Antonio Pérez
Hace siglos, mientras trabajaba en unos astilleros de Gotemburgo, aprendí los rudimentos del comercio internacional: contemplé como unos barcos zarpaban transportando madera sueca hacia Canadá y, pocas semanas después, contemplé aún más desconcertado como esos mismos barcos regresaban al mismo puerto con maderas canadienses.
Puesto que los bosques de ambos países son aproximadamente iguales, el intercambio me pareció absurdo. Siglos después, estoy viendo cómo se repite el mismo absurdo pero esta vez con el gas en lugar de la madera y con Ucrania en lugar de Suecia pero con una diferencia: ahora sé explicarme el absurdo.
Dicho brevemente: gracias a la guerra de Ucrania, los gringos –es decir, la OTAN-, están obligando a que la Unión Europea les compre el gas que ellos venden y dejen de comprar el gas que producen los rusos. El ‘pequeño detalle’ está en que el gas ruso llega por gasoductos plenamente instalados mientras que el gas gringo ha de llegar en barcos a unos puertos con instalaciones todavía no instaladas. La cuenta de la vieja nos señala que el precio del gas gringo es incomparablemente superior al de su competidor, de ahí el absurdo. O, dicho por la alta gobiernera gringa Victoria Nuland con palabras idénticas a las de la diputada española Andrea Fabra: “Que se jodan los europeos”.
¿Cómo ha podido llegar Europa a semejante sinsentido comercial? Porque Alemania cumple el viejo papel de mamporrera de los gringos, probablemente inspirándose en Golbery da Couto e Silva, el general brasileño que preconizó la coexistencia de los imperialismos –en su caso, el gringo y el sub-imperialismo brasileño-.
Me importa un bledo ese duelo de gases pero me preocupan los guerrilleros de Donestk y Lugansk que lo están pagando con sus vidas, atrapados entre el Super-espía Putin y los nazis declarados de Kiev. Aunque los medios de intoxicación les tilden de nacionalistas, esos guerrilleros se alzaron en nombre de los Consejos Populares –soviets, en ruso-. Por cometer ese pecado y en agudo contraste con lo que ocurrió en Crimea, les están matando con cuentagotas entre los banderitas (adoradores del difunto Stepan Bandera) y el mismo Putin que, el 24.V.2009, homenajeó a Denikin, el genocida que fue derrotado por la guerrilla anarquista de Makhno cuya base estaba precisamente cerca de Donestk. Putin tiene buena memoria; nosotros, también.
[Tomado de http://cnt.es/noticias/duelo-de-gases.]
Hace siglos, mientras trabajaba en unos astilleros de Gotemburgo, aprendí los rudimentos del comercio internacional: contemplé como unos barcos zarpaban transportando madera sueca hacia Canadá y, pocas semanas después, contemplé aún más desconcertado como esos mismos barcos regresaban al mismo puerto con maderas canadienses.
Puesto que los bosques de ambos países son aproximadamente iguales, el intercambio me pareció absurdo. Siglos después, estoy viendo cómo se repite el mismo absurdo pero esta vez con el gas en lugar de la madera y con Ucrania en lugar de Suecia pero con una diferencia: ahora sé explicarme el absurdo.
Dicho brevemente: gracias a la guerra de Ucrania, los gringos –es decir, la OTAN-, están obligando a que la Unión Europea les compre el gas que ellos venden y dejen de comprar el gas que producen los rusos. El ‘pequeño detalle’ está en que el gas ruso llega por gasoductos plenamente instalados mientras que el gas gringo ha de llegar en barcos a unos puertos con instalaciones todavía no instaladas. La cuenta de la vieja nos señala que el precio del gas gringo es incomparablemente superior al de su competidor, de ahí el absurdo. O, dicho por la alta gobiernera gringa Victoria Nuland con palabras idénticas a las de la diputada española Andrea Fabra: “Que se jodan los europeos”.
¿Cómo ha podido llegar Europa a semejante sinsentido comercial? Porque Alemania cumple el viejo papel de mamporrera de los gringos, probablemente inspirándose en Golbery da Couto e Silva, el general brasileño que preconizó la coexistencia de los imperialismos –en su caso, el gringo y el sub-imperialismo brasileño-.
Me importa un bledo ese duelo de gases pero me preocupan los guerrilleros de Donestk y Lugansk que lo están pagando con sus vidas, atrapados entre el Super-espía Putin y los nazis declarados de Kiev. Aunque los medios de intoxicación les tilden de nacionalistas, esos guerrilleros se alzaron en nombre de los Consejos Populares –soviets, en ruso-. Por cometer ese pecado y en agudo contraste con lo que ocurrió en Crimea, les están matando con cuentagotas entre los banderitas (adoradores del difunto Stepan Bandera) y el mismo Putin que, el 24.V.2009, homenajeó a Denikin, el genocida que fue derrotado por la guerrilla anarquista de Makhno cuya base estaba precisamente cerca de Donestk. Putin tiene buena memoria; nosotros, también.
[Tomado de http://cnt.es/noticias/duelo-de-gases.]
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