Por Morelia
Morillo
Desde que se
inició la minería en el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima, las
mujeres de Kawí asumieron la misión de defender los ríos y sabanas de la vasta
zona en donde han vivido siempre.
El Sector
Oriental del Parque Nacional Canaima, lo que se conoce como la Gran Sabana, se
encuentra el sureste extremo de Venezuela de cara al Brasil. Se trata del territorio
ancestral del pueblo pemón, la tierra de los tepui, una extensión de 3 000 000 de
hectáreas declarada como área protegida desde 1991 y como Patrimonio de la
Humanidad (UNESCO) desde 1994 y en donde, por supuesto, no se puede ejercer
ninguna actividad que atente contra la belleza, fragilidad y diversidad del
sitio.
La minería, sin
embargo, comenzó a verse en 2010, cuando comenzaron a subir los precios del oro
que pasó de un máximo de 500 bolívares por gramo a un récor de casi Bs.3 000. Y
a esto se sumaron nuevos y más voluminosos cupos de combustible para las
comunidades indígenas que habitan en el Parque. Primero comenzaron a trabajar en
el cauce cercano a la comunidad de Uroy Uaray, cuyas aguas van a parar al
majestuoso Salto Kamá, luego en las prístinas cercanías del Mirador del Oso y
en Liwö Riwö. Al menos una docenas de equipos disparando potentes chorros de
agua para remover el suelo.
Alicia Lanz y
Thais Castro, madre e hija, capitana y segunda capitana de Kawí, admiten que
muchos de sus paisanos van a la mina por necesidad, pero descartan la
posibilidad de arrasar a punta de máquinas de mediana y alta potencia las
nacientes, los ríos y las sabanas infinitas del sureste venezolano.
Alicia crió a
sus 18 hijos, junto a su marido, trabajando la tierra, pescando, cazando y más
recientemente atendiendo a los turistas que visitan su modesto campamento sobre
la Troncal. Thais y su esposo están levantando a su familia trabajando el campo
y recibiendo a los visitantes.
A las dos les
angustia la destrucción de los espacios. Pero a Thais le preocupa especialmente
las consecuencias que ha traído la práctica de la minería a motor en la vecina
Uroy Uaray, en cuya escuela estudian sus hijos: consumo de alcohol, de drogas
cuyo nombre ella desconoce, violaciones, prostitución, incluso un
acuchillamiento, muchos de los niños han comenzado sufrir de diarreas y
vómitos, a llenarse de llagas y a faltar a la escuela pues sus propios padres
en lugar de enviarlos a clases lo mandan a hacer mina, a hurgar en el material
en busca del oro.
“De qué vamos a
hablarles a los niños, cuando estudien Ciencias Naturales, si el mismo río está
contaminado”, expresó Thais como representante de varios estudiantes de la
escuela primaria.
El dos de
octubre pasado, el vice ministro del Poder Popular para los Pueblos Indígenas, Raúl
Rodríguez, visitó la comunidad indígena de Kumarakapay (San Francisco de
Yuruaní) para escuchar las versiones de las autoridades del pueblo pemón con
respecto a la actividad minera en el Municipio Gran Sabana y especialmente en
el Sector Oriental del Parque Nacional Canaima. Además de encabezar una jornada
de trabajo en la que se discutió acerca de la demarcación, del buen vivir y de
otros temas.
Durante el
encuentro, Jorge Pérez, el capitán general del Sector Cinco del territorio
pemón, dio por sentado que cualquier conversación al respecto lo excluía puesto
que en su zona, que incluye el Sector Oriental Nacional Canaima, no se realiza,
según él, la extracción de minerales preciosos.
A aquella
reunión asistieron 50 capitanes (autoridades tradicionales) entre
representantes comunales y sectoriales y ninguno lo contradijo, si bien la
práctica minera en el Sector Oriental del Parque es una realidad conocida entre
los indígenas, no indígenas, autoridades locales, regionales, nacionales y que
incluso ha trascendido a través de los medios de comunicación de la entidad y
del país. Sin embargo, aunque su nombre no figuraba en la lista de prevenidos
para ejercer el derecho de palabra, Thais Castro procuró una intervención y
consiguió expresar su versión: “Aquí tengo hermanos indígenas que están
realizando minería, que no es pequeña, dentro del Parque Nacional”, dijo, de
acuerdo con su recuento.
“Yo vine a decirle
la verdad. Yo soy madre de 18 hijos y yo no soy capaz de destruir para que
criar a mis hijos”, habría dicho la matriarca de los Castro, según refirió su
hija.
- ¿Y sólo ustedes
dos hablan de esto? Le preguntamos a Thais.
- Nosotras dos,
por los momento, pero hay mucha gente que está preocupada. Pero tienen miedo a
denunciar.
Por lo pronto,
se trata de un llamado de atención en solitario. El objetivo de estas dos
mujeres es cuidar su tierra, provocar la reflexión de los hermanos indígenas,
despertar en ellos lo que siempre ha marcado la vida del pueblo pemón: el amor
por la naturaleza, el estrecho vínculo entre el ambiente y el ser humano, el
respeto por todo cuanto existe en las amplias sabanas del sureste venezolano. Y
por supuesto, valorando la vida comunitaria y familiar, que es tan importante
para los pemón, fortalecerse a partir del consenso en lugar de disminuirse a
consecuencia del conflicto.
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