Octubre es uno
de los meses oscuros en el campo de los derechos humanos en Venezuela. Este
domingo 4 se cumplen 33 años de la Masacre de Cantaura y el próximo jueves 29
se conmemorará la Masacre de El Amparo, ocurrida hace 27 años.
Ese 4 de octubre
de 1982 cerca de 400 efectivos de seguridad (integrantes del Ejército, Aviación
y de la antigua Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención –Disip-)
bombardearon y se enfrentaron a un grupo de guerrilleros del Frente Américo
Silva, perteneciente a Bandera Roja, que estaban en un campamento en Cantaura,
estado Anzoátegui. 23 personas fueron asesinadas.
Seis años
después, el 29 de octubre de 1988, 14 pescadores fueron también asesinados pero
en el Caño La Colorada, ubicado en el estado Apure, cerca de la población de El
Amparo. Allí participó el Comando Específico José Antonio Páez (Cejap),
conformado por funcionarios de la Policía Técnica Judicial (PTJ), de la Disip y
de las Fuerzas Armadas.
Inti Rodríguez,
coordinador de Investigación del Programa Venezolano de Educación y Acción en
Derechos Humanos (Provea), recuerda que ambas masacres, así como la de Yumare
-ocurrida el 8 de mayo de 1986 en Yaracuy y en la que fueron ejecutadas nueve
personas-, son tres hechos emblemáticos de la historia contemporánea del país
en los cuales aún no se ha hecho justicia.
“Han pasado 16
años desde que el gobierno asume estas tres masacres como bandera pero no ha
habido hasta ahora una sentencia contra responsables materiales e
intelectuales. Levantas la bandera pero no hay justicia sino
complicidad”, asegura el activista de derechos humanos.
Provea le ha
hecho seguimiento a estos casos, ha acompañado a los sobrevivientes, a los
familiares de las víctimas y ha exigido que se investigue la actuación de
funcionarios implicados en los hechos y que han ejercido cargos importantes
tanto en el gobierno de Hugo Chávez como en el actual. De esto no hay avances.
Por ello
Rodríguez sostiene que si bien el Estado creó una Comisión de la Verdad para
investigar las violaciones de derechos humanos registradas entre 1958 y 1998,
hecho que les parece positivo, “Cantaura y El Amparo son el fiel
reflejo de la impunidad estructural que está presente en nuestro país
y de cómo el sistema de justicia y las instituciones han sido incapaces de
juzgar a los responsables de estos hechos”.
¿Qué ha
pasado con las investigaciones de la Masacre de Cantaura después de 33 años?
Se han producido
algunos avances que Provea ha saludado en su momento. El año pasado la Fiscalía
General de la República anunció que el médico forense encargado de haber
adulterado los protocolos de autopsia en estos casos había sido imputado, pero
a pesar de esos avances es muy poco lo que se ha hecho sobre el juicio a los
responsables de la Masacre de Cantaura.
Uno de los
principales señalados de ser responsable material de estos hechos es el señor Roger
Cordero Lara. Él es un icono de esa impunidad y ha sido protegido por el Estado
venezolano y por el gobierno tanto del presidente Chávez como de Nicolás Maduro.
El capitán Cordero Lara, que posteriormente se convirtió en general de
división, es diputado del Psuv por el estado Guárico y fue Comandante General
de la Aviación venezolana. Todo ello a pesar de que él reconoció públicamente
que había tenido participación en el bombardeo realizado sobre el campamento
guerrillero en Cantaura, donde fallecieron 23 personas.
¿Cómo lo
justificó?
Cordero Lara
admitió que participó en el bombardeo a Cantaura alegando obediencia debida. Lo
hizo durante la gestión de Hugo Chávez.
¿En el
caso de la Masacre de El Amparo, qué ha pasado en 27 años?
Ha ocurrido lo
mismo, incluso peor. Ha habido muy pocos avances desde punto de vista de la
investigación. Las masacres de Cantaura, Yumare y El Amparo han sido tomadas
como bandera política, les ha servicio como consignas para condenar violaciones
de derechos humanos que por supuesto son condenables, ocurridas en el pasado,
pero en ninguno de estos tres casos ha habido avances reales en la
investigación.
¿Por
qué?
En Cantaura ha
habido victimarios de primera y de segunda categoría. El forense que modificó
los protocolos de autopsia fue imputado, pero el general Cordero Lara no ha
sido ni siquiera investigado.
En El Amparo
pasa igual. El Ejecutivo y el Ministerio Público señalan la responsabilidad de
Henry López Sisco sobre estos hechos, luego de ser señalado en el expediente
como autor material. Sin embargo el señor Ramón Rodríguez Chacín,
gobernador del estado Guárico, miembro del Psuv, no está siendo investigado
pese a ser señalado en el expediente como autor intelectual de estos hechos y
por familiares de las victimas, también en el expediente, como autor material
de otros hechos conocidos como Los Amparitos, que se produjeron antes de la
masacre.
Entonces,
pareciera que hay victimarios de primera y de segunda, unos son imputados y
otros son obviados, no son mencionados por el Ministerio Público ni por los
altos funcionarios del Ejecutivo, y no se produce una investigación que
conduzca a esclarecer los hechos, a determinar la verdad y a reparar a las
victimas. Además hay situaciones que consideramos discriminatorias en el caso
de El Amparo.
¿Provea
ha solicitado estas investigaciones, qué les han dicho?
Desde 2011
solicitamos el allanamiento de la inmunidad parlamentaria del diputado Roger
Cordero Lara y solicitamos que se investigara a Ramón Rodríguez Chacín pero en
ninguno de los casos hemos obtenido respuesta. Ni la Asamblea Nacional ni el
Ministerio Público han respondido a estas solicitudes de Provea, no han
iniciado ninguna investigación hacia estos dos altos funcionarios. Sin duda Cordero
Lara y Rodríguez Chacín son los dos grandes iconos de las violaciones de
derechos humanos ocurridos en la cuarta y de la impunidad que los protege en la
quinta.
¿Por qué
consideran que hay discriminación con el caso de la Masacre de El Amparo?
Desde 2012
estamos solicitando a la Fiscal General de la República que se reúna con los
sobrevivientes de El Amparo, que la fiscalía se traslade a esa población para
reunirse con los familiares de las víctimas, pero no ha habido ninguna
respuesta. Este año le ratificamos la solicitud de reunión con los dos
sobrevivientes de la masacre y no hemos tenido respuesta. No sabemos por qué.
Ellos ya fueron
indemnizados pero quieren reunirse con la fiscal general para que esta inicie
la investigación contra los presuntos autores materiales e intelectuales de los
hechos. Lo que más resienten los familiares y sobrevivientes es que no
se haya juzgado a los militares involucrados en los hechos. En julio
le hicimos la misma petición al defensor del Pueblo y nos respondió que la
reunión sería el 26 de octubre. Esperamos que se concrete e impulse la
investigación.
¿La
Comisión de la Verdad que investiga los casos del 58 al 98 ha tenido
actuaciones positivas?
Si, la
Comisión de la Verdad de por si es un paso positivo. Entre sus
actuaciones positivas está garantizar el acceso de las víctimas a los
expedientes que se encontraban en archivos militares, el rescate de la memoria
histórica e imputación e investigación de algunos responsables. ¿Las negativas?
No cuenta con un presupuesto ni ha rendido cuentas públicas de sus avances.
Nosotros solicitamos que presenten qué tanto se ha avanzado en esos casos,
cuántas personas han sido imputadas, cuándo van a pasar a tribunales. Que no se
privilegie entre unos y otros, todos deben rendir cuentas ante la justicia
independientemente de su cargo.
¿Qué
pasaba en esa década de los 80, por qué se dieron esas violaciones a los
derechos humanos, qué ocurrió en cada una?
Tanto Yumare, El
Amparo y Cantaura se produjeron en un contexto donde la premisa fundamental del
Estado, para justificar sus acciones, era el combate a la insurgencia armada.
En el caso de Yumare, las nueve víctimas fueron calificadas de guerrilleros, se
dijo que se habían enfrentado a una comisión de la antigua Disip y después se
demostró que habían sido ejecutadas. Esto se logró luego de que Provea ganara
una demanda ante el TSJ, en 1999, que permitió desclasificar los expedientes de
la Masacre de Yumare que estaban en poder de la jurisdicción militar.
En Cantaura, si
bien hubo enfrentamientos entre miembros del Frente Américo Silva y grupos del
Ejército, Disip y la Aviación, quedó lo suficientemente demostrado que fue
un enfrentamiento totalmente asimétrico, que los cuerpos policiales y
militares ejecutaron a jóvenes de entre 16 y 30 años.
Y en caso de El
Amparo, donde estos 14 pescadores pretendieron ser presentados como miembros de
una agrupación guerrillera colombiana, los hechos también demostraron que
fueron ejecutados. Yumare y El Amparo son dos falsos positivos históricos del
Estado venezolano. Cantaura no porque hubo enfrentamiento, pero ese
enfrentamiento fue asimétrico.
En los 80 hubo
una situación permanente de exceso en el uso de la fuerza policial y militar,
que fueron justificados amparándose en la seguridad del Estado. En un contexto
donde finalizaba la Guerra Fría, el concepto de seguridad nacional estaba por
encima de los derechos ciudadanos y eso, de alguna forma, facilitaba que los
gobernantes justificasen este tipo de atropellos.
¿Hay una
deuda del Estado con estas víctimas, a pesar de que eran de la izquierda?
Si. Lo que pasa
es que en este Gobierno, a pesar de que muchos de sus altos funcionarios
militaron en la izquierda y fueron víctimas de violación de derechos humanos,
también hay un alto componente de militares que lo integran y que participaron
en esas situaciones.
Retroceso
y amenazas
El coordinador
de Investigación de Provea recuerda que esa década del 1980 finalizó de manera
lamentable con El Caracazo, hecho que derivó en una sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte-IDH) que le solicitaba al Estado
venezolano adecuar sus prácticas policiales y militares a los estándares de
protección de derechos humanos.
Venezuela debía
garantizar que los funcionarios actuaran respetando el principio del uso
progresivo y diferenciado de la fuerza, formar a los funcionarios para que no
incurrieran en delitos de tortura, tratos crueles y degradantes.
Pero Rodríguez
asegura que, si bien no se produjeron otras masacres en los 90, esa actuación
policial continuó y se evidenció en las protestas estudiantiles que fueron
reprimidas.
Luego la
Constitución Bolivariana, de 1999, significó un avance en materia de derechos
humanos, resalta el activista, pero lamenta que la garantía que se vivió entre
1999 y 2002 ya no exista.
Según explica,
“a medida que ha avanzado la conflictividad política en Venezuela, también han
avanzado el autoritarismo gubernamental como respuesta a esa conflictividad, la
militarización de la sociedad como respuesta a los conflictos y el deterioro de
la situación de los derechos humanos en este país”.
¿Qué le
preocupa a Provea actualmente?
Nos preocupa que
el Estado venezolano, en materia de actuación policial y militar tanto en la seguridad
ciudadana como en el control de orden público, esta retrocediendo a prácticas
que ya parecían haberse superado. Estamos en un contexto muy
preocupante con este Operativo de Liberación del Pueblo, los OLP, que
si bien no está dirigido al combate de agrupaciones políticas o subversivas,
está generando resultados tan tristes como los que vimos en Cantaura o en El
Amparo.
¿A qué
se parecen estos OLP, les recuerdan a hechos del pasado?
Me hacen
recordar muchísimo a las actuaciones del Comando Especifico José Antonio Páez,
que fue responsable de la masacre de El Amparo. Me recuerdan a las actuaciones
del llamado grupo Gato, de la antigua PTJ; a la llamada Mansopol, del Cicpc,
que fue un grupo especial dedicado al combate del tráfico de drogas y corrupción,
un grupo con actuación discrecional y sin ningún tipo de control, que fue
responsable de numerosos asesinatos, ejecuciones policiales y hechos de
corrupción.
¿Por
qué?
Estos OLP
guardan similitud tanto en lo cualitativo, que sería en el discurso que justifica
al OLP, que es la doctrina de la seguridad nacional, la misma que sustentó las
violaciones de derechos humanos de los 80 y que intentó justificar a Yumare,
Cantaura y El Amparo. Se habla de un enemigo interno que está
amenazando la seguridad del Estado y que debe ser vencido, aplacado.
Un concepto belicista que no aborda estructuralmente el fenómeno de la
violencia y criminalidad, sino que se convierte en puerta abierta para
violaciones de derechos humanos.
Y se parece en
lo cuantitativo porque en dos meses ya van 106 personas asesinadas y no
tenemos ninguna duda de que la mayoría han sido ejecutadas por cuerpos
policiales y miliares. De esas 106 personas reconocidas por el
Ministerio de Interior y Justicia, hemos documentado, por los testimonios de familiares,
que 23 fueron ejecutadas. Estaríamos frente a ejecuciones policiales que
pretenden ser encubiertas bajo la excusa de un enfrentamiento o de resistencia
a la autoridad.
Si bien
reconocimos y saludamos la creación de la Comisión de la Verdad para investigar
los hechos de 1958 a 1998, pareciera que hay un empeño del Estado en obviar que
entre 1998 y 2014 también han ocurrido y siguen ocurriendo violaciones a
derechos humanos, que deben ser investigadas y aclaradas.
Hay
venezolanos que consideran que, frente a la criminalidad y violencia actual,
acabar con los delincuentes es la única salida. ¿Qué les dice Provea? ¿Defender
sus derechos humanos es ser cómplices de los delincuentes?
Defender a todas
las personas víctimas de violaciones de derechos humanos es ser coherentes.
Para nosotros la opinión pública no determina si una política o plan es buena o
no en materia de derechos humanos. Lo que nos importa es su impacto en la
realización y garantía de esos derechos.
Ejecutar a 10
presuntos delincuentes en la Cota 905 es un acto tan reprochable como haber
ejecutado a nueve dirigentes sociales en Yumare. Para nosotros las
víctimas son la prioridad, nos debemos a ellas, no nos importa su procedencia,
su ideología o su condición social, cualquier víctima de los abusos del poder,
contará con nosotros.
¿Un
nuevo patrón?
El coordinador
de investigación de Provea, Inti Rodríguez, informó que visitaron la Cota 905
la semana pasada, por segunda vez tras la incursión del Operativo de Liberación
del Pueblo (OLP), por la denuncia de 10 viviendas quemadas. Los vecinos les
aseguraron que funcionarios del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales
y Criminalísticas (Cicpc) causaron los incendios.
“De comprobarse
que efectivamente esos funcionarios son responsables de esta quema, se sumaría
como un patrón más de actuación represiva, aparte de los que ya hemos
registrado”; en la Cota 905 han habido detenciones arbitrarias, robos dentro de
las viviendas cometidos por funcionarios policiales, allanamientos ilegales y
excesos, porque también han golpeado a mujeres, advierte Rodríguez.
A su juicio, el
silencio de la Defensoría del Pueblo y del Ministerio Público ante las
denuncias hechas en varios estados del país, sobre abusos policiales ocurridos
en el marco de estos OLP, “los hace cómplices de esos atropellos porque
no pone freno a la actuación policial”. (Patricia Marcano, Diario La Razón, 04.10.2015)
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