Capi Vidal
[Nota de El Libertario: lo que sigue es un fragmento del ensayo "El nacionalismo como religión de Estado", que ha sido publicado en Tierra y Libertad, # 311, junio 2014 http://www.nodo50.org/tierraylibertad/311articulo3.html.]
El anarquismo es desde sus orígenes internacionalista; tal y como dice Ángel Cappelletti en La ideología anarquista, se entiende "que las fronteras políticas son obvia consecuencia de la existencia de los Estados, no pueden menos que considerarse también fruto de una degeneración autoritaria y violenta de la sociedad". ¿Qué propone y revindica entonces el anarquismo como sustituto de ese sentimiento político y cuasirreligioso? Se recoge en el anarquismo una herencia cosmopolita, una cambio de paradigma producido en la Antigua Grecia por parte de escuelas de pensamiento como la cínica y la estoica, basándose en observar a la humanidad como un todo natural y moral. Esa visión se filtrará siglos después a través de la Ilustración, y podemos hablar de uno de los componentes primordiales de la filosofía social anarquista; es posible que solo el anarquismo, y por supuesto los anarquistas, han sido fieles a esta idea ética de la fraternidad universal. El anarquismo considera que los tres grandes conceptos herencia de la Revolución francesa están estrechamente vinculados: libertad implica necesariamente igualdad y fraternidad; esa herencia cosmopolita de la Antigüedad se concreta en la modernidad como una gran aspiración universal. Posteriormente, se reducirá notablemente ese ideal en beneficio de la nación-Estado, aunque tantas veces se presente en su forma republicano-democrática. El anarquismo considera que la fraternidad es endógena al individuo; si ese sentimiento es exógeno, se apropia de él una instancia externa y trascendente al ser humano se abre la puerta al autoritarismo.
Nos atrevemos a sostener entonces que el anarquismo es la evidente antítesis del nacionalismo, no parece concebible ninguna compatibilidad más allá de los rasgos libertarios (siempre enfrentados a otros autoritarios e inhibidores) que pueda presentar cualquier idea o creación humanas. Charles Malato, en Filosofía del anarquismo, utiliza el término "patria" (si bien, como claro sinónimo de nación) y la acusa de no ser más que una religión vulgar, una nueva fe que sustituye a la antigua. Incluso, se apela a lo que es "natural", y no lo es rechazar a una persona que ha nacido al otro lado de una frontera. El deseo histórico es que la idea de la patria se acabe fundiendo en la idea de la humanidad, lo cual constituye otra manera de entender el progreso. Tal y como lo expresa Malato, de manera muy bella y nítida, hay dos manera de negar la patria: uno bárbaro e inconcebible, que es desear la ruptura de un país unificado por el idioma y por una serie de costumbres, lo cual supondría el regreso al provincianismo de épocas anteriores; otra manera de negar la patria, tal y como se vincula a una nación y a un Estado, es preconizando la federación de pueblos libres, "una patria única y sin rival". Naturalmente, esta convicción no es simplemente un programa político que podamos aplicar en un futuro próximo, es un deseo consustancial al anarquismo, un ideal a perseguir que comienza considerando a todos los seres humanos nuestros hermanos, observándoles como individuos autónomos que forman parte de pueblos libres. Los ideales inconclusos de libertad, igualdad y fraternidad solo adquieren sentido en el anarquismo, no aplicados con una mirada estrecha ni mediatizados por algún nuevo poder político.
[Nota de El Libertario: lo que sigue es un fragmento del ensayo "El nacionalismo como religión de Estado", que ha sido publicado en Tierra y Libertad, # 311, junio 2014 http://www.nodo50.org/tierraylibertad/311articulo3.html.]
El anarquismo es desde sus orígenes internacionalista; tal y como dice Ángel Cappelletti en La ideología anarquista, se entiende "que las fronteras políticas son obvia consecuencia de la existencia de los Estados, no pueden menos que considerarse también fruto de una degeneración autoritaria y violenta de la sociedad". ¿Qué propone y revindica entonces el anarquismo como sustituto de ese sentimiento político y cuasirreligioso? Se recoge en el anarquismo una herencia cosmopolita, una cambio de paradigma producido en la Antigua Grecia por parte de escuelas de pensamiento como la cínica y la estoica, basándose en observar a la humanidad como un todo natural y moral. Esa visión se filtrará siglos después a través de la Ilustración, y podemos hablar de uno de los componentes primordiales de la filosofía social anarquista; es posible que solo el anarquismo, y por supuesto los anarquistas, han sido fieles a esta idea ética de la fraternidad universal. El anarquismo considera que los tres grandes conceptos herencia de la Revolución francesa están estrechamente vinculados: libertad implica necesariamente igualdad y fraternidad; esa herencia cosmopolita de la Antigüedad se concreta en la modernidad como una gran aspiración universal. Posteriormente, se reducirá notablemente ese ideal en beneficio de la nación-Estado, aunque tantas veces se presente en su forma republicano-democrática. El anarquismo considera que la fraternidad es endógena al individuo; si ese sentimiento es exógeno, se apropia de él una instancia externa y trascendente al ser humano se abre la puerta al autoritarismo.
Nos atrevemos a sostener entonces que el anarquismo es la evidente antítesis del nacionalismo, no parece concebible ninguna compatibilidad más allá de los rasgos libertarios (siempre enfrentados a otros autoritarios e inhibidores) que pueda presentar cualquier idea o creación humanas. Charles Malato, en Filosofía del anarquismo, utiliza el término "patria" (si bien, como claro sinónimo de nación) y la acusa de no ser más que una religión vulgar, una nueva fe que sustituye a la antigua. Incluso, se apela a lo que es "natural", y no lo es rechazar a una persona que ha nacido al otro lado de una frontera. El deseo histórico es que la idea de la patria se acabe fundiendo en la idea de la humanidad, lo cual constituye otra manera de entender el progreso. Tal y como lo expresa Malato, de manera muy bella y nítida, hay dos manera de negar la patria: uno bárbaro e inconcebible, que es desear la ruptura de un país unificado por el idioma y por una serie de costumbres, lo cual supondría el regreso al provincianismo de épocas anteriores; otra manera de negar la patria, tal y como se vincula a una nación y a un Estado, es preconizando la federación de pueblos libres, "una patria única y sin rival". Naturalmente, esta convicción no es simplemente un programa político que podamos aplicar en un futuro próximo, es un deseo consustancial al anarquismo, un ideal a perseguir que comienza considerando a todos los seres humanos nuestros hermanos, observándoles como individuos autónomos que forman parte de pueblos libres. Los ideales inconclusos de libertad, igualdad y fraternidad solo adquieren sentido en el anarquismo, no aplicados con una mirada estrecha ni mediatizados por algún nuevo poder político.
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