Apolo Martín
Sucedió en el PDVAL de El Tigrito que queda frente al CC Malaver, en una estación de servicio. Las colas -la de jóvenes y la de la tercera edad- eran cortas, esperando que una cava terminara de descargar. Cuando empezó a correrse la voz de que liban a vender de todo lo que escasea -leche en polvo y líquida, aceite, pollo, carne barata- comenzó a llegar más gente, pero en lugar de anexarse a la cola, los vivos se arremolinaban ante la puerta, con la subsiguientes protestas de quienes hacían la cola. Todo pareció arreglarse con la llegada de la policía, pero de pronto, cuando ya tenían un rato vendiendo, como a las diez de la mañana, llegaron cinco mujeres con franelas rojo-rojitas y pasaron al local, sin pararle a quienes tenían ya hasta cuatro horas de espera. De acuerdo a lo que se supo, eran de la alcaldía. Protestas, gritos, empujones, insultos, nada bastó para que sacaran a las coleadas.
Sucedió en el PDVAL de El Tigrito que queda frente al CC Malaver, en una estación de servicio. Las colas -la de jóvenes y la de la tercera edad- eran cortas, esperando que una cava terminara de descargar. Cuando empezó a correrse la voz de que liban a vender de todo lo que escasea -leche en polvo y líquida, aceite, pollo, carne barata- comenzó a llegar más gente, pero en lugar de anexarse a la cola, los vivos se arremolinaban ante la puerta, con la subsiguientes protestas de quienes hacían la cola. Todo pareció arreglarse con la llegada de la policía, pero de pronto, cuando ya tenían un rato vendiendo, como a las diez de la mañana, llegaron cinco mujeres con franelas rojo-rojitas y pasaron al local, sin pararle a quienes tenían ya hasta cuatro horas de espera. De acuerdo a lo que se supo, eran de la alcaldía. Protestas, gritos, empujones, insultos, nada bastó para que sacaran a las coleadas.
A los pocos minutos, una señora con gorra del PSUV también entró y salió con sus compras, recibiendo el repudio de los presentes. Pero eso no fue todo, porque a la media hora empezaron a llegar más mujeres y un "hombre", todos con franelas de la alcaldía, rojo-rojitas, y todos pasaban sin siquiera una pequeña antesala. Ante tal desfachatez, los vivos que se habían arremolinado frente a la puerta irrumpieron como río en conuco, sin que los encargados pudieran contenerlos y mientras los policías ¡Controlaban a quienes hacían su cola responsablemente! El grupo de vivos, bastante grande, estuvo dentro cerca de dos horas, mientras también se incorporaba a la lista un rosario de policías y otros funcionarios que llegaban a "saludar a sus colegas" y mientras el pueblo responsable aguardaba arrecho bajo un sol inclemente.
Para hacer no tan largo el cuento, diremos que entre rojo-rojitos, policías y coleados acabaron con tó y quienes quedaban en la cola apenas pudieron llevar las sobras: nada de leche en polvo, aceite, carne ni pollos grandes; los vivos sólo habían dejado unas palomitas y leche líquida, que ni siquiera alcanzaron para todos.
Diga el lector cuál es la diferencia entre estos procedimientos y los de la cuarta república, si son parecidos o no los de gente que se dice chavista y los de los adecos: Privilegiados y vivos, vengan a mí a gozar de las delicias del poder ... Y ustedes, pueblo chusma, bien lejos. El desprecio por el pueblo humilde y trabajador, el ignorar a quienes no se valen de malas mañas para llegar a disfrutar de sus derechos, es una vieja práctica que no se ha borrado del ADN venezolano: está allí, por doquier, entre funcionarios que creen deberse a quienes les dieron el cargo y no a la ciudadanía. Las advertencias del comandante corren el riesgo de ser letra muerta, mientras le cantan innumerables loas de la boca para afuera. El fantasma de la cuarta quiere enseñorearse de la quinta, y solo puede ser exorcizado con una vigilancia férrea de los líderes responsables. El problema es que pareciera no haber suficientes para esta labor.
[Tomado de http://www.aporrea.org/contraloria/a196865.html.]
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