El Brigadista
Desde hace casi 30 años, el gobierno mantiene un reducido departamento, encargado del combate de los incendios forestales. Ninguna novedad es saber que se opera en la más completa precariedad, casi sin recursos y sin un salario que compense el riesgo que a diario puede vivir un brigadista-obrero forestal. Nuestros orígenes comienzan con las primeras brigadas voluntarias surgidas de forma espontánea, (no precisamente al alero del elitista y masón cuerpo de bomberos) entre habitantes, campesinos, estudiantes y todo aquel dispuesto a cargar una herramienta para hacer frente a la “bestia” (incendio en leguaje de los trabajadores). En los años 90, junto al cierre de las minas del carbón surgen los primeros cuerpos remunerados en una vana intención por “reinsertar” a los mineros del carbón en un oficio con el mismo desgaste e intensidad como es la de extraer el oscuro mineral. Surgen los primeros campamentos, cabañas sin los mínimos servicios que albergan hasta nuestros días a centenares de obreros que llenan nuestras filas como la última alternativa para obtener, a cambio de sus fuerzas y en el peor de los casos de sus vidas, un reducido y miserable salario. Como el último eslabón de una oxidada cadena, el programa de manejo del fuego, encargado del control de los incendios, intenta operar en la más completa precariedad. No es coincidencia que una de las funciones más importantes no posea los recursos necesarios. Si hilamos más fino nos daremos cuenta que los incendios del último tiempo, como es el de Valparaíso, no son simple consecuencia de la naturaleza, sino más bien un elaborado plan para erradicar a aquellos que se oponen, por el simple hecho de existir, al voraz avance de las inmobiliarias y empresas forestales. Los obreros a sabiendas que el trabajo que desarrollan no es más que la pantalla del gobierno para acusar el cumplimiento de una labor necesaria, intentaron por todos los medios llamar la atención durante el 2015.
Las brigadas forestales de la región de Valparaíso son la columna vertebral de la fuerza que combate los incendios forestales. Reducidos grupos de 10 hombres equipados sencillamente con herramientas manuales, construyen “líneas” abriendo paso entre los bosques y rasgando la tierra para detener el avance del fuego. En esta misión muchos han caído, más de 30 obreros han perdidos sus vidas en el combate. Ninguna de las familias de ellos fue atendida, no solo perdiendo un ser querido, sino una fuente de subsistencia. Los obreros del fuego no tienen seguros de vida.
La triste realidad es sobrecogedora. Extensas jornadas de más de 10 horas, sin alimentación y solo con tres litros de agua cada uno es parte de la riesgosa condición que deben enfrentar a diario durante la temporada estival.
El interés del gobierno sobre esta tarea es nulo. No genera interés el combate de un incendio ni quienes están detrás, ya que, como advertimos en un principio, la tarea principal es “controlar” y no extinguir con rapidez. La deforestación del arbolado nativo y el avance de las inmobiliarias es y seguirá siendo siempre el primer objetivo del gobierno-empresario que mueve los hilos de “pai$”. (Nada nuevo bajo el sol).
Año tras año se suceden infructuosos esfuerzos por generar sindicatos que defiendan el interés del trabajador y como hoy lo entendemos, que defiendan el interés del poblador y del campesino que se ve amenazado por el incendio-intencional. Sin embargo durante el 2014 se levanta en la región de Valparaíso, cuna de los sindicatos de Conaf, una nueva asociación, compuesta principalmente por trabajadores relativamente jóvenes que no comparten el ideario del sindicalismo vendido y conciliador de los últimos tiempos. Este nuevo “brazo” organizara un nuevo sindicato que de forma inédita recibirá el completo apoyo, especialmente entre los trabajadores de condiciones más precarias como son aquellos que tienen que alojar en habitaciones de condiciones paupérrimas. Furiosos por los robos de la alimentación efectuados por las jefaturas, por ser obligados a utilizar equipos usados de 2 o 3 años de antigüedad, por ser humillados cada vez que era posible y principalmente por ser explotados sin piedad para luego ser arrojados a las calles cuando se acaban los incendios, los obreros juran en sus primeras asambleas del 2014 que lucharan por acabar con ello o que caerían en el intento.
Inicios de la huelga
El parlamentarismo burgués y su política de la “mesa de negociación” intento por todos los medios posibles desbaratar la creciente efervescencia que se vivía al interior del reciente movimiento sindical. El 14 de marzo de 2015 en plena reunión y frente a todo tipo de bribones, burócratas y de dirigentes vendidos a la patronal, el sindicato de Valparaíso con apoyo de obreros de la región metropolitana y de la sexta región rompen la mesa de negociación y declaran la huelga escalonada. Los primeros intentos de lucha de los obreros son parte de un camino necesario para formar las actuales fuerzas que operan y se oponen al gobierno y a la voracidad de las inmobiliarias y empresas forestales.
Poco a poco los obreros dan forma a un sindicalismo distinto al actual. La asamblea, las secciones y los comités se vuelven costumbre entre los trabajadores. La democracia, ejercida de forma directa, eligiendo representantes y cargos rotativos de los cuales todos pueden y deben participar se vuelve parte de la política interna de la asociación. Cada golpe o movimiento dado por la patronal era respondido de forma enérgica por las “brigadas”, órgano básico para el combate de un incendio, que se había vuelto punta de lanza y sección de la asociación sindical en su conjunto. Organizados y decididos a enfrentar al gobierno, 10 días después, se declara la huelga general. Los descuentos, la persecución y las amenazas aparecieron casi de forma inmediata a la decisión de los obreros. Los esquiroles y carneros llegan en masa a ocupar los puestos de los obreros paralizados, sin embargo se les hace frente cerrando las bases y boicoteando todo instrumento de comunicaciones, observación y las instalaciones donde alojan. Las trabajadoras se niegan a dar la alimentación a los esquiroles siendo trasladados a bases militares para asegurar su “integridad” como diría uno de sus vendidos dirigentes.
Las barricadas en las centrales de comunicación y las acciones relámpago a las afueras de los campamentos será también uno de los métodos utilizados. Las ollas serán perforadas por las trabajadoras y las comunicaciones saturadas por las radios.
Llegan los marxistas, los oportunistas, los políticos y los “asesores”: Al andar de la huelga llegan toda clase de personajes, todos con arengas, dispuestos a conducir e “iluminar “ el movimiento de los obreros. La frase icono será “venimos a asesorarlos”. La asamblea reunida en el viejo campamento de Canal Beagle analizara en su oportunidad esta aparición. Muchos de los obreros sin experiencia alguna, sin los “estudios universitarios” que tanto santifican hoy en día y muchos sin escolaridad descubrirán lo innecesario de estas “asesorías”. Ellos dirán:
¿Por qué necesitaríamos más representantes que nosotros mismos?
El intento por conducir la huelga, por subirse sobre las espaldas de los trabajadores es un rotundo fracaso. La voz enérgica de la asamblea dirá que “ya tenemos todos los asesores que necesitamos, son más de 300 para ser exactos, todos con voz y voto en nuestra asamblea, lo demás es un estorbo”.
Uno tras otro, político tras político, todos serian rechazados por la asamblea y por algunos dirigentes con atribuciones otorgadas de forma exclusiva para hacer frente a la situación. Desde un principio habíamos entendido que no debíamos aceptar intervención sobre las decisiones del sindicato y que cueste lo que cueste llevaríamos adelante la lucha. Es así como la CUT es rechazada en reiteradas oportunidades. Sus enviados nos “juran” que rechazarlos sería un “error”.
Entre los obreros se encuentran algunos compañeros cercanos al ideal anarquista, desde las brigadas se conversa sobre las huelgas del pasado, se leen algunos pasajes de la historia de movimientos como la Comuna de París o la huelga de Haymarket en Chicago. La masacre de la escuela Santa María y la venganza de Ramón Ramón serian la discusión preferida por los obreros. La crítica se toma la hora de almuerzo y la de once, y por primera vez los trabajadores discuten aquello que temían mencionar por la siempre presente arma de la patronal de expulsar a aquellos que se mostraran pro organización sindical, ya no era necesario temer, los vendidos habían sido agrupados junto a los esquiroles de las otras regiones tras unas cuantas “conversaciones” con sus compañeros del sindicato (Se entiende el ironía). Los compañeros ácratas, multiplican las opiniones e incentivan a los trabajadores más tímidos a decir su parecer. Mezclados entre los obreros, serian un trabajador más en el incendio pero un celoso observador de las condiciones miserables del trabajo. Desde abajo, entre los compañeros, ayudan a la difusión de ideas anarquistas, propagando material de lectura y fomentando la discusión entre los compañeros.
A pesar de la maquinaria estatal y sus inagotables intentos para hacer tambalear el movimiento, la decisión de los obreros es inmutable, no retroceder un solo centímetro, es la orden final.
El final y la fuerza invisible
El movimiento tenía o así parecía, una fecha de término. El programa contra incendios forestales terminaba a fines del mes de abril. Los días estaban contados y la patronal lo sabía. Pérfidas acusaciones surgirían en contra de nosotros por la huelga. Nos atacaban enrostrando lo macabro que era exponer a la gente a los incendios. Todo había sido previsto por la asamblea y tras una larga mañana de discusión se dispuso que las brigadas, con un mando auto-gestionado y por sus propios medios responderían al llamado del pueblo y no ante el llamado de la autoridad. Fue así como un incendio en jardín botánico fue detenido (uno de tantos), sin que lo esperara la “autoridad”, por brigadas voluntarias de los trabajadores en huelga. El amenazante incendio que se acercaba con inusitada rapidez a las casas (No es casualidad) seria detenido en 25 minutos por el accionar y el entusiasmo de 30 obreros. Pese al repudio de los bomberos, los vítores y la felicidad de la gente fueron más fuertes. Terminando el mes de abril el máximo temor de los trabajadores se haría realidad, serian 20 las brigadas cerradas por la patronal. Más de 250 trabajadores quedarían sin sus puestos.
Los obreros despojados de sus uniformes y sus cascos se reunirían en asamblea, la última, en que decidirían los movimientos finales.
-No hemos cumplido los objetivos compañeros- diría uno de los destacados dirigentes del movimiento
Pese a la tristeza, uno de los más antiguos obreros dirá
Desde hace casi 30 años, el gobierno mantiene un reducido departamento, encargado del combate de los incendios forestales. Ninguna novedad es saber que se opera en la más completa precariedad, casi sin recursos y sin un salario que compense el riesgo que a diario puede vivir un brigadista-obrero forestal. Nuestros orígenes comienzan con las primeras brigadas voluntarias surgidas de forma espontánea, (no precisamente al alero del elitista y masón cuerpo de bomberos) entre habitantes, campesinos, estudiantes y todo aquel dispuesto a cargar una herramienta para hacer frente a la “bestia” (incendio en leguaje de los trabajadores). En los años 90, junto al cierre de las minas del carbón surgen los primeros cuerpos remunerados en una vana intención por “reinsertar” a los mineros del carbón en un oficio con el mismo desgaste e intensidad como es la de extraer el oscuro mineral. Surgen los primeros campamentos, cabañas sin los mínimos servicios que albergan hasta nuestros días a centenares de obreros que llenan nuestras filas como la última alternativa para obtener, a cambio de sus fuerzas y en el peor de los casos de sus vidas, un reducido y miserable salario. Como el último eslabón de una oxidada cadena, el programa de manejo del fuego, encargado del control de los incendios, intenta operar en la más completa precariedad. No es coincidencia que una de las funciones más importantes no posea los recursos necesarios. Si hilamos más fino nos daremos cuenta que los incendios del último tiempo, como es el de Valparaíso, no son simple consecuencia de la naturaleza, sino más bien un elaborado plan para erradicar a aquellos que se oponen, por el simple hecho de existir, al voraz avance de las inmobiliarias y empresas forestales. Los obreros a sabiendas que el trabajo que desarrollan no es más que la pantalla del gobierno para acusar el cumplimiento de una labor necesaria, intentaron por todos los medios llamar la atención durante el 2015.
Las brigadas forestales de la región de Valparaíso son la columna vertebral de la fuerza que combate los incendios forestales. Reducidos grupos de 10 hombres equipados sencillamente con herramientas manuales, construyen “líneas” abriendo paso entre los bosques y rasgando la tierra para detener el avance del fuego. En esta misión muchos han caído, más de 30 obreros han perdidos sus vidas en el combate. Ninguna de las familias de ellos fue atendida, no solo perdiendo un ser querido, sino una fuente de subsistencia. Los obreros del fuego no tienen seguros de vida.
La triste realidad es sobrecogedora. Extensas jornadas de más de 10 horas, sin alimentación y solo con tres litros de agua cada uno es parte de la riesgosa condición que deben enfrentar a diario durante la temporada estival.
El interés del gobierno sobre esta tarea es nulo. No genera interés el combate de un incendio ni quienes están detrás, ya que, como advertimos en un principio, la tarea principal es “controlar” y no extinguir con rapidez. La deforestación del arbolado nativo y el avance de las inmobiliarias es y seguirá siendo siempre el primer objetivo del gobierno-empresario que mueve los hilos de “pai$”. (Nada nuevo bajo el sol).
Año tras año se suceden infructuosos esfuerzos por generar sindicatos que defiendan el interés del trabajador y como hoy lo entendemos, que defiendan el interés del poblador y del campesino que se ve amenazado por el incendio-intencional. Sin embargo durante el 2014 se levanta en la región de Valparaíso, cuna de los sindicatos de Conaf, una nueva asociación, compuesta principalmente por trabajadores relativamente jóvenes que no comparten el ideario del sindicalismo vendido y conciliador de los últimos tiempos. Este nuevo “brazo” organizara un nuevo sindicato que de forma inédita recibirá el completo apoyo, especialmente entre los trabajadores de condiciones más precarias como son aquellos que tienen que alojar en habitaciones de condiciones paupérrimas. Furiosos por los robos de la alimentación efectuados por las jefaturas, por ser obligados a utilizar equipos usados de 2 o 3 años de antigüedad, por ser humillados cada vez que era posible y principalmente por ser explotados sin piedad para luego ser arrojados a las calles cuando se acaban los incendios, los obreros juran en sus primeras asambleas del 2014 que lucharan por acabar con ello o que caerían en el intento.
Inicios de la huelga
El parlamentarismo burgués y su política de la “mesa de negociación” intento por todos los medios posibles desbaratar la creciente efervescencia que se vivía al interior del reciente movimiento sindical. El 14 de marzo de 2015 en plena reunión y frente a todo tipo de bribones, burócratas y de dirigentes vendidos a la patronal, el sindicato de Valparaíso con apoyo de obreros de la región metropolitana y de la sexta región rompen la mesa de negociación y declaran la huelga escalonada. Los primeros intentos de lucha de los obreros son parte de un camino necesario para formar las actuales fuerzas que operan y se oponen al gobierno y a la voracidad de las inmobiliarias y empresas forestales.
Poco a poco los obreros dan forma a un sindicalismo distinto al actual. La asamblea, las secciones y los comités se vuelven costumbre entre los trabajadores. La democracia, ejercida de forma directa, eligiendo representantes y cargos rotativos de los cuales todos pueden y deben participar se vuelve parte de la política interna de la asociación. Cada golpe o movimiento dado por la patronal era respondido de forma enérgica por las “brigadas”, órgano básico para el combate de un incendio, que se había vuelto punta de lanza y sección de la asociación sindical en su conjunto. Organizados y decididos a enfrentar al gobierno, 10 días después, se declara la huelga general. Los descuentos, la persecución y las amenazas aparecieron casi de forma inmediata a la decisión de los obreros. Los esquiroles y carneros llegan en masa a ocupar los puestos de los obreros paralizados, sin embargo se les hace frente cerrando las bases y boicoteando todo instrumento de comunicaciones, observación y las instalaciones donde alojan. Las trabajadoras se niegan a dar la alimentación a los esquiroles siendo trasladados a bases militares para asegurar su “integridad” como diría uno de sus vendidos dirigentes.
Las barricadas en las centrales de comunicación y las acciones relámpago a las afueras de los campamentos será también uno de los métodos utilizados. Las ollas serán perforadas por las trabajadoras y las comunicaciones saturadas por las radios.
Llegan los marxistas, los oportunistas, los políticos y los “asesores”: Al andar de la huelga llegan toda clase de personajes, todos con arengas, dispuestos a conducir e “iluminar “ el movimiento de los obreros. La frase icono será “venimos a asesorarlos”. La asamblea reunida en el viejo campamento de Canal Beagle analizara en su oportunidad esta aparición. Muchos de los obreros sin experiencia alguna, sin los “estudios universitarios” que tanto santifican hoy en día y muchos sin escolaridad descubrirán lo innecesario de estas “asesorías”. Ellos dirán:
¿Por qué necesitaríamos más representantes que nosotros mismos?
El intento por conducir la huelga, por subirse sobre las espaldas de los trabajadores es un rotundo fracaso. La voz enérgica de la asamblea dirá que “ya tenemos todos los asesores que necesitamos, son más de 300 para ser exactos, todos con voz y voto en nuestra asamblea, lo demás es un estorbo”.
Uno tras otro, político tras político, todos serian rechazados por la asamblea y por algunos dirigentes con atribuciones otorgadas de forma exclusiva para hacer frente a la situación. Desde un principio habíamos entendido que no debíamos aceptar intervención sobre las decisiones del sindicato y que cueste lo que cueste llevaríamos adelante la lucha. Es así como la CUT es rechazada en reiteradas oportunidades. Sus enviados nos “juran” que rechazarlos sería un “error”.
Entre los obreros se encuentran algunos compañeros cercanos al ideal anarquista, desde las brigadas se conversa sobre las huelgas del pasado, se leen algunos pasajes de la historia de movimientos como la Comuna de París o la huelga de Haymarket en Chicago. La masacre de la escuela Santa María y la venganza de Ramón Ramón serian la discusión preferida por los obreros. La crítica se toma la hora de almuerzo y la de once, y por primera vez los trabajadores discuten aquello que temían mencionar por la siempre presente arma de la patronal de expulsar a aquellos que se mostraran pro organización sindical, ya no era necesario temer, los vendidos habían sido agrupados junto a los esquiroles de las otras regiones tras unas cuantas “conversaciones” con sus compañeros del sindicato (Se entiende el ironía). Los compañeros ácratas, multiplican las opiniones e incentivan a los trabajadores más tímidos a decir su parecer. Mezclados entre los obreros, serian un trabajador más en el incendio pero un celoso observador de las condiciones miserables del trabajo. Desde abajo, entre los compañeros, ayudan a la difusión de ideas anarquistas, propagando material de lectura y fomentando la discusión entre los compañeros.
A pesar de la maquinaria estatal y sus inagotables intentos para hacer tambalear el movimiento, la decisión de los obreros es inmutable, no retroceder un solo centímetro, es la orden final.
El final y la fuerza invisible
El movimiento tenía o así parecía, una fecha de término. El programa contra incendios forestales terminaba a fines del mes de abril. Los días estaban contados y la patronal lo sabía. Pérfidas acusaciones surgirían en contra de nosotros por la huelga. Nos atacaban enrostrando lo macabro que era exponer a la gente a los incendios. Todo había sido previsto por la asamblea y tras una larga mañana de discusión se dispuso que las brigadas, con un mando auto-gestionado y por sus propios medios responderían al llamado del pueblo y no ante el llamado de la autoridad. Fue así como un incendio en jardín botánico fue detenido (uno de tantos), sin que lo esperara la “autoridad”, por brigadas voluntarias de los trabajadores en huelga. El amenazante incendio que se acercaba con inusitada rapidez a las casas (No es casualidad) seria detenido en 25 minutos por el accionar y el entusiasmo de 30 obreros. Pese al repudio de los bomberos, los vítores y la felicidad de la gente fueron más fuertes. Terminando el mes de abril el máximo temor de los trabajadores se haría realidad, serian 20 las brigadas cerradas por la patronal. Más de 250 trabajadores quedarían sin sus puestos.
Los obreros despojados de sus uniformes y sus cascos se reunirían en asamblea, la última, en que decidirían los movimientos finales.
-No hemos cumplido los objetivos compañeros- diría uno de los destacados dirigentes del movimiento
Pese a la tristeza, uno de los más antiguos obreros dirá
- No compañero, hemos cumplido un objetivo superior, nos hemos unido y dimos la pelea… y si nos toca caer que sea peleando.
Fue así como el entusiasmo vuelve a los trabajadores y sabiendo que ya no nos podrían arrebatar nada más, planificaríamos una última acción, nunca antes realizada en 30 años de la Conaf… La protesta surgiría un 27 de abril, tomando la Dirección de Conaf en Viña del Mar y tomando las calles principales del centro de la ciudad durante 2 horas. Solo 50 compañeros harían frente a la represión, moviéndose con rapidez y en bloque por las calles y pasajes, siendo dispersados en las cercanías del reloj de flores. Ninguno seria detenido.
Una nueva forma había sido “descubierta” (Desde el pasado) por este joven movimiento, la protesta debía no solo parar “el trabajo” sino que también era prioritario frenar el curso normal de la ciudad. Eso les dolía más que cualquier cosa, tocar la ciudad, su ciudad…
El final es que no hay un final. La lucha continua, sin los puestos de trabajo por ahora y hasta la próxima “temporada”, las filas de la organización continúan firmes. Parte de una “cultura” se vuelve la participación de los trabajadores. Dispersos, en trabajos tan precarios como los que poseen en Conaf, continúan reuniéndose, planificando el siguiente golpe, silenciosos, solidarios hasta su máxima expresión, a base de entusiasmo y el “empuje” de los compañeros la organización se mantiene y se conserva. La patronal temerosa no logra intuir, con su mente empresarial, que cuando el trabajador pierde el miedo, se vuelve una fuerza imparable, decidida que no permitirá nunca que el interés mezquino se levante por sobre el sufrimiento de pobladores, campesinos, trabajadores y de la naturaleza, madre de todos.
[Tomado de https://periodicoelsolacrata.wordpress.com/2015/09/06/la-huelga-de-las-hachas/.]
Fue así como el entusiasmo vuelve a los trabajadores y sabiendo que ya no nos podrían arrebatar nada más, planificaríamos una última acción, nunca antes realizada en 30 años de la Conaf… La protesta surgiría un 27 de abril, tomando la Dirección de Conaf en Viña del Mar y tomando las calles principales del centro de la ciudad durante 2 horas. Solo 50 compañeros harían frente a la represión, moviéndose con rapidez y en bloque por las calles y pasajes, siendo dispersados en las cercanías del reloj de flores. Ninguno seria detenido.
Una nueva forma había sido “descubierta” (Desde el pasado) por este joven movimiento, la protesta debía no solo parar “el trabajo” sino que también era prioritario frenar el curso normal de la ciudad. Eso les dolía más que cualquier cosa, tocar la ciudad, su ciudad…
El final es que no hay un final. La lucha continua, sin los puestos de trabajo por ahora y hasta la próxima “temporada”, las filas de la organización continúan firmes. Parte de una “cultura” se vuelve la participación de los trabajadores. Dispersos, en trabajos tan precarios como los que poseen en Conaf, continúan reuniéndose, planificando el siguiente golpe, silenciosos, solidarios hasta su máxima expresión, a base de entusiasmo y el “empuje” de los compañeros la organización se mantiene y se conserva. La patronal temerosa no logra intuir, con su mente empresarial, que cuando el trabajador pierde el miedo, se vuelve una fuerza imparable, decidida que no permitirá nunca que el interés mezquino se levante por sobre el sufrimiento de pobladores, campesinos, trabajadores y de la naturaleza, madre de todos.
[Tomado de https://periodicoelsolacrata.wordpress.com/2015/09/06/la-huelga-de-las-hachas/.]
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