Marianne Díaz
Hernández
En español se dice "apátrida", en inglés se usa
el mucho más poético "statelessness". ¿Sabías que es
posible quedarte sin nación, es decir, que no haya ningún país en el mundo del
cual seas considerado ciudadano? Suena como el argumento de una película, pero
las consecuencias de algo como esto pueden ser nefastas.
En la película "El
Terminal", el estatus de apátrida de Viktor Navorski se deriva del hecho
de que su nación ha desaparecido, y el nuevo Estado que la sucede no ha sido
reconocido como tal por otros países. La
historia fue inspirada en el caso real del iraní Mehran Karimi Nasseri,
quien vivió en el aeropuerto francés Charles de Gaulle por dieciocho años luego
de que se le negara entrada al país. Éste es sólo un ejemplo de pérdida de
nacionalidad por sucesión, un caso que aunque suene descabellado, se dio -por
nombrar un ejemplo- tras la
desintegración de la Unión Soviética, y es apenas uno de los escenarios que
podrían ocurrir para situar a alguien en la posición de ser apátrida, esto es,
sin vínculo legal a ningún Estado conocido.
El caso más ordinario,
podría decirse, es el de una persona que, no poseyendo otra nacionalidad, ha sido privada de la suya por una decisión
del gobierno de su país. Este caso suele darse cuando las personas son juzgadas como disidentes de un determinado
régimen político, y suele darse el caso -aunque no es necesario- de que se
trate de refugiados por persecución.
Existen al menos 27 países en el mundo que no confieren a
las mujeres igualdad de condiciones en el acto de transferir la nacionalidad a
sus descendientes.
Esto puede resultar en que los hijos no posean ciudadanía, en el caso de que el
padre sea desconocido o también apátrida. Una Convención internacional del año
1961 intenta resolver este problema al proporcionar a todo bebé nacido en un
determinado territorio la nacionalidad de ese sitio, y esta norma ha sido
ratificada luego en una serie de convenios.
A veces es mera burocracia
En muchos casos, una
persona puede tener derecho a optar a una determinada nacionalidad, pero los trámites para acceder a ella
resultan demasiado onerosos (ya sea económica, legal o geográficamente)y la
ubican en un limbo legal. Por ejemplo, para una persona en situación de
conflicto (como una guerra) o en extrema pobreza, trasladarse a horas de
distancia para llevar a cabo un trámite puede resultar inaccesible.
Sin embargo, es importante señalar que ser "indocumentado", esto es, no tener prueba de la nacionalidad, no es lo mismo que ser apátrida. La nacionalidad, en algunas legislaciones, puede adquirirse de manera automática (por ejemplo, por el nacimiento), de modo que los documentos se constituyen meramente en una prueba, pero su ausencia no niega la nacionalidad de la persona.
A veces, una persona puede convertirse en apátrida al renunciar a su nacionalidad sin poseer otra. Algunas creencias religiosas o políticas (como el voluntarismo) pueden llevar a la gente a buscar un estado de anacional. Sin embargo, muchas leyes locales no permiten a una persona renunciar a su nacionalidad a menos que haya adoptado otra anteriormente.
Por último, y éste posiblemente sea el punto más polémico, la nacionalidad requiere la existencia de un Estado, y como consecuencia de ello, las personas que son (teóricamente) ciudadanas de territorios que no son considerados Estados, son también apátridas, como por ejemplo, aquellas personas que nacen o residen en territorios ocupados como Palestina.
Por poner apenas un ejemplo, alrededor de 200.000 personas de ascendencia haitiana nacidas en República Dominicana han sido despojadas de su nacionalidad tras una ley que eliminó el derecho de suelo de los niños nacidos de padres considerados "en tránsito". Muchas de estas personas podrían optar a la nacionalidad haitiana, pero diversos obstáculos financieros y burocráticos les dificultan este trámite.
A diferencia de la historia de Viktor, la mayoría de estos casos no tienen final feliz. Muchos de ellos son arrestados, deportados o mueren como consecuencia de situaciones de conflicto o desplazamiento. Otros, con más suerte, reciben estatus de refugiados y pueden rehacer sus vidas, o tienen la posibilidad de acceder al trámite de nacionalidad de algún otro Estado. Para finales de 2014, la OHCHR reportó que existe reportó que existen registros de 3.5 millones de apátridas, y que se estima la existencia de 10 millones en todo el mundo.