Rafael Uzcátegui
Si usted lo hubiera visto llorar como yo, también se le hubiera enfriado el guarapo. Aquel fortachón de casi dos metros de altura, calvo y de bigotes, que ha sido luchador social de toda la vida y diputado durante un ratico, que ha conocido prisión y se ha enfundado un revolver para caminar por la calle, por si las dudas. Que no le ha temblado el pulso para denunciar, con nombre y apellido, a los policías y militares corruptos. Ese Víctor Martínez lloró desencajado un 26 de noviembre, y a la distancia yo lloré con él. Ese día, por las cámaras de televisión del parte noticioso, Víctor confirmaba la tragedia: “La revolución que ayudé a llegar al poder fue la que me mató a mi hijo”. La síntesis de la frase, que parece haberse creado para difundir por twitter, resume como pocas la metáfora de vida de un hombre que, a su vez, resume la historia de un pueblo que apostó por un proyecto político llamado “proceso bolivariano”.
Recuento del luchador popular
Víctor Martínez nació en Guanarito, estado Portuguesa, en el
seno de una familia tan pobre que cuando se mudaron a Barquisimeto invadieron
un terreno baldío al oeste de la ciudad para construir su casa, y que a falta
de todo lo internaron en un albergue para menores. De ese sitio Víctor se
escapó, varias veces, caminando durante horas hasta su casa, lo que algunos
piensan fue el inicio de una rebeldía sorda que comenzó a crecerle detrás de
las costillas. Su propia carestía lo llevó a solidarizarse con los excluidos,
iniciando su camino dentro de las luchas sociales de la mano de la Juventud
Obrera Católica y la Teología de la Liberación, así como diferentes
organizaciones de izquierda. A comienzos de los 90´s Víctor entró en contacto
con el movimiento sedicioso que se gestaba dentro de los cuarteles. En 1992
empeñó su propia casa para financiar el levantamiento de noviembre. Tras el 27N
fue detenido por su participación. Tras ser liberado, Víctor participa en el
movimiento popular que pedía la liberación de los presos políticos, los
militares golpistas, además de participar en diferentes luchas de las zonas
populares de Barquisimeto. Es acá que como candidato, Hugo Chávez duerme varias
veces en su casa, a pocos metros de donde años después caería mortalmente
herido Mijaíl.
En 1998 con el cambio de gobierno, Víctor es uno de los
coordinadores del naciente Movimiento V República en el estado Lara, siendo
electo como diputado por la asamblea legislativa. Víctor creía en los postulados
redentores de la revolución bolivariana, y desde su puesto de poder continuó
haciendo lo único que sabía: ponerse de lado de los desfavorecidos, señalando
con nombre y apellidos a los funcionarios policiales abusadores. Estas
denuncias se amplifican en programas de televisión y radio regionales de su
propia factura, lo cual aumentaba su reconocimiento como luchador popular. Poco
a poco comenzó a percatarse que sus compañeros de partido se convertían en
cómplices de las situaciones que, hasta ayer, denunciaban. Víctor comenzó a
denunciar estas situaciones e, inclusive, realizó varios informes sobre las
diferentes corrupciones de funcionarios civiles y militares para el propio
presidente Chávez. Sus denuncias no se investigaron y, paradójicamente, desembocaron
en su expulsión del MVR y su inhabilitación política.
El ostracismo político no lo amilanó y desde los medios de
comunicación continuó denunciando delitos y violaciones de derechos humanos,
señalando a sus excompañeros de partido. Es en su programa de televisión donde
familiares de abuso policial acordaron crear un Comité de Víctimas, al cual se
incorpora el hijo de Víctor, Mijail Martínez, quien comienza a realizar un
documental de la lucha de los sectores populares contra la impunidad. Mijaíl es
asesinado por tres sicarios un 26 de noviembre de 2009. En un sentido y
concurrido entierro el comentario recurrente era “el asesinato era un mensaje
para su padre”. Mijaíl Martínez, junto a su padre había visitado a Hugo Chávez
en la cárcel de Yare. Dos días después del crimen, la cadena presidencial
realizada desde el propio estado Lara omite su nombre. Víctor, un fortachón de
dos metros de altura, descompuesto declara a los medios de comunicación:
“Chávez, te hago corresponsable de la muerte de mi hijo”. De las pocas llamadas
de condolencia que recibió de las esferas de poder recuerda la de Iris Varela:
“Víctor, ¡te echaron una vaina!”.
Cruzada contra la impunidad
Ante la inacción de las autoridades, Víctor comienza a
investigar por su propia cuenta a los autores materiales del crimen. A su
teléfono comienzan a llegar llamadas de personas con datos con el que comienza
a armar aquel rompecabezas. En una mezcla de audacia y vocación suicida Víctor
desarrolla su propia “inteligencia social”, haciendo cosas que sí las relatamos
acá pondrían, aún más, en peligro su integridad. De esta manera ubica a los
tres autores materiales, comenzando en solitario una operación para que sean
detenidos, juzgados por el crimen y sean confirmados los nombres de las
personas que pagaron por el asesinato. Es así como logra dibujar el mapa de la
corrupción e impunidad en la región.
La última vez que Víctor conversó con Iris Varela ella le
pidió que no fuera más a los medios de comunicación con la denuncia del
asesinato. “Vamos a formar una comisión en la Asamblea Nacional para investigar
tu caso”. Víctor nunca recibió el supuesto informe parlamentario y continuó
llamando a las cosas por su nombre. Varela ya no le responde las llamadas.
Hoy, ante la inminencia de otros 26 de noviembre Víctor
Martínez sigue en su cruzada personal contra la impunidad. Afirma que los
verdaderos asesinos de su hijo están libres, y que la mano que movió los hilos,
el autor intelectual, sigue gozando de los privilegios del poder.
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