Grupo Anarquista Lxs Solidarixs
La situación actual del anarquismo en Iberia es realmente preocupante. No por su falta de presencia, sino por su falta de acción revolucionaria. Nos auto-complacemos con ligeros aumentos de militancia, casi insignificantes en relación tanto a la situación de la sociedad como tanto en relación a nuestros objetivos como anarquistas. Pero a pesar de este aumento de grupos y sindicatos anarquistas, la represión del Estado y de la burguesía y su patronal sigue en aumento y parece no encontrar desde el movimiento anarquista una respuesta adecuada a las exigencias de la historia que nos ha tocado vivir.
Uno de los principales problemas es, a nuestro entender, que los propios anarquistas no nos creemos la Revolución Social. Sí, reconocemos la historia y se defiende el Ideal anarquista, desde unos lugares con más suerte que desde otros, pero ni siquiera nosotros mismos estamos convencidos de que la Revolución es necesaria aquí y ahora. Nos vemos inmersos en una situación en la que el futuro es ahora mismo. No podemos pensar ya a largo plazo, porque puede que no lleguemos a ese largo plazo: el pobre es cada vez más pobre y el rico cada vez más rico, y mientras pensamos en hacer una pedagogía ecléctica y superficial sobre aspectos varios porque los consideramos importantes (como talleres de cultivo ecológico, construcciones ecológicas, autogestión, o actividades basadas más en la teoría que en la práctica, en el pasado que en la actualidad, etc.), mientras tanto, repetimos, estamos dejando de lado la Revolución que tanto predicamos, la alejamos cada vez más de nosotros en el horizonte al presentarla como un objetivo de futuro porque el presente lo ocupamos educándonos para recibirla o realizarla llegado el momento. Pero el momento no llega, se crea.
No tenemos que cegarnos con demasiada pedagogía, el individuo aprende experimentando, no escuchando, construyendo su propio progreso. Propaganda por el hecho y participación colectiva. No olvidemos que quienes hicieron posible la revolución del 36 eran en su mayoría analfabetos.
El posibilitismo, también llamado ciudadanismo, ha impregnado al movimiento libertario. Se habla de crear alternativas al margen del Estado, de crear redes de consumo y de producción, cooperativas, bancos del tiempo o de trueque y propuestas similares, alternativas que convivirán con el Estado y que, teóricamente, poco a poco lo irán desplazando de la vida individual y social. ¿Cómo podemos pensar que el Estado y el Poder van a cesar pacíficamente de ejercer su Autoridad sobre nosotros, qué inocente puede creer que el Estado se suicidará o se extinguirá al convertirse en una entidad sin atribuciones ni funciones? El Estado no va a permitir que ello ocurra, y para ello invertirá todo su poder y represión sobre cualquiera de estas propuestas. De hecho, el movimiento anarquista está sufriendo ya ésta represión, con detenciones, montajes policiales, denuncias, escuchas o derribos de centros sociales okupados y totalmente asentados e integrados en los barrios y entre la clase trabajadora.
El Estado no puede sino destruirse, y para ello ha de ser enfrentado. El Estado y su burguesía no van a abandonar sus privilegios, y mucho menos van a permanecer impasibles observando cómo, supuestamente, se crea una alternativa social paralela a él. Y nuestro discurso debe contener ésta destrucción del Estado. No queremos crear una alternativa paralela al Estado y a su burguesía, pues si son los causantes de toda desigualdad e injusticia, éstas seguirán existiendo en unos lugares u otros. Debemos eliminarlos por completo para erradicar todas las injusticias y desigualdades. Es decir, como anarquistas debemos procurar el bienestar y la libertad de todo individuo. De lo contrario hablamos de egoísmo, de crear pequeñas burbujas donde cada uno puede estar más o menos bien, donde puede ser más o menos libre, funcionando en parte fuera del sistema. Fuera del sistema pero con un pie dentro, porque… ¿qué ocurre con el transporte, con el combustible, con las nuevas tecnologías y sistemas de comunicación, qué ocurre con el sistema monetario, cómo nos relacionaremos con otras gentes o con otros territorios si éstos siguen funcionando dentro del sistema, con sus títulos académicos que certifiquen sus conocimientos, con su moneda, con su propiedad privada y con el trabajo asalariado? Mientras todos los territorios no estén liberados no existirá tal alternativa al sistema, solamente pequeñas burbujas, y tanto dentro de la burbuja como fuera de ella, creen todas y todos que son libres.
Entonces no desviemos el mensaje anarquista. Son el Estado y el Poder los causantes de todos nuestros males: eliminemos por completo estos males. Éste es el mensaje. Mientras exista el Estado, el pueblo nunca será libre. Y en efecto, sí es posible destruir al Estado, porque una vez ya lo fue. Me refiero a la Revolución del 19 de julio de 1936. Los compañeros hicieron posible esa Revolución porque estaban convencidos de ella, de que era posible y necesaria, porque creían que cada una de sus acciones los acercaba cada vez más al nuevo mundo de paz, de justicia y de libertad que tanto deseaban. No temían a las represalias de la justicia burguesa porque sabían que esa justicia sería abolida y sustituida por la libertad y responsabilidad de cada individuo y por nuevos mecanismos horizontales y populares como las asambleas. No temían a la pobreza y la miseria porque la propiedad privada y el dinero serían abolidos. No temían a las cárceles porque estaban dispuestos a derrumbar sus muros. Ni siquiera temían a la muerte. ¿Por qué? Porque en esos momentos se encontraban construyendo ese nuevo mundo, al tiempo que destruían el viejo mundo de hambre y represión.
Hasta aquí, podemos identificar uno de los problemas actuales del movimiento anarquista ibérico, y que es la pérdida de su horizonte en gran parte de las acciones llevadas a cabo. Ya no hay enfrentamiento con el Poder, se buscan alternativas al Poder, alternativas que lo dejan con vida y en plena actividad represora.
En este sentido, cabría nombrar la aparente confusión del fin con los medios. Las cooperativas, las socializaciones o colectividades parciales, los Ateneos y organizaciones, las acciones directas… todo ello ha de suponer un medio y no un fin en sí mismo, un medio para organizar la producción, el consumo, la actividad o la formación en la nueva sociedad anarquista. Pero sin darnos cuenta muchas veces convertimos el medio en un fin en sí mismo.
Así pues, no solamente es el capitalismo nuestro enemigo. Si no se combate al Estado no se erradican las injusticias, y una prueba de ello fue la revolución rusa, en la cual, teóricamente, combatieron y eliminaron al capitalismo, pero dejaron en pie a un Estado más fuerte y poderoso si cabe, una continuación del Poder ejercido anteriormente por el Capitalismo. Ningún Estado supo ni sabrá jamás dar respuesta justa a las necesidades de su Pueblo porque el Estado se nutre de ese mismo Pueblo y este mismo Pueblo se ve obligado a mantenerlo, y es entonces cuando aparecen dos niveles de libertad: la plena libertad de los gobernantes y administradores del Estado, y la nula libertad del Pueblo, cercenada para mantener los privilegios de los primeros. Con Estados nunca podrá ser libre la humanidad.
Continuando con una visión crítica del anarquismo ibérico contemporáneo, también encontramos el eterno problema de las infiltraciones en las organizaciones anarquistas activas en Iberia. Lamentablemente esta actividad destructora procedente tanto desde el Estado como desde entidades marxistas se encuentra recogiendo sus frutos. En algunas organizaciones se ha conseguido crear una situación verdaderamente peligrosa para su supervivencia. Este hecho resulta cuanto menos contradictorio cuando a lo largo de estos años el anarquismo está de nuevo echando raíces en Iberia y crece el activismo libertario entre la clase trabajadora y oprimida. En tiempos de crisis y de miseria como el que vivimos, solamente dos corrientes ideológicas son las que crecen y se fortalecen: el anarquismo y el fascismo. ¿No tendría que haber aumentado la contundencia del anarquismo? Pues no, no lo ha hecho. Y si no se fortalece el anarquismo, lo harán el fascismo y el Estado.
Pero si lo pensamos bien esta situación es más coherente de lo que creemos. Se extiende el ideario anarquista, la horizontalidad, la organización popular y las asambleas de trabajadoras y trabajadores, y resulta que en Iberia existen ya unas organizaciones anarquistas que hace menos de un siglo protagonizaron la mayor hazaña que un pueblo oprimido ha sido capaz de llevar a cabo en toda la historia de la humanidad. Además, la Revolución Social de 1936 ya no se encuentra recluida en bibliotecas temáticas, en viejos libros y periódicos de ancianos militantes: ahora, en la era de la comunicación y de la macro-información, no puede esconderse la historia.
Entonces, la mejor manera de evitar que se repita esta hazaña es destruyendo estas históricas organizaciones. ¿Cómo? Desde fuera se ha visto ya que es imposible, pero la estrategia de las infiltraciones y del sabotaje interno siempre les ha dado los mejores resultados. Se siembra la desconfianza y se imposibilita el desarrollo del apoyo mutuo y de la solidaridad necesarias para nuestros objetivos. Esto se traduce en un aumento en la difusión y activismo anarquistas que toma cuerpo pero no forma: los diferentes grupos e individuos que día a día deciden abrazar las ideas anarquistas se encuentran dispersos, desorganizados y descoordinados, al no encontrar respuesta a sus inquietudes en unas organizaciones más preocupadas por su bienestar interno que por la libertad social.
Uno de los problemas que surge con esta descoordinación es que ya no existe el debate y la formación mutua, y además la solidaridad se dificulta, o incluso desemboca en confrontación. Y al no existir una praxis colectiva y una formación colectiva, continuada y progresiva, algunas de las prácticas de algunos autodenominados “anarquistas” se desvían, consciente o inconscientemente, de los principios, tácticas y finalidades del Anarquismo.
Por otra parte, consecuencia de las infiltraciones y la destrucción de nuestras organizaciones desde dentro, encontramos uno de nuestros talones de Aquiles: las siglas. Las acciones de infiltración muchas veces acaban con expulsiones y desfederaciones de grupos o de sindicatos. Y de repente, la defensa de las siglas y de su peso histórico se convierte en uno de los debates más presentes en nuestros encuentros. Y esto genera un enorme desgaste y pérdida de tiempo y energías en la militancia anarquista. ¿Por qué aferrarse tanto a las siglas? Las siglas han de servirnos a nosotros y a nuestros intereses, que es la Revolución Social, las siglas han de someterse a su militancia. Pero no, sucede todo lo contrario, y las siglas someten a parte de la militancia en tanto que gran parte de los esfuerzos se dedican a la defensa de las mismas. Lo importante es tener los objetivos claros y organizarnos.
Tampoco podemos dejar hacer a toda esta basura reformista que infecta a las organizaciones, pero nuestro objetivo es la anarquía, y no serán las siglas quienes la llevarán a cabo, sino que será el pueblo quien alzará la bandera de la Libertad por el camino de la Revolución. Trabajemos entonces con el Pueblo, organicémonos, que nuestra actividad sirva para demostrarles que este mundo no es el único posible, que es precisamente el peor que podría existir, y que hay otro mañana esperándonos tras la puesta de sol, un mañana totalmente diferente de hoy. En este sentido, pienso que habría que potenciar los Ateneos como verdaderos centros sociales y populares e integrarlos en la vida cotidiana del barrio y que sean el medio y no el fin, que habría que recuperar los espacios públicos con mítines y otras acciones, que habría que extender la propaganda por el hecho con sabotajes, acciones directas, ocupaciones de propiedades de la Iglesia, del Estado o de los bancos, empezando en los barrios más pobres y deprimidos. Es importante defender la dignidad y la historia de las organizaciones anarquistas ibéricas, pero más nos tendría que importar el poder crear una sólida organización popular con objetivos revolucionarios.
Y mientras nos miramos los ombligos, el fascismo crece y el Estado aumenta su Poder y Autoridad.
Pero a pesar de todo lo mencionado anteriormente, existen también aspectos positivos a destacar en el movimiento anarquista ibérico actual. Como se ha dicho, crece la difusión de la Idea y aumenta la militancia activista, y además reina el descontento entre la clase oprimida. La Revolución está latente, a punto de estallar con la primera insurrección.
Solamente nos hace falta coordinación y confianza no en nuestras posibilidades, sino en nuestros objetivos, pues nuestras posibilidades aumentarán a medida que nos acercamos al objetivo. Si nos planteamos los objetivos según las posibilidades de que disponemos en un momento determinado, entonces no pararemos de dar vueltas en círculo, sin avanzar. Tenemos que dejar de mirarnos los ombligos y empezar a luchar por mantener viva la anarquía. Hay miles de personas abrazando las ideas anarquistas en estos momentos y aquí en Iberia, y hay cientos de miles de personas que se cuestionan el actual sistema, que se cuestionan incluso el papel del Estado y de sus fuerzas represoras. Y hay también millones de personas que sencillamente quieren vivir con dignidad porque ahora mismo no pueden siquiera dar de comer a sus hijas e hijos. ¿Es necesario hacer una extensa pedagogía con todos ellos? ¿O puede que bastara con ayudarles a entender quién es el enemigo real, quién provoca todos sus males, a quién tiene que enfrentar? Recordemos que el aprendizaje se construye por una misma, no se ofrece de unas a otras.
Ayudemos pues a reconocer al verdadero enemigo, pero con nuestros actos, con nuestras acciones directas, para que participen con nosotras y nosotros de la destrucción del Estado y de la creación del nuevo mundo que llevamos en nuestros corazones, un nuevo mundo que no necesita de catedráticos para ser amado, sino de corazones. Declaremos la guerra al Estado y construyamos ese mundo, que el Pueblo vea y viva nuestra justa lucha y haga suyo nuestro fervor y entusiasmo. Así es como el Pueblo entendió y abrazó al Anarquismo a principios del pasado siglo y luchó por él, porque veían en las acciones de las compañeras y compañeros más decididos un paso más que les acercaba hacia esa libertad. Así es como el Pueblo creyó realmente que una Revolución Social no sólo era posible, sino que además era necesaria. La creyó y la creó con sus manos llenas de durezas y de sangre. No fueron las siglas, no fueron los libros, fue el convencimiento, el despertar de un Pueblo que quizás no sabía qué era el Anarquismo en toda su plenitud, pero que sabía perfectamente que el Estado y la Burguesía y todo el Poder por ellos detentado eran el enemigo a combatir, porque una vez muerto el Enemigo sabían lo que querían: ser libres y felices.
Seamos hoy libres y felices, seamos hoy anarquistas.
[Tomado de http://grupoanarquistasolidarios.blogspot.com.es.]
La situación actual del anarquismo en Iberia es realmente preocupante. No por su falta de presencia, sino por su falta de acción revolucionaria. Nos auto-complacemos con ligeros aumentos de militancia, casi insignificantes en relación tanto a la situación de la sociedad como tanto en relación a nuestros objetivos como anarquistas. Pero a pesar de este aumento de grupos y sindicatos anarquistas, la represión del Estado y de la burguesía y su patronal sigue en aumento y parece no encontrar desde el movimiento anarquista una respuesta adecuada a las exigencias de la historia que nos ha tocado vivir.
Uno de los principales problemas es, a nuestro entender, que los propios anarquistas no nos creemos la Revolución Social. Sí, reconocemos la historia y se defiende el Ideal anarquista, desde unos lugares con más suerte que desde otros, pero ni siquiera nosotros mismos estamos convencidos de que la Revolución es necesaria aquí y ahora. Nos vemos inmersos en una situación en la que el futuro es ahora mismo. No podemos pensar ya a largo plazo, porque puede que no lleguemos a ese largo plazo: el pobre es cada vez más pobre y el rico cada vez más rico, y mientras pensamos en hacer una pedagogía ecléctica y superficial sobre aspectos varios porque los consideramos importantes (como talleres de cultivo ecológico, construcciones ecológicas, autogestión, o actividades basadas más en la teoría que en la práctica, en el pasado que en la actualidad, etc.), mientras tanto, repetimos, estamos dejando de lado la Revolución que tanto predicamos, la alejamos cada vez más de nosotros en el horizonte al presentarla como un objetivo de futuro porque el presente lo ocupamos educándonos para recibirla o realizarla llegado el momento. Pero el momento no llega, se crea.
No tenemos que cegarnos con demasiada pedagogía, el individuo aprende experimentando, no escuchando, construyendo su propio progreso. Propaganda por el hecho y participación colectiva. No olvidemos que quienes hicieron posible la revolución del 36 eran en su mayoría analfabetos.
El posibilitismo, también llamado ciudadanismo, ha impregnado al movimiento libertario. Se habla de crear alternativas al margen del Estado, de crear redes de consumo y de producción, cooperativas, bancos del tiempo o de trueque y propuestas similares, alternativas que convivirán con el Estado y que, teóricamente, poco a poco lo irán desplazando de la vida individual y social. ¿Cómo podemos pensar que el Estado y el Poder van a cesar pacíficamente de ejercer su Autoridad sobre nosotros, qué inocente puede creer que el Estado se suicidará o se extinguirá al convertirse en una entidad sin atribuciones ni funciones? El Estado no va a permitir que ello ocurra, y para ello invertirá todo su poder y represión sobre cualquiera de estas propuestas. De hecho, el movimiento anarquista está sufriendo ya ésta represión, con detenciones, montajes policiales, denuncias, escuchas o derribos de centros sociales okupados y totalmente asentados e integrados en los barrios y entre la clase trabajadora.
El Estado no puede sino destruirse, y para ello ha de ser enfrentado. El Estado y su burguesía no van a abandonar sus privilegios, y mucho menos van a permanecer impasibles observando cómo, supuestamente, se crea una alternativa social paralela a él. Y nuestro discurso debe contener ésta destrucción del Estado. No queremos crear una alternativa paralela al Estado y a su burguesía, pues si son los causantes de toda desigualdad e injusticia, éstas seguirán existiendo en unos lugares u otros. Debemos eliminarlos por completo para erradicar todas las injusticias y desigualdades. Es decir, como anarquistas debemos procurar el bienestar y la libertad de todo individuo. De lo contrario hablamos de egoísmo, de crear pequeñas burbujas donde cada uno puede estar más o menos bien, donde puede ser más o menos libre, funcionando en parte fuera del sistema. Fuera del sistema pero con un pie dentro, porque… ¿qué ocurre con el transporte, con el combustible, con las nuevas tecnologías y sistemas de comunicación, qué ocurre con el sistema monetario, cómo nos relacionaremos con otras gentes o con otros territorios si éstos siguen funcionando dentro del sistema, con sus títulos académicos que certifiquen sus conocimientos, con su moneda, con su propiedad privada y con el trabajo asalariado? Mientras todos los territorios no estén liberados no existirá tal alternativa al sistema, solamente pequeñas burbujas, y tanto dentro de la burbuja como fuera de ella, creen todas y todos que son libres.
Entonces no desviemos el mensaje anarquista. Son el Estado y el Poder los causantes de todos nuestros males: eliminemos por completo estos males. Éste es el mensaje. Mientras exista el Estado, el pueblo nunca será libre. Y en efecto, sí es posible destruir al Estado, porque una vez ya lo fue. Me refiero a la Revolución del 19 de julio de 1936. Los compañeros hicieron posible esa Revolución porque estaban convencidos de ella, de que era posible y necesaria, porque creían que cada una de sus acciones los acercaba cada vez más al nuevo mundo de paz, de justicia y de libertad que tanto deseaban. No temían a las represalias de la justicia burguesa porque sabían que esa justicia sería abolida y sustituida por la libertad y responsabilidad de cada individuo y por nuevos mecanismos horizontales y populares como las asambleas. No temían a la pobreza y la miseria porque la propiedad privada y el dinero serían abolidos. No temían a las cárceles porque estaban dispuestos a derrumbar sus muros. Ni siquiera temían a la muerte. ¿Por qué? Porque en esos momentos se encontraban construyendo ese nuevo mundo, al tiempo que destruían el viejo mundo de hambre y represión.
Hasta aquí, podemos identificar uno de los problemas actuales del movimiento anarquista ibérico, y que es la pérdida de su horizonte en gran parte de las acciones llevadas a cabo. Ya no hay enfrentamiento con el Poder, se buscan alternativas al Poder, alternativas que lo dejan con vida y en plena actividad represora.
En este sentido, cabría nombrar la aparente confusión del fin con los medios. Las cooperativas, las socializaciones o colectividades parciales, los Ateneos y organizaciones, las acciones directas… todo ello ha de suponer un medio y no un fin en sí mismo, un medio para organizar la producción, el consumo, la actividad o la formación en la nueva sociedad anarquista. Pero sin darnos cuenta muchas veces convertimos el medio en un fin en sí mismo.
Así pues, no solamente es el capitalismo nuestro enemigo. Si no se combate al Estado no se erradican las injusticias, y una prueba de ello fue la revolución rusa, en la cual, teóricamente, combatieron y eliminaron al capitalismo, pero dejaron en pie a un Estado más fuerte y poderoso si cabe, una continuación del Poder ejercido anteriormente por el Capitalismo. Ningún Estado supo ni sabrá jamás dar respuesta justa a las necesidades de su Pueblo porque el Estado se nutre de ese mismo Pueblo y este mismo Pueblo se ve obligado a mantenerlo, y es entonces cuando aparecen dos niveles de libertad: la plena libertad de los gobernantes y administradores del Estado, y la nula libertad del Pueblo, cercenada para mantener los privilegios de los primeros. Con Estados nunca podrá ser libre la humanidad.
Continuando con una visión crítica del anarquismo ibérico contemporáneo, también encontramos el eterno problema de las infiltraciones en las organizaciones anarquistas activas en Iberia. Lamentablemente esta actividad destructora procedente tanto desde el Estado como desde entidades marxistas se encuentra recogiendo sus frutos. En algunas organizaciones se ha conseguido crear una situación verdaderamente peligrosa para su supervivencia. Este hecho resulta cuanto menos contradictorio cuando a lo largo de estos años el anarquismo está de nuevo echando raíces en Iberia y crece el activismo libertario entre la clase trabajadora y oprimida. En tiempos de crisis y de miseria como el que vivimos, solamente dos corrientes ideológicas son las que crecen y se fortalecen: el anarquismo y el fascismo. ¿No tendría que haber aumentado la contundencia del anarquismo? Pues no, no lo ha hecho. Y si no se fortalece el anarquismo, lo harán el fascismo y el Estado.
Pero si lo pensamos bien esta situación es más coherente de lo que creemos. Se extiende el ideario anarquista, la horizontalidad, la organización popular y las asambleas de trabajadoras y trabajadores, y resulta que en Iberia existen ya unas organizaciones anarquistas que hace menos de un siglo protagonizaron la mayor hazaña que un pueblo oprimido ha sido capaz de llevar a cabo en toda la historia de la humanidad. Además, la Revolución Social de 1936 ya no se encuentra recluida en bibliotecas temáticas, en viejos libros y periódicos de ancianos militantes: ahora, en la era de la comunicación y de la macro-información, no puede esconderse la historia.
Entonces, la mejor manera de evitar que se repita esta hazaña es destruyendo estas históricas organizaciones. ¿Cómo? Desde fuera se ha visto ya que es imposible, pero la estrategia de las infiltraciones y del sabotaje interno siempre les ha dado los mejores resultados. Se siembra la desconfianza y se imposibilita el desarrollo del apoyo mutuo y de la solidaridad necesarias para nuestros objetivos. Esto se traduce en un aumento en la difusión y activismo anarquistas que toma cuerpo pero no forma: los diferentes grupos e individuos que día a día deciden abrazar las ideas anarquistas se encuentran dispersos, desorganizados y descoordinados, al no encontrar respuesta a sus inquietudes en unas organizaciones más preocupadas por su bienestar interno que por la libertad social.
Uno de los problemas que surge con esta descoordinación es que ya no existe el debate y la formación mutua, y además la solidaridad se dificulta, o incluso desemboca en confrontación. Y al no existir una praxis colectiva y una formación colectiva, continuada y progresiva, algunas de las prácticas de algunos autodenominados “anarquistas” se desvían, consciente o inconscientemente, de los principios, tácticas y finalidades del Anarquismo.
Por otra parte, consecuencia de las infiltraciones y la destrucción de nuestras organizaciones desde dentro, encontramos uno de nuestros talones de Aquiles: las siglas. Las acciones de infiltración muchas veces acaban con expulsiones y desfederaciones de grupos o de sindicatos. Y de repente, la defensa de las siglas y de su peso histórico se convierte en uno de los debates más presentes en nuestros encuentros. Y esto genera un enorme desgaste y pérdida de tiempo y energías en la militancia anarquista. ¿Por qué aferrarse tanto a las siglas? Las siglas han de servirnos a nosotros y a nuestros intereses, que es la Revolución Social, las siglas han de someterse a su militancia. Pero no, sucede todo lo contrario, y las siglas someten a parte de la militancia en tanto que gran parte de los esfuerzos se dedican a la defensa de las mismas. Lo importante es tener los objetivos claros y organizarnos.
Tampoco podemos dejar hacer a toda esta basura reformista que infecta a las organizaciones, pero nuestro objetivo es la anarquía, y no serán las siglas quienes la llevarán a cabo, sino que será el pueblo quien alzará la bandera de la Libertad por el camino de la Revolución. Trabajemos entonces con el Pueblo, organicémonos, que nuestra actividad sirva para demostrarles que este mundo no es el único posible, que es precisamente el peor que podría existir, y que hay otro mañana esperándonos tras la puesta de sol, un mañana totalmente diferente de hoy. En este sentido, pienso que habría que potenciar los Ateneos como verdaderos centros sociales y populares e integrarlos en la vida cotidiana del barrio y que sean el medio y no el fin, que habría que recuperar los espacios públicos con mítines y otras acciones, que habría que extender la propaganda por el hecho con sabotajes, acciones directas, ocupaciones de propiedades de la Iglesia, del Estado o de los bancos, empezando en los barrios más pobres y deprimidos. Es importante defender la dignidad y la historia de las organizaciones anarquistas ibéricas, pero más nos tendría que importar el poder crear una sólida organización popular con objetivos revolucionarios.
Y mientras nos miramos los ombligos, el fascismo crece y el Estado aumenta su Poder y Autoridad.
Pero a pesar de todo lo mencionado anteriormente, existen también aspectos positivos a destacar en el movimiento anarquista ibérico actual. Como se ha dicho, crece la difusión de la Idea y aumenta la militancia activista, y además reina el descontento entre la clase oprimida. La Revolución está latente, a punto de estallar con la primera insurrección.
Solamente nos hace falta coordinación y confianza no en nuestras posibilidades, sino en nuestros objetivos, pues nuestras posibilidades aumentarán a medida que nos acercamos al objetivo. Si nos planteamos los objetivos según las posibilidades de que disponemos en un momento determinado, entonces no pararemos de dar vueltas en círculo, sin avanzar. Tenemos que dejar de mirarnos los ombligos y empezar a luchar por mantener viva la anarquía. Hay miles de personas abrazando las ideas anarquistas en estos momentos y aquí en Iberia, y hay cientos de miles de personas que se cuestionan el actual sistema, que se cuestionan incluso el papel del Estado y de sus fuerzas represoras. Y hay también millones de personas que sencillamente quieren vivir con dignidad porque ahora mismo no pueden siquiera dar de comer a sus hijas e hijos. ¿Es necesario hacer una extensa pedagogía con todos ellos? ¿O puede que bastara con ayudarles a entender quién es el enemigo real, quién provoca todos sus males, a quién tiene que enfrentar? Recordemos que el aprendizaje se construye por una misma, no se ofrece de unas a otras.
Ayudemos pues a reconocer al verdadero enemigo, pero con nuestros actos, con nuestras acciones directas, para que participen con nosotras y nosotros de la destrucción del Estado y de la creación del nuevo mundo que llevamos en nuestros corazones, un nuevo mundo que no necesita de catedráticos para ser amado, sino de corazones. Declaremos la guerra al Estado y construyamos ese mundo, que el Pueblo vea y viva nuestra justa lucha y haga suyo nuestro fervor y entusiasmo. Así es como el Pueblo entendió y abrazó al Anarquismo a principios del pasado siglo y luchó por él, porque veían en las acciones de las compañeras y compañeros más decididos un paso más que les acercaba hacia esa libertad. Así es como el Pueblo creyó realmente que una Revolución Social no sólo era posible, sino que además era necesaria. La creyó y la creó con sus manos llenas de durezas y de sangre. No fueron las siglas, no fueron los libros, fue el convencimiento, el despertar de un Pueblo que quizás no sabía qué era el Anarquismo en toda su plenitud, pero que sabía perfectamente que el Estado y la Burguesía y todo el Poder por ellos detentado eran el enemigo a combatir, porque una vez muerto el Enemigo sabían lo que querían: ser libres y felices.
Seamos hoy libres y felices, seamos hoy anarquistas.
[Tomado de http://grupoanarquistasolidarios.blogspot.com.es.]
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