Eduardo Salazar
A las 3 de la madrugada, el viento sopla fuerte y el cielo está más oscuro que de costumbre en la capital venezolana. A esa hora, la pena alcanza y derriba a sus anchas, y más si tienes a un familiar desde las 8:30 pm en quirófano (tras 14 horas de espera) y no sabes nada de él. ¿No reacciona después de la operación? ¿Continúa dormitado? ¿O creíste que lo están interviniendo quirúrgicamente pero sigue a la espera? Son tantas las dudas que se presentan en un momento como ése que no hay manera de explicar la angustia y la desesperación.
Así nos lo cuentan María y su esposo Esteban Martínez, quienes vivieron en carne propia el coma inducido en el que se encuentra el sistema hospitalario venezolano. Su experiencia comenzó cuando su hijo de 21 años debió acudir a la emergencia del Hospital Dr. Domingo Luciani, ubicado en El Llanito, en Caracas. Javier, el hijo de María y Esteban, sufrió una apendicitis. Esto lo padecen entre el 5 y 15% de la población venezolana, mayormente en su juventud (según estudios de la UCV). Hablando de la forma más clara posible, la obstrucción del apéndice requiere intervención quirúrgica sencilla, pero ante la situación de los hospitales públicos (falta de infraestructura y carencia de insumos) sufrir una apendicitis puede conducir al paciente a la muerte.
Mil y una historia más
Virginia Gutiérrez nos cuenta que su esposo también fue diagnosticado con apendicitis hace un par de meses, pero corrió con menos suerte: él llegó al Hospital Clínico Universitario a las 9 de la mañana de un martes y fue operado más de 30 horas después, lo que le produjo una complicación, peritonitis, que por poco le quita la vida. Quince días en terapia intensiva duró el hombre. El por qué se tardaron tanto para operarlo se redujo a “estamos abarrotados”.
Tras una investigación minuciosa se entiende que todos los venezolanos están a merced de la crisis hospitalaria, pues en las clínicas privadas los costos de citas médicas, operaciones y exámenes aumenta semana a semana. Incluso aquellos que están asegurados deben trasladarse a centros públicos debido a que exceden la cobertura de su seguro o no les alcanza para pagar los servicios.
Ese es el caso de la diseñadora Marhitza Romero. Su sobrina murió hace un año, cuando fue diagnosticada con pancreatitis. En el hospital la dejaron mucho tiempo sin atención, lo que le produjo una septicemia. Tenía 30 años y dejó a una niña huérfana. La familia aún vive con el dolor y la mera idea de pisar otro hospital les pone los nervios de punta.
Muchas son las historias personales, todas lamentables por igual, pero bien lo resume un taxista, de unos 30 años, del Hospital Domingo Luciani que prefirió no dar su nombre: “Eso que usted está viendo en Emergencias no es nada. Aparte que no atienden, hay full inseguridad. Aquí los fines de semana, los malandros traen a sus amigos heridos y, como no los atienden, entonces le caen a tiro al hospital. En el día ha mejorado la seguridad dentro, pero antes hasta robaban en las escaleras internas. “Los familiares de los pacientes aquí en el estacionamiento son robados, porque hay mucho vigilante y hasta militares custodiando, pero no tienen ni un candado para defenderse de los malandros”. El hombre sigue contando: “Todos estamos a la interperie [sic, por intemperie] y yo no soy opositor. Ojo, no es una guerra de los medios, ni económica, es la realidad del pobre… Este país tiene mucho petróleo, pero nosotros no tenemos ni dónde caernos muertos”.
Y los profesionales de la salud ¿qué dicen?
Pues ellos aseveran que se ven perjudicados por igual. Es el caso de uno de los coordinadores de Médicos por la Salud, José Manuel Olivares. El especialista cree que la situación actual de los hospitales es caótica: “En el Clínico Universitario, al igual que en otros hospitales del país, no hay anestesia, no hay compresas, no hay jeringas… Los médicos luchamos por atender a la gente”.
Olivares, al igual que otros médicos y enfermeras consultados para hacer este blog, coincide en que la espera en los hospitales públicos sucede por la paralización de los quirófanos y la ausencia de recursos, una combinación mortal para los pacientes. “Ya basta de llevarse las lágrimas del pobre al bolsillo…”. Además, el médico de 29 años denuncia que “la corrupción es la que hace que mueran los venezolanos por falta de insumos”. Una de las enfermeras del Domingo Luciani, identificada simplemente como “Gladys”, apunta que “tenemos que pedir a los familiares que compren las medicinas o hasta las aspirinas, pues aquí no hay nada o llega muy poco”.
Otro dato interesante aportada por Médicos por la Salud es que, hoy por hoy, en la misión social Barrio Adentro -una de las banderas de la Revolución liderada por el fallecido Hugo Chávez- el 69% de los módulos están inoperativos.
Nuevamente gracias a Dios
A Javier ya lo dieron de alta y está recuperándose en su casa. Él lo único que pudo declarar fue “gracias a Dios”. Y esa frase se repite incesantemente en varios escenarios del país. No es de extrañar cuando desde la propia Presidencia se implora a que el Ser Supremo provea al pueblo.
Y, justamente, vamos a cerrar con algo que pareciera una constante, y es el petitorio de la ciudadanía a que el Ejecutivo nacional, liderado por Nicolás Maduro, mire hacia abajo y se preocupe verdaderamente por las necesidades de la población, sin echarle la culpa a nadie. Ellos no quieren tumbar al Gobierno (de hecho, muchos lo apoyan). No obstante, piden harina y leche sin colas y, en lo que corresponde a este reporte, rayos X, suero e hilo de coser.
[Tomado de http://eltoque.com/blog/ir-un-hospital-en-venezuela-ruleta-rusa.]
A las 3 de la madrugada, el viento sopla fuerte y el cielo está más oscuro que de costumbre en la capital venezolana. A esa hora, la pena alcanza y derriba a sus anchas, y más si tienes a un familiar desde las 8:30 pm en quirófano (tras 14 horas de espera) y no sabes nada de él. ¿No reacciona después de la operación? ¿Continúa dormitado? ¿O creíste que lo están interviniendo quirúrgicamente pero sigue a la espera? Son tantas las dudas que se presentan en un momento como ése que no hay manera de explicar la angustia y la desesperación.
Así nos lo cuentan María y su esposo Esteban Martínez, quienes vivieron en carne propia el coma inducido en el que se encuentra el sistema hospitalario venezolano. Su experiencia comenzó cuando su hijo de 21 años debió acudir a la emergencia del Hospital Dr. Domingo Luciani, ubicado en El Llanito, en Caracas. Javier, el hijo de María y Esteban, sufrió una apendicitis. Esto lo padecen entre el 5 y 15% de la población venezolana, mayormente en su juventud (según estudios de la UCV). Hablando de la forma más clara posible, la obstrucción del apéndice requiere intervención quirúrgica sencilla, pero ante la situación de los hospitales públicos (falta de infraestructura y carencia de insumos) sufrir una apendicitis puede conducir al paciente a la muerte.
Mil y una historia más
Virginia Gutiérrez nos cuenta que su esposo también fue diagnosticado con apendicitis hace un par de meses, pero corrió con menos suerte: él llegó al Hospital Clínico Universitario a las 9 de la mañana de un martes y fue operado más de 30 horas después, lo que le produjo una complicación, peritonitis, que por poco le quita la vida. Quince días en terapia intensiva duró el hombre. El por qué se tardaron tanto para operarlo se redujo a “estamos abarrotados”.
Tras una investigación minuciosa se entiende que todos los venezolanos están a merced de la crisis hospitalaria, pues en las clínicas privadas los costos de citas médicas, operaciones y exámenes aumenta semana a semana. Incluso aquellos que están asegurados deben trasladarse a centros públicos debido a que exceden la cobertura de su seguro o no les alcanza para pagar los servicios.
Ese es el caso de la diseñadora Marhitza Romero. Su sobrina murió hace un año, cuando fue diagnosticada con pancreatitis. En el hospital la dejaron mucho tiempo sin atención, lo que le produjo una septicemia. Tenía 30 años y dejó a una niña huérfana. La familia aún vive con el dolor y la mera idea de pisar otro hospital les pone los nervios de punta.
Muchas son las historias personales, todas lamentables por igual, pero bien lo resume un taxista, de unos 30 años, del Hospital Domingo Luciani que prefirió no dar su nombre: “Eso que usted está viendo en Emergencias no es nada. Aparte que no atienden, hay full inseguridad. Aquí los fines de semana, los malandros traen a sus amigos heridos y, como no los atienden, entonces le caen a tiro al hospital. En el día ha mejorado la seguridad dentro, pero antes hasta robaban en las escaleras internas. “Los familiares de los pacientes aquí en el estacionamiento son robados, porque hay mucho vigilante y hasta militares custodiando, pero no tienen ni un candado para defenderse de los malandros”. El hombre sigue contando: “Todos estamos a la interperie [sic, por intemperie] y yo no soy opositor. Ojo, no es una guerra de los medios, ni económica, es la realidad del pobre… Este país tiene mucho petróleo, pero nosotros no tenemos ni dónde caernos muertos”.
Y los profesionales de la salud ¿qué dicen?
Pues ellos aseveran que se ven perjudicados por igual. Es el caso de uno de los coordinadores de Médicos por la Salud, José Manuel Olivares. El especialista cree que la situación actual de los hospitales es caótica: “En el Clínico Universitario, al igual que en otros hospitales del país, no hay anestesia, no hay compresas, no hay jeringas… Los médicos luchamos por atender a la gente”.
Olivares, al igual que otros médicos y enfermeras consultados para hacer este blog, coincide en que la espera en los hospitales públicos sucede por la paralización de los quirófanos y la ausencia de recursos, una combinación mortal para los pacientes. “Ya basta de llevarse las lágrimas del pobre al bolsillo…”. Además, el médico de 29 años denuncia que “la corrupción es la que hace que mueran los venezolanos por falta de insumos”. Una de las enfermeras del Domingo Luciani, identificada simplemente como “Gladys”, apunta que “tenemos que pedir a los familiares que compren las medicinas o hasta las aspirinas, pues aquí no hay nada o llega muy poco”.
Otro dato interesante aportada por Médicos por la Salud es que, hoy por hoy, en la misión social Barrio Adentro -una de las banderas de la Revolución liderada por el fallecido Hugo Chávez- el 69% de los módulos están inoperativos.
Nuevamente gracias a Dios
A Javier ya lo dieron de alta y está recuperándose en su casa. Él lo único que pudo declarar fue “gracias a Dios”. Y esa frase se repite incesantemente en varios escenarios del país. No es de extrañar cuando desde la propia Presidencia se implora a que el Ser Supremo provea al pueblo.
Y, justamente, vamos a cerrar con algo que pareciera una constante, y es el petitorio de la ciudadanía a que el Ejecutivo nacional, liderado por Nicolás Maduro, mire hacia abajo y se preocupe verdaderamente por las necesidades de la población, sin echarle la culpa a nadie. Ellos no quieren tumbar al Gobierno (de hecho, muchos lo apoyan). No obstante, piden harina y leche sin colas y, en lo que corresponde a este reporte, rayos X, suero e hilo de coser.
[Tomado de http://eltoque.com/blog/ir-un-hospital-en-venezuela-ruleta-rusa.]
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