J.
R. López Padrino
Las
falaces declaraciones de la subsecretaria de Estado para Asuntos Americanos
Roberta Jacobson, primeramente ante la Comisión del Senado estadounidense al
vincular a dirigentes de la MUD con una solicitud de postergar sanciones, y
luego al afirmar lo inconveniente que sería aplicar sanciones económicas contra
Venezuela, denotan algunas de las aristas perversas de la política exterior del
gobierno de la Casa Blanca. Roberta, una experimentada funcionaria del
Departamento de Estado, mintió descaradamente en ambas oportunidades ya que
nunca pudo identificar a los personeros de la MUD, y terminó excusándose al
decir que todo había sido una confusión, y segundo que en el proyecto
legislativo aprobado nunca se solicitaron sanciones económicas en contra de
Venezuela. La resolución aprobada solicitaba específicamente "la
prohibición de visas y la congelación de los bienes contra individuos que
hubiesen planificado, facilitado o perpetrado graves violaciones a los derechos
humanos a raíz de las protestas estudiantiles ocurridas en el país”.
Entonces,
¿Por qué miente y manipula Roberta? i) Porque no quiere empañar las magníficas
relaciones económicas que han establecido las multinacionales con el régimen
del ungido de Miraflores. ii) Porque defiende la expansión de las
transnacionales como Chevron, Conoco-Phillip, BP, ENI, Total, Shell, etc. en la
franja bituminosa del Orinoco. iii) Porque protege los barriles de petróleo que
el “régimen antiimperialista de Maduro” envía diariamente a su país. iv) Porque
resguarda las inversiones de las empresas mixtas Carbones del Guasare
(Ruhrkohle-Anglo American Coal) y Carbones de la Guajira (Inter-American
Coal-Chevron) las cuales además de explotar nuestro carbón, humillan a los
Wayúu y contaminan el medio ambiente. Sus deliberadas y perversas imprecisiones
-sanciones económicas contra Venezuela- le han permitido al régimen invocar el
conocido síndrome de David y Goliath, denunciar en los foros internacionales ser
blanco de una agresión imperial y transformarse de victimario en víctima.
A
Obama y a Roberta poco le importan que los venezolanos sean reprimidos,
perseguidos, encarcelados, torturados o asesinados por los grupos paramilitares
del oficialismo. A ellos solo le interesa proteger los intereses económicos de
las transnacionales y por ello se oponen a la imposición de las sanciones
contra los delincuentes y represores facho-bolivarianos. Recordemos que los
gobiernos estadounidenses siempre han estado prestos a defender, al costo que
sea, los intereses del capital financiero de Wall Street, más no el respeto a
los derechos humanos. Allá los ilusos que siempre han creído en el doble
discurso pro-derechos humanos de los inquilinos de la Casa Blanca.
La
administración Obama cohabita con el autoritario régimen de Maduro, con la
misma desvergüenza como lo hicieron sus antecesores con las dictaduras crueles
de Centro América y del Cono Sur.
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