J.J. (Costa Rica)
¿Qué sentido tiene el anarquismo en nuestra región centro americana y caribeña?
Lo que le da sentido es primero un nivel ético, una manera de conectar una perspectiva de vida más ligada a la naturaleza, a la vida en común y a la solidaridad. Esto además nos acerca a prácticas de pueblos que desde hace mucho tiempo tienen estos valores incorporados a su cultura. A nivel cultural, el anarquismo permite “recuperar” las posibilidades de crear redes de solidaridad de clase desde su base material, social y cultural, esto quiere reconstruir el tejido social colonizado por el consumo, la religión y la delegación de poder, por uno más cercano a la vida misma de la gente.
Por último, a nivel político tiene mucho sentido sobre todo en los países donde todo tipo de “bienestar social” ha sido privatizado y ligado a los grupos empresariales. De esta manera se puede partir de las redes informales de supervivencia que construye la gente, para potenciar nuestros valores de apoyo mutuo y cooperación, para intentar un doble proceso 1) deslegitimar a las instituciones establecidas como inútiles para resolver nuestros problemas y 2) ir elaborando formas prácticas de gestionar nuestra vida desde nuestras propias posibilidades.
¿Cuáles son sus posibilidades en nuestra región?
Las posibilidades están dadas por la crisis de legitimidad de muchas de las instituciones de la región – estatales, empresariales y algunas religiosas- y por el hecho manifiesto de que el estado de cosas actual no está resolviendo para nada las necesidades de vida de nuestros pueblos. En términos más concretos seria demostrar con la práctica y el ejemplo, que se pueden establecer intercambios y formas de gestión de la vida desde ahora, como un camino de experimentación pero también de aprendizaje en sí mismo.
Aunado a esta crisis política, el tema de la destrucción de la naturaleza, también es un potente campo de exploración de alternativas y posibilidades de trabajo militante, sobre todo con aquellas comunidades que dependen directamente de su vínculo con las tierras y sus recursos.
¿Cuáles sus límites y dificultades?
Los principales para mí son internos – dependen del mismo movimiento- y externos que dependen del contexto de cada lugar. En el primer caso existe como en la mayoría de los casos de la región una dispersión total de las iniciativas, muchos problemas de coordinación y una existencia efímera de las iniciativas. Dentro de esta un debate de fondo importante entre las tendencias “sociales” y “insurreccionales”, que concretamente se traduce en una inacción permanente y una reacción coyuntural solo a lo que pasa en el momento. También hay una especie de “descreimiento” en las posibilidades reales de un cambio, que es un reflejo del pesimismo más generalizado de la juventud, pero que a diferencia de las generaciones libertarias anteriores que si creían realmente en un cambio, nosotros no lo vemos cerca, por lo tanto todas las acciones que realizamos están ancladas en un vacío en cuanto a los horizontes posibles.
Estas limitaciones internas se enlazan con los ataques de los sectores dominantes – políticos, religiosos, medios de comunicación, etc- y los demás sectores de la izquierda y el progresismo. Esto porque vean al anarquismo como algo exótico, importado de Europa, anti-social y reducido a pequeños ghettos “punks” y de jóvenes “lumpen” con ganas de destruirlo todo. Esto hace que la difusión de un mensaje y propuesta constructiva tenga muchas dificultades para salir más allá de la gente más joven que se ve atraída más fácilmente por nuestras ideas.
Además de ser un problema de “perspectiva” y voluntad, también es un problema político y de practica organizativa. Pero creo que efectivamente si nosotros mismos no las “creemos” y además hay instituciones que todos los días nos dicen que no “servimos para nada” quedamos en un círculo vicioso del que por lo menos en mi experiencia no hemos podido salir.
¿Qué sentido tiene el anarquismo en nuestra región centro americana y caribeña?
Lo que le da sentido es primero un nivel ético, una manera de conectar una perspectiva de vida más ligada a la naturaleza, a la vida en común y a la solidaridad. Esto además nos acerca a prácticas de pueblos que desde hace mucho tiempo tienen estos valores incorporados a su cultura. A nivel cultural, el anarquismo permite “recuperar” las posibilidades de crear redes de solidaridad de clase desde su base material, social y cultural, esto quiere reconstruir el tejido social colonizado por el consumo, la religión y la delegación de poder, por uno más cercano a la vida misma de la gente.
Por último, a nivel político tiene mucho sentido sobre todo en los países donde todo tipo de “bienestar social” ha sido privatizado y ligado a los grupos empresariales. De esta manera se puede partir de las redes informales de supervivencia que construye la gente, para potenciar nuestros valores de apoyo mutuo y cooperación, para intentar un doble proceso 1) deslegitimar a las instituciones establecidas como inútiles para resolver nuestros problemas y 2) ir elaborando formas prácticas de gestionar nuestra vida desde nuestras propias posibilidades.
¿Cuáles son sus posibilidades en nuestra región?
Las posibilidades están dadas por la crisis de legitimidad de muchas de las instituciones de la región – estatales, empresariales y algunas religiosas- y por el hecho manifiesto de que el estado de cosas actual no está resolviendo para nada las necesidades de vida de nuestros pueblos. En términos más concretos seria demostrar con la práctica y el ejemplo, que se pueden establecer intercambios y formas de gestión de la vida desde ahora, como un camino de experimentación pero también de aprendizaje en sí mismo.
Aunado a esta crisis política, el tema de la destrucción de la naturaleza, también es un potente campo de exploración de alternativas y posibilidades de trabajo militante, sobre todo con aquellas comunidades que dependen directamente de su vínculo con las tierras y sus recursos.
¿Cuáles sus límites y dificultades?
Los principales para mí son internos – dependen del mismo movimiento- y externos que dependen del contexto de cada lugar. En el primer caso existe como en la mayoría de los casos de la región una dispersión total de las iniciativas, muchos problemas de coordinación y una existencia efímera de las iniciativas. Dentro de esta un debate de fondo importante entre las tendencias “sociales” y “insurreccionales”, que concretamente se traduce en una inacción permanente y una reacción coyuntural solo a lo que pasa en el momento. También hay una especie de “descreimiento” en las posibilidades reales de un cambio, que es un reflejo del pesimismo más generalizado de la juventud, pero que a diferencia de las generaciones libertarias anteriores que si creían realmente en un cambio, nosotros no lo vemos cerca, por lo tanto todas las acciones que realizamos están ancladas en un vacío en cuanto a los horizontes posibles.
Estas limitaciones internas se enlazan con los ataques de los sectores dominantes – políticos, religiosos, medios de comunicación, etc- y los demás sectores de la izquierda y el progresismo. Esto porque vean al anarquismo como algo exótico, importado de Europa, anti-social y reducido a pequeños ghettos “punks” y de jóvenes “lumpen” con ganas de destruirlo todo. Esto hace que la difusión de un mensaje y propuesta constructiva tenga muchas dificultades para salir más allá de la gente más joven que se ve atraída más fácilmente por nuestras ideas.
Además de ser un problema de “perspectiva” y voluntad, también es un problema político y de practica organizativa. Pero creo que efectivamente si nosotros mismos no las “creemos” y además hay instituciones que todos los días nos dicen que no “servimos para nada” quedamos en un círculo vicioso del que por lo menos en mi experiencia no hemos podido salir.
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