Carlos Solero
Hace unas horas asistimos en la Biblioteca y Archivo Histórico Social Alberto Ghiraldo [en Rosario, Argentina] a la proyección de la película 1984. El film está basado en la novela de George Orwell 1984, escrita en 1948.
Resulta escalofriante observar cómo muchas de las cuestiones planteadas en la novela y también en el film, no solo ocurrieron en países como la ex URSS, sino que también se dieron durante en Italia durante la etapa del fascismo mussoliniano y en la Alemania bajo, con el liderazgo omnipotente y omnipresente de Adolfo Hitler y sus temibles SS.
Ahora bien, las sociedades del capitalismo avanzado como por ejemplo Estados Unidos de Norteamérica o Inglaterra, caben perfectamente en el molde de la distopía orwelliana. También muchas de las sociedades asiáticas como China y los sultanatos árabes, Corea y países de Latinoamérica durante las dictaduras cívico-militares, o bien bajo el imperio de regímenes populistas con fuerte culto a la personalidad de los jerarcas entronizados.
En efecto, el personaje principal de 1984, Wisnton Smith tiene como función trabajando el Ministerio de la Verdad, “actualizar”, rectificar los datos del periódico de mayor circulación que opera como vocero oficial del gobierno de Oceanía.
La tele-pantalla, instalada en todos los edificios y viviendas anuncia sobre las victorias del régimen dominante en las guerras permanentes y a su vez vocifera el exitoso alcance de las metas fijadas por los jerarcas dominantes. La imagen del Gran Hermano también está esparcida en todos los ámbitos.
Cómo no pensar en sociedades en la que nos toca vivir, recibiendo informaciones acerca del índice inflacionario del Indek, que anuncia una inflación mensual del 1.5 %, mientras todos sabemos que la estampida de precios ha sido colosal en el último semestre, que los gobiernos provinciales añadieron cuotas al pago del impuesto inmobiliario, la provisión de agua potable y está en ciernes el aumento de la tarifa eléctrica. El gobierno municipal (Intendencia y Consejo), aumentan la tasa de inmuebles y las tarifas de taxis y colectivos. El gobierno nacional afirma que el desempleo es una invención de opositores izquierdistas, y envía la gendarmería. Además en diversas ciudades del territorio de la región Argentina, han sido desalojadas por fuerzas conjuntas federales y municipales familias sin techo que realizan asentamientos precarios.
Como si fuera poco y en consonancia con lo anticipado y vislumbrado por George Orwell, en el proceso de control social imperante, las tele-cámaras son parte del paisaje cotidiano: lugares de trabajo y vivienda, edificios públicos y privados están plagados de estos artefactos. Lo grave es que la población los acepta sin cuestionamientos, mansa y hasta servilmente.
Para quien lea la novela 1984 o vea alguna de sus versiones cinematográficas, resultará evidente que las palabras o imágenes allí contenidas no son solo ficción sino patéticas realidades que contra las es un imperativo ético impostergable resistir y rebelarse.
Hace unas horas asistimos en la Biblioteca y Archivo Histórico Social Alberto Ghiraldo [en Rosario, Argentina] a la proyección de la película 1984. El film está basado en la novela de George Orwell 1984, escrita en 1948.
Resulta escalofriante observar cómo muchas de las cuestiones planteadas en la novela y también en el film, no solo ocurrieron en países como la ex URSS, sino que también se dieron durante en Italia durante la etapa del fascismo mussoliniano y en la Alemania bajo, con el liderazgo omnipotente y omnipresente de Adolfo Hitler y sus temibles SS.
Ahora bien, las sociedades del capitalismo avanzado como por ejemplo Estados Unidos de Norteamérica o Inglaterra, caben perfectamente en el molde de la distopía orwelliana. También muchas de las sociedades asiáticas como China y los sultanatos árabes, Corea y países de Latinoamérica durante las dictaduras cívico-militares, o bien bajo el imperio de regímenes populistas con fuerte culto a la personalidad de los jerarcas entronizados.
En efecto, el personaje principal de 1984, Wisnton Smith tiene como función trabajando el Ministerio de la Verdad, “actualizar”, rectificar los datos del periódico de mayor circulación que opera como vocero oficial del gobierno de Oceanía.
La tele-pantalla, instalada en todos los edificios y viviendas anuncia sobre las victorias del régimen dominante en las guerras permanentes y a su vez vocifera el exitoso alcance de las metas fijadas por los jerarcas dominantes. La imagen del Gran Hermano también está esparcida en todos los ámbitos.
Cómo no pensar en sociedades en la que nos toca vivir, recibiendo informaciones acerca del índice inflacionario del Indek, que anuncia una inflación mensual del 1.5 %, mientras todos sabemos que la estampida de precios ha sido colosal en el último semestre, que los gobiernos provinciales añadieron cuotas al pago del impuesto inmobiliario, la provisión de agua potable y está en ciernes el aumento de la tarifa eléctrica. El gobierno municipal (Intendencia y Consejo), aumentan la tasa de inmuebles y las tarifas de taxis y colectivos. El gobierno nacional afirma que el desempleo es una invención de opositores izquierdistas, y envía la gendarmería. Además en diversas ciudades del territorio de la región Argentina, han sido desalojadas por fuerzas conjuntas federales y municipales familias sin techo que realizan asentamientos precarios.
Como si fuera poco y en consonancia con lo anticipado y vislumbrado por George Orwell, en el proceso de control social imperante, las tele-cámaras son parte del paisaje cotidiano: lugares de trabajo y vivienda, edificios públicos y privados están plagados de estos artefactos. Lo grave es que la población los acepta sin cuestionamientos, mansa y hasta servilmente.
Para quien lea la novela 1984 o vea alguna de sus versiones cinematográficas, resultará evidente que las palabras o imágenes allí contenidas no son solo ficción sino patéticas realidades que contra las es un imperativo ético impostergable resistir y rebelarse.
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