Gustavo Godoy
El peor esclavo es aquel que se esclaviza a sí mismo. Pareciera que el hombre moderno ha llegado, tristemente, a ser amante de su propia esclavitud. Nos creemos libres, pero en realidad no lo somos. Tenemos dueño y lo ignoramos.
De la misma manera que los vasallos de antaño eran los primeros en defender el orden que los oprimía, en la actualidad, las masas son tan dependientes al sistema que lo defienden a toda costa. La sociedad contemporánea con “sangre, sudor y lágrimas” ha logrado grandes proezas técnicas y materiales, pero ha pagado por ello un precio demasiado alto: su humanidad.
El hombre moderno promedio es el más primitivo de los seres. Mucho más pobre, en la práctica, que sus antepasados. El hombre moderno individualmente es como un ser mimado acostumbrado únicamente a vivir en el cautiverio y que debido a esto carece de las destrezas para vivir independientemente en su entorno natural. Gordos y bonitos gracias al sistema pero no por lo que hacen por ellos mismos. Sueltos en su entorno natural, no tendrían la más remota idea de cómo cubrir autónomamente sus necesidades más básicas. La modernidad lo ha involucionado. Ser moderno significa que el sistema haga todo por él, pero él no hace nada por sí solo. Perdió el control de su vida. La única función del hombre moderno es obedecer para bailar al son que el tocan.
Los animales criados en cautiverio pierden algo difícil de recuperar. Para ellos, es inconcebible volver a vivir como sus ancestros salvajes. En su estado natural, serían incapaces de sobrevivir. Por esta razón, prefieren vivir en una jaula bajo el cuidado de sus carceleros. Incluso llegan a amar a sus carceleros y no conciben una vida sin ellos. Han cambiado libertad por comodidad. Eso es lo que le sucede al hombre dentro del modelo socio-tecnológico moderno. Son ya varias generaciones criados por la televisión, la computadora, el internet y los videojuegos. Se desconoce las implicaciones y exigencias técnicas, físicas y mentales de una vida en libertad. Y lo peor de todo es que se siente orgulloso de ello. A este alejamiento de los procesos naturalmente humanos lo llamamos hoy en día: modernidad.
El sistema controla la población imponiéndole constantemente nuevos necesidades y nuevos deseos. Centramos nuestras vidas en buscar dinero para comprar cosas que en realidad no necesitamos. Crecimos con un aparato propagandístico que nos hizo creer que el camino a la felicidad es ser millonarios. El sistema valora lo trivial y lo verdaderamente importante lo desestima.
El hombre moderno esta distraído buscando “el éxito”. Esta idolatría basada en la acumulación insaciable de deseos gobierna la mente del neurótico hombre moderno de forma totalitario y se ha convertido en el nuevo opio de las masas que no solo está destruyendo el alma humana sino también el ecosistema de nuestro planeta Tierra.
Todos los problemas que en la actualidad nos preocupan: La pobreza, la guerra, el crimen, las desigualdades, el desastre ecológico, las enfermedades psicológicas, la infelicidad, la injusticia y muchas otras tragedias en realidad no son las causas de la crisis mundial que hoy padecemos. Estos problemas son el simple reflejo externo de la crisis en nuestro interior. La crisis mundial es la crisis espiritual dentro de cada uno de nosotros. He ahí el problema. He ahí la solución. Solo nosotros mismos podemos liberar nuestra mente de la esclavitud. Solo desde el alma, podremos construir el mundo nuevo que todos anhelamos.
El peor esclavo es aquel que se esclaviza a sí mismo. Pareciera que el hombre moderno ha llegado, tristemente, a ser amante de su propia esclavitud. Nos creemos libres, pero en realidad no lo somos. Tenemos dueño y lo ignoramos.
De la misma manera que los vasallos de antaño eran los primeros en defender el orden que los oprimía, en la actualidad, las masas son tan dependientes al sistema que lo defienden a toda costa. La sociedad contemporánea con “sangre, sudor y lágrimas” ha logrado grandes proezas técnicas y materiales, pero ha pagado por ello un precio demasiado alto: su humanidad.
El hombre moderno promedio es el más primitivo de los seres. Mucho más pobre, en la práctica, que sus antepasados. El hombre moderno individualmente es como un ser mimado acostumbrado únicamente a vivir en el cautiverio y que debido a esto carece de las destrezas para vivir independientemente en su entorno natural. Gordos y bonitos gracias al sistema pero no por lo que hacen por ellos mismos. Sueltos en su entorno natural, no tendrían la más remota idea de cómo cubrir autónomamente sus necesidades más básicas. La modernidad lo ha involucionado. Ser moderno significa que el sistema haga todo por él, pero él no hace nada por sí solo. Perdió el control de su vida. La única función del hombre moderno es obedecer para bailar al son que el tocan.
Los animales criados en cautiverio pierden algo difícil de recuperar. Para ellos, es inconcebible volver a vivir como sus ancestros salvajes. En su estado natural, serían incapaces de sobrevivir. Por esta razón, prefieren vivir en una jaula bajo el cuidado de sus carceleros. Incluso llegan a amar a sus carceleros y no conciben una vida sin ellos. Han cambiado libertad por comodidad. Eso es lo que le sucede al hombre dentro del modelo socio-tecnológico moderno. Son ya varias generaciones criados por la televisión, la computadora, el internet y los videojuegos. Se desconoce las implicaciones y exigencias técnicas, físicas y mentales de una vida en libertad. Y lo peor de todo es que se siente orgulloso de ello. A este alejamiento de los procesos naturalmente humanos lo llamamos hoy en día: modernidad.
El sistema controla la población imponiéndole constantemente nuevos necesidades y nuevos deseos. Centramos nuestras vidas en buscar dinero para comprar cosas que en realidad no necesitamos. Crecimos con un aparato propagandístico que nos hizo creer que el camino a la felicidad es ser millonarios. El sistema valora lo trivial y lo verdaderamente importante lo desestima.
El hombre moderno esta distraído buscando “el éxito”. Esta idolatría basada en la acumulación insaciable de deseos gobierna la mente del neurótico hombre moderno de forma totalitario y se ha convertido en el nuevo opio de las masas que no solo está destruyendo el alma humana sino también el ecosistema de nuestro planeta Tierra.
Todos los problemas que en la actualidad nos preocupan: La pobreza, la guerra, el crimen, las desigualdades, el desastre ecológico, las enfermedades psicológicas, la infelicidad, la injusticia y muchas otras tragedias en realidad no son las causas de la crisis mundial que hoy padecemos. Estos problemas son el simple reflejo externo de la crisis en nuestro interior. La crisis mundial es la crisis espiritual dentro de cada uno de nosotros. He ahí el problema. He ahí la solución. Solo nosotros mismos podemos liberar nuestra mente de la esclavitud. Solo desde el alma, podremos construir el mundo nuevo que todos anhelamos.
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