Rafael Uzcátegui
Raúl Zibechi es un pensador complejo: iluminando facetas de la realidad latinoamericana sobre las nuevas gobernabilidades representadas por el “progresismo” en el poder, pero a su vez, temeroso de aplicar su diagnóstico a terrenos que considera políticamente incorrectos. Pero en vez de conservar la distancia para intentar entender más y mejor las situaciones, asume sorpresivamente el apoyo acrítico a los mismos procesos que denuncia en otras circunstancias. Ya el mismo nos lo había advertido: “Buena parte de las hipótesis y análisis en los que crecimos y nos formamos quienes participamos en el ciclo de luchas de los años sesenta y setenta se han convertido, glosando a Brauduel, en “prisiones de larga duración”. Muy a menudo acotan la capacidad creativa y nos condenan a reproducir lo ya sabido y fracasado” (Territorios en resistencia, 2008). Zibechi “reproduce lo sabido y fracasado” en su opinión sobre Venezuela.
Las debilidades de su corazón “rojo y a la izquierda” son tales que apenas un día después del asesinato de las primeras tres personas en las manifestaciones en Venezuela, Zibechi se apresuró a firmar un comunicado de la “Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad” (http://bit.ly/1hzn83g) donde apoyó la afirmación de que las muertes eran “acciones que son producto de un plan deliberado que intenta llevar a Venezuela hacia una guerra civil que le abra las puertas a la intervención del imperio”. Hoy, para pesar de su rigurosidad intelectual, es suficientemente sabido –y reconocido por la Fiscalía venezolana- que los dos primeros asesinatos (Bassil Da Acosta y Juan Montoya) fueron realizados por agentes del servicio de inteligencia estatal SEBIN, y el tercero (Roberto Redman), por el miembro de un grupo paramilitar afín al gobierno de Maduro. Zibechi fue parte de quienes calificó estos asesinatos, eufemísticamente, como “víctimas de la intolerancia” por parte de “agentes aventureros del imperialismo”. A pesar de las evidencias de los grandes y amplios negocios de transnacionales como Chevron y Repsol con el gobierno bolivariano, sigue siendo más cómodo calificar cualquier expresión de descontento con el gobierno progresista venezolano como un “ataque del imperialismo”. Uno se pregunta si el Zibechi que firmó ese comunicado y el que escribió “Estamos transitando nuevas formas de dominación. Poco importa que vengan de la mano de fuerzas que se proclaman de izquierda, porque las nuevas formas de gobernar las desbordan y las incluyen a la vez” es el mismo.
Cuando escribo esto, Zibechi vuelve de un viaje fugaz a Venezuela, donde lo mejor fue su contacto con la Cooperativa Cecosesola, la iniciativa de economía social más libertaria del país, con más de cuarenta años de funcionamiento. Sin embargo, sus reseñas sobre lo que pasa en el país se alimenta de fuentes estatales, de las cuales seguramente fuera más cauteloso si tuvieran la bandera de Brasil, Argentina o Uruguay. Quizás por esto sus conclusiones no difieren un ápice de las que emanan del Palacio de Gobierno en Miraflores, aunque algunas tristemente desmontables, como cuando describe a los grupos paramilitares –denunciados por organizaciones como Amnistía Internacional- como “las fuerzas chavistas, en particular los motorizados, miles de militantes en motos que son una de las más activas fuerzas organizadas del oficialismo” (http://bit.ly/1kDTaNL).
En una ocasión anterior nuestro intelectual estuvo en Caracas, en noviembre de 2013, para participar en el foro “Brasil y China en la nueva geopolítica latinoamericana”, que después incluyó una reunión privada con el uruguayo con iniciativas cercanas al gobierno bolivariano. En sus crónicas sobre esas experiencias, Zibechi no cuenta que el CELARG, sede de las reuniones, es el think tank oficial del gobierno venezolano, ubicado convenientemente en el este de la ciudad de Caracas, donde orbitan buena parte de la intelectualidad de Estado. En sus escritos quería realzar la supuesta resistencia al extractivismo amparado bajo el paraguas bolivariano, en un país cuyo proyecto fue calificado por el propio Chávez como “socialismo petrolero”. En los dos textos sobre aquel periplo, Zibechi dedica más líneas a describir al núcleo endógeno “Tiuna el Fuerte” –un centro cultural financiado por el gobierno-, “una de las experiencias juveniles urbanas más potentes del continente” en sus palabras, que al asesinato del Cacique Yukpa Sabino Romero, ocurrido meses antes, quien era símbolo de la resistencia de los pueblos indígenas a los proyectos mineros gubernamentales. Sobre Sabino, Zibechi escuetamente escribe: “El asesinato (…) por mafias de ganaderos el 3 de marzo en la Sierra de Perijá, estado de Zulia, es parte de la ofensiva de los terratenientes contra quienes luchan por la demarcación de sus territorios ancestrales”, la versión oficial –la prisión de larga duración- sobre un gobierno “de izquierda” asediado por fuerzas malignas “de la derecha”. El detalle, que curiosamente olvida, es que los autores materiales del asesinato fueron un efectivo del Grupo Anti Extorsión y Secuestro (GAES) del estado Zulia y cinco efectivos de la Policía de Machiques, adscrito a la alcaldía del Partido Socialista Unido de Venezuela (http://bit.ly/1iEQ0nb), datos que evidentemente ponen el asesinato en otra perspectiva. Lo “curioso” es que uno de sus textos, titulado “Venezuela en movimiento: para quebrar el rentismo petrolero” lo dedica casi enteramente a un proyecto –Tiuna el Fuerte- cuyo motor ha sido el financiamiento gubernamental, tanto así que una de sus directoras es, cuando esto se escribe, “Viceministra para la Formación Comunal”. Zibechi teme a sus propias construcciones teóricas y lo que le sorprende en la Venezuela bolivariana lo califica, para otras situaciones, como “triple desarticulación de los movimientos” (ideológica, política y organizativa) lo que “asume la forma de un descabezamiento de la lucha popular que sienta las bases de la cooptación”. Es una pena que ni en aquella oportunidad ni recientemente hiciera en voz alta preguntas sobre sus temas de cabecera: El extractivismo y la autonomía de los movimientos sociales ¿Cómo ha sido posible que en el país con las mayores reservas petroleras y gasíferas de la región no exista una resistencia contra los proyectos de megaminería tal y como existe en el resto del continente?, ¿qué ha pasado con los enemigos naturales de esos proyectos –el movimiento indígena y el movimiento ecologista- bajo el gobierno bolivariano?, ¿qué significado tiene que el plan de gobierno llamado “Plan de la Patria” –propuesto por Chávez y continuado por Maduro- se proponga duplicar la producción actual de petróleo y gas para el año 2019? (http://bit.ly/1dTwPUP).
“La política de los partidos de izquierda se traduce en los mismos objetivos que la represión no pudo conseguir: una derrota histórica, sin represión masiva pero con un poder de destrucción muy similar al que en otros momentos tenía la acción autoritaria del Estado” (Zibechi, 2008). ¿Es válido para toda la región, menos para Venezuela?
[Artículo publicado originalmente en Tierra y Tempestad N° 19, otoño 2014, Montevideo http://laturbaediciones.wordpress.com/tierra-y-tempestad/.]
Raúl Zibechi es un pensador complejo: iluminando facetas de la realidad latinoamericana sobre las nuevas gobernabilidades representadas por el “progresismo” en el poder, pero a su vez, temeroso de aplicar su diagnóstico a terrenos que considera políticamente incorrectos. Pero en vez de conservar la distancia para intentar entender más y mejor las situaciones, asume sorpresivamente el apoyo acrítico a los mismos procesos que denuncia en otras circunstancias. Ya el mismo nos lo había advertido: “Buena parte de las hipótesis y análisis en los que crecimos y nos formamos quienes participamos en el ciclo de luchas de los años sesenta y setenta se han convertido, glosando a Brauduel, en “prisiones de larga duración”. Muy a menudo acotan la capacidad creativa y nos condenan a reproducir lo ya sabido y fracasado” (Territorios en resistencia, 2008). Zibechi “reproduce lo sabido y fracasado” en su opinión sobre Venezuela.
Las debilidades de su corazón “rojo y a la izquierda” son tales que apenas un día después del asesinato de las primeras tres personas en las manifestaciones en Venezuela, Zibechi se apresuró a firmar un comunicado de la “Red de Intelectuales en Defensa de la Humanidad” (http://bit.ly/1hzn83g) donde apoyó la afirmación de que las muertes eran “acciones que son producto de un plan deliberado que intenta llevar a Venezuela hacia una guerra civil que le abra las puertas a la intervención del imperio”. Hoy, para pesar de su rigurosidad intelectual, es suficientemente sabido –y reconocido por la Fiscalía venezolana- que los dos primeros asesinatos (Bassil Da Acosta y Juan Montoya) fueron realizados por agentes del servicio de inteligencia estatal SEBIN, y el tercero (Roberto Redman), por el miembro de un grupo paramilitar afín al gobierno de Maduro. Zibechi fue parte de quienes calificó estos asesinatos, eufemísticamente, como “víctimas de la intolerancia” por parte de “agentes aventureros del imperialismo”. A pesar de las evidencias de los grandes y amplios negocios de transnacionales como Chevron y Repsol con el gobierno bolivariano, sigue siendo más cómodo calificar cualquier expresión de descontento con el gobierno progresista venezolano como un “ataque del imperialismo”. Uno se pregunta si el Zibechi que firmó ese comunicado y el que escribió “Estamos transitando nuevas formas de dominación. Poco importa que vengan de la mano de fuerzas que se proclaman de izquierda, porque las nuevas formas de gobernar las desbordan y las incluyen a la vez” es el mismo.
Cuando escribo esto, Zibechi vuelve de un viaje fugaz a Venezuela, donde lo mejor fue su contacto con la Cooperativa Cecosesola, la iniciativa de economía social más libertaria del país, con más de cuarenta años de funcionamiento. Sin embargo, sus reseñas sobre lo que pasa en el país se alimenta de fuentes estatales, de las cuales seguramente fuera más cauteloso si tuvieran la bandera de Brasil, Argentina o Uruguay. Quizás por esto sus conclusiones no difieren un ápice de las que emanan del Palacio de Gobierno en Miraflores, aunque algunas tristemente desmontables, como cuando describe a los grupos paramilitares –denunciados por organizaciones como Amnistía Internacional- como “las fuerzas chavistas, en particular los motorizados, miles de militantes en motos que son una de las más activas fuerzas organizadas del oficialismo” (http://bit.ly/1kDTaNL).
En una ocasión anterior nuestro intelectual estuvo en Caracas, en noviembre de 2013, para participar en el foro “Brasil y China en la nueva geopolítica latinoamericana”, que después incluyó una reunión privada con el uruguayo con iniciativas cercanas al gobierno bolivariano. En sus crónicas sobre esas experiencias, Zibechi no cuenta que el CELARG, sede de las reuniones, es el think tank oficial del gobierno venezolano, ubicado convenientemente en el este de la ciudad de Caracas, donde orbitan buena parte de la intelectualidad de Estado. En sus escritos quería realzar la supuesta resistencia al extractivismo amparado bajo el paraguas bolivariano, en un país cuyo proyecto fue calificado por el propio Chávez como “socialismo petrolero”. En los dos textos sobre aquel periplo, Zibechi dedica más líneas a describir al núcleo endógeno “Tiuna el Fuerte” –un centro cultural financiado por el gobierno-, “una de las experiencias juveniles urbanas más potentes del continente” en sus palabras, que al asesinato del Cacique Yukpa Sabino Romero, ocurrido meses antes, quien era símbolo de la resistencia de los pueblos indígenas a los proyectos mineros gubernamentales. Sobre Sabino, Zibechi escuetamente escribe: “El asesinato (…) por mafias de ganaderos el 3 de marzo en la Sierra de Perijá, estado de Zulia, es parte de la ofensiva de los terratenientes contra quienes luchan por la demarcación de sus territorios ancestrales”, la versión oficial –la prisión de larga duración- sobre un gobierno “de izquierda” asediado por fuerzas malignas “de la derecha”. El detalle, que curiosamente olvida, es que los autores materiales del asesinato fueron un efectivo del Grupo Anti Extorsión y Secuestro (GAES) del estado Zulia y cinco efectivos de la Policía de Machiques, adscrito a la alcaldía del Partido Socialista Unido de Venezuela (http://bit.ly/1iEQ0nb), datos que evidentemente ponen el asesinato en otra perspectiva. Lo “curioso” es que uno de sus textos, titulado “Venezuela en movimiento: para quebrar el rentismo petrolero” lo dedica casi enteramente a un proyecto –Tiuna el Fuerte- cuyo motor ha sido el financiamiento gubernamental, tanto así que una de sus directoras es, cuando esto se escribe, “Viceministra para la Formación Comunal”. Zibechi teme a sus propias construcciones teóricas y lo que le sorprende en la Venezuela bolivariana lo califica, para otras situaciones, como “triple desarticulación de los movimientos” (ideológica, política y organizativa) lo que “asume la forma de un descabezamiento de la lucha popular que sienta las bases de la cooptación”. Es una pena que ni en aquella oportunidad ni recientemente hiciera en voz alta preguntas sobre sus temas de cabecera: El extractivismo y la autonomía de los movimientos sociales ¿Cómo ha sido posible que en el país con las mayores reservas petroleras y gasíferas de la región no exista una resistencia contra los proyectos de megaminería tal y como existe en el resto del continente?, ¿qué ha pasado con los enemigos naturales de esos proyectos –el movimiento indígena y el movimiento ecologista- bajo el gobierno bolivariano?, ¿qué significado tiene que el plan de gobierno llamado “Plan de la Patria” –propuesto por Chávez y continuado por Maduro- se proponga duplicar la producción actual de petróleo y gas para el año 2019? (http://bit.ly/1dTwPUP).
“La política de los partidos de izquierda se traduce en los mismos objetivos que la represión no pudo conseguir: una derrota histórica, sin represión masiva pero con un poder de destrucción muy similar al que en otros momentos tenía la acción autoritaria del Estado” (Zibechi, 2008). ¿Es válido para toda la región, menos para Venezuela?
[Artículo publicado originalmente en Tierra y Tempestad N° 19, otoño 2014, Montevideo http://laturbaediciones.wordpress.com/tierra-y-tempestad/.]
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