Humberto Decarli
Luego de sus destituciones, los personajes removidos han denunciado todas las corruptelas existentes en el socialismo del siglo XXI. Primero fue la comunicadora Vanessa Davis quien fue defenestrada del canal 8 por una entrevista impertinente a Rafael Ramírez; luego el Ministro de Planificación, Jorge Gordani, publicó una carta donde hace graves acusaciones contra la gestión de Nicolás Maduro; Héctor Navarro, ex ministro y dirigente nacional del PSUV se solidariza con Giordani y es sancionado con suspensión mientras lo pasan al tribunal disciplinario; Mario Isea, Pérez Pirela y Ana Luisa Osorio también ululan denuncias por la corrupción y la falta de discusión abierta en el partido de gobierno. Incluso el portal Aporrea quiere deslindarse del madurismo cuando siempre fue un instrumento de vocería de la supuesta izquierda del partido oficialista.
Todo este escándalo daña seriamente al gobierno porque si bien no se trata de una división clásica dentro del movimiento chavista genera estridencia porque proviene de personalidades hasta hoy incondicionales de la oficialidad. Además, los temas centrales de sus denuncias residen en el silencio del aparato judicial y la fiscalía respecto de las empresas de maletín, así como la carencia de democracia interna. Incluso la misiva de Giordani nada dice de la hipotética "guerra económica", causa última de las desgracias gubernamentales según la óptica oficialista sin haber tenido tangibilidad porque es un subterfugio para justificar la incapacidad. Pareciera que no se habían percatado del desastre acontecido venido in crescendo. Además, guardaron silencio ante la corrupción estructural de la democracia populista.
Nada nuevo bajo el sol; los mismos corruptos que el adeco Piñerúa jamás precisó, el cobro de comisiones, la impunidad, la trampa galopante y la impunidad. Por lo demás, los ahora críticos concretan en Maduro todas las desgracias y glorifican al Comandante Eterno, cuando realmente quien dejó al país en las precarias condiciones desarrolladas bajo su sucesor fue el caudillo de Sabaneta.
Más allá del desenlace inmediato de esta crisis interna del militarismo, pensamos que agudizará la debacle madurista y continuará la descomposición hasta sus últimas consecuencias. Es el ocaso de este movimiento al mejor estilo peronista, que descansaba en el carisma de un líder cuyo culto sacralizaron y en la bonanza petrolera nuevamente dilapidada.
Luego de sus destituciones, los personajes removidos han denunciado todas las corruptelas existentes en el socialismo del siglo XXI. Primero fue la comunicadora Vanessa Davis quien fue defenestrada del canal 8 por una entrevista impertinente a Rafael Ramírez; luego el Ministro de Planificación, Jorge Gordani, publicó una carta donde hace graves acusaciones contra la gestión de Nicolás Maduro; Héctor Navarro, ex ministro y dirigente nacional del PSUV se solidariza con Giordani y es sancionado con suspensión mientras lo pasan al tribunal disciplinario; Mario Isea, Pérez Pirela y Ana Luisa Osorio también ululan denuncias por la corrupción y la falta de discusión abierta en el partido de gobierno. Incluso el portal Aporrea quiere deslindarse del madurismo cuando siempre fue un instrumento de vocería de la supuesta izquierda del partido oficialista.
Todo este escándalo daña seriamente al gobierno porque si bien no se trata de una división clásica dentro del movimiento chavista genera estridencia porque proviene de personalidades hasta hoy incondicionales de la oficialidad. Además, los temas centrales de sus denuncias residen en el silencio del aparato judicial y la fiscalía respecto de las empresas de maletín, así como la carencia de democracia interna. Incluso la misiva de Giordani nada dice de la hipotética "guerra económica", causa última de las desgracias gubernamentales según la óptica oficialista sin haber tenido tangibilidad porque es un subterfugio para justificar la incapacidad. Pareciera que no se habían percatado del desastre acontecido venido in crescendo. Además, guardaron silencio ante la corrupción estructural de la democracia populista.
Nada nuevo bajo el sol; los mismos corruptos que el adeco Piñerúa jamás precisó, el cobro de comisiones, la impunidad, la trampa galopante y la impunidad. Por lo demás, los ahora críticos concretan en Maduro todas las desgracias y glorifican al Comandante Eterno, cuando realmente quien dejó al país en las precarias condiciones desarrolladas bajo su sucesor fue el caudillo de Sabaneta.
Más allá del desenlace inmediato de esta crisis interna del militarismo, pensamos que agudizará la debacle madurista y continuará la descomposición hasta sus últimas consecuencias. Es el ocaso de este movimiento al mejor estilo peronista, que descansaba en el carisma de un líder cuyo culto sacralizaron y en la bonanza petrolera nuevamente dilapidada.
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