Rafael
Uzcátegui
Uribana ha
vuelto a ser noticia. Los horrores que ocurren en su seno la han convertido en
un icono similar a lo que representó el “Retén de Catia” en el pasado. El drama
penitenciario, que padecen 50.000 presos en el país, afecta de manera directa a
medio millón de venezolanos –sumando 9 familiares por preso- y de manera
indirecta a toda la sociedad. El resto estamos pagando un alto precio por
nuestra indiferencia: Mientras perdure ese tipo de mazmorras, la situación de
violencia e inseguridad continuará agudizándose. No obstante hay niveles en las
omisiones. Ante la reciente audiencia en la Comisión contra la Tortura de
Naciones Unidas los representantes del Estado (José Vicente Rángel Avalos y
Luis Damiani, por citar dos) negaron que en las cárceles venezolanas hubiera
hacinamiento. Sin duda el trofeo de la indolencia se lo lleva la ministra del
área, Iris Varela. Descartando el conocimiento acumulado sobre experiencias en
materia penitenciaria, ha recurrido permanentemente al voluntarismo ideológico.
El fracaso de la ficción de “la humanización penitenciaria” está a la vista. Lo
último ha sido la imposición de un régimen disciplinario, literalmente, de
cuartel militar, que tampoco ha resuelto nada. Su ignorancia, empero, está
costando vidas. Ella tiene responsabilidad política por cada una de las
personas que ha perdido la vida dentro de las cárceles durante su gestión.
La soberbia
oficial en el tema, de seguir insistiendo en políticas contraproducentes, va a
generar los resultados conocidos. La ministra debe abandonar su cargo para
facilitar las investigaciones no sólo sobre los hechos recientes, sino sobre
las pesquisas pendientes de la masacre de comienzos del 2013. ¿Hacen falta más
muertos para ello? Además, se debe escuchar a las organizaciones sociales y
populares que han venido pidiendo la salida de la Guardia Nacional Bolivariana
de los penales, no sólo por el maltrato sino por todos los negocios amparados
por los uniformados. Por último, con humildad, aprender de quienes han venido
estudiando, tanto en Venezuela como en otras latitudes sobre regímenes
sancionatorios de delitos. Y hay mucha literatura y experiencias concretas. En
1877 el anarquista Pedro Kropotkin realizó la conferencia “La cárcel y su
influencia moral sobre los presos” en donde tras su disertación afirmó: “El
primer deber del revolucionario será abolir las cárceles: esos monumentos de la
hipocresía humana y de la cobardía”. @fanzinero
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