Grafiti en Paraguaipoa |
Rafael
Uzcátegui
En un
reciente viaje a Paraguaipoa, Perijá zuliano, para conversar con organizaciones
sociales de la región, pudimos comprobar la dimensión del proceso de
criminalización padecido por el pueblo wayúu tras la militarización de su
territorio. Lo que acabamos de decir no es poca cosa. Estamos afirmando que
existe la profundización de un proceso de discriminación y hostigamiento contra
la etnia más numerosa del país, con más de 400 mil personas según el último censo,
bajo la excusa del “combate al contrabando”.
Esta etapa
del conflicto comenzó en diciembre del 2010 tras la activación de los llamados
“distritos militares” en todo el país. El primero se concretó en el Perijá, con
el argumento de iniciar un operativo extraordinario que permitiera solucionar
la crisis generada, esos días, por las lluvias en la guajira venezolana. Las
promesas de beneficios para la población se las llevó el viento. Lo que quedó
fue el discurso que sugiere que todo wayúu es un potencial contrabandista, un
“bachaquero” en el argot oficial, y que obliga a todos los indígenas de esa
etnia a demostrarle al mundo que son inocentes. Desde ese diciembre el Comité
de DDHH de la Guajira, con 15 años de trabajo en la zona, ha contabilizan 13
ajusticiamientos, 15 casos de tortura y 60 allanamientos ilegales practicados
por efectivos militares. A pesar del
estado de sitio y de la suspensión, por la vía de los hechos, de garantías
constitucionales –hay zonas del Perijá donde no se puede transitar-, el gran
contrabando de extracción, ese realizado con la complicidad uniformada,
continúa.
Como los
wayúu son una sociedad matriarcal, las más afectadas son sus mujeres. Las
organizaciones regionales nos señalaron que aproximadamente 760 indígenas Wayúu
están privados de libertad por delitos de contrabando, y la mayor parte son
mujeres. Varias de ellas en prisión –Marite, con porcentajes de 100% de
hacinamiento- por haber intentado trasladar 4 paquetes de harina precocida y 3
litros de aceite. Estar en Maracaibo vestidas con su ropaje tradicional las
hace víctimas de doble discriminación: Ser mujeres y ser wayúu. Cuando nos
contaban la estigmatización cotidiana de la que eran víctimas, no pude dejar de
pensar en las feministas oficialistas, tan preocupadas por las mujeres
palestinas pero ciegas al sufrimiento de las wayúu. No a la militarización del
Perijá.
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