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En el mundo de hoy, los Estados necesitan la guerra para establecer la dominación sobre otras partes del planeta, para unir a su población contra un enemigo exterior, para impulsar sus propias industrias armamentísticas, que constituyen una parte creciente de sus economías. Cada vez más, grandes empresas e instituciones financieras como el FMI y el Banco Mundial, en conjunción con países como los Estados Unidos, Francia, China, Rusia y otros, imponen su dominio económico por medio de la fuerza militar.
Además, el desarrollo de la industria nuclear conduce a una sociedad nuclear de control y centralización, y a una amenaza para la vida humana y el medio ambiente. La nueva tecnología (drones, etc.) se usa para matar cada vez más gente, y para incrementar la vigilancia del Estado, incluyendo el control de las fronteras de la Fortaleza Europa contra los inmigrantes de África.
La búsqueda de minerales por parte de esas industrias saca a la luz las luchas de los diferentes bloques de poder para establecer el control sobre importantes yacimientos de uranio, petróleo u otros minerales. La guerra está íntimamente ligada a la destrucción del medio ambiente, como la deforestación de la selva durante la Guerra de Vietnam o los enormes daños ambientales durante el bombardeo de las refinerías durante la Guerra del Golfo.
La guerra implica el desplazamiento de poblaciones enteras, la emigración forzosa y el establecimiento de grandes campos de refugiados. Desencadena hambrunas con ataques a las cosechas. Las violaciones en masa son utilizadas como arma de terror y como síntoma de la virilidad distorsionada generada por el militarismo.
Así como las amenazas fabricadas del tipo de la del fundamentalismo islámico y, de nuevo, la del Oso Ruso o la de la agresión imperialista occidental, también se emplea cada vez más la amenaza de desorden interno, a menudo provocada por el propio Estado, para crear un enemigo interior –el enemigo dentro- ya sean bandas juveniles o grupos políticos. El aumento de la militarización de la sociedad está por tanto justificado, con una presencia cada vez mayor de tropas en las calles y aeropuertos militares, y el incremento de las fuerzas policiales militarizadas.
Los bloques de poder en competencia –Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea, etc.- buscan sus propias esferas de influencia a nivel global, lo que lleva a una tensión cada vez mayor, como podemos ver en la situación de Ucrania.
Nos oponemos a la tendencia a la militarización de la sociedad y a la guerra. Las disputas sobre fronteras se han empleado como medio por los bloques de poder y los Estados para alimentar conflictos. La respuesta no está en la solución del micronacionalismo (Escocia, Cataluña, etc.) con el desarrollo de nuevos Estados pequeñitos con sus propias fuerzas armadas sino en una libre federación de los pueblos, la destrucción de las industrias de guerra, la disolución de los ejércitos y la desaparición de las fronteras, y la eliminación del capitalismo. A un nivel más práctico, nos oponemos a su tendencia a la guerra y la militarización de la sociedad con campañas contra el reclutamiento militar, el apoyo a los desertores y a los que se oponen a la guerra, a la desobediencia civil y a los paros y huelgas contra el tráfico de armas y de ejércitos.
No a las fronteras
No a las guerras
Sí a compartir todos los recursos de todo el planeta
¡Guerra a la guerra!
[Tomado de http://federacionanarquistaiberica.wordpress.com/2014/05/02/la-guerra-es-la-salud-del-estado/.]
En el mundo de hoy, los Estados necesitan la guerra para establecer la dominación sobre otras partes del planeta, para unir a su población contra un enemigo exterior, para impulsar sus propias industrias armamentísticas, que constituyen una parte creciente de sus economías. Cada vez más, grandes empresas e instituciones financieras como el FMI y el Banco Mundial, en conjunción con países como los Estados Unidos, Francia, China, Rusia y otros, imponen su dominio económico por medio de la fuerza militar.
Además, el desarrollo de la industria nuclear conduce a una sociedad nuclear de control y centralización, y a una amenaza para la vida humana y el medio ambiente. La nueva tecnología (drones, etc.) se usa para matar cada vez más gente, y para incrementar la vigilancia del Estado, incluyendo el control de las fronteras de la Fortaleza Europa contra los inmigrantes de África.
La búsqueda de minerales por parte de esas industrias saca a la luz las luchas de los diferentes bloques de poder para establecer el control sobre importantes yacimientos de uranio, petróleo u otros minerales. La guerra está íntimamente ligada a la destrucción del medio ambiente, como la deforestación de la selva durante la Guerra de Vietnam o los enormes daños ambientales durante el bombardeo de las refinerías durante la Guerra del Golfo.
La guerra implica el desplazamiento de poblaciones enteras, la emigración forzosa y el establecimiento de grandes campos de refugiados. Desencadena hambrunas con ataques a las cosechas. Las violaciones en masa son utilizadas como arma de terror y como síntoma de la virilidad distorsionada generada por el militarismo.
Así como las amenazas fabricadas del tipo de la del fundamentalismo islámico y, de nuevo, la del Oso Ruso o la de la agresión imperialista occidental, también se emplea cada vez más la amenaza de desorden interno, a menudo provocada por el propio Estado, para crear un enemigo interior –el enemigo dentro- ya sean bandas juveniles o grupos políticos. El aumento de la militarización de la sociedad está por tanto justificado, con una presencia cada vez mayor de tropas en las calles y aeropuertos militares, y el incremento de las fuerzas policiales militarizadas.
Los bloques de poder en competencia –Estados Unidos, Rusia, China, la Unión Europea, etc.- buscan sus propias esferas de influencia a nivel global, lo que lleva a una tensión cada vez mayor, como podemos ver en la situación de Ucrania.
Nos oponemos a la tendencia a la militarización de la sociedad y a la guerra. Las disputas sobre fronteras se han empleado como medio por los bloques de poder y los Estados para alimentar conflictos. La respuesta no está en la solución del micronacionalismo (Escocia, Cataluña, etc.) con el desarrollo de nuevos Estados pequeñitos con sus propias fuerzas armadas sino en una libre federación de los pueblos, la destrucción de las industrias de guerra, la disolución de los ejércitos y la desaparición de las fronteras, y la eliminación del capitalismo. A un nivel más práctico, nos oponemos a su tendencia a la guerra y la militarización de la sociedad con campañas contra el reclutamiento militar, el apoyo a los desertores y a los que se oponen a la guerra, a la desobediencia civil y a los paros y huelgas contra el tráfico de armas y de ejércitos.
No a las fronteras
No a las guerras
Sí a compartir todos los recursos de todo el planeta
¡Guerra a la guerra!
[Tomado de http://federacionanarquistaiberica.wordpress.com/2014/05/02/la-guerra-es-la-salud-del-estado/.]
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