Edson Passetti (Nu-Sol; São Paulo)
El Islam obsesiona al Occidente de los estados laicos y su convenida tolerancia a diversas religiones. El cambio producido en 1979 por la llamada revolución en Irán contra el despotismo Occidental convirtió aquel Estado en una república islámica teocrática. Este Islam político necesita tanto de tornarse Estado como del terror transterritorial. No está dispuesto para una posible negociación. No implica una guerra entre dioses, sino una guerra de hombres para imponer un Dios único en cualquier lugar. Puede estar en un espacio nacional tradicional, como en Irán; encontrar refugio en varios estados, como Al-Qaeda; o hacerse lugar propio dentro de otro Estado, como en Irak y Siria.
Es entre los islámicos europeos pacifistas e integrados donde reposan las expectativas occidentales de conducta democrática moderada. Sus derechos se respetan bajo las leyes del Estado laico y ellos deben adaptarse a la tolerancia. Aún así, a veces ocurren tensiones con estos musulmanes sosegados cuando tratan de obtener reconocimiento de sus conductas, ajustadas a los preceptos religiosos. Estado y la religión, incluso después de la Ilustración, siguen estando intrínsecamente relacionados.
Europa vive ahora el crecimiento tanto del Islam pacífico como del violento. En Alemania, a finales de 2014, el movimiento Pegida (por las siglas que significan "europeos patrióticos contra la islamización de Occidente") encabezó la movilización fascista contra el Islam y el derecho de asilo político, ya restringido por el Parlamento conservador desde 1993. En Alemania incomoda la creciente presencia de sirios huyendo del Estado Islámico. En Francia incomoda que franceses de ascendencia musulmana están luchando al lado del Estado islámico y que pronto podrían volver y marcar el comienzo de las prácticas de ocupación territorial vía acciones terroristas. Hay un fuerte temor ante el islamismo violento, al mismo tiempo que una movilización democrática en función de "apagar la luz de Pegida". Ese movimiento de acusados rasgos fascistas utiliza el lema "Nosotros somos el pueblo", tomado del movimiento de los alemanes de la antigua RDA durante la unificación de las dos Alemanias, y su objetivo es "preservar la identidad germana."
En diciembre 2014 el crecimiento de la movilización xenófoba era visible. En enero el ataque a Charlie Hebdo en Francia introdujo otra reacción de calle contra el terrorismo islámico. En pocos días Europa dejó en claro para derecha e izquierda que los conflictos en torno a la cuestión islámica se vuelven cada vez más intensos y complejos. Por un lado, la reacción xenófoba, por otra parte, los actos de terror islámico organizado. Por un lado, aquello de la democracia que merece protegerse e incrementarse, y por otra parte, esa "democracia" que alienta las tendencias fascistas por la preservación de la identidad nacional y/o europea.
Hay una violencia intrínseca al regimen del Estado, a su salvaguarda y a la forma en que trata el islamismo pacífico o violento como peligroso para la seguridad de todos los europeos. Una vez más, democracia y teocracia están luchando, desde la década de 1990, en el marco cada vez más común de situaciones de violencia. Entre tanto, se proclaman tolerancia y moderación para suavizar la tensión con retórica. Crece el temor visible al Islam como difusor de una guerra santa, lo que fortalece a la derecha. La izquierda, por su parte, se refiere a los requisitos legales y los derechos, pero se torna en inofensiva ante el Islam político y violento, refractario a la democracia. Esa izquierda necesita de los musulmanes pacíficos e integrados. En lo histórico, necesita recuperar lo importante que fueron las innovaciones aportadas por la influencia islámica despues del siglo VIII y distanciarse del régimen de segregación, expulsiones y masacres cuyo apogeo se produjo en el siglo XV. Pero Europa, hoy unificada, solo piensa en si misma. Y por ello teme al Islam.
El episodio del pasado 7 de enero en la sede de Charlie Hebdo atentó contra la libertad de pensamiento pero también contra ese anticlericalismo siempre inaceptable en el mundo burgués y democrático. Medios de prensa como el New York Daily News, The Independent, la CNN y la agencia Associated Press informaron del ataque, pero presentaron borrosamente las imágenes iconoclastas del semanario francés por temor a represalias. Los comentaristas "bien pensantes" se han pronunciado en contra de los excesos de Charlie Hebdo. A fin de cuentas, el pensar correcto supone en esta democracia moderación al criticar las religiones. Esta moderación se ajusta a los preceptos de la tolerancia, pero su correlato es el miedo, y cómo tal cede victorias a sus enemigos.
El semanario francés, casualmente, se refirió criticamente antes del hecho a la aparición del libro de Michel Houellebecq, Soumission, novelando un futuro gobierno islámico en Francia. Sea por lo que fuese, el ataque se produjo el día del lanzamiento del libro. Los agresores ametrallaron a los policías que custodiaban la sede del semanario, a sus creadores y desaparecieron antes que asomara el arsenal de la seguridad estatal y sus equipos. Pronto fueron alabados por el Estado islámico. Por encima del "Je suis Charlie" escrito por ciudadanos en las calles francesas, o el hashtag #notinmyname formado por religiosos musulmanes pacifistas contra el Estado islámico, había quedado la velocidad y la agilidad del terror político contra el libre pensamiento. Charlie Hebdo también es peligroso para quien se viste de demócrata tolerante.
[El original en portugués está disponible en http://www.nu-sol.org/agora/agendanota.php?idAgenda=598. La traducción al castellano es de la Redacción de El Libertario.]
El Islam obsesiona al Occidente de los estados laicos y su convenida tolerancia a diversas religiones. El cambio producido en 1979 por la llamada revolución en Irán contra el despotismo Occidental convirtió aquel Estado en una república islámica teocrática. Este Islam político necesita tanto de tornarse Estado como del terror transterritorial. No está dispuesto para una posible negociación. No implica una guerra entre dioses, sino una guerra de hombres para imponer un Dios único en cualquier lugar. Puede estar en un espacio nacional tradicional, como en Irán; encontrar refugio en varios estados, como Al-Qaeda; o hacerse lugar propio dentro de otro Estado, como en Irak y Siria.
Es entre los islámicos europeos pacifistas e integrados donde reposan las expectativas occidentales de conducta democrática moderada. Sus derechos se respetan bajo las leyes del Estado laico y ellos deben adaptarse a la tolerancia. Aún así, a veces ocurren tensiones con estos musulmanes sosegados cuando tratan de obtener reconocimiento de sus conductas, ajustadas a los preceptos religiosos. Estado y la religión, incluso después de la Ilustración, siguen estando intrínsecamente relacionados.
Europa vive ahora el crecimiento tanto del Islam pacífico como del violento. En Alemania, a finales de 2014, el movimiento Pegida (por las siglas que significan "europeos patrióticos contra la islamización de Occidente") encabezó la movilización fascista contra el Islam y el derecho de asilo político, ya restringido por el Parlamento conservador desde 1993. En Alemania incomoda la creciente presencia de sirios huyendo del Estado Islámico. En Francia incomoda que franceses de ascendencia musulmana están luchando al lado del Estado islámico y que pronto podrían volver y marcar el comienzo de las prácticas de ocupación territorial vía acciones terroristas. Hay un fuerte temor ante el islamismo violento, al mismo tiempo que una movilización democrática en función de "apagar la luz de Pegida". Ese movimiento de acusados rasgos fascistas utiliza el lema "Nosotros somos el pueblo", tomado del movimiento de los alemanes de la antigua RDA durante la unificación de las dos Alemanias, y su objetivo es "preservar la identidad germana."
En diciembre 2014 el crecimiento de la movilización xenófoba era visible. En enero el ataque a Charlie Hebdo en Francia introdujo otra reacción de calle contra el terrorismo islámico. En pocos días Europa dejó en claro para derecha e izquierda que los conflictos en torno a la cuestión islámica se vuelven cada vez más intensos y complejos. Por un lado, la reacción xenófoba, por otra parte, los actos de terror islámico organizado. Por un lado, aquello de la democracia que merece protegerse e incrementarse, y por otra parte, esa "democracia" que alienta las tendencias fascistas por la preservación de la identidad nacional y/o europea.
Hay una violencia intrínseca al regimen del Estado, a su salvaguarda y a la forma en que trata el islamismo pacífico o violento como peligroso para la seguridad de todos los europeos. Una vez más, democracia y teocracia están luchando, desde la década de 1990, en el marco cada vez más común de situaciones de violencia. Entre tanto, se proclaman tolerancia y moderación para suavizar la tensión con retórica. Crece el temor visible al Islam como difusor de una guerra santa, lo que fortalece a la derecha. La izquierda, por su parte, se refiere a los requisitos legales y los derechos, pero se torna en inofensiva ante el Islam político y violento, refractario a la democracia. Esa izquierda necesita de los musulmanes pacíficos e integrados. En lo histórico, necesita recuperar lo importante que fueron las innovaciones aportadas por la influencia islámica despues del siglo VIII y distanciarse del régimen de segregación, expulsiones y masacres cuyo apogeo se produjo en el siglo XV. Pero Europa, hoy unificada, solo piensa en si misma. Y por ello teme al Islam.
El episodio del pasado 7 de enero en la sede de Charlie Hebdo atentó contra la libertad de pensamiento pero también contra ese anticlericalismo siempre inaceptable en el mundo burgués y democrático. Medios de prensa como el New York Daily News, The Independent, la CNN y la agencia Associated Press informaron del ataque, pero presentaron borrosamente las imágenes iconoclastas del semanario francés por temor a represalias. Los comentaristas "bien pensantes" se han pronunciado en contra de los excesos de Charlie Hebdo. A fin de cuentas, el pensar correcto supone en esta democracia moderación al criticar las religiones. Esta moderación se ajusta a los preceptos de la tolerancia, pero su correlato es el miedo, y cómo tal cede victorias a sus enemigos.
El semanario francés, casualmente, se refirió criticamente antes del hecho a la aparición del libro de Michel Houellebecq, Soumission, novelando un futuro gobierno islámico en Francia. Sea por lo que fuese, el ataque se produjo el día del lanzamiento del libro. Los agresores ametrallaron a los policías que custodiaban la sede del semanario, a sus creadores y desaparecieron antes que asomara el arsenal de la seguridad estatal y sus equipos. Pronto fueron alabados por el Estado islámico. Por encima del "Je suis Charlie" escrito por ciudadanos en las calles francesas, o el hashtag #notinmyname formado por religiosos musulmanes pacifistas contra el Estado islámico, había quedado la velocidad y la agilidad del terror político contra el libre pensamiento. Charlie Hebdo también es peligroso para quien se viste de demócrata tolerante.
[El original en portugués está disponible en http://www.nu-sol.org/agora/agendanota.php?idAgenda=598. La traducción al castellano es de la Redacción de El Libertario.]
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