J.R. López Padrino
Sectores de la oposición venezolana lanzaron el pasado 11 de Febrero una propuesta titulada “Acuerdo Nacional para la Transición”. Esta iniciativa ha sido promovida por los mismos factores políticos que apostaron en el pasado a las fracasadas e irresponsables iniciativas de “la salida”, la “Asamblea Nacional Constituyente” y el “Congreso Ciudadano” como opciones frente al régimen despótico y represivo de Maduro
El documento representa una iniciativa política sectaria y excluyente frente a una coyuntura política que reclama una conducta unitaria y diáfana. Además, el texto de dicho documento es un tanto impreciso y confuso en cuanto a los mecanismos a través de los cuales se daría la supuesta transición. Históricamente las transiciones pueden darse de manera impuesta o negociada. Las transiciones impuestas implican la participación obligatoria de la Fuerza Armada, mientras que las transiciones negociadas responden a un dialogo “impuesto” por las circunstancias políticas entre el gobierno y la oposición. Los proponentes de este Acuerdo Nacional repiten el mismo libreto de “la salida” al no explicar como se lograría la mentada transición. “Salida” que terminó siendo una dolorosa encerrona donde decenas de venezolanos fueron asesinados por los aparatos represivos del régimen y sus grupos paramilitares, cientos arrestados, torturados y sometidos a espurios procesos judiciales a manos de jueces corruptos lame botas.
Además, en dicho documento más allá de insistir en la renuncia de Maduro y su camarilla, no hay mayor referencia al problema económico, más allá de señalar la necesidad de eliminar los controles impuestos por el régimen y devolver a sus propietarios las empresas estatizadas. No se menciona la necesidad de reorientar la inversión social, de revertir las leoninas empresas mixtas, de anular las concesiones gasíferas y petroleras al capital transnacional y suspender las aborrecibles zonas económicas especiales.
Nadie duda de las debilidades del régimen de Maduro y sus compinches, de la gravedad de la crisis económico-social, de la corrupción gubernamental, de la escasez de alimentos y medicinas, de la ruina del aparato productivo nacional, pero pensar que el fachochavismo va entregar el poder solo porque un grupo de ciudadanos se lo solicite es una estrategia equivocada, fantasiosa y fuera de la realidad. Frente a un régimen autoritario, represivo, carente de talante democrático la renuncia no es una opción política seria y viable. Además los proponentes se equivocan al solicitarle la renuncia a Maduro ya que él no es realmente un presidente en ejercicio, ya que el mismo es ejercido por los milicos bolivarianos, garantes de la continuidad del proyecto hegemónico
Los problemas que afectan a los venezolanos son el resultado de un modelo económico fracasado (estadolatria capitalista), una manera de gobernar (autoritarismo militarista) y de la pérdida de la institucionalidad (confiscación de los poderes) impuestos por la casta cívico-militar que desgobierna al país desde 1998. La superación de estos males no radica en la reformulación jurídica de la Carta Magna, o un Congreso Ciudadano divorciado de los sectores populares, sino en una cuidadosa acumulación de fuerzas sociales que permita conquistar la mayoría en la Asamblea Nacional (2015) y eventualmente derrotar al propio Maduro a través de un referéndum revocatorio. Triunfos electorales que permitirían la reinstitucionalización del Estado (separación real de los poderes), la atención inmediata de los más graves problemas existentes (inseguridad ciudadana, desabastecimiento, inflación, desempleo), cese de la militarización y represión institucional, y la suspensión definitiva del terrorismo de Estado imperante.
Lamentablemente estos sectores políticos se aprovechan de la desesperación que priva en muchos venezolanos y de su ingenuidad política planteándole salidas urgentes, milagrosas y además confusas. Se empecinan en desarrollar políticas sectarias, y vanguardistas que sub-estiman al contrario y sobre-estiman las fuerzas propias. Políticas que comprometen la consolidación de una estrategia común que permita desalojar del poder a esta banda de asaltantes que han tomado al Estado venezolano como su botín de guerra.
No más atajos inciertos, no más discursos elitescos sin contenido social. Basta de las retóricas que crean falsas esperanzas y que siempre terminan en sangrientos desastres políticos.
Sectores de la oposición venezolana lanzaron el pasado 11 de Febrero una propuesta titulada “Acuerdo Nacional para la Transición”. Esta iniciativa ha sido promovida por los mismos factores políticos que apostaron en el pasado a las fracasadas e irresponsables iniciativas de “la salida”, la “Asamblea Nacional Constituyente” y el “Congreso Ciudadano” como opciones frente al régimen despótico y represivo de Maduro
El documento representa una iniciativa política sectaria y excluyente frente a una coyuntura política que reclama una conducta unitaria y diáfana. Además, el texto de dicho documento es un tanto impreciso y confuso en cuanto a los mecanismos a través de los cuales se daría la supuesta transición. Históricamente las transiciones pueden darse de manera impuesta o negociada. Las transiciones impuestas implican la participación obligatoria de la Fuerza Armada, mientras que las transiciones negociadas responden a un dialogo “impuesto” por las circunstancias políticas entre el gobierno y la oposición. Los proponentes de este Acuerdo Nacional repiten el mismo libreto de “la salida” al no explicar como se lograría la mentada transición. “Salida” que terminó siendo una dolorosa encerrona donde decenas de venezolanos fueron asesinados por los aparatos represivos del régimen y sus grupos paramilitares, cientos arrestados, torturados y sometidos a espurios procesos judiciales a manos de jueces corruptos lame botas.
Además, en dicho documento más allá de insistir en la renuncia de Maduro y su camarilla, no hay mayor referencia al problema económico, más allá de señalar la necesidad de eliminar los controles impuestos por el régimen y devolver a sus propietarios las empresas estatizadas. No se menciona la necesidad de reorientar la inversión social, de revertir las leoninas empresas mixtas, de anular las concesiones gasíferas y petroleras al capital transnacional y suspender las aborrecibles zonas económicas especiales.
Nadie duda de las debilidades del régimen de Maduro y sus compinches, de la gravedad de la crisis económico-social, de la corrupción gubernamental, de la escasez de alimentos y medicinas, de la ruina del aparato productivo nacional, pero pensar que el fachochavismo va entregar el poder solo porque un grupo de ciudadanos se lo solicite es una estrategia equivocada, fantasiosa y fuera de la realidad. Frente a un régimen autoritario, represivo, carente de talante democrático la renuncia no es una opción política seria y viable. Además los proponentes se equivocan al solicitarle la renuncia a Maduro ya que él no es realmente un presidente en ejercicio, ya que el mismo es ejercido por los milicos bolivarianos, garantes de la continuidad del proyecto hegemónico
Los problemas que afectan a los venezolanos son el resultado de un modelo económico fracasado (estadolatria capitalista), una manera de gobernar (autoritarismo militarista) y de la pérdida de la institucionalidad (confiscación de los poderes) impuestos por la casta cívico-militar que desgobierna al país desde 1998. La superación de estos males no radica en la reformulación jurídica de la Carta Magna, o un Congreso Ciudadano divorciado de los sectores populares, sino en una cuidadosa acumulación de fuerzas sociales que permita conquistar la mayoría en la Asamblea Nacional (2015) y eventualmente derrotar al propio Maduro a través de un referéndum revocatorio. Triunfos electorales que permitirían la reinstitucionalización del Estado (separación real de los poderes), la atención inmediata de los más graves problemas existentes (inseguridad ciudadana, desabastecimiento, inflación, desempleo), cese de la militarización y represión institucional, y la suspensión definitiva del terrorismo de Estado imperante.
Lamentablemente estos sectores políticos se aprovechan de la desesperación que priva en muchos venezolanos y de su ingenuidad política planteándole salidas urgentes, milagrosas y además confusas. Se empecinan en desarrollar políticas sectarias, y vanguardistas que sub-estiman al contrario y sobre-estiman las fuerzas propias. Políticas que comprometen la consolidación de una estrategia común que permita desalojar del poder a esta banda de asaltantes que han tomado al Estado venezolano como su botín de guerra.
No más atajos inciertos, no más discursos elitescos sin contenido social. Basta de las retóricas que crean falsas esperanzas y que siempre terminan en sangrientos desastres políticos.
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