Humberto Decarli
Ha sido sorpresiva la resistencia llevada a cabo por los
estudiantes y los vecinos frente a una represión desenfrenada violadora de los
derechos humanos llevada a cabo por la Guardia Nacional, el Sebin, la Policía
Nacional y los grupos paramilitares formados por malandros con patente de corso
para asesinar. La reacción de los órganos punitivos del Estado ha sido
desproporcionada y genocida, aconsejados por los asesores cubanos quienes
conocen perfectamente sobre la dominación disciplinaria del pueblo antillano,
sometido por más de 50 años por la dictadura estalinista allí instalada.
El movimiento estudiantil y la gente están participando
fundamentalmente en el interior como el caso de San Cristóbal, una insurrección
popular, Maracaibo, Valencia, Maracay y también en Caracas. Es una lucha por la
libertad ante un gobierno impositivo en todos los órdenes, con un poder
concentrado ejercido por el Comité Político Militar dominador. Pero además, las
condiciones socio económicas han incidido en estimular la ansiedad de la gente.
La inflación, la escasez, el desabastecimiento y para colmo la inseguridad, han acicateado a los hombres y mujeres a salir a la calle a protestar una gestión desastrosa que tiene a Venezuela al borde del abismo.
Frente al despertar popular, con su propia agenda y dinámica, ha emergido la vieja izquierda, huérfana de ideas y derrotada políticamente, para apoyar a la gestión madurista sin importarles el militarismo, las toruras, los homicidios y ataques arteros a las personas. Se han convertido en cómplices y encubridores de unos militares capaces de cualquier cosa para retener el poder que tanto han disfrutado y abusado. Asimismo, uno de los grandes logros de esta revolución es hacer más ricos a los banqueros, a las aseguradores, las empresas energéticas y las de telecomunicaciones, la creación de unos nuevos empresarios llamados los boliburgueses enriquecidos a la sombra del poder como ha ocurrido siempre en Venezuela con los adecos, los copeyanos, los perezjimenistas y los gomecistas, generadores de grupos parasitarios del poder.
Nadie puede sostener que un Diosdado Cabello pueda ser una persona transformadora porque representa, y no lo esconde, la mentalidad militarista más procaz. Junto a Rodríguez Torres, Jorge Rodríguez, Aristóbulo Istúriz y Tareck El Aissami, simbolizan la intolerancia más acérrima y demuestran cotidianamente sus criterios autoritarios.
Por otro lado, se aprecia a una oposición trabajando para obtener sinecuras y cuotas de poder como por ejemplo, algún rector del C.N.E. o magistrados del máximo tribunal que próximamente van a nombrar y al chavismo le conviene hacer designaciones para la comparsa. Es el entierro, afortunadamente de la M.U.D., coalición partidista burocratizada en la búsqueda de algún beneficio de poder luego de su fracaso electoral. López y María Corina representan una posición conservadora cuya meta es continuar con el rentismo y el extractivismo, posturas que han destruido al país, pronosticado por los llamados profetas del desastre hace más de 50 años. Pérez Alfonzo y Domingo Alberto Rangel lamentablemente no se equivocaron cuando vieron aquel desastre significado por la Gran Venezuela de C.A. Pérez.
Qué ocurrirá no se vislumbra pero necesariamente el conflicto económico degenerará en una salida que puede ser negociada por los factores de siempre o pudiese haber intersticios para la búsqueda de una vida mejor. Mientras tanto a luchar desde la base, con autonomía y sin tutela de ningún tipo.
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