Arvid Electrohipy
* El siguiente texto está basado en las discusiones de las mesas de economía solidaria llevadas a cabo dentro del evento conocido como Autogestival 2.0, los días 22 y 29 de noviembre de 2014, con la participación de más de 136 proyectos autogestionarios de la zona metropolitana del Distrito Federal y algunos estados de México.
La Economía Solidaria (E.S.) la entendemos como aquella economía que desde hace años, si no es que siglos ya (si pensamos que desde el inicio del capitalismo se ejercen economías de resistencia) se distingue como antagonista al sistema capitalista, explotador, depredador, como lo es la economía capitalista.
La E.S. la entendemos como aquella economía que a través de herramientas de práctica solidaria, como lo son las formas de decisión directas, su acción directa, la asamblea, la cooperativa, el colectivo de autoproducción, la unidad doméstica de sobrevivencia, el trueque, las monedas alternativas y un amplio etcétera, se han propuesto la construcción de instituciones autónomas, que no solo buscan las formas de sacar adelante nuestro vivir, sino de salir de la explotación que significa producir y consumir dentro del capital. La economía solidaria busca la conciencia de que los medios de producción nos pertenecen, construyendo por nosotros mismos una nueva sociedad, una autogestionada.
Esta economía autogestionaria, por sus formas horizontales de construirse representan una forma de oposición al capitalismo diferentes a otras que por la experiencia han resultado ineficaces para resolver nuestros problemas inmediatos y como forma de resistencia, nos referimos a los partidos políticos y los sindicatos de corte vertical. Si bien estos han querido cooptar bajo sus siglas a aquellos que presentan alternativas económicas mediante sus métodos jerárquicos, su clientelismo y falsas promesas, su corrupción y búsqueda del poder, en general, los practicantes de la solidaridad económica han podido permanecer al margen, no solo como una crítica a las viejas e inútiles formas de lucha, sino que ahora y a futuro se dibuja como aglutinador de perspectivas de autoinstitucionalización de prácticas realmente anticapitalistas.
Dentro del contexto del capital extractivista-neoliberal-financiero, en donde el mundo se declara en alerta roja por la depredación, el ecocidio, la sobreexplotación animal y vegetal, la explotación de la mayoría de la humanidad por unos pocos poseedores de los medios de producción, la Economía Solidaria nos representa el horizonte a futuro.
Sin embargo, tenemos que hacer un balance, un diagnóstico crítico sobre nuestro andar, sobre nuestra práctica. Si bien los progresos y la amplitud que ha tenido la idea de una economía alterna, democrática, liberadora, no ha conseguido ir más allá de prácticas marginales, que en temporalidad algunas pocas han podido trascender y sobre todo aún no representan un peligro para el gran capital, y es, nos parece, porque la E.S. no se ha cuestionado el papel que tiene las formas en que producimos y consumimos dentro de nuestros proyectos. No se cuestiona el papel del trabajo que realizamos, que es todavía la misma forma en que el capital “trabaja”.
Así vemos cooperativas que conservan formas verticales de producción, en donde unos dirigen mientras otros o la mayoría se subsume ante la decisión de los expertos que en la repartición de la poca ganancia se llevan una tajada mayor, por poner un ejemplo. Seguimos produciendo mercancías al igual que el capitalismo, pensándolas como forma de sacar nuestro proyecto, en vez de buscar lazos solidarios con la comunidad a la que producimos. Si bien es verdad que aún vivimos en una sociedad productora de mercancías, que utiliza el dinero y por tanto dependemos de ello, no estamos dispuestos a sacrificar una parte de nuestra producción para desfetichizarla del círculo del capital, es decir una parte para el libre intercambio, para producir con un sentido de valor de uso y no de cambio, una parte para el trueque y el ejercicio de la moneda solidaria.
Nos quedamos en la autoproducción individual e individualista, en donde competimos contra los demás para sacar lo “nuestro”. A esto algunos le llamamos la autogestión de la miseria, en donde paliamos al capitalismo por resolver sus carencias, produciendo lo que el capital no puede, dando trabajo a la masa sin crítica y dejándonos en la marginalidad competitiva.
A esto le apuestan los gobiernos, aún los de “izquierda”, dando migajas con sus programas y ministerios de Economía Solidaria o cooperativismo, dando pequeñísimos espacios de venta, cursillos de autoadministración que no cuestionan las formas de producción capitalista, sino que tratan de insertar a las pequeñas “iniciativas” solidarias en el moustro de la competencia del capital, que siempre tendrá formas de comerse al débil. Programas de gobierno clientelista sin una sincera y verdadera opción por la solidaridad y el apoyo mutuo. Pero esto tiene una razón de ser: porque todo Estado está al servicio del capital.
Para que la E.S. realmente represente una alternativa contundente al capitalismo necesita crear organicidad para que los proyectos puedan sobrevivir y pasar a la ofensiva, es decir, crear espacios liberados donde se ejerzan los principios para esta economía. Estos espacios se deben tomar y no pedir al Estado y entes ligados al gran capital si quieren mantenerse fuera de la contaminación que producen éstos. Para diferentes iniciativas de la E.S. aceptar cualquier tipo de financiamiento ha significado la desarticulacion de los colectivos.
El reto es cómo la E.S. logra articular proyectos y espacios y qué formas de lucha aplica para extender la alternativa (porque el capital no se dejará arrancar espacios tan fácilmente) y pasar de una economía solidaria a una Economía Autónoma.
Una Economía Autónoma significa crear vínculos y lazos de intercambio independiente a los que se dan en el mundo capitalista, con capacidad de decisión sobre qué produce, cómo lo produce y como lo intercambia, y sólo puede conseguirlo haciendo lazos formales e informales, es decir organizados horizontalmente y sin jerarquías, en donde la solidaridad y el apoyo mutuo sea la principal característica.
Una economía autónoma podría ser una que priorizara estos vínculos solidarios como los tianguis de trueke, antes que el mercado capitalista. Que avancemos en grupo, que se conviertan en colectivos de acción, decisión y presión para establecer nuestras formas autogestionarias sin que se nos condicione, exija o niegue. Convertir estas pequeñas células disgregadas en un bloque fiel a su ideal solidario.
Una economía que crea, que tome espacios y los libere para la práctica autogestionaria. Una economía que se convierta en un referente de autoorganización sin jerarquías y lideratos, que constantemente estudie, autoadministre, se diagnostique para su autosustentabilidad económica. Una economía que vea por todos y que pida a cada uno según su capacidad y que dé a cada uno según su necesidad.
Una economía en donde nadie sea dueño de los medios de producción sino aquellos que los trabajen, que no produzca mercancías con valor de cambio, sino necesidades reales y productos con valor de uso. Una que produzca orgánica y ecológicamente, sin sobreexplotación de la naturaleza incluyéndonos como humanos dentro de esta. Una economía que no sólo produzca por producir, sino por tomar el control de nuestra propias vidas, sin estar un@s por encima de otr@s.
Son aspectos que en pequeño hemos practicado pero que entendidos en nuestros objetivos y vinculados, podemos crear primero solución y apoyo para nuestros proyectos y necesidades primarias, y segundo, crear una sociedad basada en los principios de la autogestión: democracia directa, acción directa, solidaridad y apoyo mutuo, formación y extensión. Sólo necesitamos un poco de valor, voluntad, decisión y conciencia para hacerlo.
[Publicado originalmente en revista Verbo Libertario # 5, Guadalajara, enero-abril 2015. La edición completa es accesible en http://autonomiayemancipacion.org/wp-content/uploads/2015/04/Verbo-Libertario-5.pdf.]
* El siguiente texto está basado en las discusiones de las mesas de economía solidaria llevadas a cabo dentro del evento conocido como Autogestival 2.0, los días 22 y 29 de noviembre de 2014, con la participación de más de 136 proyectos autogestionarios de la zona metropolitana del Distrito Federal y algunos estados de México.
La Economía Solidaria (E.S.) la entendemos como aquella economía que desde hace años, si no es que siglos ya (si pensamos que desde el inicio del capitalismo se ejercen economías de resistencia) se distingue como antagonista al sistema capitalista, explotador, depredador, como lo es la economía capitalista.
La E.S. la entendemos como aquella economía que a través de herramientas de práctica solidaria, como lo son las formas de decisión directas, su acción directa, la asamblea, la cooperativa, el colectivo de autoproducción, la unidad doméstica de sobrevivencia, el trueque, las monedas alternativas y un amplio etcétera, se han propuesto la construcción de instituciones autónomas, que no solo buscan las formas de sacar adelante nuestro vivir, sino de salir de la explotación que significa producir y consumir dentro del capital. La economía solidaria busca la conciencia de que los medios de producción nos pertenecen, construyendo por nosotros mismos una nueva sociedad, una autogestionada.
Esta economía autogestionaria, por sus formas horizontales de construirse representan una forma de oposición al capitalismo diferentes a otras que por la experiencia han resultado ineficaces para resolver nuestros problemas inmediatos y como forma de resistencia, nos referimos a los partidos políticos y los sindicatos de corte vertical. Si bien estos han querido cooptar bajo sus siglas a aquellos que presentan alternativas económicas mediante sus métodos jerárquicos, su clientelismo y falsas promesas, su corrupción y búsqueda del poder, en general, los practicantes de la solidaridad económica han podido permanecer al margen, no solo como una crítica a las viejas e inútiles formas de lucha, sino que ahora y a futuro se dibuja como aglutinador de perspectivas de autoinstitucionalización de prácticas realmente anticapitalistas.
Dentro del contexto del capital extractivista-neoliberal-financiero, en donde el mundo se declara en alerta roja por la depredación, el ecocidio, la sobreexplotación animal y vegetal, la explotación de la mayoría de la humanidad por unos pocos poseedores de los medios de producción, la Economía Solidaria nos representa el horizonte a futuro.
Sin embargo, tenemos que hacer un balance, un diagnóstico crítico sobre nuestro andar, sobre nuestra práctica. Si bien los progresos y la amplitud que ha tenido la idea de una economía alterna, democrática, liberadora, no ha conseguido ir más allá de prácticas marginales, que en temporalidad algunas pocas han podido trascender y sobre todo aún no representan un peligro para el gran capital, y es, nos parece, porque la E.S. no se ha cuestionado el papel que tiene las formas en que producimos y consumimos dentro de nuestros proyectos. No se cuestiona el papel del trabajo que realizamos, que es todavía la misma forma en que el capital “trabaja”.
Así vemos cooperativas que conservan formas verticales de producción, en donde unos dirigen mientras otros o la mayoría se subsume ante la decisión de los expertos que en la repartición de la poca ganancia se llevan una tajada mayor, por poner un ejemplo. Seguimos produciendo mercancías al igual que el capitalismo, pensándolas como forma de sacar nuestro proyecto, en vez de buscar lazos solidarios con la comunidad a la que producimos. Si bien es verdad que aún vivimos en una sociedad productora de mercancías, que utiliza el dinero y por tanto dependemos de ello, no estamos dispuestos a sacrificar una parte de nuestra producción para desfetichizarla del círculo del capital, es decir una parte para el libre intercambio, para producir con un sentido de valor de uso y no de cambio, una parte para el trueque y el ejercicio de la moneda solidaria.
Nos quedamos en la autoproducción individual e individualista, en donde competimos contra los demás para sacar lo “nuestro”. A esto algunos le llamamos la autogestión de la miseria, en donde paliamos al capitalismo por resolver sus carencias, produciendo lo que el capital no puede, dando trabajo a la masa sin crítica y dejándonos en la marginalidad competitiva.
A esto le apuestan los gobiernos, aún los de “izquierda”, dando migajas con sus programas y ministerios de Economía Solidaria o cooperativismo, dando pequeñísimos espacios de venta, cursillos de autoadministración que no cuestionan las formas de producción capitalista, sino que tratan de insertar a las pequeñas “iniciativas” solidarias en el moustro de la competencia del capital, que siempre tendrá formas de comerse al débil. Programas de gobierno clientelista sin una sincera y verdadera opción por la solidaridad y el apoyo mutuo. Pero esto tiene una razón de ser: porque todo Estado está al servicio del capital.
Para que la E.S. realmente represente una alternativa contundente al capitalismo necesita crear organicidad para que los proyectos puedan sobrevivir y pasar a la ofensiva, es decir, crear espacios liberados donde se ejerzan los principios para esta economía. Estos espacios se deben tomar y no pedir al Estado y entes ligados al gran capital si quieren mantenerse fuera de la contaminación que producen éstos. Para diferentes iniciativas de la E.S. aceptar cualquier tipo de financiamiento ha significado la desarticulacion de los colectivos.
El reto es cómo la E.S. logra articular proyectos y espacios y qué formas de lucha aplica para extender la alternativa (porque el capital no se dejará arrancar espacios tan fácilmente) y pasar de una economía solidaria a una Economía Autónoma.
Una Economía Autónoma significa crear vínculos y lazos de intercambio independiente a los que se dan en el mundo capitalista, con capacidad de decisión sobre qué produce, cómo lo produce y como lo intercambia, y sólo puede conseguirlo haciendo lazos formales e informales, es decir organizados horizontalmente y sin jerarquías, en donde la solidaridad y el apoyo mutuo sea la principal característica.
Una economía autónoma podría ser una que priorizara estos vínculos solidarios como los tianguis de trueke, antes que el mercado capitalista. Que avancemos en grupo, que se conviertan en colectivos de acción, decisión y presión para establecer nuestras formas autogestionarias sin que se nos condicione, exija o niegue. Convertir estas pequeñas células disgregadas en un bloque fiel a su ideal solidario.
Una economía que crea, que tome espacios y los libere para la práctica autogestionaria. Una economía que se convierta en un referente de autoorganización sin jerarquías y lideratos, que constantemente estudie, autoadministre, se diagnostique para su autosustentabilidad económica. Una economía que vea por todos y que pida a cada uno según su capacidad y que dé a cada uno según su necesidad.
Una economía en donde nadie sea dueño de los medios de producción sino aquellos que los trabajen, que no produzca mercancías con valor de cambio, sino necesidades reales y productos con valor de uso. Una que produzca orgánica y ecológicamente, sin sobreexplotación de la naturaleza incluyéndonos como humanos dentro de esta. Una economía que no sólo produzca por producir, sino por tomar el control de nuestra propias vidas, sin estar un@s por encima de otr@s.
Son aspectos que en pequeño hemos practicado pero que entendidos en nuestros objetivos y vinculados, podemos crear primero solución y apoyo para nuestros proyectos y necesidades primarias, y segundo, crear una sociedad basada en los principios de la autogestión: democracia directa, acción directa, solidaridad y apoyo mutuo, formación y extensión. Sólo necesitamos un poco de valor, voluntad, decisión y conciencia para hacerlo.
[Publicado originalmente en revista Verbo Libertario # 5, Guadalajara, enero-abril 2015. La edición completa es accesible en http://autonomiayemancipacion.org/wp-content/uploads/2015/04/Verbo-Libertario-5.pdf.]
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