Gustavo Godoy
El sistema gremial europeo anterior al surgimiento del capitalismo estaba basado en la cooperación mutua y un bienestar relativo de sus miembros. Los artesanos de un mismo oficio se agrupaban para definir el número de trabajadores, la cantidad de productos y los precios. Sus secretos profesionales eran celosamente resguardados y la competencia restringida. El trabajador era dueño de sus herramientas e implementos. Además gozaban de bastante autonomía. Formaban parte activa en todo el proceso productivo. Se poseía una relación directa, íntima y personal con la obra de sus manos, con los demás y con su entorno. Los agremiados por lo general también disfrutaban de un programa de asistencia diseñado por ellos mismos que les aportaba seguridad social.
Los valores medievales con respecto a la economía eran muy distintos a los valores de periodos posteriores. No existía ningún afán de trabajar más de lo necesario para mantener el estilo de vida tradicional. Había un sentido de solidaridad que subordinaba los asuntos económicos a los espirituales y los éticos. La economía de las ciudades feudales era generalmente estática y regional. El comercio a distancia era muy modesto. Era un sistema planificado, descentralizado y autogestionado localmente por pequeños productores y mercaderes independientes.
Este escenario comenzó a cambiar gradualmente a partir del Renacimiento Italiano. El dinero, la iniciativa individual y la competencia empezaron a crecer en importancia. Sin embargo, la etapa decisiva del capitalismo moderno ocurrió realmente más tarde en el periodo de la Reforma, sobre todo como consecuencia de las ideas del reformador protestante John Calvin cuya influencia se extendió por Suiza, los Países Bajos, Inglaterra, Escocia y Norteamérica.
La doctrina calvinista se caracterizó por la autodisciplina, la renuncia y una actitud metódica. La laboriosidad, el ahorro y las inversiones bien pensadas son principios básicos en la ética del trabajo protestante. Las ganancias materiales ya no estaban acompañadas de remordimientos como en la fe católica. Todo lo contrario, el éxito profesional era interpretado como un signo de la gracia divina. El trabajo tomo entonces un carácter compulsivo y neurótico. Creció el capital y se fue concentrado en las pocas manos de los “salvados”. Con el tiempo, Gran Bretaña y Los Países Bajos brotaron como grandes potencias económicas mientras la potencia católica de España cayo en la decadencia. Luego, los Estados Unidos de América floreció rigiéndose bajo los mismos principios.
Sin duda alguna, la crítica más importante al capitalismo la expuso Karl Marx a mediados de siglo XIX en Inglaterra. Entre las ideas de Marx, muchas de ellas sumamente erradas, la más acertada y profunda es su teoría de la alienación que en realidad la tomo básicamente de Hegel. La alienación es la reducción del hombre a un fragmento separado de los procesos naturalmente propios. Por eso, Marx critico la excesiva división de trabajo en el sistema industrial al estilo inglés y la injusta relación entre el patrono y el obrero asalariado. El empleador compra la fuerza de trabajo del empleado por un precio llamado sueldo y tiene derecho a apropiarse de los frutos de todo su esfuerzo. El obrero debe limitarse a colocarse a la disposición de su superior y realizar las tareas que ordene la jerarquía patronal. Esta dinámica laboral capitalista genera serias desigualdades de poder y en consecuencia una desproporcionada distribución material.
En el mundo de hoy, vivimos bajo economías realmente mixtas. El Estado y las grandes corporaciones monopolizan casi todo capital, mientras las masas mayoritarias están obligadas a subordinarse a estos patronospara subsistir. El problema principal del capitalismo no es la pobreza material sino la esclavitud social. La pobreza es una mera consecuencia de la situación de esclavitud física y psicológica que vive la mayoría en la sociedad moderna.
Cuando el Estado se convierte en empleador en realidad no cambia nada para el empleado asalariado porque el mismo mecanismo capitalista de relación laboral alienante y vertical se mantiene. El Estado como patrono es el mismo ladrón con diferente traje. Es por esto que el sindicalismo como movimiento obrero desde sus primeros orígenes en Francia siempre ha tenido una relación antagónica contra el Estado y contra el socialismo de Estado.
Para ser libres, es necesario idear sistemas socio-tecnológicos mucho más horizontales donde el ser humano creador de valor controle directamente su medio de vida y sea dueño del resultado de sus propios esfuerzos. Con creatividad, la burocracia tanto pública como privada podría ser fácilmente abolida.
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