Julián Vadillo
Realizar una reflexión sobre la historia del anarquismo desde la fundación de la Internacional es igual que hacer un repaso histórico de 150 años de historia del movimiento obrero. Una cuestión muy ambiciosa para unos pocos párrafos. Sin embargo, y aunque sea de forma sintética, vamos a tratar de analizar dicha historia a través de los grandes debates que circundaron el anarquismo organizado. Imprescindible porque es parte fundamental de la historia del movimiento obrero internacional. Y viene muy rodado ya que este mismo año 2014 se cumplen 200 años del nacimiento de uno de los impulsores de aquella Internacional: Mijaíl Bakunin.
Lo primero que habría que plantear es que el anarquismo ha tenido mala suerte a la hora de ser analizado. La historiografía conservadora y liberal lo han tratado siempre con desdén, presentándolo como una ideología violenta y terrorista. Cuestión que no deja de ser evidente al ser el anarquismo una de esas “amenazas” que pudo hacer girar el curso de la historia y perder privilegios a las clases pudientes. Tampoco ha tenido mejor suerte el anarquismo cuando ha sido analizado por la historiografía marxista. El máximo rival del marxismo en el campo obrero fue presentado en muchas ocasiones como un accidente, como una ideología divisionista o infantil. Enmarcándola en los sectores más atrasados de la sociedad, el anarquismo no podía triunfar nunca pues le faltaba el prurito del análisis del marxismo. Incluso podemos decir que el anarquismo ha tenido mala suerte cuando ha sido analizado por los propios anarquistas. En muchas ocasiones se ha presentado su historia como demasiado mítica tendiendo a desdibujar la carga pragmática que representó el anarquismo en muchos lugares.
Pero si hacemos un balance serio desde el punto de vista historiográfico de lo que ha significado el anarquismo en estos 150 años de vida, desde la fundación en 1864 de la AIT, nos daremos cuenta de que ni fue una ideología violenta (aunque utilizase la violencia según en qué circunstancia), ni fue infantil, ni divisionista, ni utópica, etcétera. Estudiando a sus pensadores, investigando sus luchas y organizaciones, nos damos cuenta de la capacidad del anarquismo, de su lectura de la sociedad que le tocó vivir y de su pragmatismo en muchos contextos de sus luchas. Lejos tiene que quedar la visión negativa del anarquismo, que en muchas ocasiones responde más a criterios de crítica puramente ideológica (puede gustar más o menos el anarquismo) que a la realidad del movimiento libertario. Aquí podíamos establecer una apreciación a tener en cuenta. Es curioso comprobar cómo si se escribe algún trabajo, por muy investigado que esté, sobre la historia del anarquismo, el historiador que lo haga va a tener la sospecha de ser llamado “historiador militante”. Sin embargo, si el trabajo de investigación ejerce una crítica sin cuartel al anarquismo (aunque aquí se puede inscribir a otras muchas ideologías del obrerismo) el historiador será “objetivo” o “académico”. Curiosa interpretación cuando muchos de los primeros son también parte de la academia y escriben con todo criterio científico y los segundos son muchas veces reconocidos simpatizantes de ideologías o movimientos que podríamos denominar “políticamente correctos” y que sacan conclusiones acerca del anarquismo o del movimiento obrero con pobres bagajes de investigación.
Para hacer un repaso reflexivo sobre el anarquismo lo vamos a estructurar de la siguiente forma. En primer lugar, analizaremos qué significó el anarquismo en el seno de la I Internacional y las consecuencias de su ruptura. En segundo lugar, analizaremos el anarquismo en alguno de los procesos revolucionarios más importantes, como la Comuna de París de 1871 o la Revolución rusa. En tercer lugar abordaremos el anarquismo en España, país donde más y mejor desarrolló su propaganda y organizaciones. Y por último nos adentraremos en el anarquismo tras la derrota de la Guerra Civil y el final de la Segunda Guerra Mundial. Todo de forma muy sintética para ubicar este movimiento fundamental para la historia del movimiento obrero.
El anarquismo y la I Internacional
Viene siendo lugar común presentar la I Internacional como una permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y excesivamente esquemática.
Sin embargo, lo primero que habría que determinar es que cuando en 1864 surgió la I Internacional en Londres (aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinarán ya en la década de 1870. Por ejemplo, en Francia las sociedades obreras adheridas a la I Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares como Italia el peso del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentadas sobre el mundo de los oficios.
Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos de entender la organización ya se constataban en los congresos y las conferencias de la I Internacional.
Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las siguientes:
- Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estas de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
Realizar una reflexión sobre la historia del anarquismo desde la fundación de la Internacional es igual que hacer un repaso histórico de 150 años de historia del movimiento obrero. Una cuestión muy ambiciosa para unos pocos párrafos. Sin embargo, y aunque sea de forma sintética, vamos a tratar de analizar dicha historia a través de los grandes debates que circundaron el anarquismo organizado. Imprescindible porque es parte fundamental de la historia del movimiento obrero internacional. Y viene muy rodado ya que este mismo año 2014 se cumplen 200 años del nacimiento de uno de los impulsores de aquella Internacional: Mijaíl Bakunin.
Lo primero que habría que plantear es que el anarquismo ha tenido mala suerte a la hora de ser analizado. La historiografía conservadora y liberal lo han tratado siempre con desdén, presentándolo como una ideología violenta y terrorista. Cuestión que no deja de ser evidente al ser el anarquismo una de esas “amenazas” que pudo hacer girar el curso de la historia y perder privilegios a las clases pudientes. Tampoco ha tenido mejor suerte el anarquismo cuando ha sido analizado por la historiografía marxista. El máximo rival del marxismo en el campo obrero fue presentado en muchas ocasiones como un accidente, como una ideología divisionista o infantil. Enmarcándola en los sectores más atrasados de la sociedad, el anarquismo no podía triunfar nunca pues le faltaba el prurito del análisis del marxismo. Incluso podemos decir que el anarquismo ha tenido mala suerte cuando ha sido analizado por los propios anarquistas. En muchas ocasiones se ha presentado su historia como demasiado mítica tendiendo a desdibujar la carga pragmática que representó el anarquismo en muchos lugares.
Pero si hacemos un balance serio desde el punto de vista historiográfico de lo que ha significado el anarquismo en estos 150 años de vida, desde la fundación en 1864 de la AIT, nos daremos cuenta de que ni fue una ideología violenta (aunque utilizase la violencia según en qué circunstancia), ni fue infantil, ni divisionista, ni utópica, etcétera. Estudiando a sus pensadores, investigando sus luchas y organizaciones, nos damos cuenta de la capacidad del anarquismo, de su lectura de la sociedad que le tocó vivir y de su pragmatismo en muchos contextos de sus luchas. Lejos tiene que quedar la visión negativa del anarquismo, que en muchas ocasiones responde más a criterios de crítica puramente ideológica (puede gustar más o menos el anarquismo) que a la realidad del movimiento libertario. Aquí podíamos establecer una apreciación a tener en cuenta. Es curioso comprobar cómo si se escribe algún trabajo, por muy investigado que esté, sobre la historia del anarquismo, el historiador que lo haga va a tener la sospecha de ser llamado “historiador militante”. Sin embargo, si el trabajo de investigación ejerce una crítica sin cuartel al anarquismo (aunque aquí se puede inscribir a otras muchas ideologías del obrerismo) el historiador será “objetivo” o “académico”. Curiosa interpretación cuando muchos de los primeros son también parte de la academia y escriben con todo criterio científico y los segundos son muchas veces reconocidos simpatizantes de ideologías o movimientos que podríamos denominar “políticamente correctos” y que sacan conclusiones acerca del anarquismo o del movimiento obrero con pobres bagajes de investigación.
Para hacer un repaso reflexivo sobre el anarquismo lo vamos a estructurar de la siguiente forma. En primer lugar, analizaremos qué significó el anarquismo en el seno de la I Internacional y las consecuencias de su ruptura. En segundo lugar, analizaremos el anarquismo en alguno de los procesos revolucionarios más importantes, como la Comuna de París de 1871 o la Revolución rusa. En tercer lugar abordaremos el anarquismo en España, país donde más y mejor desarrolló su propaganda y organizaciones. Y por último nos adentraremos en el anarquismo tras la derrota de la Guerra Civil y el final de la Segunda Guerra Mundial. Todo de forma muy sintética para ubicar este movimiento fundamental para la historia del movimiento obrero.
El anarquismo y la I Internacional
Viene siendo lugar común presentar la I Internacional como una permanente pugna entre anarquistas y marxistas, haciéndolo desde una posición laxa y excesivamente esquemática.
Sin embargo, lo primero que habría que determinar es que cuando en 1864 surgió la I Internacional en Londres (aunque el funcionamiento efectivo se comenzó a fraguar en el Congreso de Ginebra de 1866) las secciones que componían aquella organización supranacional estaban alejadas de las tendencias que la determinarán ya en la década de 1870. Por ejemplo, en Francia las sociedades obreras adheridas a la I Internacional eran básicamente proudhonianas, sin dejar de lado las posiciones de personajes como Louis Blanc o Auguste Blanqui. En otros lugares como Italia el peso del republicanismo político era evidente (teniendo en cuenta que era una zona en proceso de unificación) al igual que en Alemania, donde personajes como Wilhem Liebnekcht o Ferdinand Lassalle marcaron el ritmo. Y sobre todo en muchas zonas asentadas sobre el mundo de los oficios.
Los debates del marxismo y el bakuninismo no fueron el epicentro del debate hasta una vez represaliada la Comuna de París, aunque las diferencias entre ambos modelos de entender la organización ya se constataban en los congresos y las conferencias de la I Internacional.
Las diferencias entre ambas concepciones fueron básicamente las siguientes:
- Los bakuninistas o colectivistas (como se hacían llamar en la época), concebían la organización de la AIT como una unión de secciones, dotándose estas de libertad de funcionamiento. Alejados de cualquier posición política y de partido, los colectivistas creían en la descentralización de la Internacional. El Consejo General solo debía ser una mera estructura de recepción y distribución de correspondencia entre las secciones. La finalidad de las secciones era la destrucción de todo poder político y la creación de una sociedad nueva sin Estado por medio de la libre federación de productores.
- Los marxistas o socialistas científicos consideraban que el Consejo General debía tener capacidad e influjo sobre las secciones, centralizando parte del trabajo de las mismas. Al contrario que los bakuninistas, creían en la capacidad de creación de partidos políticos obreros que por medio de la conquista de poder pudieran desde ahí transformar la sociedad antes de pasar a la sociedad sin Estado.
Mientras que los bakuninistas tuvieron una fuerte implantación en Italia, parte de Suiza, España y parte de las secciones francesas (recogiendo toda la tradición del proudhonianismo), los marxistas obtuvieron más éxito en las secciones inglesa, alemana u holandesa.
Podrían haber sido modelos de organización complementarias pero no existió voluntad para ello. El Consejo General que residía en Londres ejerció una dirección sobre la Internacional, cuestión que no agradó a las secciones más decantadas por el modelo de organización bakuninista.
El fracaso de la Comuna de París fue el canto del cisne de la propia Internacional. La Conferencia de Londres de 1871 sirvió para empezar a mostrar divisiones irreconciliables así como actas formales de acusaciones contra Bakunin. Allí Utin acusó al anarquista ruso de ejercer un poder en la sombra a través de la propia Alianza de la Democracia Socialista, organización fundada por Bakunin que al integrarse en la Internacional acabó por disolverla. En aquella conferencia pocas voces salieron en la defensa de Bakunin. André Bastelica fue una de las pocas junto a un Anselmo Lorenzo que no daba crédito a lo que oía en aquel comicio.
Las disputas entre las secciones de la Suiza romanda y la Federación de Jura, las acusaciones por distintos periódicos de ambas tendencias de intentos de control y los movimientos de ambos grupos hicieron condenar al fracaso a la Internacional. España fue un ejemplo de cómo se dirimió esa batalla. Constituidos los núcleos de la Internacional desde finales de 1868 por las gestiones realizadas por Fanelli, la división de aquellos vino de la mano de los propios debates internacionales. Max Nettlau dice que aunque la misión de Fanelli fue fundamental, Bakunin no quedó contento con sus gestiones ya que confundió los estatutos de la Alianza con los de la Internacional. Algo que a la larga generó los conflictos. Pero igualmente los internacionales españoles entendieron la Alianza como el grupo específico cohesionado que en caso de dificultades para la propia Internacional no hiciese desaparecer por completo el movimiento obrero naciente. Unas estructuras de la Alianza en España, que a tenor de los documentos aportados por el historiador anarquista Max Nettlau, fueron del conocimiento de Bakunin cuando Lafargue comenzó a publicar artículos en el periódico L'Egalité.
La llegada de Paul Lafargue, una de las figuras más importantes del socialismo internacional, a España iba a generar conflictos en el seno de la propia Internacional. Cercano al grupo en torno al periódico La Emancipación y con el apoyo de José Mesa y Francisco Mora, se creó en Madrid la Nueva Federación Madrileña, aceptada en el seno de la Internacional por el Consejo General y condenada por el Consejo federal de la Federación Regional Española (sección de la Internacional en España) que reconocía a la Federación local de Madrid. Aunque el congreso de Zaragoza de abril de 1872 intentó una solución de consenso, esta no fue posible. Las acusaciones entre La Emancipación y El Condenado (periódico de Tomás González Morago) marcaban la línea de división que se ejemplificó en el congreso de Córdoba de diciembre de 1872 y enero de 1873 y el posterior congreso marxista de Toledo en mayo de 1873 y que mostró el fracaso de las tesis marxistas en España. De hecho la formación marxista del núcleo madrileño y otros que le siguieron era realmente escasa, como se muestra en los artículos de La Emancipación y nos muestra el historiador Michel Ralle.
A nivel internacional la ruptura se da en dos congresos celebrados en septiembre de 1872. Uno en La Haya, donde se produce la expulsión de Bakunin, Guillaume y Schwitzguebel, en ausencia del propio anarquista ruso. Otro, el celebrado pocos días después en Saint-Imier (Suiza) donde el movimiento de índole anarquista fundó su propia Internacional. Incluso en aquel congreso se ofreció la posibilidad, por iniciativa de Bakunin y Guillaume, de crear dos internacionales:
A)Una de síntesis, donde se unieran moderados y revolucionarios, sin tutela de ningún Consejo general.
B)Otra exclusivamente anarquista.
Propuesta que nunca se materializó. El movimiento obrero quedó dividido definitivamente. A partir de ese momento el anarquismo tuvo un camino propio, dando figuras y pensadores de primer nivel como Piotr Kropotkin, Errico Malatesta, Rudolf Rocker, Johann Most, etcétera, que hicieron avanzar el anarquismo y sus posiciones (mutualismo, colectivismo, comunismo libertario).
El anarquismo y algunos procesos revolucionarios. La Comuna de París (1871) y la Revolución rusa (1905 y 1917)
La Comuna de París significó el primer escenario en el que la clase obrera se hizo con el control de la situación. París se organizó de forma muy distinta a lo que hasta ese momento se conocía y en un contexto realmente complicado: la guerra que mantenía Francia con Prusia. Sin embargo, la ciudad de París no confió en los políticos republicanos, que huyeron de la ciudad y se estable cieron en Versalles. Los barrios de París se autoorganizaron, crearon distintos comités, y la ciudad se proclamó en Comuna. Se tomaron medidas de avance para la clase obrera como el fomento de los Talleres Nacionales (algo que ya se puso en marcha tras la revolución de 1848), la reducción de la jornada laboral para los trabajadores, fomento de la escuela y la educación, igualdad hombre-mujer, etcétera. Todas eran medidas que estaban en los programas de las organizaciones obreras y revolucionarias. A pesar de ello existió un profundo debate en el seno de la propia Comuna, sobre todo el representado por los blanquistas y los proudhonianos. Y en ese contexto tuvieron aparición también marxistas y bakuninistas. Mientras los marxistas trabajaron más en sintonía con los blanquistas, los bakuninistas lo hicieron más con los proudhonianos, con los que coincidían en muchos puntos. Por la Comuna pasaron personajes de primera fila como Varlin, uno de los dirigentes del movimiento obrero francés más relevantes que fue fusilado en la represión de la Comuna. Por la experiencia de la Comuna llegaron al anarquismo otros personajes como Louise Michel, que pasó a la historia como una de las mujeres más brillantes del anarquismo.
Podemos decir que el movimiento obrero francés era en su mayoría seguidor de Proudhon, lo que hizo que el anarquismo tuviese un gran arraigo en la Comuna de París. Una vez que el proceso finalizó de forma traumática, todas las ideologías obreras lo reivindicaban como propio. Pero lo cierto es que partiendo de la base de que la Comuna fue de cariz federal, la autoorganización de los diferentes barrios de París y la horizontalidad del proceso le hace estar muy cerca a las posiciones anarquistas. Además un precedente de la misma fue la toma del Ayuntamiento de Lyon donde Bakunin tuvo un papel protagonista. Y desde París se hizo un llamamiento al resto de ciudades de Francia para poder federarse entre sí, ya que hubo intentos de movimientos similares al parisino en Marsella, Narbonne, etcétera.
Y aunque hubo procesos o intentonas revolucionarias posteriores a la Comuna de París, fue la Revolución rusa una de las oportunidades más importantes que se le presentó al anarquismo. Más teniendo en cuenta que dos de los más importantes pensadores anarquistas eran rusos: Mijaíl Bakunin y Piotr Kropotkin. Si en 1905 el movimiento anarquista ruso se presentó más atomizado, con algunos grupos importantes en grandes ciudades como San Petersburgo o Moscú, con la Revolución de 1917 nos encontramos con unas organizaciones libertarias más asentadas y más fuertes. Los anarquistas crearon importantes órganos como Golos Truda, tuvieron multitud de grupos e incluso algunos soviets como el de Bialystok fueron de mayoría anarquista. Y es que esta ciudad, junto con Krynki, fueron bastiones del anarquismo ruso. Personajes como Yuda Grossman, Emma Goldman, Vsevolod Eichembaum “Volin”, Alexander Berkman, etcétera, pusieron al anarquismo ruso como protagonista del cambio revolucionario. Los anarquistas participaron desde primera hora en los soviets, fueron fuertes entre los marinos de Kronstadt desde antes de 1917, etcétera. Incluso fue un anarquista quien irrumpió en la Asamblea Constituyente para clausurarla.
Pero los grandes actos del anarquismo ruso fueron Kronstadt y el majnovismo. Y ambos en medio de una oleada represiva contra el anarquismo ruso por parte del gobierno bolchevique. Una represión que le costó al anarquismo el cierre y clausura de periódicos, persecución y cárcel de sus militantes e incluso la muerte de alguno de ellos como Lev Chorny y Fanny Baron. Nestor Majno organizó un ejército guerrillero, el Ejército Insurreccional Majnovista, que durante tres años de guerra civil en Ucrania combatió la invasión alemana, a los nacionalistas de Petlura y toda suerte de aventureros de la zona. Aunque alcanzaron hasta tres acuerdos con el Ejército Rojo, estos fueron rotos y finalmente los bolcheviques persiguieron y acabaron con el majnovismo en 1921.
Mismo año en el que el soviet de Kronstadt se levantó pidiendo libertad de prensa y organización para las distintas fuerzas socialistas, perseguidas en casi todos los rincones de Rusia. A la cabeza del movimiento una suerte de soldados y marinos que estaban, como Stepan Petrichenko, muy cercanos al anarquismo. Mientras se celebraba el X Congreso del Partido Bolchevique en Petrogrado, las fuerzas del Ejército Rojo arrasaron la ciudad de Kronstadt y acabaron con una rebelión que pretendía convertirse en la Tercera Revolución rusa.
La historia del anarquismo ruso se puede calificar como tragedia, pues aunque se mantuvo dentro de todas las estructuras revolucionarias acabó siendo engullida y represaliada por las fuerzas bolcheviques triunfantes.
El anarquismo en España
De todos los lugares en el mundo donde el anarquismo encontró más resonancia a sus ideas, ese fue España. Ya explicábamos más arriba cómo se produjo la introducción del anarquismo en el país y cómo los postulados de Bakunin en la I Internacional fueron mayoritarios dentro del movimiento obrero español. Personajes como Anselmo Lorenzo, Tomás González Morago, Francisco Ferrer, Mauro Bajatierra, Ricardo Mella, Salvador Seguí, Juan Peiró, Buenaventura Durruti, Francisco Ascaso, Isaac Puente, etcétera, jalonan su historia.
Se ha debatido y estudiado largamente sobre las razones del triunfo del anarquismo en España. Algunas teorías hablan de las influencias milenaristas, como el caso de Gerald Brenan. Visión simplista que venía a decir que el anarquismo sustituía en España al cristianismo como movimiento redentor. Otros consideran que al ser España un país atrasado y de base agraria, el anarquismo tuvo más influencia. Sin embargo, este argumento cae por su propio peso cuando se comprueba que en la zona más industrializada de España como era Cataluña, el anarquismo fue la fuerza obrera mayoritaria.
Quizá las razones para entender el arraigo del anarquismo en España son otras:
1. El sistema de la Restauración que encorsetaba la participación política a un turnismo de partidos dinásticos donde cualquier movimiento de renovación no tenía cabida, hizo del anarquismo una ideología y movimiento influyente para los deseos de transformación social. Si republicanos y socialistas insistían en la participación institucional, para el anarquismo ese camino era inútil y más en un país como España. Ahí el discurso anarquista fue mucho más persuasivo para la clase obrera.
2. La capacidad de organización de los anarquistas fue mucho más efectiva que la de los otros movimientos obreros. Y eso a pesar de los largos periodos de clandestinidad por los que pasaron sus organizaciones. Esa capacidad organizativa fue también base de su éxito.
3. Los anarquistas supieron entender que si el marco de relaciones políticas y sociales que le rodeaban no le iba a dar ninguna oportunidad a la clase obrera, era necesario crear unas estructuras alternativas. Por eso los anarquistas en sus centros crearon escuelas y las dotaron de bibliotecas, con el objetivo de instruir a la clase obrera y hacerla consciente de la situación de explotación que sufría. Fueron las bases que sentaron una cultura propia, la cultura libertaria dentro de la cultura obrera. Sus centros, sus escuelas, sus formas de relaciones, sus símbolos, sus gestos, etcétera, crearon toda una cultura alternativa a la cultura burguesa imperante.
Los anarquistas españoles fueron pioneros en muchas cuestiones. La coeducación de sexos, el desarrollo de pedagogías alternativas, la cuestión de la emancipación femenina, la crítica a la sociedad católica y clerical que le rodeaba, etcétera, fueron conceptos desarrollados por los anarquistas que se hicieron parte de la cultura obrera. La enorme cantidad de cabeceras de periodicos anarquistas demuestra el afán que sus militantes tenían por desarrollar lo que denominaban La Idea (en mayúsculas).
Sin embargo, el anarquismo, y el español en particular, ha sido víctima de algunos lugares comunes que se han desarrollado con el paso del tiempo. Vamos a desentrañar alguno:
a) La naturaleza violenta del anarquismo: a pesar de que el anarquismo, o más exactamente algunos anarquistas, ejercieron en determinados momentos episodios de violencia política, la inmensa mayoría del movimiento anarquista no aprobó esas acciones. Lo primero que habría que explicar es qué motivaba a los anarquistas a ejercer esa violencia. Algunos estaban convencidos de que la eliminación física de algún personaje iba a desencadenar un proceso revolucionario. Otros se movían de forma individual como venganza por acciones represivas. Otras acciones fueron de dudosa procedencia ya ue tenían a infiltrados policiales como protagonistas. Además, el periodo del terrorismo anarquista duró apenas diez o doce años. Esto ha llevado a concluir a algunos historiadores que hay una línea que une el llamado terrorismo anarquista con el yihadismo. Una auténtica aberración historiográfica. Para otros historiadores más ecuánimes como Juan Pablo Calero, el anarquismo español tiró más periódicos que bombas. Incluso durante la Guerra Civil se acusó al anarquismo de ejercer una violencia sin cuartel. Sin eximir de responsabilidad al anarquismo en esa violencia, no fue mayor que la que ejercieron otras organizaciones políticas y sindicales del campo republicano. Incluso anarquistas como Juan Peiró, Juan García Oliver o Melchor Rodríguez, entre otros, tomaron actitudes contrarias a la propia violencia desde los puestos de dirección que desempeñaron en el conflicto.
b) El anarquismo estaba fuera de la realidad: muchos han querido presentar al anarquismo como una ideología fuera de la realidad, un accidente en la historia del movimiento obrero. Presentar a un movimiento obrero bueno y consciente frente a un movimiento obrero malo y díscolo. Pero esta cuestión pierde peso cuando compruebas que la clase obrera española se afilió al movimiento obrero libertario de forma mayoritaria hasta la Guerra Civil y en la clandestinidad. Un movimiento que se considere un accidente nunca habría llegado a tales cotas de organización. De hecho la fundación de la CNT en 1910 hace de este sindicato uno de los más dinámicos y modernos de Europa por su modelo organizativo de Sindicatos Únicos (aprobados en Sants en 1918 y el Congreso de la Comedia de 1919) que renovó el panorama sindical de las sociedades obreras. Igualmente, la malformación histórica de la FAI, nacida en 1927, la aleja de lo que en realidad fue: una unión de grupos anarquistas que extendieron las ideas libertarias por la geografía peninsular. Ni en su acta de fundación ni en la documentación de sus grupos se atisba nada de la acusación que la ha perseguido de ejercer un control sobre la CNT.
c) El anarquismo siempre fue un elemento de división: Se ha pretendido presentar el anarquismo como un outsider de la política. Organizaciones sectarias que no querían caminar con nada ni con nadie. Sin embargo, la historia del anarquismo nos muestra un movimiento que en muchos momentos históricos caminó de la mano de otras organizaciones y movimientos. Durante las revueltas cantonales, en la oposición a la monarquía de Alfonso XIII, contra la dictadura de Primo de Rivera, durante la Guerra Civil, etcétera. Pactos con republicanos, con socialistas y con movimientos que en momentos históricos eran importantes. Cuando tuvo que caminar solo lo hizo. Y a diferencia de otros movimientos se comprueba en las actas de sus congresos la capacidad de autocrítica que tuvieron. El mayor grado de colaboración llegó con la propia Guerra Civil cuando hasta cinco anarquistas ocuparon cargos ministeriales en los gabinetes de Largo Caballero y Juan Negrín. Pero también hubo cargos en el ejército, concejales y alcaldes, jefes de carabineros, etcétera. Algunos denominan esto la contradicción del anarquismo. Otros lo establecen como el mayor ejercicio de pragmatismo y coherencia en un periodo de guerra.
La propaganda del anarquismo le llevó a convertirse en el movimiento obrero mayoritario. Y esto posibilitó que al producirse el golpe de Estado contra la República en julio de 1936 el anarquismo estuviese preparado para la resistencia y para dinamizar una de las revoluciones más profundas de la historia. Las colectivizaciones y el control obrero industrial y agrario que realizaron los sindicatos (CNT y UGT) durante la Guerra Civil constituyeron la mayor capacidad organizativa de la clase obrera. Ya no solo eran capaces de reivindicar mejoras salariales y de condiciones de vida, sino que se mostraron capaces de poder dirigir la economía y la política de un país. Ha sido, con diferencia, el mayor logro histórico del anarquismo.
Sin embargo, el final de la Guerra Civil y el triunfo de Franco impusieron en España un régimen de corte fascista que ejerció una represión inquisitorial contra sus enemigos (el anarquismo entre ellos) y que estableció un modelo social que era diametralmente opuesto al anarquismo.
El anarquismo tras la Segunda Guerra Mundial
La derrota en la Guerra Civil y la represión consiguiente no fueron óbice para que el anarquismo continuara luchando por sus ideas, si bien sus fuerzas disminuyeron. Los anarquistas reconstruyeron en la clandestinidad sus organismos, participaron de la resistencia guerrillera y en la lucha contra nazis y fascistas durante la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, el mundo que se encontraron tras la Guerra Mundial no fue el esperado. El anarquismo tuvo que lidiar entre las dos superpotencias que marcaban el ritmo de la política mundial: EE UU y la URSS. Demasiado para un movimiento que acumulaba muchas derrotas.
A pesar de ello los anarquistas siguieron coordinándose a través de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) y de la Internacional de Federaciones Anarquistas. Tuvo un importante papel en algunos movimientos como el Mayo del 68 y participó de forma activa en la oposición al franquismo. La reconstrucción de la CNT marcó una vitalidad en las ideas libertarias que fueron atajadas por el Estado con las armas que había utilizado siempre: represión y guerra sucia. El problema fue que la respuesta del anarquismo en esta ocasión no fue contundente como en otros momentos. El movimiento libertario español se sumió en una profunda crisis de la que tardó en salir años, sumido en luchas intestinas que llevaron a una escisión que terminó por partirlo.
A pesar de ello los libertarios han seguido participando en muchos movimientos sociales. En el ¡No a la Guerra! se volvió a ver una emergencia de las ideas libertarias así como en luchas por la vivienda y en el campo sindical. Durante el 15M no solo la participación anarquista fue evidente sino que parte de los postulados de ese movimiento partían de la raíz libertaria.
Tras 150 años de la fundación de la I Internacional las ideas anarquistas siguen generando estados de opinión y formas de organización.
[Publicado originalmente en revista Viento Sur # 136, octubre 2014. Tomado de http://vientosur.info/IMG/pdf/VS136_J_Vadillo_Reflexiones_alrededor_de_la_historia_del_anarquismo.pdf.]
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