Julio C. Centeno (ULA-Mérida)
Durante el período Enero – Septiembre 2015 el Niño se ha desarrollado de tal manera que compite con los dos fenómenos más poderosos registrados hasta la fecha: el de 1982 y el de 1997. El fenómeno conocido como El Niño tiende a modificar patrones climáticos en varias partes del mundo y aumentar la temperatura promedio del planeta. En esta oportunidad se presenta justo después del año más caliente de la era cristiana: el 2014, aunque todos los indicadores apuntan a que el 2015 batirá este record.
Desde principios del 2014 se han detectado olas Kelvin: corrientes de agua caliente desplazándose bajo la superficie del océano Pacífico desde Asía hacia Sur América en la franja tropical. Toman aproximadamente dos meses para cruzar el océano. Estas olas han contribuido a generar una de las condiciones necesarias para que se declare la presencia de El Niño: la temperatura promedio en la superficie de regiones seleccionadas del Pacífico oriental debe superar en al menos 0.5°C la normal durante cinco períodos sobrepuestos de tres meses. El índice Niño 3.4 se refiere a la temperatura superficial de las aguas del Pacífico en la región localizada entre 5°N-5°S, 120°W-170°W.
También se requiere el debilitamiento de los vientos alisios en la atmosfera inferior que se desplazan en la franja ecuatorial desde Sur América hacia Asia. Bajo condiciones neutras, estos vientos desplazan agua caliente superficial hacia el Oeste, lo que provoca que el nivel del mar sea unos 50 centímetros más alto en
Indonesia que en Ecuador. Parte de esta diferencia se debe a la expansión térmica: la temperatura de las aguas superficiales pueden ser hasta 8°C superiores en el oeste (aproximadamente 30°C) que en las costas de Sur América (22°C). Las aguas profundas más frías se mueven en dirección contraria, hacia el Este, emergiendo cerca de las costas de Sur América. Simultáneamente se registran vientos de Asia hacia Sur América en capas superiores de la atmósfera, mientras la convección aumenta en el Pacífico ecuatorial occidental.
Durante El Niño los vientos superficiales se debilitan y las aguas superficiales, más calientes y elevadas en el Pacífico occidental, se desplazan hacia Sur América,
como si se desplomaran hacia el este. Las precipitaciones siguen a las aguas más cálidas.
El Niño y La Niña son las fases cálida y fría de una oscilación en el Pacífico tropical conocida como la Oscilación Sur, con un período variable de 3 a 7 años. Esta
oscilación genera una enorme redistribución de energía calórica en la capa superficial del océano. El exceso de energía calórica en las costas de Sur América asociado al evento de 1997-98 fue aproximadamente equivalente a la generada por un millón de plantas eléctricas de 1000 MW cada una, operando durante todo un año.
Los efectos son variados, aunque normalmente provoca sequías en Indonesia, Australia, India y el norte de Sur América, mientras desatan lluvias e inundaciones en la región sur-oriental de Sur América, en el este ecuatorial de África y en el sur de Estados Unidos. Las costas de Ecuador y Perú tienden a recibir mayores precipitaciones. Durante el período Enero–Sept 2015 el Niño se ha desarrollado de tal manera que compite con los dos fenómenos más poderosos registrados hasta la fecha: el de 1982
y el de 1997.
Desde principios del 2014 se han detectado olas Kelvin: corrientes de agua caliente desplazándose bajo la superficie del océano Pacífico desde Asía hacia Sur América en la franja tropical. Toman aproximadamente dos meses para cruzar el océano. Estas olas han contribuido a generar una de las condiciones necesarias para que se declare la presencia de El Niño: la temperatura promedio en la superficie de regiones seleccionadas del Pacífico oriental debe superar en al menos 0.5°C la normal durante cinco períodos sobrepuestos de tres meses. El índice Niño 3.4 se refiere a la temperatura superficial de las aguas del Pacífico en la región localizada entre 5°N-5°S, 120°W-170°W.
También se requiere el debilitamiento de los vientos alisios en la atmosfera inferior que se desplazan en la franja ecuatorial desde Sur América hacia Asia. Bajo condiciones neutras, estos vientos desplazan agua caliente superficial hacia el Oeste, lo que provoca que el nivel del mar sea unos 50 centímetros más alto en
Indonesia que en Ecuador. Parte de esta diferencia se debe a la expansión térmica: la temperatura de las aguas superficiales pueden ser hasta 8°C superiores en el oeste (aproximadamente 30°C) que en las costas de Sur América (22°C). Las aguas profundas más frías se mueven en dirección contraria, hacia el Este, emergiendo cerca de las costas de Sur América. Simultáneamente se registran vientos de Asia hacia Sur América en capas superiores de la atmósfera, mientras la convección aumenta en el Pacífico ecuatorial occidental.
Durante El Niño los vientos superficiales se debilitan y las aguas superficiales, más calientes y elevadas en el Pacífico occidental, se desplazan hacia Sur América,
como si se desplomaran hacia el este. Las precipitaciones siguen a las aguas más cálidas.
El Niño y La Niña son las fases cálida y fría de una oscilación en el Pacífico tropical conocida como la Oscilación Sur, con un período variable de 3 a 7 años. Esta
oscilación genera una enorme redistribución de energía calórica en la capa superficial del océano. El exceso de energía calórica en las costas de Sur América asociado al evento de 1997-98 fue aproximadamente equivalente a la generada por un millón de plantas eléctricas de 1000 MW cada una, operando durante todo un año.
Los efectos son variados, aunque normalmente provoca sequías en Indonesia, Australia, India y el norte de Sur América, mientras desatan lluvias e inundaciones en la región sur-oriental de Sur América, en el este ecuatorial de África y en el sur de Estados Unidos. Las costas de Ecuador y Perú tienden a recibir mayores precipitaciones. Durante el período Enero–Sept 2015 el Niño se ha desarrollado de tal manera que compite con los dos fenómenos más poderosos registrados hasta la fecha: el de 1982
y el de 1997.
Durante un fenómeno de mucha menor intensidad en el 2009-2010, Venezuela fue seriamente afectada, provocando un fuerte racionamiento del servicio eléctrico, la paralización de la siderúrgica SIDOR y la planta de aluminio ALCASA, y amenazando con paralizar por completo el complejo hidroeléctrico del Guri dónde se generaba entonces el 70% de la electricidad del país. En esta oportunidad tiende a agravar la sequía que azota al país desde inicios del 2014. El período de Octubre 2013 a Mayo 2014 fue uno de los más secos de los últimos 60 años, provocando el racionamiento de agua y electricidad en varias regiones del país y afectando significativamente la producción agrícola. La Federación de Ganaderos reportó entonces la pérdida de al menos 200.000 reses.
El evento actual puede terminar siendo el más fuerte registrado hasta la fecha, con un considerable impacto sobre la producción agrícola y el suministro de agua y electricidad. La FAO estima que sólo en América Central peligra hasta el 80% de los cultivos en el llamado corredor seco, afectando a más de 4 millones de personas, mientras que en Somalia más de 2 millones de personas necesitan asistencia alimentaria. En Argentina se espera una significativa merma en la producción de leche, en Vietnam y Colombia la caída en la producción de café, en África e Indonesia una reducción en la producción de cacao. Los peces de aguas frías en las costas occidentales de Suramérica se desplazan hacia el norte o se sumergen en aguas más profundas. Múltiples especies de aves que se alimentan de ellos tienden a morir de hambre si no se desplazan lejos de sus territorios habituales. El Niño de 1997-98 provocó la muerte de al menos 30.000 personas y 100.000 millones de dólares en daños económicos.
Resalta una vez más la necesidad de planes de contingencia ante un fenómeno cíclico y recurrente, cuya intensidad tiende a aumentar a medida que se eleva la temperatura promedio del planeta, como está previsto para el resto del siglo 21.
El Niño contribuirá a convertir el 2015 en el año más caliente de los últimos siglos.
Resalta una vez más la necesidad de planes de contingencia ante un fenómeno cíclico y recurrente, cuya intensidad tiende a aumentar a medida que se eleva la temperatura promedio del planeta, como está previsto para el resto del siglo 21.
El Niño contribuirá a convertir el 2015 en el año más caliente de los últimos siglos.
Según el informe de la secretaría del Convenio Marco sobre el Cambio Climático de la ONU, hasta la fecha 146 países, abarcando el 86% de las emisiones globales, han presentado ante la Organización de Naciones Unidas sus compromisos voluntarios para la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en los próximos 25 años, como contribuciones al acuerdo sobre el calentamiento global a suscribirse en Paris en diciembre de este año (UNFCCC Synthesis Report of INDCs, 10/15). Venezuela es uno de los pocos países que se ha negado a asumir compromiso alguno. Aún si se cumplen en su totalidad y se mantienen las respectivas tendencias, algo poco probable, estaríamos condenados a un aumento promedio de temperatura de 3°C para finales de siglo, algo que no se ha registrado en la superficie del planeta desde mediados del Plioceno, hace 4 millones de años. Según la Academia Nacional de la Ciencia de Estados Unidos, el nivel del mar entonces se encontraba entre 20 y 24 metros sobre el que conocemos (NAS 2013 – Climate Change Evidence and Causes).
Los compromisos voluntarios, no vinculantes, asumidos hasta la fecha como preámbulo al acuerdo de Paris, implican que le estamos dejando a nuestros descendientes más inmediatos un planeta hostil, con un pronunciado desequilibrio energético que tiende a aumentar la temperatura superficial promedio muy por encima de lo conocido por la especie humana. Estamos cometiendo un crimen intergeneracional sin paralelo en la historia de la humanidad.
Los compromisos voluntarios, no vinculantes, asumidos hasta la fecha como preámbulo al acuerdo de Paris, implican que le estamos dejando a nuestros descendientes más inmediatos un planeta hostil, con un pronunciado desequilibrio energético que tiende a aumentar la temperatura superficial promedio muy por encima de lo conocido por la especie humana. Estamos cometiendo un crimen intergeneracional sin paralelo en la historia de la humanidad.
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