Marc Humbert (profesor de
Economía Política en la Universidad de Rennes 1, en Francia)
[Nota de El Libertario: Este artículo, publicado originalmente el 10/12/2014
en el diario Ouest France, ha sido
traducido y nos fue remitido por el compa Miguel Tauro, quien hizo dicho
esfuerzo motivado por el interés global del texto, opinión que compartimos.
Vaya nuestro agradecimiento al compañero.]
La “revolución” computacional alimenta
nuestros sueños y, por lo general, facilita nuestras vidas. Pero ella parece un
milagro tan fascinante, que nos impide tomar conciencia de las realidades y
hacerles frente.
Para evitar la “fractura social” de lo
computacional, nuestros gobernantes han multiplicado los esfuerzos a fin de que
cada uno pueda acceder a esta “revolución”. Pronto, los escolares portarán, en
lugar de la maleta cargada de cuadernos y libros, una "tablet", y
serán en permanencia geo-localizados, es decir, puestos en ojos de la
"seguridad", como lo serán también los ancianos y ancianas. Nuestros
automóviles circularán sin choferes y sin accidentes, los drones vendrán,
posiblemente, a aportar, a nuestro domicilio, los últimos libros o los
productos alimentarios solicitados por nuestra refrigeradora … y un robot nos
servirá la comida en la mesa, luego que ésta haya sido cocinada.
Ya el día de hoy, nosotros telecargamos
innombrables aplicaciones a los celulares “inteligentes”, los smartfonos, que
nos hacen navegar en las rutas y en la red. La música diversa, películas, escritos,
juegos del mundo entero, pronto todo esto en traducción automática, se invitan
a profusión en nuestras pantallas domésticas. Micro partículas radioactivas
detectarán, en nuestras células, las amenazas de cáncer, para que en seguida,
podamos eliminarlas. La ayuda de la medicina, también “revolucionaria”,
permitirá prolongar nuestras vidas, todavía más. Y la calidad material de
nuestra vida, antes y después de las enfermedades, será mejorada por nuevos y
maravillosos medios.
Aquí no hablamos de las consecuencias
inquietantes que plantean estos cambios tecnológicos, por ejemplo la
delincuencia que también se adapta a la “modernidad”. Lo principal que aparece
en escena, es el único deseo, nuestro deseo, de ofrecer la igualdad de acceso a
estos servicios, considerados, a priori, como benéficos y deseables.
Pero, preguntémonos nosotros cual es el
impacto de esta “revolución computacional” sobre la producción y el empleo. La
revista The Economist afirmaba, en
octubre de este año, algo absolutamente claro para que todos lo entendamos:
“RIQUEZA SIN TRABAJADORES, TRABAJADORES SIN RIQUEZA”. He aquí el “milagro”, he
aquí la realidad. El año pasado, dos investigadores de Oxford, Frey y Osborne,
han calculado que 47% de los empleos actuales en los EEUU estaban amenazados
por la “revolución” en los procesos de producción.
En los cambios operados en la época
industrial del pasado, del vapor al acero, los empleos destruidos masivamente
fueron reemplazados por otros empleos, aún más masivamente. Las firmas gigantes
del pasado (tipo General Motors por ejemplo. NDT), ahora han “desengrasado” el
Mamut, seguidas por el Estado (“desengrasar” se denomina al acto de despedir
miles de trabajadores. NDT). Pero los nuevos líderes de lo computacional y de
las Bolsas de Valores son verdaderos enanos en lo que a empleos se refiere. Con
menos de 50 mil empleos cada uno, Google y Facebook son ridículos, en
comparación con los varios cientos de miles, y hasta millones si consideramos
su dimensión mundial, de empleos de las empresas gigantes del pasado reciente.
La corporación china más rica, que
compite con las dos antes citadas, es Alibaba, la megaempresa de mercadeo
asiática, y sólo emplea 20 mil personas. Además, R. Gordon ha mostrado lo que
otros economistas, tales como el premio Nobel Robert Solow han confirmado:
“hemos ingresado a una era de estagnación secular”. ¿Entonces?
ES URGENTE ORGANIZAR LA REDISTRIBUCIÓN
DEL EMPLEO Y DE LO QUE SE PRODUCE, SIN ESPERAR UN CRECIMIENTO QUE NO VENDRÁ,
QUE NO VOLVERÁ. SER RESPONSABLES SIGNIFICA ATACAR ESTA REALIDAD, EN LUGAR DE
ABANDONARSE A LAS DELICIAS DE LOS PLACERES COMPUTACIONALES.
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