Raúl Cárdenas
Venezuela ha pasado de ser el ejemplo de un modelo alternativo a una suerte de experimento atípico que se diferenciaba cada vez más de sus pares revolucionarios de Suramérica. Pero en pocas horas, terminó siendo una paradoja continental, un extraño fenómeno que se mira a la distancia.
El anuncio de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos agarró fuera de base al liderazgo revolucionario. Apenas antier habían llamado a inundar las calles en protesta contra las “sanciones” imperiales, es decir, la anulación de un par de docenas de visas a altos funcionarios del gobierno y sus instituciones satélite. El chavismo no sabía qué hacer ante tal disonancia cognitiva. El imperio mismo se disponía a levantar el bloqueo contra Cuba, la acción imperial por excelencia de nuestro hemisferio, y ellos ocupados librando una batalla mediática y diplomática con los yanquis, amén de una guerra económica con sus cipayos locales. Después de horas de silencio, se decretó el júbilo por la victoria del hermano pueblo cubano.
Si algo es cierto, ésta es una victoria a la sagacidad y el pragmatismo del nuevo gobierno de la isla. Obama en su discurso echó por la borda una política obsoleta y fracasada, pero además citó a José Martí, habló castellano y reconoció el legado de colonialismo que ha marcado la relación de ambos países. Raúl Castro, a contrapelo de sus pares revolucionarios, entró en diálogo directo con su vecino el norte y se mantuvo tan discreto que ni se enteraron al sur de su frontera. Además, Cuba no se deslumbra exclusivamente con la nueva hegemonía china. Es Venezuela la que entrega territorio y subsuelo a la potencia emergente y el sandinismo balurdo de Nicaragua que hace lo propio para construir otro canal interoceánico centroamericano en olímpica amnesia a su propia historia y la gesta del mismo Sandino. En cambio, Raúl negocia con Estados Unidos una hoja de ruta hacia el fin del bloqueo y, con ella, una apertura más evidente del sistema cubano. Lo hace a ritmo propio, y para enervar al público mayamero y republicano, con control sobre el proceso mismo.
Hace tiempo discutían algunos revolucionarios radicales venezolanos sobre el legado del CS. Culpaban a Maduro de socialdemócrata. Otros, criticaban a los “Gorbachovs” internos de querer traicionar la revolución. Inadvertido estaba el viejo Raúl montando su propia perestroika y dejando a sus petro-aliados solitos en una maraña de inflación, deuda externa y corrupción; quedó Venezuela como el laboratorio de momentos superados, incluso por Cuba.
[Tomado de https://fueraderadar.wordpress.com/2014/12/18/la-paradoja-del-continente-venezuela-como-laboratorio-de-momentos-superados.]
Venezuela ha pasado de ser el ejemplo de un modelo alternativo a una suerte de experimento atípico que se diferenciaba cada vez más de sus pares revolucionarios de Suramérica. Pero en pocas horas, terminó siendo una paradoja continental, un extraño fenómeno que se mira a la distancia.
El anuncio de normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos agarró fuera de base al liderazgo revolucionario. Apenas antier habían llamado a inundar las calles en protesta contra las “sanciones” imperiales, es decir, la anulación de un par de docenas de visas a altos funcionarios del gobierno y sus instituciones satélite. El chavismo no sabía qué hacer ante tal disonancia cognitiva. El imperio mismo se disponía a levantar el bloqueo contra Cuba, la acción imperial por excelencia de nuestro hemisferio, y ellos ocupados librando una batalla mediática y diplomática con los yanquis, amén de una guerra económica con sus cipayos locales. Después de horas de silencio, se decretó el júbilo por la victoria del hermano pueblo cubano.
Si algo es cierto, ésta es una victoria a la sagacidad y el pragmatismo del nuevo gobierno de la isla. Obama en su discurso echó por la borda una política obsoleta y fracasada, pero además citó a José Martí, habló castellano y reconoció el legado de colonialismo que ha marcado la relación de ambos países. Raúl Castro, a contrapelo de sus pares revolucionarios, entró en diálogo directo con su vecino el norte y se mantuvo tan discreto que ni se enteraron al sur de su frontera. Además, Cuba no se deslumbra exclusivamente con la nueva hegemonía china. Es Venezuela la que entrega territorio y subsuelo a la potencia emergente y el sandinismo balurdo de Nicaragua que hace lo propio para construir otro canal interoceánico centroamericano en olímpica amnesia a su propia historia y la gesta del mismo Sandino. En cambio, Raúl negocia con Estados Unidos una hoja de ruta hacia el fin del bloqueo y, con ella, una apertura más evidente del sistema cubano. Lo hace a ritmo propio, y para enervar al público mayamero y republicano, con control sobre el proceso mismo.
Hace tiempo discutían algunos revolucionarios radicales venezolanos sobre el legado del CS. Culpaban a Maduro de socialdemócrata. Otros, criticaban a los “Gorbachovs” internos de querer traicionar la revolución. Inadvertido estaba el viejo Raúl montando su propia perestroika y dejando a sus petro-aliados solitos en una maraña de inflación, deuda externa y corrupción; quedó Venezuela como el laboratorio de momentos superados, incluso por Cuba.
[Tomado de https://fueraderadar.wordpress.com/2014/12/18/la-paradoja-del-continente-venezuela-como-laboratorio-de-momentos-superados.]
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