J.R. López Padrino
I.-
El populismo militarizado bolivariano llega a su etapa final. El Estado militar-forajido instaurado a lo largo de estos 16 años por el tte coronel y su mafia milico-civilista se aproxima a su final tras haber logrado un “milagro económico”: quebrar al país petrolero que dispone de las mayores reservas comprobadas y certificadas de combustibles fósiles en el mundo.
En 16 años en el poder el fachochavismo despilfarró los ingentes ingresos provenientes de la renta petrolera. El país está hoy en la bancarrota. Las finanzas del país hacen agua, las Reservas Internacionales Líquidas están en una situación muy critica, su monto es cercano a los $277 millones, cifras que solo alcanzan para tres días de importaciones y las reservas internacionales han caído a $15.443 millones, su nivel más bajo en los últimos 12 años. Los precios del petróleo siguen deprimidos (West Texas se cotiza a $50 el barril), y sin esperanzas de una recuperación a corto plazo. Todo ello con el agravante de que la nación tiene la obligación de pagar casi $6.000 millones de deuda externa en los próximos meses producto de un endeudamiento irresponsable.
I.-
El populismo militarizado bolivariano llega a su etapa final. El Estado militar-forajido instaurado a lo largo de estos 16 años por el tte coronel y su mafia milico-civilista se aproxima a su final tras haber logrado un “milagro económico”: quebrar al país petrolero que dispone de las mayores reservas comprobadas y certificadas de combustibles fósiles en el mundo.
En 16 años en el poder el fachochavismo despilfarró los ingentes ingresos provenientes de la renta petrolera. El país está hoy en la bancarrota. Las finanzas del país hacen agua, las Reservas Internacionales Líquidas están en una situación muy critica, su monto es cercano a los $277 millones, cifras que solo alcanzan para tres días de importaciones y las reservas internacionales han caído a $15.443 millones, su nivel más bajo en los últimos 12 años. Los precios del petróleo siguen deprimidos (West Texas se cotiza a $50 el barril), y sin esperanzas de una recuperación a corto plazo. Todo ello con el agravante de que la nación tiene la obligación de pagar casi $6.000 millones de deuda externa en los próximos meses producto de un endeudamiento irresponsable.
A fin de palear la crisis, el régimen sacrifica a PDVSA al vender las facturas de los países de Petrocaribe (Jamaica, República Dominicana, etc.) con grandes descuentos, endeuda a la filial Citgo en EE.UU., y vende parte del oro depositado en las bóvedas del Banco Central de Venezuela. Hay que recordar que en abril de este año, con una parte de la reserva en oro, el Banco Central de Venezuela realizó un “trueque” a cambio de unos 1.000 millones de dólares en efectivo, a través de Citibank. Igualmente, el régimen ha recurrido a la profundización de la desnacionalización petrolera mediante la creación de nuevas empresas mixtas y endeudamientos, como el recientemente firmado con la imperial China por $5.000 millones y a la “entrega de territorios” donde hay reservas petroleras en calidad de garantía a los países prestamistas. Presenciamos la hipoteca y ruina del siglo XXI.
Contrariamente a la sarta de mentiras propaladas por el régimen y sus plumíferos, en torno a la superación del modelo rentista, la realidad es otra, se ha maximizado el rentismo: 96-98% de los dólares que le ingresan al país provienen por concepto de comercialización del petróleo. Tras la destrucción del aparato productivo nacional, ahora el país es más dependiente que nunca del petróleo, así el país importó bienes por el orden de los $55.000 millones durante el año 2014.
Lamentablemente esa fabulosa masa de dinero proveniente de la renta petrolera ha sido malbaratada. Tanto el ya fallecido dicharachero de Sabaneta, como su sucesor Maduro han usado eso recursos en la compra de lealtades de gobiernos extranjeros, en un gasto militar demencial, y en el uso del petróleo como herramienta de dominación política. Igualmente, en financiar mecanismos de control social como las misiones, imponer una política de puertos, y auspiciar una corrupción galopante e impune. Las consecuencias de este despilfarro sin precedentes han sido nefastas y están a la vista: insuficientes reservas internacionales, fuerte déficit fiscal (14%), devaluación sostenida de la moneda, inflación desbordada la cual se estima alcance 170% al cierre de 2015, acentuada escasez de productos básicos, aumento del desempleo (17%) y de la economía informal (buhoneros-bachaqueros) la cual alcanza la espantosa cifra del 62%, agravamiento de la crisis educativa y médico-asistencial, así como un incremento de los índices de pobreza y desnutrición. En resumen la destrucción del país.
La falaz excusa que ha venido utilizando el régimen de que la crisis es producto de una guerra económica declarada por la burguesía nacional en combinación con el imperio, ya no convence ni a los propios chavistas. Los costuras de la magnitud del colapso económico ya no pueden ser disimuladas y mucho menos ocultadas. La triste realidad es que el régimen no tiene los recursos económicos suficientes para afrontar la crisis ni tampoco un plan viable para superar el colapso económico en que ha sumido al país.
Ante este descomunal fracaso económico-social, así como el creciente descontento popular (protestas y saqueos) a la pandilla de Maduro y su corrupto generalato solo le queda una mayor represión y militarización del país. Ejemplo de ello ha sido la puesta en marcha de las Operaciones Libertad del Pueblo, acciones que se enmarcan en un verdadero terrorismo de Estado, donde se violan los derechos humanos de miles de venezolanos, bajo el pretexto de garantizar la seguridad ciudadana.
Hoy el fachochavismo es un fantasma que deambula en el escenario político carente de liderazgo, de narrativa, de apoyo popular y sin recursos económicos para seguir sembrando fantasiosas esperanzas y ejerciendo control social. La impronta de la crisis terminal del chavismo como alternativa de poder se divisa en el horizonte. Ya no hay salidas.
II.-
La llegada al poder del socialfascismo bolivariano permitió el surgimiento de una "nueva derecha populista", pero con retórica revolucionaria. Este infame proyecto surgió en gran medida producto del fracaso del bipartidismo adeco-copeyano, fieles exponentes del viejo bloque histórico, así como por la necesidad de continuidad del proyecto hegemónico.
Al margen de las triquiñuelas de los tahúres en el poder, el reloj marca con su indetenible puntear del tiempo el fin del batiburrillo ideológico-político que ha “desgorbernado” al país en los últimos años. Tras diez y seis años de un férreo dominio de la política nacional, el socialfascismo bolivariano se enfrenta a su colosal fracaso histórico que hace indetenible su salida del poder.
El desplome del proyecto fachochavista luce dramático e inexplicable pues contó con un apoyo popular importante, dispuso de grandes recursos económicos provenientes de la renta petrolera, sometió y puso de rodillas todos los poderes públicos, incluidos el Consejo Nacional Electoral y el Parlamento, que por un período estuvo absolutamente en sus manos dado a los desaciertos de la oposición. Además construyó un poderoso aparato comunicacional y transformó a la FAN en guardia pretoriana al servicio del PSUV. Ello sin olvidar la creación de un humillante, efectivo y perverso sistema de control social como fueron las misiones sociales.
El fachochavismo fracasó porque nunca tuvo un proyecto de país. Se limitó a repetir, como buen proyecto mesiánico, los dislates e incongruencias de un militar iletrado y mandón. Fracasó porque manipuló y engañó a las grandes mayorías, al impulsar un capitalismo de Estado explotador mientras publicitaba un desconocido socialismo bolivariano. Fracasó porque sus políticas económicas desquiciadas condujeron a la destrucción del aparato productivo nacional, a una incontrolable inflación (147% para finales del 2015), a un brutal desabastecimiento generalizado de alimentos, medicinas e insumos, a un insalvable déficit fiscal y a un estancamiento y decrecimiento de la economía que este año puede alcanzar la cifra de un 6-8%. Fracasó porque institucionalizó la corrupción, y permitió el surgimiento de un hamponato para-estatal, la boliburgesía. Fracasó porque profundizó el rentismo petrolero e hizo al país más dependiente de las importaciones. Fracasó por su fariseísmo al institucionalizar la criminalización de la protesta social, la tortura, y el asesinato del contrario. Todo ejecutado con total libertad e impunidad. Fracasó porque pese a los inmensos ingresos obtenidos por concepto de la renta petrolera, contrajo niveles sin precedentes de deuda, elevando las obligaciones externas de la nación de $32,809 millones (1998) a $249,523 millones al cierre de 2014. Fracasó porque sus continuos desaciertos llevaron al país a la quiebra, hipotecando su futuro convirtiéndolo en una tierra preñada de miseria y hambre.
Pero aunado a la profunda crisis económica y cuya evolución tiende a su agravamiento en los próximos meses, no podemos olvidar que convivimos con otros aspectos de la crisis como son la inseguridad personal, el colapso educativo, el desastre medico-asistencial, así como el agravamiento de la exclusión social e indigencia. Asistimos al deslave final del fachochavismo, su otrora revolución bonita ha terminado siendo una despreciable revolución del hambre, de la miseria y del terror. Prueba de ello han sido los recientes saqueos en diversas regiones del país, incluyendo el Guayanazo con el saldo de muertos y heridos. Saqueos que lejos der ser instigados o promovidos por paramilitares, la CIA o la disidencia política como ha afirmado el ignorante enciclopédico de Maduro, son una clara demostración del desespero e indignación que existe en el pueblo, al cual ellos falsamente dicen defender, pero que reprimen y asesinan.
No se trata del fracaso del “socialismo del viejo Marx” como algunos afirman. No se puede hablar de fracaso de algo que nunca ha existido. El fachochavismo siempre ha representado un proyecto de derecha, pero con una falaz retórica socialista. Su impronta facha y reaccionaria ha quedado en evidencia al propiciar un rechazo y desprecio al pensamiento crítico, al implementar el terror como política de Estado, al imponer una militarización de la sociedad, al patrocinar un culto a la muerte, y un nacionalismo arcaico y retrógrado.
El fachochavismo representa un ignominioso proyecto corporativo tutelado por la pestilente bota militar e impulsado por obnubilados resentidos sociales. Una grotesca falsificación de los proyectos emancipadores y libertarios siglo XXI. El fachochavismo fracasó; ni Chávez vive ni la revolución sigue.
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