D. Machado
Los niveles de emancipación comercial de los países de la región respecto a EE UU son más que matizables, señala el informe América Latina y el Caribe y EE UU: la evolución reciente de las relaciones bilaterales, elaborado en octubre pasado en Caracas por el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe. En este estudio se indica que los intercambios entre Latinoamérica y EE UU aumentaron de 380.000 millones de dólares en 2000 a 849.000 millones en 2012. La región actualmente recibe el 25,8% de las exportaciones totales de EE UU. Por poner tan sólo un ejemplo, América Latina duplicó en los últimos cinco años la compra de combustible de EE UU para mantener sus economías en marcha. Y la dependencia sigue creciendo a pesar de las enormes reservas petroleras existentes en la región. Sin embargo, pese a la pervivencia de la dependencia con respecto al gran vecino del norte, las economías latinoamericanas y caribeñas reflejan una reorientación de su comercio regional hacia los países asiáticos, principalmente hacia China.
El crecimiento económico de China ha convertido al gigante asiático en una potencia global con enorme necesidad de toda clase de recursos naturales en cualquier parte del planeta. Esta nueva situación ha generado que las relaciones de China con América Latina se hayan complejizado y trasciendan lo puramente comercial. Tal es así que la consejera política de la embajada de este país en Ecuador, Zhang Tao, indica que China se ha convertido en un socio clave para la región latinoamericana gracias a los programas de inversión en el “nuevo continente”. Entre los años 2000 y 2012, el comercio entre estas dos regiones se ha multiplicado por 22. Un crecimiento que, según las previsiones de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe, no se detendrá: el próximo año, China reemplazará a la UE como el segundo inversor en América Latina. Según datos del Ministerio de Comercio chino, Latinoamérica es el segundo destino de inversión del país, tras Asia, pasando de 10.000 millones de dólares en el año 2000 a 245.000 millones en 2011.
Al respecto, Franck Gaudichaud, profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Stendhal-Grenoble 3, considera que la relación entre América Latina y China en términos macroeconómicos es claramente asimétrica. “Hoy, el gigante asiático es el principal receptor de las exportaciones de países como Brasil y el segundo –tras EE UU– de Chile, Argentina, Venezuela y Perú”, asevera el académico francés. “Si se analiza cualitativamente, se ve que los discursos de los oligarcas chinos o de los dirigentes latinoamericanos sobre la relación win-win (ganamos todos) son una ilusión; lo que se está generando es un nuevo mapa geopolítico en el cual China –uno de los primeros socios económicos de EE UU– es también un actor imperial en la región, conquistando tierras agrícolas, recursos y materias primas para alimentar una economía en permanente crecimiento a través de la soja de Brasil y Argentina, el cobre de Chile o el petróleo de Venezuela, además de vender sus productos manufacturados de bajo costo, a menudo de baja calidad y producidos por millones de explotados en China y Asia”, indica este investigador. El capitalismo chino genera así “una nueva dependencia, un neocolonialismo económico pero no militar y participa activamente del fenómeno neoextractivista, desindustrializador y reprimarizador de las economías de algunos países importantes de la región”, sentencia.
Consenso de las ‘commodities’
Maristella Svampa, profesora en la Universidad Nacional de La Plata, señala que América Latina pasó del “Consenso de Washington al Consenso de las commodities”, basado en la exportación de materias primas. Según esta socióloga argentina, “en los últimos años se ha intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendentes al control, la extracción y la exportación de bienes naturales, sin mayor valor agregado, enmarcada en el boom de los precios internacionales de las materias primas y de los bienes de consumo, lo que ha permitido el crecimiento económico y el aumento de reservas monetarias en la región, al tiempo que se producen nuevas asimetrías y profundas desigualdades en nuestras sociedades”. Svampa considera que, vinculado al proceso de neoextractivismo desarrollista, con el que tiene mucho que ver tanto el capital como la demanda de recursos naturales por parte de China, se ha profundizado una nueva dinámica de despojo de tierras, recursos y territorios, generándose nuevas formas de dependencia y contaminación a través de la megaminería, la expansión de la frontera petrolera y energética –incluida la extracción de gas no convencional bajo técnicas tan cuestionables como el fracking–, la construcción de grandes represas hidroeléctricas, la expansión de la frontera pesquera y forestal, así como la generación y reafirmación del modelo de agronegocios basado en la soja y el biocombustible.
Este conjunto de circunstancias ha generado rupturas entre diferentes sectores de la izquierda social y política en América Latina. Amplias capas del tejido social organizado cuestionan el lugar que la región ocupa desde la época de la colonia española en la división global del trabajo. Dicha contradicción se da en los gobiernos que enarbolan discursos con retórica industrialista, reivindicando la soberanía nacional y la integración regional, a la vez que profundizan su dependencia del mercado internacional como suministradores de recursos naturales carentes de valor agregado para atender las necesidades del mercado capitalista global.
[Texto extraido de artículo publicado en el semanario Diagonal, Madrid, 3/5/2014 http://www.diagonalperiodico.net/global/22639-imperialismo-blando-china-conquista-america-latina.html.]
Los niveles de emancipación comercial de los países de la región respecto a EE UU son más que matizables, señala el informe América Latina y el Caribe y EE UU: la evolución reciente de las relaciones bilaterales, elaborado en octubre pasado en Caracas por el Sistema Económico Latinoamericano y del Caribe. En este estudio se indica que los intercambios entre Latinoamérica y EE UU aumentaron de 380.000 millones de dólares en 2000 a 849.000 millones en 2012. La región actualmente recibe el 25,8% de las exportaciones totales de EE UU. Por poner tan sólo un ejemplo, América Latina duplicó en los últimos cinco años la compra de combustible de EE UU para mantener sus economías en marcha. Y la dependencia sigue creciendo a pesar de las enormes reservas petroleras existentes en la región. Sin embargo, pese a la pervivencia de la dependencia con respecto al gran vecino del norte, las economías latinoamericanas y caribeñas reflejan una reorientación de su comercio regional hacia los países asiáticos, principalmente hacia China.
El crecimiento económico de China ha convertido al gigante asiático en una potencia global con enorme necesidad de toda clase de recursos naturales en cualquier parte del planeta. Esta nueva situación ha generado que las relaciones de China con América Latina se hayan complejizado y trasciendan lo puramente comercial. Tal es así que la consejera política de la embajada de este país en Ecuador, Zhang Tao, indica que China se ha convertido en un socio clave para la región latinoamericana gracias a los programas de inversión en el “nuevo continente”. Entre los años 2000 y 2012, el comercio entre estas dos regiones se ha multiplicado por 22. Un crecimiento que, según las previsiones de la Comisión Económica para Latinoamérica y el Caribe, no se detendrá: el próximo año, China reemplazará a la UE como el segundo inversor en América Latina. Según datos del Ministerio de Comercio chino, Latinoamérica es el segundo destino de inversión del país, tras Asia, pasando de 10.000 millones de dólares en el año 2000 a 245.000 millones en 2011.
Al respecto, Franck Gaudichaud, profesor de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Stendhal-Grenoble 3, considera que la relación entre América Latina y China en términos macroeconómicos es claramente asimétrica. “Hoy, el gigante asiático es el principal receptor de las exportaciones de países como Brasil y el segundo –tras EE UU– de Chile, Argentina, Venezuela y Perú”, asevera el académico francés. “Si se analiza cualitativamente, se ve que los discursos de los oligarcas chinos o de los dirigentes latinoamericanos sobre la relación win-win (ganamos todos) son una ilusión; lo que se está generando es un nuevo mapa geopolítico en el cual China –uno de los primeros socios económicos de EE UU– es también un actor imperial en la región, conquistando tierras agrícolas, recursos y materias primas para alimentar una economía en permanente crecimiento a través de la soja de Brasil y Argentina, el cobre de Chile o el petróleo de Venezuela, además de vender sus productos manufacturados de bajo costo, a menudo de baja calidad y producidos por millones de explotados en China y Asia”, indica este investigador. El capitalismo chino genera así “una nueva dependencia, un neocolonialismo económico pero no militar y participa activamente del fenómeno neoextractivista, desindustrializador y reprimarizador de las economías de algunos países importantes de la región”, sentencia.
Consenso de las ‘commodities’
Maristella Svampa, profesora en la Universidad Nacional de La Plata, señala que América Latina pasó del “Consenso de Washington al Consenso de las commodities”, basado en la exportación de materias primas. Según esta socióloga argentina, “en los últimos años se ha intensificado notoriamente la expansión de megaproyectos tendentes al control, la extracción y la exportación de bienes naturales, sin mayor valor agregado, enmarcada en el boom de los precios internacionales de las materias primas y de los bienes de consumo, lo que ha permitido el crecimiento económico y el aumento de reservas monetarias en la región, al tiempo que se producen nuevas asimetrías y profundas desigualdades en nuestras sociedades”. Svampa considera que, vinculado al proceso de neoextractivismo desarrollista, con el que tiene mucho que ver tanto el capital como la demanda de recursos naturales por parte de China, se ha profundizado una nueva dinámica de despojo de tierras, recursos y territorios, generándose nuevas formas de dependencia y contaminación a través de la megaminería, la expansión de la frontera petrolera y energética –incluida la extracción de gas no convencional bajo técnicas tan cuestionables como el fracking–, la construcción de grandes represas hidroeléctricas, la expansión de la frontera pesquera y forestal, así como la generación y reafirmación del modelo de agronegocios basado en la soja y el biocombustible.
Este conjunto de circunstancias ha generado rupturas entre diferentes sectores de la izquierda social y política en América Latina. Amplias capas del tejido social organizado cuestionan el lugar que la región ocupa desde la época de la colonia española en la división global del trabajo. Dicha contradicción se da en los gobiernos que enarbolan discursos con retórica industrialista, reivindicando la soberanía nacional y la integración regional, a la vez que profundizan su dependencia del mercado internacional como suministradores de recursos naturales carentes de valor agregado para atender las necesidades del mercado capitalista global.
[Texto extraido de artículo publicado en el semanario Diagonal, Madrid, 3/5/2014 http://www.diagonalperiodico.net/global/22639-imperialismo-blando-china-conquista-america-latina.html.]
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