Cristina Plaza
«El motivo debe ser observado más por las formas y colores que por el dibujo. No hay necesidad de constreñir la forma, que puede obtenerse sin ello. El dibujo preciso es seco e impide la impresión de conjunto, destruye todas las sensaciones. […]. No trabajes trozo a trozo, sino pinta todo a la vez colocando los tonos por todas partes […] El ojo no debe detenerse en un punto particular, sino abarcarlo todo, mientras al mismo tiempo observa los reflejos que producen los colores en lo que tienen alrededor. […]. No procedas según reglas y principios, pinta lo que observes y sientas.»
«El motivo debe ser observado más por las formas y colores que por el dibujo. No hay necesidad de constreñir la forma, que puede obtenerse sin ello. El dibujo preciso es seco e impide la impresión de conjunto, destruye todas las sensaciones. […]. No trabajes trozo a trozo, sino pinta todo a la vez colocando los tonos por todas partes […] El ojo no debe detenerse en un punto particular, sino abarcarlo todo, mientras al mismo tiempo observa los reflejos que producen los colores en lo que tienen alrededor. […]. No procedas según reglas y principios, pinta lo que observes y sientas.»
Carta de Camille Pizarro a Louis de Bail [1897].
Cuando se habla de las mujeres y hombres que conforman el patrimonio cultural de la humanidad, nunca se reseña su opción ideológica si forman parte del movimiento obrero, pero esta norma se torna aún más inexorable si pertenecen al movimiento libertario. Es como si se tratase no sólo de borrar nuestro quehacer político sino también el cultural y científico. Lo que no se escribe o no se visualiza, no existe.
¿Quién no ha estudiado al ilustre geógrafo francés Élisée Reclus, creador de la Geografía Social?; pero ¿quién ha leído en algún manual escolar su profundo convencimiento ideológico?: “La anarquía es la máxima expresión del orden”.
Afortunadamente a lo largo de nuestro ciclo vital vamos descubriendo que no sólo estamos preñadas de militancia sino también de intelectualidad, ciencia y arte.
Al visitar hace poco una exposición de Pissarro no desconocía su gran aportación al Impresionismo como corriente pictórica; pero desconocía todo sobre su vida y su posicionamiento ideológico. Recuerdo que me sorprendió mucho que tanto en sus paisajes como en sus retratos (más escasos) las personas que aparecían eran personas campesinas o trabajadoras, solo en las panorámicas de finales de su vida sobre la ciudad de París aparece la burguesía, difusa pero ahí está conformando el paisaje urbano. No así en sus paisajes rurales o portuarios, ni en sus retratos donde mayoritariamente retrata a gente humilde, las ocasiones en que aparece la burguesia es en el contexto de una denuncia social. Sus retratos son maravillosos, nada que envidiar a los de Renoir, y nos guían por la psicología, el quehacer y la visión de Camile sobre la clase campesina y obrera. Pensé éste es uno de los nuestros y, efectivamente, al comenzar el estudio de su biografía descubrí que se reclamaba anarquista.
Cuando se habla de las mujeres y hombres que conforman el patrimonio cultural de la humanidad, nunca se reseña su opción ideológica si forman parte del movimiento obrero, pero esta norma se torna aún más inexorable si pertenecen al movimiento libertario. Es como si se tratase no sólo de borrar nuestro quehacer político sino también el cultural y científico. Lo que no se escribe o no se visualiza, no existe.
¿Quién no ha estudiado al ilustre geógrafo francés Élisée Reclus, creador de la Geografía Social?; pero ¿quién ha leído en algún manual escolar su profundo convencimiento ideológico?: “La anarquía es la máxima expresión del orden”.
Afortunadamente a lo largo de nuestro ciclo vital vamos descubriendo que no sólo estamos preñadas de militancia sino también de intelectualidad, ciencia y arte.
Al visitar hace poco una exposición de Pissarro no desconocía su gran aportación al Impresionismo como corriente pictórica; pero desconocía todo sobre su vida y su posicionamiento ideológico. Recuerdo que me sorprendió mucho que tanto en sus paisajes como en sus retratos (más escasos) las personas que aparecían eran personas campesinas o trabajadoras, solo en las panorámicas de finales de su vida sobre la ciudad de París aparece la burguesía, difusa pero ahí está conformando el paisaje urbano. No así en sus paisajes rurales o portuarios, ni en sus retratos donde mayoritariamente retrata a gente humilde, las ocasiones en que aparece la burguesia es en el contexto de una denuncia social. Sus retratos son maravillosos, nada que envidiar a los de Renoir, y nos guían por la psicología, el quehacer y la visión de Camile sobre la clase campesina y obrera. Pensé éste es uno de los nuestros y, efectivamente, al comenzar el estudio de su biografía descubrí que se reclamaba anarquista.
“Esta es mi biografía - nos dice Pissarro - Nacido en Saint Thomas. Vine a París en 1841 para entrar en la pensión Sabory. Al final de 1847 regresé a Saint Thomas, donde comencé a dibujar mientras estaba empleado en una casa de comercio. En 1852 abandoné el comercio y partí con Fritz Melbye, pintor danés, a Caracas, Venezuela, donde me quedé hasta 1855, en que regresé a París a tiempo para pasar tres o cuatro días en la Exposición Universal. A partir de entonces me establecí en Francia .En cuanto al resto de mi historia como pintor está vinculada al grupo impresionista”. Más adelante escribía a su hijo Lucien: “Creo firmemente que nuestras ideas, impregnadas de la filosofía anarquista, se traslucen en nuestras obras, que por tanto se oponen a las ideas en boga.” Pissarro renunció a su posición clase social de nacimiento para seguir su propio camino que le conduciría a la pintura, la bohemia y La Idea.
En el París de mediados del XIX los pintores más reconocidos eran sin duda Corot y Courbet. Lógicamente nuestro Pissarro bebió en esas fuentes. Hacia 1866 se unió a Manet, Monet, Renoir, Sisley y Guillaumin, grupo influido por Courbet y de cuyos experimentos nació el Impresionismo. De 1868 a 1871 Pissarro vivió en Louveciennes, en la línea del avance prusiano hacia París, y cuando los alemanes ocuparon su casa, destruyeron todas sus pinturas. Durante la ocupación alemana Pissarro se refugió en Inglaterra, como hiciera Monet.
Año tras año, las obras de los impresionistas fueron rechazadas por el Salón, finalmente las expusieron por su cuenta entre 1874 y 1886. Pissarro fue el único que estuvo presente en todas las exposiciones. Tal vez por eso se le considera el padre del Impresionismo y sin duda, también, por ser quien elaboró su manifiesto.
Camile sí estuvo presente en los Salones en años anteriores, sus paisajes fueron aceptados durante varios años, la última vez en 1870. No olvidemos que hasta 1866 pintó con gama sobria en línea con el gusto de la época. Sus obras de esta época son verdes austeros y grises sombríos. Su ascensión progresiva hacia la luz y a la eclosión del color se puede entender como una influencia de Manet o como una evolución lógica hacia la libertad en su pintura.
En el París de mediados del XIX los pintores más reconocidos eran sin duda Corot y Courbet. Lógicamente nuestro Pissarro bebió en esas fuentes. Hacia 1866 se unió a Manet, Monet, Renoir, Sisley y Guillaumin, grupo influido por Courbet y de cuyos experimentos nació el Impresionismo. De 1868 a 1871 Pissarro vivió en Louveciennes, en la línea del avance prusiano hacia París, y cuando los alemanes ocuparon su casa, destruyeron todas sus pinturas. Durante la ocupación alemana Pissarro se refugió en Inglaterra, como hiciera Monet.
Año tras año, las obras de los impresionistas fueron rechazadas por el Salón, finalmente las expusieron por su cuenta entre 1874 y 1886. Pissarro fue el único que estuvo presente en todas las exposiciones. Tal vez por eso se le considera el padre del Impresionismo y sin duda, también, por ser quien elaboró su manifiesto.
Camile sí estuvo presente en los Salones en años anteriores, sus paisajes fueron aceptados durante varios años, la última vez en 1870. No olvidemos que hasta 1866 pintó con gama sobria en línea con el gusto de la época. Sus obras de esta época son verdes austeros y grises sombríos. Su ascensión progresiva hacia la luz y a la eclosión del color se puede entender como una influencia de Manet o como una evolución lógica hacia la libertad en su pintura.
Pissarro es el pintor de la naturaleza en estado puro y de la vida rústica. Nunca buscó motivos raros ni embelleció las cosas, salvo para salvaguardar “su mundo” de los efectos de la industrialización. Como hizo en varias de sus series para minimizar el impacto de las fábricas en el paisaje rural. El crítico Duret satirizaba con la falta de idealización del pintor, sin embargo lo definió extraordinariamente “escenarios insignificantes en los que la propia naturaleza es tan poco pintoresca que el artista ha pintado un paisaje sin hacer un cuadro”. Ahí residía su grandeza y su aportación al Impresionismo.
En sus últimos años una enfermedad de los ojos le obligó a abandonar la pintura al aire libre, trasladó su residencia a Roune, plasmando escenas urbanas, interiores domésticos,… posteriormente se desplazó a París, cerrando su obra con admirables vistas de la gran urbe. Ninguna técnica le fue ajena, Pissarro trabajó el óleo, la aguada, el aguafuerte y la litografía.
En sus últimos años una enfermedad de los ojos le obligó a abandonar la pintura al aire libre, trasladó su residencia a Roune, plasmando escenas urbanas, interiores domésticos,… posteriormente se desplazó a París, cerrando su obra con admirables vistas de la gran urbe. Ninguna técnica le fue ajena, Pissarro trabajó el óleo, la aguada, el aguafuerte y la litografía.
Su obra Turpitudes sociales, algo así como vilezas sociales, donde denunciaba el mundo capitalista, sus males y lo mucho que este corrompía la sociedad. Una sociedad que él deseaba apacible, rústica y gestionada por el trabajo “de y para la comunidad”. “Turpitudes” es un libro de ilustraciones (dibujo a pluma con tinta negra) que hunde sus raíces en la ilustración inglesa; pero con un contenido social profundo. Esta “rara avis” para la Historia del Arte, es la obra central de todo el arte anarquista del siglo XIX. En la década de los cincuenta del siglo veinte, Skira realizó una edición facsímil de lujo y luego se realizó una pequeña edición en rústica en Francia. No dejéis de buscar esta obra en las casetas del libro de viejo, no sólo os sorprenderá sino que os seducirá.
[Artículo publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 76, Madrid, otoño 2013.]
[Artículo publicado originalmente en la revista Libre Pensamiento # 76, Madrid, otoño 2013.]
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