Marco A. Ponce y Mikel Las Heras
El gran número de protestas que se registra año tras año en Venezuela revela un evidente descontento con la gestión pública. Más del 80% de las movilizaciones de calle son para exigir derechos sociales. Este dato nos indica que quienes gobiernan al país han perdido el rumbo. Tener a la gente en la calle todos los días reclamando por los mismos problemas, que son responsabilidad del gobierno y nunca son resueltos, evidencia que algo anda mal. La calidad de vida de la gente va en vertiginoso descenso y además día a día se suman más elementos que contribuyen a aumentar las causas de descontento.
Las causas no están escasas
A las ya tradicionales fuentes de conflictividad (laboral, vivienda, inseguridad, servicios públicos) se suman ahora la escasez de todo tipo de producto, pero sobre todo de alimentos y medicinas que afectan, de manera directa, a toda la población. Vemos cómo, cada vez con más frecuencia, los ciudadanos protestan por causas originadas por ese fenómeno.
El gobierno, siguiendo su tradición de centralizarlo todo, anuncia la ampliación de la red Mercal, pero la realidad es que en el monitoreo que realizamos diariamente hemos observado protestas de ciudadanos que se quejan porque los mercados Mercal “no llegan”. De igual manera anuncia el gobierno planes para “acabar con las colas” pero no avizoramos hasta ahora planes para acabar con las causas que producen dichas colas.
Además, el desabastecimiento está incidiendo directamente en el sistema de salud -los índices de escasez de insumos hospitalarios son alarmantes- y en el sector privado de producción de bienes y servicios, afectando a toda la población y a la masa laboral que trabaja en ese sector, que comienza a protestar, ya sea pidiendo insumos a veces, o por reivindicaciones laborales disminuidas al estar paradas las fábricas, o por despidos de centros de trabajo que han tenido que cerrar.
Servicios básicos siguen en crisis
Los servicios básicos mínimos y elementales como la electricidad, el agua potable, las aguas servidas, el gas domestico y la recolección de basura están cada vez más ausentes en Venezuela. La situación de la recolección de desechos es alarmante y preocupante.
Las calles de las principales ciudades del país -en los pueblos del interior, por muy lejanos que sean, ocurre lo mismo- están inundadas de basura. Basta recorrer cualquier carretera del país para ver innumerables depósitos de todo tipo de desechos en los bordes. El servicio de aseo urbano es muy deficiente o no existe. En muchos casos, y sobre todo en el interior del país, los camiones recolectores de basura, cuando existen, no tienen ni siquiera horarios o cronogramas de trabajo para que los vecinos puedan contribuir con la limpieza sacando las bolsas de basura a una hora determinada.
Este panorama se observa en estados y municipios donde sus gobernantes son de distintas y variadas tendencias políticas, afectos o no al gobierno. La mala gestión está generalizada. Y cuando se recoge, la mayor parte de la basura en Venezuela permanece a cielo abierto. No existen políticas de reciclaje, ni tan siquiera se separan los desechos orgánicos, tóxicos, plásticos, etc.
Es una situación de contaminación ambiental, generadora de conflictos y protestas, pues a nadie le gusta vivir rodeado de desechos y focos de enfermedades. Es lo que expresan los ciudadanos cuando deciden cerrar una calle para pedir a las autoridades que resuelvan el problema. Como pasa con tantas otras cosas, existe una legislación moderna y vigente para el manejo de los desechos, como la Ley de Gestión Integral de la Basura, publicada en Gaceta en diciembre de 2010, pero la desidia y la falta de voluntad política para hacer las cosas, pueden más.
Calidad de vida en descenso
No hace falta ser adivinos para ver cómo todos los temas que tratamos en esta columna nos afectan a todos a diario. Nuestra calidad de vida está en franco descenso y enfrente tenemos a un Estado que no solo se niega a dar respuestas al problema, sino que parece no querer aceptarlo y mucho menos poner correctivos. Mientras los gobernantes tengan los ojos puestos en la permanencia en sus cargos por sobre todas las cosas y no en la función social para la que fueron electos y por la que se les paga, aumentarán el descontento y las protestas.
[Tomado de http://www.conflictove.org.ve/analisis-y-opinion/analisis-del-observatorio-venezolano-de-conflictividad-social-y-conflictove-derechos-desechos-y-calidad-de-vida-articulo-de-marco-a-ponce-y-mikel-las-heras.html.]
El gran número de protestas que se registra año tras año en Venezuela revela un evidente descontento con la gestión pública. Más del 80% de las movilizaciones de calle son para exigir derechos sociales. Este dato nos indica que quienes gobiernan al país han perdido el rumbo. Tener a la gente en la calle todos los días reclamando por los mismos problemas, que son responsabilidad del gobierno y nunca son resueltos, evidencia que algo anda mal. La calidad de vida de la gente va en vertiginoso descenso y además día a día se suman más elementos que contribuyen a aumentar las causas de descontento.
Las causas no están escasas
A las ya tradicionales fuentes de conflictividad (laboral, vivienda, inseguridad, servicios públicos) se suman ahora la escasez de todo tipo de producto, pero sobre todo de alimentos y medicinas que afectan, de manera directa, a toda la población. Vemos cómo, cada vez con más frecuencia, los ciudadanos protestan por causas originadas por ese fenómeno.
El gobierno, siguiendo su tradición de centralizarlo todo, anuncia la ampliación de la red Mercal, pero la realidad es que en el monitoreo que realizamos diariamente hemos observado protestas de ciudadanos que se quejan porque los mercados Mercal “no llegan”. De igual manera anuncia el gobierno planes para “acabar con las colas” pero no avizoramos hasta ahora planes para acabar con las causas que producen dichas colas.
Además, el desabastecimiento está incidiendo directamente en el sistema de salud -los índices de escasez de insumos hospitalarios son alarmantes- y en el sector privado de producción de bienes y servicios, afectando a toda la población y a la masa laboral que trabaja en ese sector, que comienza a protestar, ya sea pidiendo insumos a veces, o por reivindicaciones laborales disminuidas al estar paradas las fábricas, o por despidos de centros de trabajo que han tenido que cerrar.
Servicios básicos siguen en crisis
Los servicios básicos mínimos y elementales como la electricidad, el agua potable, las aguas servidas, el gas domestico y la recolección de basura están cada vez más ausentes en Venezuela. La situación de la recolección de desechos es alarmante y preocupante.
Las calles de las principales ciudades del país -en los pueblos del interior, por muy lejanos que sean, ocurre lo mismo- están inundadas de basura. Basta recorrer cualquier carretera del país para ver innumerables depósitos de todo tipo de desechos en los bordes. El servicio de aseo urbano es muy deficiente o no existe. En muchos casos, y sobre todo en el interior del país, los camiones recolectores de basura, cuando existen, no tienen ni siquiera horarios o cronogramas de trabajo para que los vecinos puedan contribuir con la limpieza sacando las bolsas de basura a una hora determinada.
Este panorama se observa en estados y municipios donde sus gobernantes son de distintas y variadas tendencias políticas, afectos o no al gobierno. La mala gestión está generalizada. Y cuando se recoge, la mayor parte de la basura en Venezuela permanece a cielo abierto. No existen políticas de reciclaje, ni tan siquiera se separan los desechos orgánicos, tóxicos, plásticos, etc.
Es una situación de contaminación ambiental, generadora de conflictos y protestas, pues a nadie le gusta vivir rodeado de desechos y focos de enfermedades. Es lo que expresan los ciudadanos cuando deciden cerrar una calle para pedir a las autoridades que resuelvan el problema. Como pasa con tantas otras cosas, existe una legislación moderna y vigente para el manejo de los desechos, como la Ley de Gestión Integral de la Basura, publicada en Gaceta en diciembre de 2010, pero la desidia y la falta de voluntad política para hacer las cosas, pueden más.
Calidad de vida en descenso
No hace falta ser adivinos para ver cómo todos los temas que tratamos en esta columna nos afectan a todos a diario. Nuestra calidad de vida está en franco descenso y enfrente tenemos a un Estado que no solo se niega a dar respuestas al problema, sino que parece no querer aceptarlo y mucho menos poner correctivos. Mientras los gobernantes tengan los ojos puestos en la permanencia en sus cargos por sobre todas las cosas y no en la función social para la que fueron electos y por la que se les paga, aumentarán el descontento y las protestas.
[Tomado de http://www.conflictove.org.ve/analisis-y-opinion/analisis-del-observatorio-venezolano-de-conflictividad-social-y-conflictove-derechos-desechos-y-calidad-de-vida-articulo-de-marco-a-ponce-y-mikel-las-heras.html.]
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