Laura Ríos
La idea que la mayoría de nosotros tiene del anarquismo es un híbrido de dos leyendas negras: la del terrorismo violento y la del quijotismo iluso alejado de la realidad. Encierran, sin embargo, algo de verdad, puesto que el anarquismo en ocasiones se ha servido de la violencia y ha creído en el amor. Terroristas y quijotes quedan al margen de la ley que rige para todos los demás. Sin embargo, hay que desterrar el prejuicio del anarquista como el utópico terrorista que persigue objetivos por principios imposibles y pararnos a comprender lo que hay detrás del pensamiento anarquista más allá de los tópicos.
Los anarquistas buscan leyes que no provengan ni del marxismo ortodoxo ni del capitalismo, pero leyes, pues sin ellas no se puede vivir mientras no se transmute la estructura social y el corazón del hombre. El anarquismo habla de las incongruencias del derecho y pone el ejemplo del Derecho Laboral, en el que ser libre significa entregar a otro el fruto del propio trabajo: ‹‹El contrato de trabajo es el título determinante de la ajenidad de los frutos del trabajo en régimen de trabajo libre››. Ser libre no es tener la libertad de elegir al verdugo. El derecho sirve al Estado y el Estado oprime al individuo.
La idea que la mayoría de nosotros tiene del anarquismo es un híbrido de dos leyendas negras: la del terrorismo violento y la del quijotismo iluso alejado de la realidad. Encierran, sin embargo, algo de verdad, puesto que el anarquismo en ocasiones se ha servido de la violencia y ha creído en el amor. Terroristas y quijotes quedan al margen de la ley que rige para todos los demás. Sin embargo, hay que desterrar el prejuicio del anarquista como el utópico terrorista que persigue objetivos por principios imposibles y pararnos a comprender lo que hay detrás del pensamiento anarquista más allá de los tópicos.
Los anarquistas buscan leyes que no provengan ni del marxismo ortodoxo ni del capitalismo, pero leyes, pues sin ellas no se puede vivir mientras no se transmute la estructura social y el corazón del hombre. El anarquismo habla de las incongruencias del derecho y pone el ejemplo del Derecho Laboral, en el que ser libre significa entregar a otro el fruto del propio trabajo: ‹‹El contrato de trabajo es el título determinante de la ajenidad de los frutos del trabajo en régimen de trabajo libre››. Ser libre no es tener la libertad de elegir al verdugo. El derecho sirve al Estado y el Estado oprime al individuo.
La anarquía no es anomia, no es ausencia de leyes aunque se esté arremetiendo contra el Estado actual de derecho. El anarquista cree, como los sofistas, que hay leyes buenas. El nomos, la ley humana, es cambiante y hecha por los poderosos frente a los desposeídos; mientras que la fisis, la ley de la naturaleza, es inmutable. Pero en realidad, tanto la ciencia como la razón están parcialmente ideologizadas. Mucho de lo que se conoce justo por ley es contrario a la naturaleza humana. Por naturaleza todos somos iguales, es el nomos quien nos divide. Otros sofistas, como Antifón, defienden que a un nomos falaz hay que aceptarlo como un uso con valor social. Hemos de respetarlo como si fuera bueno, pues la ausencia de toda ley sería aún peor que una ley imperfecta. En el anarquismo predomina el orden más que la ‹‹anarquía››, pero un orden que se ajuste mejor a la naturaleza humana que el del sistema capitalista.
El anarquismo admite, y aquí coincide con Marx, que la Historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases y de la crisis institucionalizada. Todo se resuelve por el recurso a la bellum contra omnes. Se ha presentado el individualismo y el egoísmo como esencia del anarquismo; sin embargo, el anarquismo, a la par que reivindica el valor del individuo, se muestra intolerante con el individualismo: ‹‹Cría individualistas, que te harán imposible el anarquismo››. El individualismo a ultranza niega el comunitarismo, base del anarquismo. Lo individual no tiene por qué oponerse a lo comunitario. Para el anarquista tan nocivo es el individualismo (identificado con el capitalismo del egoísmo y la competencia) como el totalitarismo (identificado con el comunismo marxista o el totalitarismo fascista). En mitad de los dos extremos sitúan el anarquismo: Preocupado por lo comunitario pero sin anular al individuo. El individualismo será uno de los temas centrales del pensamiento anarquista y habrá muchas visiones diferentes al respecto: Paul Feyerabend, Émile Armand, Carl Rogers, Piotr Kropotkin, Malatesta, etc. No en vano existe el dicho de que existen tantos anarquismos como anarquistas. Pero ¿cuáles son los fundamentos del anarquismo?
Para Malatesta, el anarquismo es ‹‹un modo de vida individual y social, a realizar por el mayor bien de todos, y no un sistema, ni una ciencia, ni una filosofía››. Kropotkin concebía el anarquismo como un programa elaborado por la voluntad del hombre en lucha contra las disarmonías de la naturaleza. Le parecía un ‹‹gran error›› aceptar como verdad definitiva todo tipo de pensamiento institucionalizado. Reconoce una base mínima y necesaria, una ‹‹moral anarquista›› esencial (su libro titulado La moral anarquista es muy recomendable y de fácil lectura) que tiene que ver con la actitud del individuo y sus valores; pero la concreción del resto de elementos del anarquismo no puede estar cerrada. Hay anarquistas materialistas, espiritualistas… y tambien los que prefieren declararse ignorantes de toda tendencia.
Marxismo y anarquismo no han sido siempre enemigos jurados como en la España republicana y bélica. García Oliver usaba la bandera ácrata roja y negra con la esperanza de que pudieran entenderse en profundidad. En la Primera Internacional formaban una estrecha unión. Hay muchos sentidos de vinculación entre ambos antes de que el anarquismo se mostrase antiestatal y antiparlamentario. Bakunin se consideraba económicamente comunista; Kropotkin apoyó a la fracción mayoritaria socialista en la I Guerra Mundial; Malatesta fue llamado el Lenin de Italia. Hay un marco de coincidencias entre Marx y Bakunin en orden a la relación hombre-naturaleza, además del reconocimiento de la lucha de clases y otros aspectos del análisis de la realidad marxista.
Lo cierto es que los principios base de la organización anarquista, cualquiera que sea su corriente, parecen ser estos: Colectivización, planificación, igualitarismo, poder de base y descentralización del poder.
Colectivización. La propiedad no tiene aquí el sentido romano napoleónico que tiene en el capitalismo liberal o en el centralismo de determinadas corrientes socialistas. La propiedad de los medios de producción aquí no es absoluta en ningún sentido, individual o de Estado. Se encuentra difundida gradualmente:
‹‹hay una propiedad básica comunitaria de cada unidad de producción, pero está limitada por otra propiedad colectiva de segundo grado, de cada sindicato de producción, sobre todas las empresas del ramo. Que a su vez está limitada por otra propiedad colectiva general, que tiene toda la comunidad —nacional— sobre todos los bienes de producción del país››
A. Carter
Es como si, metafóricamente, la propiedad de cada empresa tuviese tres partes: una de la comunidad, otra del sindicato y otra de la nación; y cada una de ellas poseyese plenamente, aunque no absolutamente, cada empresa. No se trata de una propiedad absoluta de cooperativa, ni de sindicato ni de Estado. En una sociedad autogestionaria se termina tanto el sentido de la propiedad como cosa sin límites, como el sentido de que nada pertenece a nadie, sino al Estado absoluto.
Planificación. La vida económica autogestionaria sube en sucesivos niveles autogestionados hasta el nivel último de una ‹‹cámara económica››. Esta asamblea económica establece, en concierto con la asamblea política, el plan económico. Sólo establece las líneas básicas imprescindibles dentro de las cuales han de elaborar sus planes particulares, en ramificación ‹‹arborescente››, los niveles inferiores hasta llegar al nivel de empresa. El plan es, en definitiva, una ley de bases que se va concretando progresivamente en los niveles inferiores. La planificación en la autogestión sindicalista viene delimitada por estos dos elementos consustanciales: la elaboración democrática aprobada por una asamblea máximamente representativa y su limitación a lo imprescindible en cada uno de los niveles, de forma que se deje el máximo de libertad al nivel inferior.
Igualitarismo. Un conjunto de empresas autogestionadas inconexas crea forzosamente una desnivelación creciente de ingresos en los trabajadores. Si no hay una conexión y organización superior, aquellos que gestionen empresas ricas serán ricos, los que gestionen empresas pobres serán pobres. Ésta es la crítica al cooperativismo que han hecho los socialistas autoritarios y centralizadores, ahora enfilada contra la autogestión. La autogestión debe llevar, sin anular de plano los estímulos materiales, a evitar las desigualdades que superen un margen relativamente moderado, para incrementar la tendencia progresiva a la nivelación de ingresos y a la realización del principio de ‹‹a cada uno según su necesidad, de cada uno según su capacidad››.
Poder de base. La asamblea es el órgano soberano de la nueva concepción libertaria de la autogestión. Es decisoria, electiva, supervisora, gestora económica, dictaminadora de huelgas, etc. Con la autogestión los trabajadores elegirán a los responsables de empresa a todos los niveles, desde le talles hasta el total de la empresa. Decidirán colectivamente la organización del trabajo y sus condiciones y determinarán, en un marco democrático, la política de la empresa en materia de fabricación, de reparto de inversiones, de remuneraciones.
Descentralización. Como ya observó Kropotkin en El apoyo mutuo, para que haya socialismo libertario tiene que haber federación. Socialismo y federalismo van siempre unidos. El lema será: ‹‹A la democracia real y revolucionaria por el trabajo››. Todos deberán inscribirse en sus sindicatos por oficio o profesión y allí autogestionar sus asuntos. Rotarían en sus puestos, en la producción y en la representación. Todas las decisiones se toman a nivel de base, de abajo hacia arriba, desde pequeños grupos hasta una asamblea central.
La violencia terrorista no es pues parte de los principios básicos y esenciales de la organización anarquista, si bien algunos grupos la han defendido y han hecho uso de ella.
Uno de los problemas centrales del anarquismo, al fin y al cabo, está en la creación de ese ‹‹hombre nuevo›› consciente y ético, un individuo libre que se mueva impulsado por la justicia y el bien mayor. Ese es el problema central y básico: el individuo con el que construir una nueva realidad, cualquiera que esta sea. Sin hombres y mujeres conscientes, justos y morales (sea cual sea la doctrina política o partido al que digan pertenecer) no podremos construir un mundo nuevo.
Bibliografía
DIAZ, CARLOS, La actualidad del anarquismo, Barcelona: Ruedo Ibérico, 1977.
DIAZ, CARLOS, El anarquismo como fenómeno político-moral, México: Editores Mexicanos Unidos, 1975.
FEYERABEND, PAUL, Contra el método, Barcelona: Ariel, 1974.
MOUNIER, EMMANUEL, Comunismo, anarquía, personalismo, Madrid: Zero, 1973.
SCOTT, JAMES C., Elogio del anarquismo, Barcelona: Crítica, 2013.
MALATESTA, ERRICO, Entre campesinos, Barcelona: Tusquets, 1976.
KROPOTKIN, PIOTR, “El apoyo mutuo“, Aula libre digital www.aulalibre.es
KROPOTKIN, PIOTR, “La moral anarquista”, Aula libre digital www.aulalibre.es
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