa de la capacidad homeostática del sistema en su adaptación para sobrevivir, sometiendo al ser humano a la explotación económica y a su alienación ideológica, donde se nos hace creer en la existencia de supuestos modelos de libertad que se suceden en un ciclo sin fin de paradigmas que se agotan y renuevan sin cesar, esperando el olvido de la gente para resurgir de sus propias cenizas como el ave fénix. Tal como ocurre en Argentina con el amorfo peronismo sustentado por la izquierda y la derecha que probablemente seguirá el estamento político del chavismo.
Este escenario se reproduce en términos económicos a nivel planetario, el mundo se debate en una lucha del capitalismo consigo mismo, unas veces representado por el capitalismo de Estado y otras por un capitalismo de mercado o sociedad de consumo que promete satisfacer las necesidades de la población, mediante la promoción de valores falsos y egoístas como el uso del automóvil individual y contaminante en lugar de los medios masivos eléctricos de transporte.
Esta aparente rivalidad de los capitalismos es una suerte de ajedrez con un solo jugador que mueve los dos colores, donde el ganador será siempre el mismo capitalismo, sistema que obtiene con esta estrategia, por un lado resolver las crisis cíclicas de recesión por la vía de la guerra fría o caliente, que estimula el aparato industrial y por otra parte alimentar la esperanza de las personas en un supuesto cambio. Resulta evidente que el socialismo chino es un capitalismo más depredador con su población y el medio ambiente que el capitalismo de mercado estadounidense, los dos países representan el adverso y reverso de la misma moneda.
El corolario de esta discusión es que las contradicciones entre izquierda y derecha son aparentes, ambos modelos consolidan, perpetúan y forman nuevas élites de poder y dominación del capital sobre el trabajo, con el agravante de amenazar la destrucción acelerada del planeta como el recalentamiento global y la violación de los derechos humanos mediante genocidios masivos. El capitalismo inocula sus valores estimulando el egoísmo, donde cada individuo desea aprovecharse del prójimo sin ninguna limitación moral, entretanto el capital espera pacientemente que las políticas de ajuste neoliberal se desprestigien al empobrecer a los trabajadores, para que se les sustituyan por el populismo ineficiente de la izquierda y así ad infinitum en una suerte de movimiento pendular que nunca se escapa de su eje de poder.
La única forma de eludir esta trampa de extremos que se tocan, es por la vía de la espiritualidad de la consciencia, que no es igual al cálculo frio de la razón científica hipostasiada, esta espiritualidad no puede estar constreñida por las estructuras rígidas de la legalidad que pretenden ajustar la realidad a las leyes en lugar de hacer lo contrario, recuerdo que la Unidad Popular en Chile descartaba un golpe fascista debido a la larga tradición cultural de institucionalidad democrática en ese país, qué ilusos y pendejos fueron. Igual está ocurriendo en Venezuela, los líderes del PSUV en lugar de rectificar sus entuertos, se empeñan en refugiarse en una supuesta constitución blindada que les venden engominados y traidores leguleyos como una tabla de salvación, además de la creación de infinidad de leyes habilitantes; sin atinar que si no se solucionan los grandes problemas que aquejan al ciudadano, como la delincuencia, escasez, inflación, etc. Estas represas legales pueden ser rotas por las ingentes necesidades del torrente social que buscará sus cauces libertarios.
Entonces, si izquierdas y derechas son los soportes del sistema, con variantes de forma mas no de esencia, se podría pensar que nos inclinamos hacia una neutralidad apolítica nacida de la fobia que nos produce la hipocresía de sus actores; pero esta pasividad no puede ser nuestra actitud, debemos optar por una acción solidaria con el prójimo y con la naturaleza, de alcance internacional que nos vincule con los movimientos ácratas que luchan por un mundo humanizado, respetuoso de la naturaleza de la que formamos parte sin ser su núcleo principal. La tercera fuente de inspiración para la construcción de una nueva utopía, situada más allá de los rótulos vacíos de significación de izquierda y derecha, la conseguimos en la construcción de una axiología o moral que abarque a la naturaleza y para ello nos puede orientar la reflexiva obra del filósofo francés Michel Serres influenciado en un principio por la escuela marxista de Frankfurt y pionero junto a Michel Foucault del fecundo movimiento postmoderno que con sus visiones novedosas desmitifica las concepciones optimistas de la ciencia y su fe en el progreso y felicidad de la humanidad conducida por el capitalismo.
Dentro de los ecologistas contemporáneos por no mencionar a los panteístas de la Antigua Grecia como Heráclito o al panteísmo monista de Spinoza en el Renacimiento, tenemos al denominado Club de Roma, grupo de políticos y científicos que tuvieron el mérito de avizorar el peligro que representa para la humanidad (ya lo había pronosticado Robert Malthus en el SXIX) el crecimiento económico capitalista, con el informe publicado por la física Donella Meadows titulado, “Los límites del desarrollo”. En tal sentido el ecologismo de este grupo no gubernamental, se puede considerar como un antropocentrismo debido a que el centro de preocupación fundamental es la preservación del ser humano sobre el planeta. Tres años después del informe mencionado el filósofo australiano de origen judío Peter Singer, publicaría su obra Liberación Animal (1975),donde se declara partidario de los derechos del animal , el respeto a su vida y el no sufrimiento de los mismos, generando un impulso por el vegetarianismo hindú como forma de alimentación. La postura ecológica de Singer ha sido denominada como un biocentrismo y se le considera un avance, con respecto a los postulados del Club de Roma porque ya no es exclusivamente la vida humana quien goza del privilegio o derecho a existir.
Pero es Michel Serres quien inspirado en el nombre del texto El Contrato Social de su coterráneo revolucionario Jean Batiste Rousseau, quien plasma su pensamiento en la innovadora obra Le Contrat Naturel, donde el autor propone una nueva axiología que incluya como sujeto de derecho al Universo, entrando en este concepto del Cosmo, tanto la materia orgánica como la inorgánica; con esta concepción del Universo, Serres se sitúa a la vanguardia del ecologismo contemporáneo nacido en la década de los 70(SXX). La importancia del ecologismo de Serres consiste en que es una cosmovisión u holismo que ubica su discurso en el plano de un universalismo donde se sintetiza la unidad de la diversidad, entendiendo que en la naturaleza no existen jerarquías, debiéndose respetar hasta las piedras lo cual ha hecho de su pensamiento una nueva utopía antiautoritaria coincidente con el anarquismo y el marxismo libertario, así como con el respeto por la Naturaleza que muestran los pueblos primitivos. Vale recordar que Piotr Kropotkin nos dice en El Apoyo Mutuo, que los átomos que forman la materia se estructuran de manera libre o confederada y no en torno a un poder central, de ahí que los movimientos feministas y anarquistas actuales se agrupen en torno a estas ideas antiautoritarias, desechando los esquemas políticos estereotipados de izquierda y derecha.
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