Rodolfo Montes de Oca
El estrepitoso fracaso del proceso bolivariano en su fase
“madurista”, con todo lo que con ello conlleva como es la falsificación de la
fraseología ultrarrevolucionarias, símbolos y referentes históricos; nos lleva
a replantear la forma de comunicarnos y los estandartes que como anarquistas
debemos usar para radicalizar la coyuntura nacional.
Las clásicas concepciones etapistas, cuantitativas y de
posicionamiento dentro del campo ideológico de izquierda, deben ser superadas
por todos los afines que decidan posicionarse dentro del inexorable curso de la
historia de Venezuela. Esto nos remite irreductiblemente a una nueva concepción
de la anarquía para la contingencia de deslave bolivariano que afrontaremos en
los próximos años. Sobre la base de esto, daré algunas ideas para su discusión
o desarrollo:
El anarquismo como
vía no como meta
Las interpretaciones irredentistas y milenaristas, de que el anarquismo es la máxima expresión del orden, debe ser desechadas. A diferencia de la MUD o del GPP, como antiautoritarios no debemos aspirar ni engañar a los afines de que tenemos las soluciones para las complejas dinámicas sociales que se han venido deteriorando durante estos años. Las victorias de la idea siempre serán efímeras y momentáneas. Por el contrario, debemos fomentar el hecho de que el anarquismo son un conjunto de propuestas en constante movimiento y ebullición que busca una vida equitativa sin dogmas ni concentraciones de poder, no se busca ser mayoría ni proponer un “mundo ideal” propio de la ilustración.
Esta idea nos remite a la necesidad de que cada persona que
se asuma como libertaria, genera a su vez, sus propias concepciones sobre lo
que considera justo y armonioso de la idea, evitando de esta manera cualquier
estancamiento o posicionamiento de corrientes hegemónicas, por lo general
eurocentricas y alejadas de nuestro desarrollo histórico. Se trata en sí de que
cada quien genere su “propia teoría”, siempre sobre la base de la ética
antiautoritaria y horizontal.
Sobre este punto es perentorio abstraernos de las habituales
dualidades políticas del venezolano (patriotas-realistas,
conservadores-liberales, adecos-copyanos) sobre el cual nos quieren posicionar;
así como de la enquistada diatriba de izquierdas y derechas, que dejo de tener
sentido hace años.
Como anarquistas que afrontamos un proceso moderno de
socialismo real, debemos reivindicar la anarquía post-izquierda como el
conjunto de prácticas y teorías post-modernas que buscan puntos de quiebre e
inflexión en nuevos espacios alejados del obrerismo y de los clásicos “sujetos
revolucionarios”; fomentando principios como: la informalidad de las orgánicas,
inmediatismo, antidesarrollismo, decrecimiento voluntario, deconstrucción de
géneros y roles, acción directa, individualismo, abstencionismo, ecología profunda y rescate de la praxis de
los pueblos originarios, como algunas de las canteras de la cual debemos sacar
insumos para los próximos años.
Economía del Regalo y
Orden Natural de la Libre Economía
Uno de los puntos álgidos de la actual encrucijada, la representa la visión económica de ambos grupos en pugna; por un lado, tenemos una estatización de los medios de producción por parte de la boliburguesia militarista, bajo un falso discurso de gestión popular apoyado por los petrodólares de las empresas mixtas y PDVSA. Por el otro lado, tenemos una falsa apertura económica, basada en las recetas de carencia auspiciadas por el FMI/BM con la latente dolarización de los bienes y servicios transados en la región, para su eventual monopolización por parte del capital trasnacional.
Esto nos pone de relieve, el magnánimo reto que como
anarquistas tenemos que afrontar, dejando las viejas propuestas de la idea para
gestionar la escasez como el colectivismo, el comunismo libertario y el
mutualismo; para avanzar hacia una
propuesta libertaria que mezcle la “Economía del regalo” de los pueblos
originarios y la idea de Orden Natural y Libre Economía del Silvio Gesell.
Esta mixtura de planteamientos, busca generar una
reciprocidad económica entre los agentes sociales, donde el intercambio “quid
pro quo”, ayude en primera instancia a enlazar los nodos disgregados de la
sociedad y genere a su vez, valores de solidaridad y horizontalidad entre los
habitantes agobiados por la escasez. La otra es la promoción y uso de monedas
comunales, con una circulación limitada en el tiempo que ayuden a la
reactivación de la sociedad lumperizada por el control cambiario, que le
permite subsistir a costas de la escasez de bienes y servicios.
Esta Libre Economía propuesta por Gesell es una proposición
que en contradicción con el socialismo estatal no atribuye las desigualdades y
crisis del capitalismo al mercado o la propiedad privada; sino al control
gubernamental y la naturaleza inflacionaria del dinero convencional. Este
cambio de enfoque, aunado a una masificación de la posesión de la tierra en
manos del estado venezolano, para su cultivo como lo propone la teoría
georgiana, puede contribuir de forma significativa a reactivar un sistema de
producción envilecido y sometido a las fluctuaciones monetarias de las
economías del primer mundo.
Esta propuesta de Gesell es una continuación del mutualismo
propuesto por Proudhon en sus escritos, con lo cual la teoría de valor-trabajo,
cobra vigencia dejando de lado la usura y el “dinero fácil” clásico de la
antropología petrolera que tanto daño nos ha hecho, y que solo ha permitido un
lumperizacion del venezolano como agente de contrabando y de permuta cambiaria.
Nuevos paradigmas antiautoritarios
Uno de los valores fundamentales del anarquismo como propuesta de transformación social, es la heterodoxia de sus planteamientos políticos, no solo con el orden imperante sino incluso con los estandartes levantados en otras latitudes por afines. Esto nos lleva a plantear la necesidad de una descolonización de la idea que se ha encontrado abrumadoramente copadas por posturas eurocentristas y de realidades ajenas a la venezolana.
Es por ello, que como anarquistas debemos ver y descubrir
nuestros propios referentes históricos, adecuando las ideas desarrolladas en
otras latitudes a nuestras propias realidades y circunstancias coyunturales,
alejándonos de una vez por todas de las matrices de opinión prefabricadas en el
norte.
Los ejemplos saltan a la vista de lo que debe ser nuestra
propia visión anarquista para la región. No se puede hablar de “lucha
callejera” si no se entiende el desprecio que generaron en la población las
jornadas de entropía de la UCV o recientemente durante la Guarimba; No se
debería hablar de veganismos si no se ha leído a Carlos Brandt, el naturista
más célebre de Venezuela; No se podría hablar de anarquismo si no se entiende
el aporte de los pueblos originarios como el yanomamö o el piaroa; y no se
debería criticar la participación de algunos compañeros en organismos de
derechos humanos si no se comprende el estado totalitario que afrontamos. Se
trata pues de plantear nuevos paradigmas y replantear viejos esquemas para así
poder avanzar en nuestra propia vía hacia el cambio horizontal de la sociedad
venezolana.
Un exhorto al cambio
radical
Las actuales condiciones de incertidumbre nacional, son un
acicate para los temperamentos anarquistas; lo cual nos lleva inexorablemente a
dejar de lado la pasividad de los últimos años, marcados por divisiones
fútiles, para poder servir de bisagra entre el creciente descontento popular y
las praxis libertarias; generando de esta manera nuevos escenarios donde la
solidaridad, la acción directa y la horizontalidad sean baluartes para
confrontar un proyecto hegemónico y militarista que se derrumba ante la
impávida mirada de propios y extraños. Llego la hora de asumir retos y de
confrontar tormentas.
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