Nelson Méndez
[Nota
del autor: ante la publicación en este blog del artículo "Opinión: ¿Cómo
Sería Una Sociedad Vegana Venezolana?" de Derry Bruzual
http://periodicoellibertario.blogspot.com/
2014/07/opinion-como-seria-una-sociedad-vegana.html, me pareció conveniente desempolvar algo que escribí y se publicó hace 10 años (El Libertario, # 37, abril-mayo 2004) en respuesta a un texto donde se hacían planteamientos similares a los del artículo mencionado.]
2014/07/opinion-como-seria-una-sociedad-vegana.html, me pareció conveniente desempolvar algo que escribí y se publicó hace 10 años (El Libertario, # 37, abril-mayo 2004) en respuesta a un texto donde se hacían planteamientos similares a los del artículo mencionado.]
El
artículo de Johnny Castro "Veg(etari)anismo: más que una opción de
alimentación", publicado en El
Libertario # 35, p. 13, (también accesible en
<www.nodo50.org/ellibertario>) invita a reflexionar en torno al renovado
interés que sobre este tema hay en la escena alternativa radical, incluyendo el
ámbito anarquista donde no es extraño encontrar personas y grupos que
consideran este aspecto como fundamental para su identificación como
libertarios, por ejemplo calificándose a si mismos como
"anarcoveganos". Siendo así, vale la pena examinar si, como lo
sugiere Johnny y lo proclama el anarcoveganismo, es imprescindible asociar al
anarquismo con los principios en que se fundamenta el vegetarianismo, o su
versión más vehemente el veganismo (las diferencias entre ambos conceptos se
explican en el artículo comentado). Veamos entonces esos principios para
comprobar si ese enlace es posible y/o deseable.
Ante
todo, es básico entender lo que se asoma desde el mismo título del artículo de
Johnny: estamos hablando de un vegetarianismo que al ir más allá de ser una
opción de alimentación se convierte en una ideología, una visión del mundo
construida desde la perspectiva peculiar de un grupo y con exclusión de otras
visiones. Esto es diferente a lo que se
puede llamar vegetarianismo pragmático, entendido como una conducta dietética basada
en consideraciones objetivas de salud, sin intentar extraer de tal práctica
consecuencias éticas y sociales como si lo asume el vegetarianismo ideológico.
De hecho, sobre el vegetarianismo pragmático lo apropiado es una discusión en
el terreno de las Ciencias de la Nutrición, por ejemplo como aparece en el muy
completo y actualizado estudio de S. Dingott y J. Dwyer: "Vegetarianism:
healthfull but unnecessary", accesible en
<www.quackwatch.com/03HealthPromotion/vegetarian.html>.
Para comer pan con pan
La
ideologización se evidencia de partida en una constante argumental típica del
vegetarianismo principista, del cual lo que escribe Johnny es buen ejemplo:
insistir mucho más en las motivaciones anti-carnívoras que en los efectos
positivos del consumo de productos vegetales. Como ya hace tiempo descubrieron
las religiones autoritarias institucionalizadas, una ideología se puede
construir eficazmente sobre preceptos de restricción y renuncia, de ascetismo y
culpa, de abnegación y austeridad. El rechazo al consumo de carne es perfecto
para tales fines (¡no es casual que lo practicasen y promoviesen tantos
fanáticos religiosos!), mientras que proclamar las virtudes objetivamente
sustentadas del consumo de vegetales parece haber sido bastante menos atractivo
como soporte para construir ideologías sectarias.
A
la hora de discutir sus supuestos, el vegetarianismo ideológico es tendencioso
y selectivo, en especial al apuntar evidencias nutricionales en contra del
consumo de productos de origen animal o al tratar los eventuales riesgos
carenciales de las dietas vegetarianas. Tanto el website en inglés "Beyond
veganism" <www.beyondveg.com>, como el trabajo de William Jarvis
"¿Por qué no soy vegetariano?" <sindominio.net/biblioweb/escepticos/vegetarianismo.html>,
revisan con detalle la argumentación del vegetarianismo ideológico, concluyendo
en que continuamente se exagera lo favorable y se menosprecia lo desfavorable a
dicha ideología proselitista.
Como
se anotaba antes, aquí se está más bien frente a un "anti-carnivorismo",
lo cual queda bien expuesto en la recopilación de los argumentos
anti-carnívoros típicos que resume el texto de Jarvis:
- religiosos, insistiendo en que Dios no
diseño a los humanos para comer carne, aparte del carácter "sagrado"
de la vida animal por lo que debemos respetar sus lapsos de existencia natural;
- ético-estéticos, ya que matar animales es
repugnante y degradante;
- económico-ecológicos, afirmando que la
crianza de animales siempre supone un uso ineficaz de recursos alimenticios
vegetales y de la tierra; y
-biológico-nutricionales, pues los productos
animales contienen diversos elementos nocivos para la salud humana (toxinas,
bacterias, acido úrico, etc.) y sus nutrientes son de deficiente calidad.
Vale
que destaquemos los equívocos e inconsistencias de esos argumentos:
1)
Se obvia el hecho de que en la naturaleza hay cadenas alimenticias (donde unos
se comen a los otros) y condiciones de existencia que impiden a la gran mayoría
de los animales que nacen subsistir hasta el límite genético de longevidad de
su especie, que en muchos casos tampoco está muy claro cuál es. Además, nuestro
proceso evolutivo como especie y las múltiples prácticas dietéticas que han
aplicado las sociedades humanas desmienten un supuesto diseño divino para el
vegetarianismo. Sin mencionar el problema de determinar cuál es el auténtico
Dios que da la apropiada sacralidad a la vida, pareciera que el vegetarianismo
ideológico supone que hay vidas que son más sagradas que otras, como diría
Orwell, pero en términos biológicos un grano es tanta promesa de vida como el
huevo de un ave o un feto. Esta gradación de los seres vivos fácilmente puede
extenderse a todos en general ya que si la deidad del caso bendice matar
cruelmente una zanahoria arrancándola de la tierra pero no una vaca, bien
pudiera hacer lo mismo con los infieles frente a los fieles.
2)
¿Cómo pueden definirse conceptos de lo que sería repugnante y/o degradante para
toda la humanidad?: las distintas perspectivas culturales y psicológicas harían
inútil cualquier esfuerzo en ese sentido.
3)
Es equivocado decir que toda área de crianza sea utilizable para producir
eficientemente alimentos vegetales y suponer que todo lo vegetal que se consume
en la crianza animal podría ser consumido con los humanos. Ecológica y
económicamente se trata de procesos complejos que no pueden describirse con
semejante simplificación.
4)
También, y en similar medida, se encuentran elementos dañinos para la salud en
los alimentos vegetales, sin olvidar que las colectividades humanas con mejores
registros en cuanto a resistencia frente a las enfermedades y longevidad suelen
ser comunidades con alto consumo de productos de origen animal, es decir, los
pastores tienden a vivir más que los agricultores. De los aproximadamente
140.000 años que tiene el humano moderno sobre la Tierra, apenas los últimos
10.000 han existido sociedades que centran su alimentación en los granos y
vegetales.
Inconsistente, como parrillada de
verduras
Por
lo demás, en la pesquisa para escribir esta reflexión, encontramos otra línea
argumental que puede enlazarse con el anti-carnivorismo: la defensa de los
Derechos de los animales, expuesta con todo detalle y claridad en el website en
castellano de Animal Freedom <www.animalfreedom.org/espagnol/index.htm>.
Lo que se apunta en esa página web sin duda es muy interesante, siendo una
enunciación más elaborada a lo habitual entre tantos voceros simplistas del
vegetarianismo ideológico. No obstante, cabe una incógnita que pone en duda el
supuesto clave de esta línea argumental: ¿es el Derecho una categoría zoológica
y/o ecológica?; es decir, nos preguntamos si tiene sentido llevar a las
relaciones entre especies un aparato conceptual y normativo desarrollado en el
contexto inherente a la especie humana. En cuanto a objeciones mas concretas,
un punto significativo aquí es el ataque muy documentado contra las prácticas
de la industria ganadera capitalista, en contraste con el silencio que se
guarda frente a actividades igualmente condenables de la agricultura
capitalista industrializada. Se insiste en que sólo con dejar de comer carne de
inmediato la producción de cereales alcanzaría para alimentarnos bien a todos,
ignorando que para el capitalismo siempre es más importante el incremento
creciente de las ganancias que la satisfacción estable de las necesidades
colectivas, por lo que en interés de la humanidad es mucho más urgente un
cambio en el sistema socioeconómico que un cambio de dieta. En el hipotético
caso de que todos tuviésemos que comer vegetales bajo un régimen de capitalismo
privado o estatal, ya veríamos como el acceso a ellos seguiría siendo
abismalmente desigual, controlado, regulado, normado en afán de dominación. La
aparición de clases sociales y elites que se imponen a sus congéneres fue, en
muchos aspectos, el resultado de la planificación, conservación y distribución
que se ha asociado con la producción agrícola.
La
preocupación por la coherencia entre nuestros objetivos finales y los medios
para alcanzarlos es decisiva para quienes adherimos al anarquismo. Por ello
preocupa que al vegetarianismo ideológico, como a otras sectas proselitistas,
sólo le interesen los medios en tanto meros mecanismos para alcanzar sus fines
supuestamente superiores. Manipular argumentos para que concuerden con las
propias creencias, colocar la fe dogmática en sustitución de las evidencias
objetivas, descalificar sin debatir racionalmente a toda crítica que venga de
fuera del círculo de los convencidos; estos y otros mecanismos similares son
harto frecuentes en el vegetarianismo ideológico, por lo que tenemos que poner
en duda que desde allí sea posible una vinculación coherente con los ideales
libertarios como la pretende el anarcoveganismo.
Nota
final: Es frecuente que el vegetarianismo ideológico, para ejemplificar la
preeminencia moral que le es inherente, recuerde que personajes como Gandhi han
sido vegetarianos. Al respecto: ¿por qué se olvida mencionar que también lo
fueron Hitler y algunos de sus secuaces?...
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