Layla Martínez
París, año 1900. Las ideas anarquistas y
la reflexión científica sobre la sexualidad entran en contacto por primera vez
en el piso que tiene en esa ciudad Francisco Ferrer Guardia, donde tiene lugar
el primer Congreso Neomalthusiano Internacional. La Liga Neomalthusiana
francesa se había creado cuatro años antes, pero es con ese primer congreso con
el que se dará un impulso definitivo a las ideas neomalthusianas, en buena
medida por la labor que desempeñan a partir de entonces algunos de los
asistentes. Entre ellos, el médico holandés J. Rutgers, uno de los impulsores
de la legalización de los métodos anticonceptivos en Holanda; Charles Drysdale,
autor de la conocida obra neomalthusiana Elementos de ciencia social,
reeditada varias veces y traducida a múltiples idiomas; Emma Goldman, cuyas
reflexiones sobre el amor y la sexualidad serán claves para el movimiento
anarquista, y el propio Ferrer Guardia, que cede su piso porque las autoridades
habían prohibido expresamente que el congreso se celebrase de forma pública.
Las ideas neomalthusianas eran demasiado peligrosas para el orden social.
En 1798 el economista inglés T.R.
Malthus publica su famoso libro Ensayo sobre el principio de la población,
en el que predice un aumento de la población muy superior al de los recursos.
Durante todo el siglo XIX, esta obra será usada por la burguesía, la Iglesia y
los diferentes Estados europeos para justificar la desigualdad social en la que
se hallaba el cada vez más numeroso proletariado. Sin embargo, a finales de siglo
surge una nueva corriente que readapta la obra de Malthus y la hace útil a unos
intereses completamente diferentes: los de la clase obrera. Desde entonces, el
neomaltusianismo equivale a procreación consciente, separación entre placer y
reproducción, derecho de las mujeres a decidir libremente sobre su embarazo y
rechazo de las políticas natalistas promovidas por el Estado y la Iglesia. Es
decir, se empieza a pensar en la sexualidad humana desde un punto de vista
científico, alejada de los preceptos religiosos que la habían dominado hasta
entonces. Aunque el nacimiento oficial de la Sexología como ciencia tiene lugar
en 1907 con la publicación del libro La vida sexual contemporánea, de
Iwan Bloch, es el neomaltusianismo el que sienta las bases para que esto sea
posible, ya que empieza a elaborar un discurso propio sobre la sexualidad que
la saca de las manos de los eclesiásticos.
En esta elaboración de un discurso
propio será clave la participación anarquista, que está presente en el
neomalthusianismo desde sus inicios como movimiento en el domicilio de Ferrer
Guardia. De hecho, a partir de ese momento, el anarquismo será el que lleve la
iniciativa en el pensamiento y la práctica sexológica en su conjunto, en el que
el neomalthusianismo será un elemento clave pero no el único en el que los
anarquistas participarán. Esta toma de la iniciativa del movimiento libertario
tendrá especial relevancia en lo que se considera propiamente la labor de un
sexólogo: la educación, el asesoramiento y la terapia sexual.
Seguramente el mejor ejemplo de ello sea
el trabajo del médico anarquista Luis Bulffi, que ya en 1904 abrió en Barcelona
el primer centro de planificación familiar. Además, ese mismo año crea la
sección neomalthusiana ibérica, que nace de un ciclo de conferencias impartidas
un año antes en esa ciudad y que había supuesto la entrada oficial de esta
corriente en España, aunque Ferrer Guardia ya había publicado algunos artículos
sobre el tema en el Boletín de la Escuela
Moderna. Pero además del trabajo de asesoramiento y difusión, Bulffi
iniciará una labor clave en el ámbito de la educación sexual, con la
publicación a partir de ese mismo año de la revista Salud y Fuerza y la distribución gratuita de 50.000 ejemplares del
folleto Exposición de doctrinas neomalthusianas, en el que se dan a
conocer distintos métodos anticonceptivos.
En 1905, solo un año después de la
creación de la primera sección en Barcelona, se contabilizan un total de
treinta y seis secciones distribuidas por todo el territorio nacional. Estas
secciones se coordinarán en la Liga Neomalthusiana Ibérica y en ellas se
realizarán labores de educación sexual y de difusión de las tesis de la
procreación consciente, poniendo especial énfasis en los métodos
anticonceptivos y en la necesidad de que las mujeres decidan sobre sus
embarazos. Además, estas secciones se hicieron cargo de extender la revista Salud y Fuerza, que en los primeros
meses de su existencia ya editaba alrededor de 4.000 ejemplares, un número muy
alto pero que resultaba insuficiente para la gran demanda que había. De hecho,
esta revista se convertirá en una publicación clave para el anarquismo español,
no solo por sus contenidos –referidos fundamentalmente a temas de salud,
alimentación y sexualidad–, sino además porque abrirá el paso a la aparición de
otras publicaciones de una relevancia aún mayor para el movimiento libertario,
como la Revista Blanca y Generación Consciente, que luego
cambiará su nombre por el de Estudios.
Estas publicaciones no tendrán como
único interés los temas relacionados con la sexualidad, pero realizarán una
contribución determinante en cuestiones que tienen que ver con ella.
Especialmente en Estudios, se
publicaron artículos fundamentales para el pensamiento anarquista sobre esta
temática, que abarcaban desde los métodos anticonceptivos hasta la maternidad,
la pareja, la masturbación o la ruptura de la asociación entre el sexo y la
reproducción. De hecho, el nivel de discurso alcanzado en estos artículos no se
ha vuelto a conseguir ni siquiera en la actualidad, a pesar de la aparente
libertad sexual en la que vivimos. Un buen ejemplo es el tratamiento que se
hace de los celos dentro de la pareja, a los que se considera un sentimiento
autoritario basado en el control y el dominio, mientras que hoy lo más común es
considerarlos un sentimiento normal, del que solo hay que preocuparse cuando
alcanza límites obsesivos. Otro buen ejemplo es la traducción de artículos de
autores como Émile Armand y Enrico Malatesta, que abrieron el debate sobre el
amor libre.
Por otra parte, el interés de Estudios por las temáticas relacionadas
con la sexualidad no fue algo puntual o secundario, sino que estuvo siempre
entre las principales líneas de trabajo de la revista. Esto puede verse con
claridad en la cantidad de artículos sobre estos temas que había en los
sucesivos números, que frecuentemente llegan a suponer la mitad del total del
contenido. Esta gran cantidad de artículos hacía que no todos ellos defendiesen
unas mismas ideas, sino que hubiese discusión y debate en torno a temas como la
masturbación o la homosexualidad. No obstante, a pesar de este debate, existían
unas líneas comunes de pensamiento que giraban en torno a la necesidad de
acabar con el control de la sexualidad por parte del Estado, el Capitalismo y
la Iglesia, y de luchar por que cada persona sea la que tome las decisiones
sobre su cuerpo.
Estas líneas comunes de pensamiento
serán las que permitan al anarquismo elaborar un discurso propio sobre la
sexualidad que le hará llevar la iniciativa en el pensamiento sexológico
durante casi cuarenta años. Por supuesto, hubo otras figuras relevantes en la
Sexología de la época en nuestro país –basta con citar a Gregorio Marañón,
Hildegart Rodríguez o la organización de las primeras jornadas sexológicas en 1932–,
pero lo cierto es que fue un movimiento posterior en el tiempo, como demuestra
la tardía fecha de celebración de las jornadas, y limitado a un plano teórico,
sin que se pusiesen en marcha otras iniciativas de educación o asesoramiento
sexual. Esta labor fue realizada únicamente por el movimiento anarquista, que
vio en la sexualidad un ámbito fundamental para conseguir la completa libertad
del ser humano.
Sexología
y anarquismo en la actualidad
El fin de la guerra civil en 1939 acaba
con el movimiento libertario español, que es prácticamente aniquilado. Los anarquistas
que no acaban en el exilio, luchan contra el régimen franquista con todas las
armas de que disponen durante casi dos décadas, pero en un contexto de
represión brutal, el movimiento carece de fuerza para generar debate o
pensamiento. En Europa, el escenario tampoco será muy propicio. Aunque la
Segunda Guerra Mundial acaba con el triunfo de los aliados, el continente está
devastado social y económicamente, y el movimiento obrero necesitará un tiempo
para reconstruirse. La hegemonía internacional está ahora en Estados Unidos,
que juega un importante papel no solo en el plano económico, sino también en el
ideológico. Para el movimiento obrero, incluyendo al anarquismo, esto implicará
un importante retroceso, ya que en el contexto de la Guerra Fría todas las
ideologías de izquierda serán vigiladas y perseguidas. Para la Sexología supondrá
un fuerte cambio de rumbo que le hará perder en gran medida su capacidad
emancipatoria y la reducirá a una serie de estudios estadísticos sobre las
costumbres sexuales de los americanos y a un conjunto de técnicas para
gestionar la vida en pareja. La profunda reflexión sociológica y filosófica de
la Sexología europea es sustituida por un pensamiento mucho más pragmático, que
pierde la capacidad de entender la sexualidad como un campo de batalla clave
para la lucha por la emancipación y la libertad.
Esta forma de entender la sexualidad no
volverá a surgir hasta los años setenta, cuando el feminismo cobre fuerza como
movimiento y luche por convertir lo personal en político. Las reivindicaciones
en torno a la sexualidad vuelven entonces a estar encima de la mesa, y el
feminismo comienza a generar un discurso propio sobre cuestiones como el
aborto, la maternidad o las relaciones de pareja. Sin embargo, salvo
excepciones puntuales, este discurso no conecta con el anarquismo hasta los
años noventa, cuando los sectores más radicales del feminismo comienzan a reflexionar
sobre la sexualidad, no ya solo desde el punto de vista de reivindicación de
los derechos, sino desde el ámbito de la identidad. Se produce entonces una
confluencia entre el anarcofeminismo y los sectores más radicalizados del
movimiento LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales), que hará surgir
un discurso propio sobre la sexualidad, en lo que se conocerá como la teoría
queer. Aunque esta teoría tendrá una vertiente puramente académica, también
habrá otra que se desarrollará en ambientes mucho más alternativos, como
centros sociales y edificios okupados, y que se difundirá a través de blogs y
fanzines.
Se construye así un discurso sobre la
sexualidad en el que se considera que todo es construido, no solo el género,
sino también el sexo, y que, por tanto, todo puede ser destruido y vuelto a
construir. Si a esto le unimos las tesis de Foucault, que será uno de los
pilares de la teoría queer, y el pensamiento anarquista, conseguimos un
discurso de una potencialidad emancipatoria brutal, porque no solo tenemos un análisis
brillante sobre cómo la dominación se inserta en los cuerpos, sino además
sabemos que esto es social y no biológicamente construido, y disponemos de una
ideología –el anarquismo– que nos permite identificar a los responsables de esa
dominación y nos da las armas para cambiar las cosas. Tenemos así que el
anarquismo y el pensamiento de la izquierda más radical están volviendo a
aportar herramientas para crear un discurso propio sobre la sexualidad, capaz
de volver a recuperar la iniciativa en este terreno. Esto coincide además con
un momento de escasa profundidad teórica en el pensamiento sexológico, en el
que la Sexología ha quedado prácticamente limitada a charlas sobre prevención de
enfermedades de trasmisión sexual en los institutos. En este sentido, es
especialmente importante continuar en ese camino de recuperación de la
iniciativa, ya que el anarquismo tiene la oportunidad de dotarse de una
herramienta teórica fundamental en la lucha contra la dominación.
El
control y la dominación sobre los cuerpos
Desde sus inicios, una de las
estrategias fundamentales de dominación del capitalismo ha sido el control
sobre los cuerpos. Este control se inicia ya en el tránsito del feudalismo al
capitalismo, cuando se desposee a la población de los saberes y las prácticas
tradicionales de cuidado del cuerpo, iniciando una ofensiva planificada contra
las mujeres que las realizaban, que son acusadas de brujería. Sin embargo, en
este momento, las estrategias de control de los cuerpos son todavía
incipientes, ya que el Estado, que será el encargado de llevarlas a cabo, está
todavía en proceso de construcción. Más que el control, la estrategia generalizada
de este periodo será la desposesión, tanto en el plano cultural como en el
material. Cientos de miles de campesinos de toda Europa son despojados de sus
derechos tradicionales sobre la tierra y obligados a convertirse en mano de
obra asalariada, tanto en el campo como en la industria que comenzará a
desarrollarse. Expulsados de sus tierras, masas de campesinos se desplazarán de
una ciudad a otra, intentando conseguir trabajo en campos y talleres. El
capitalismo consigue así la acumulación originaria de cuerpos que necesita para
funcionar.
Y una vez que se tienen los cuerpos, deben
ser disciplinados para hacerlos funcionales a las necesidades del nuevo sistema
de producción que está empezando a aparecer. El encargado de ello será el
Estado, que a partir de la Ilustración comienza a crear las instituciones
necesarias para ello. La escuela, el hospital y la prisión se convierten en las
fábricas perfectas de cuerpos disciplinados, perfectamente adaptados a las
condiciones de trabajo existentes en un capitalismo que va desarrollándose cada
vez más. Será un proceso que durará casi dos siglos, pero que estará siempre guiado
por una misma línea de actuación: el control y el disciplinamiento de los
cuerpos en función de las necesidades de la clase dominante.
Este proceso se intensificará
especialmente a partir de mediados del siglo XIX, cuando las necesidades de
obreros dóciles capaces de aguantar las condiciones de trabajo en las fábricas
aumenten exponencialmente por la extensión de este sistema de producción. Es
entonces cuando la burguesía victoriana comienza a prestar una especial atención
a la sexualidad, desplegando una ingente cantidad de dispositivos de control
sobre cualquier manifestación erótica o sexual. El uso de estos dispositivos se
irá extendiendo poco a poco a la clase obrera, a través de las instituciones de
control del Estado, sobre todo la escuela y el hospital. Sin embargo, se trata
todavía de unos dispositivos de control externos, que disciplinan al cuerpo
desde fuera, como los castigos corporales, el internamiento en cárceles y
psiquiátricos, los corsés o los aparatos metálicos para evitar la masturbación.
Pero al sistema le queda aún un paso más
que dar en esa estrategia de dominación, el último hasta la actualidad: los dispositivos
de control internos. A partir de mediados del siglo XX, una vez que el
movimiento obrero se encuentra bastante deshecho respecto a las épocas
anteriores, el sistema ha aprendido la lección, y pone en marcha unas técnicas
de control que generan menos oposición porque actúan dentro de los cuerpos, y
no fuera de ellos. Comienzan a desplegarse entonces una serie de dispositivos
de dominación que actúan desde dentro, por debajo de la piel, y que serán
administrados fundamentalmente por el sistema médico: prótesis,
tranquilizantes, antidepresivos, biotecnología, cirugía estética, ingeniería genética.
Si antes el símbolo era el corsé, ahora será la prótesis de silicona. Si antes
se administraban electroshocks, ahora se darán cantidades ingentes de
ansiolíticos y antidepresivos.
Se trata de un avance cualitativo muy
importante, porque ahora la dominación no solo se ejercerá desde fuera, sino
también desde dentro de los cuerpos, lo que hace mucho más difícil identificar
al enemigo y luchar contra él. Además, se trata de una desposesión absoluta,
porque ya ni siquiera tu cuerpo te pertenece, sino que está intervenido y
atravesado por el sistema. No es solo que te hayan quitado las decisiones sobre
él o la capacidad de alimentarlo o cuidarlo de una forma adecuada, sino que además
tienes al sistema debajo de la piel.
En esta estrategia de control de los
cuerpos, la sexualidad en un sentido amplio es un elemento clave, porque no
solo determina la forma de relacionarnos con los demás, sino también lo que
somos, nuestra propia configuración como hombres y mujeres. Desde que nacemos,
nuestro sexo –o más bien la construcción social que se hace en torno a él– determina
nuestra forma de ver el mundo y de relacionarnos con él, y la forma en que
vamos construyendo y viviendo nuestra sexualidad marca las relaciones que
establecemos con los demás, tanto de uno como de otro sexo. De ahí el interés
del sistema por controlar este ámbito, ya que si puedes disciplinar la
sexualidad, puedes disciplinarlo todo.
Propuestas
La sexualidad es una cuestión política
que se construye discursivamente, es decir, a partir de los discursos
hegemónicos y contrahegemónicos que se crean en torno a ella. Obviamente, no
todos los discursos tienen el mismo peso en esa construcción, pero todos
muestran cómo nuestro sexo y nuestra sexualidad no son previos a los discursos sobre
ellos, cómo son productos culturales y no biológicos. Esto no quiere decir que
no haya una base biológica, pero esa base es modificada y utilizada en función
de los discursos construidos socialmente, y eso es lo fundamental, porque es lo
que permite que podamos usarla para ser dominados o para ser libres. La
libertad requiere la emancipación en todos los aspectos, y no podemos ser
libres con unos cuerpos disciplinados en función de las necesidades del
sistema. Por ello, el anarquismo necesita recuperar la iniciativa en el
pensamiento sobre la sexualidad, volver a construir un discurso propio que
tenga como objetivo la lucha contra el disciplinamiento de los cuerpos y el fin
de todas las formas de dominación. Sin ello, sin un pensamiento
contrahegemónico capaz de hacer frente al discurso del sistema, careceremos de
herramientas teóricas para luchar por la emancipación, y ya sabemos que, a
decir de Soledad Gustavo, "las revoluciones no son hijas del estómago, son
hijas del pensamiento".
Por ello, debemos aumentar la reflexión
y el debate sobre nuestra sexualidad y nuestros cuerpos desde dentro del movimiento
anarquista, especialmente en un momento en el que no hacerlo implica que la
iniciativa en este ámbito la lleven los grupos antiabortistas o la propaganda de
Hollywood, en la que se normalizan situaciones de control dentro de la pareja y
en la que se refuerza constantemente la idea de que ésta implica una entrega
total a la otra persona por la que debemos renunciar a nuestras propias ideas y
deseos, sobre todo en el caso de las mujeres. Además, en este debate es
importante tender puentes y construir alianzas con el anarcofeminismo y los
sectores más radicales del movimiento queer, que ya han sentado las bases de
una reflexión que debe hacerse extensiva a todo el pensamiento libertario y no
únicamente a un sector de él. En ocasiones, el feminismo y las tesis queer
parecen encontrar resistencias en el movimiento anarquista más convencional,
que las considera unas cuestiones secundarias respecto a temas laborales o
económicos. Sin embargo, la riqueza del anarquismo está precisamente en que
nunca fue como el marxismo, nunca fue solo una teoría económica, sino que es
una filosofía de vida, una ideología que lucha contra la dominación en todas
sus manifestaciones, y no únicamente en el plano económico. Por eso, el
anarquismo siempre entendió que no era suficiente con tomar los medios de
producción, sino que la libertad era mucho más que eso y que empezaba
precisamente en el fin de la domesticación sobre los cuerpos. A partir de este
debate, el anarquismo deberá pasar a la práctica y construir movimiento mucho
más allá del plano teórico, en la calle, pero para ello el primer paso debe ser
la reflexión.
[Publicado originalmente en Estudios (revista teórica de la CNT) #
2, 2012. Número completo accesible en http://dialnet.unirioja.es/servlet/ejemplar?codigo=322310.]
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