Héctor Lucena
En el 2008, el estancamiento de las negociaciones de un convenio colectivo dio lugar a la estatización de Sidor, mejor decir a la reestatización; recordemos que esta empresa había sido estatal desde su nacimiento hasta 1997, cuando fue adquirida por un consorcio de capitales argentino, mexicano, brasileño y venezolano, para entonces los mayores productores del ramo siderúrgico en América Latina. En el consorcio lideraba la compañía Techint-Ternium, uno de los grandes en la siderurgia mundial.
Hoy se repite un nuevo estancamiento en las negociaciones de la renovación del primer contrato colectivo en esta breve pero turbulenta etapa reestatizada. En el 2008, con los propietarios privados el estancamiento negocial había alcanzado los 15 meses, en el presente el contrato vencido ya lleva tres años. Se trata del contrato que fue firmado inmediatamente al asumir el Gobierno venezolano la dirección de esta factoría. Ya de por sí esto llama la atención, que transcurrido seis años desde entonces se haya tornado tan compleja la negociación de un convenio colectivo, lo que para las relaciones laborales es un mecanismo regular y tradicional en la relación y convivencia entre capital y trabajo.
Si en algo las relaciones laborales venezolanas, de las décadas previas, adquirieron un desenvolvimiento regular era en los procesos de negociación. Se puede afirmar que en esta empresa, como en general en las compañías estatales y privadas en el país, la negociación de los convenios colectivos tenía mucho de ritualismo, se seguían pasos que cada parte entendía y le era familiar, ambos se aproximaban bastante a predeterminar las acciones del otro actor. El ritual empezaba con un anteproyecto ambicioso, unas negociaciones que iniciaban con las cláusulas de menor complejidad, gradualmente se iban acercando a las de mayor envergadura, sea por la administración o por los costos. En tanto los sindicatos, aquellos que se desenvolvían democráticamente, preparaban a sus afiliados a mantenerse alerta, con asambleas y comunicaciones sobre el proceso. Si el ritmo de negociaciones se enlentecía o dificultaba más allá del ritual, las partes apelaban a la intervención de instancias políticas y/o gubernamentales. Por el lado sindical, la movilización y propaganda eran sus armas más a la mano, y alguna que otra vez se llegaba a la huelga.
Hoy el escenario en el cual se negocia es diferente. Han habido cambios en las regulaciones que le han sustraído facultades y autonomía a los actores de las relaciones de trabajo. A cambio se han fortalecido las del actor estatal. El resultado es que los sindicatos se han fragmentado y han perdido autonomía y ya no solo son objeto de la influencia patronal sino también de la estatal. Que de paso también ocurría en el pasado, sólo que esta dependencia encontraba a un sindicalismo con mayores recursos para defenderse, negociar y presionar en todas las esferas de poder, desde el centro de trabajo hasta en el nivel presidencial y parlamentario, y que estaba menos fragmentado.
La reestatización trajo en el ámbito laboral más conflictividad, se ha incrementado el nivel de incumplimientos contractuales y legales. Adicional a esto hemos destacado la fragmentación de las representaciones de los trabajadores, en el caso del Sidor reestatizado, en el 2009 surge el sindicato de nómina de conducción, así llamado el segmento de trabajadores con funciones supervisoras desde el período que la compañía estuvo en manos de transnacional Techint-Ternium. En la estructura de Sutiss se prevé atender y representar a estos sectores, pero luego de la reestatización, la empresa influyó para que se constituyera esta nueva organización. Este mismo año se crea se crea el Frente Siderúrgico Bolivariano de Prevención, Salud y Seguridad Laboral, que si bien formalmente no es un ente sindical, actúa como tal tanto por los temas abordados como por las práctica que ejecuta. En el 2010 actúan doce organizaciones de trabajadores contratados, además recién se registró la organización sindical Estiba Socialista, con apoyo de 580 trabajadores que laboran en muelles, que se agregan a dos sindicatos que ya existían en este lugar. En el seno de las instalaciones de Sidor actúan organizaciones sindicales del ramo de la construcción ejerciendo métodos poco convencionales en las relaciones de trabajo. También se observan organizaciones de trabajadores cooperativizados, ex asalariados que no dejan de comportarse como tales en sus acciones y reclamos.
Un señuelo a favor de las reestatizaciones fue el discurso antitercerización. Las nóminas aligeradas de las empresas antes de pasar al Estado fueron incrementadas al poco tiempo, y no necesariamente con incorporación de tercerizados, muchos de estos más bien fueron conducidos y obligados a cooperativizarse, y en esa categoría adquirían un estatus diferente a la de los asalariados. El peor de los problemas es que a las plantillas se incorporaron activistas por llamarlos de alguna manera, que están en la nómina, pero no en las actividades productivas ni administrativas. El director laboral de Sidor, Rafael Tizamo: “Según sus cuentas en esa empresa hay 2.500 trabajadores que cobran sin trabajar. Son fichas de los dirigentes sindicales de la empresa y quienes participan con más fuerza en las protestas que allí se producen, lo cual viene siendo su único trabajo”. Según la versión de Tizamo, cada uno de ellos “devenga 25 mil bolívares mensuales, por lo que la siderúrgica roja rojita, que cada vez produce menos acero, se gasta 62,5 millones al mes”. Agréguele el impacto que esto tiene en la moral de los empleados que sí trabajan y cumplen.
[Publicado originalmente en el diario Correo del Caroní, 19/07/14; accesible en http://www.correodelcaroni.com/index.php/laboral/itemlist/user/962-h%C3%A9ctorlucena.]
En el 2008, el estancamiento de las negociaciones de un convenio colectivo dio lugar a la estatización de Sidor, mejor decir a la reestatización; recordemos que esta empresa había sido estatal desde su nacimiento hasta 1997, cuando fue adquirida por un consorcio de capitales argentino, mexicano, brasileño y venezolano, para entonces los mayores productores del ramo siderúrgico en América Latina. En el consorcio lideraba la compañía Techint-Ternium, uno de los grandes en la siderurgia mundial.
Hoy se repite un nuevo estancamiento en las negociaciones de la renovación del primer contrato colectivo en esta breve pero turbulenta etapa reestatizada. En el 2008, con los propietarios privados el estancamiento negocial había alcanzado los 15 meses, en el presente el contrato vencido ya lleva tres años. Se trata del contrato que fue firmado inmediatamente al asumir el Gobierno venezolano la dirección de esta factoría. Ya de por sí esto llama la atención, que transcurrido seis años desde entonces se haya tornado tan compleja la negociación de un convenio colectivo, lo que para las relaciones laborales es un mecanismo regular y tradicional en la relación y convivencia entre capital y trabajo.
Si en algo las relaciones laborales venezolanas, de las décadas previas, adquirieron un desenvolvimiento regular era en los procesos de negociación. Se puede afirmar que en esta empresa, como en general en las compañías estatales y privadas en el país, la negociación de los convenios colectivos tenía mucho de ritualismo, se seguían pasos que cada parte entendía y le era familiar, ambos se aproximaban bastante a predeterminar las acciones del otro actor. El ritual empezaba con un anteproyecto ambicioso, unas negociaciones que iniciaban con las cláusulas de menor complejidad, gradualmente se iban acercando a las de mayor envergadura, sea por la administración o por los costos. En tanto los sindicatos, aquellos que se desenvolvían democráticamente, preparaban a sus afiliados a mantenerse alerta, con asambleas y comunicaciones sobre el proceso. Si el ritmo de negociaciones se enlentecía o dificultaba más allá del ritual, las partes apelaban a la intervención de instancias políticas y/o gubernamentales. Por el lado sindical, la movilización y propaganda eran sus armas más a la mano, y alguna que otra vez se llegaba a la huelga.
Hoy el escenario en el cual se negocia es diferente. Han habido cambios en las regulaciones que le han sustraído facultades y autonomía a los actores de las relaciones de trabajo. A cambio se han fortalecido las del actor estatal. El resultado es que los sindicatos se han fragmentado y han perdido autonomía y ya no solo son objeto de la influencia patronal sino también de la estatal. Que de paso también ocurría en el pasado, sólo que esta dependencia encontraba a un sindicalismo con mayores recursos para defenderse, negociar y presionar en todas las esferas de poder, desde el centro de trabajo hasta en el nivel presidencial y parlamentario, y que estaba menos fragmentado.
La reestatización trajo en el ámbito laboral más conflictividad, se ha incrementado el nivel de incumplimientos contractuales y legales. Adicional a esto hemos destacado la fragmentación de las representaciones de los trabajadores, en el caso del Sidor reestatizado, en el 2009 surge el sindicato de nómina de conducción, así llamado el segmento de trabajadores con funciones supervisoras desde el período que la compañía estuvo en manos de transnacional Techint-Ternium. En la estructura de Sutiss se prevé atender y representar a estos sectores, pero luego de la reestatización, la empresa influyó para que se constituyera esta nueva organización. Este mismo año se crea se crea el Frente Siderúrgico Bolivariano de Prevención, Salud y Seguridad Laboral, que si bien formalmente no es un ente sindical, actúa como tal tanto por los temas abordados como por las práctica que ejecuta. En el 2010 actúan doce organizaciones de trabajadores contratados, además recién se registró la organización sindical Estiba Socialista, con apoyo de 580 trabajadores que laboran en muelles, que se agregan a dos sindicatos que ya existían en este lugar. En el seno de las instalaciones de Sidor actúan organizaciones sindicales del ramo de la construcción ejerciendo métodos poco convencionales en las relaciones de trabajo. También se observan organizaciones de trabajadores cooperativizados, ex asalariados que no dejan de comportarse como tales en sus acciones y reclamos.
Un señuelo a favor de las reestatizaciones fue el discurso antitercerización. Las nóminas aligeradas de las empresas antes de pasar al Estado fueron incrementadas al poco tiempo, y no necesariamente con incorporación de tercerizados, muchos de estos más bien fueron conducidos y obligados a cooperativizarse, y en esa categoría adquirían un estatus diferente a la de los asalariados. El peor de los problemas es que a las plantillas se incorporaron activistas por llamarlos de alguna manera, que están en la nómina, pero no en las actividades productivas ni administrativas. El director laboral de Sidor, Rafael Tizamo: “Según sus cuentas en esa empresa hay 2.500 trabajadores que cobran sin trabajar. Son fichas de los dirigentes sindicales de la empresa y quienes participan con más fuerza en las protestas que allí se producen, lo cual viene siendo su único trabajo”. Según la versión de Tizamo, cada uno de ellos “devenga 25 mil bolívares mensuales, por lo que la siderúrgica roja rojita, que cada vez produce menos acero, se gasta 62,5 millones al mes”. Agréguele el impacto que esto tiene en la moral de los empleados que sí trabajan y cumplen.
[Publicado originalmente en el diario Correo del Caroní, 19/07/14; accesible en http://www.correodelcaroni.com/index.php/laboral/itemlist/user/962-h%C3%A9ctorlucena.]
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